Seguinos en redes

Economía

A 31 años de la Convertibilidad: beneficios y enseñanzas de cara al debate por la dolarización

Publicado

en

Hace 31 años se decretaba la Ley de Libre Convertibilidad y se ponía un freno definitivo a los desequilibrios monetarios que azotaban al país por décadas. La experiencia de los 90s gana cada vez más reivindicación en medio del debate por la dolarización del país.

Un 27 de marzo de 1991 comenzaba a regir la Ley de Convertibilidad, anunciada por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo. El programa tuvo un efecto casi inmediato sobre la inflación, haciéndola desaparecer por completo en pocos meses.

Las reformas económicas impulsadas por el Gobierno de Carlos Menem pretendía implementar una economía de libre mercado en el país, después de 45 años de dirigismo, estatismo e inflación.  

Con la Convertibilidad, se marcó el inicio de un largo período de diez años de estabilidad, y la economía crecía por primera vez después de dos décadas de estancamiento. El PBI se expandió un 50% entre marzo de 1991 y julio de 1998, y considerando a la totalidad de la economía menemista entre 1989 y 1999, la economía argentina creció un 48% en términos reales.

El éxito de la Convertibilidad y la presidencia de Carlos Menem vuelven a cobrar relevancia en el escenario político actual, dado que se vuelve a discutir la necesidad de llevar adelante reformas estructurales e incluso dolarizar la economía.  

Crecimiento económico e inflación mensual entre 1966 y 1999. Elaboración propia.

¿Qué era la Convertibilidad y en qué se parece a la dolarización?

La Convertibilidad era un sistema por el cual los argentinos podían elegir libremente qué moneda usar, ya sea para el ahorro o para las transacciones cotidianas, sin restricciones ni controles de cambio de ningún tipo.

De esta forma, se reconoció el carácter bimonetario de la economía argentina y tanto el peso como el dólar se convirtieron en monedas de curso legal para contratos, transacciones, ahorro y créditos, en un marco de libre competencia. Este sistema se aplicó también en otras partes del mundo, como el actual régimen monetario de Perú o lo que tuvo por muchos años Hong Kong y Singapur.

La famosa paridad fija 1 peso = 1 dólar fue quizás el elemento más popularizado y recordado de la Convertibilidad, pero la caja de conversión no fue sino un elemento circunstancial de la misma.

Domingo Cavallo anunciando el lanzamiento del Plan de Convertibilidad.

El “patrón dólar” o la caja de conversión ortodoxa fue un elemento crucial para minar las expectativas de inflación y dotar de credibilidad al programa de estabilización de 1991, pero la Convertibilidad no se limitaba a la caja de conversión, sino que apuntaba a blanquear la economía bimonetaria y permitir la libre elección de la moneda.

Este esquema imponía un fuerte límite a la posibilidad de que el Banco Central pudiera operar con política monetaria discrecional. La política monetaria, se pensaba, sería recuperada nuevamente a partir de una fuerte revalorización de la moneda en un proceso que podría llevar décadas.

Este elemento es especialmente reivindicado por los sectores liberales de la política argentina. El Diputado Javier Milei fue el primero en plantear abiertamente el debate por la dolarización en el país, buscando emular una “regla monetaria dura” como lo había sido la caja de conversión, a fin de erradicar completamente la inflación.

La Convertibilidad del peso argentino no había sido planteada como una manera de dolarizar la economía, sino más bien con el objetivo de rescatar el peso de la desintegración. Esto fue, y es explicado, por el propio Domingo Cavallo en su Blog Personal y en numerosas oportunidades. Sin embargo, la falta de respuestas tras dos décadas de inflación provocó una profunda demanda social para volver a las reglas monetarias duras, y detener el aumento de precios con un shock.

La Convertibilidad, los salarios reales y el mercado laboral

Los resultados sobre los salarios de los trabajadores fueron sorprendentes. La instauración de una “moneda fuerte” dotó a los salarios de una inflexibilidad hacia la baja, y se recuperó su poder adquisitivo después de la pésima situación que dejaba el gobierno del radical Raúl Alfonsín.

Entre marzo de 1991 y diciembre de 1995, bajo el régimen de Convertibilidad los salarios reales crecieron un 49%. Considerando la totalidad del período en el cual estuvo vigente la ley, entre 1991 y 2001, los salarios reales acumularon un crecimiento del 43,65%.

Índice de salarios entre 1984 y 1994, antes y después de la Ley de Convertibilidad. Elaboración propia.

La drástica recuperación salarial es actualmente reivindicada por Javier Milei como parte de su propuesta para dolarizar la economía, asegurando que nuevamente se volvería a registrar un importante aumento de los salarios reales tal y como ocurrió en la década de 1990. La dolarización de la economía tendría un efecto similar al que tuvo la caja de conversión.

La elasticidad entre el fuerte crecimiento económico y el aumento de la tasa de empleo fue el punto más débil del programa, pues sin una reforma que consolidara la flexibilización laboral, las rigideces de precios (salarios y cargas sociales) provocaban una corrección de mercado vía cantidades (desocupación). El aumento del empleo generado por el crecimiento económico era mucho menos que proporcional al aumento del PBI.

Las sucesivas leyes para modernizar el mercado laboral bajo la segunda presidencia de Menem llegaron de forma desincronizada con el lanzamiento del programa de Convertibilidad y fueron insuficientes, una autocrítica realizada por el exministro Domingo Cavallo y compartida por el también exministro Roque Fernández.

Evolución del Producto Bruto Interno (PBI) y la tasa de empleo entre 1974 y 2002. Elaboración propia.

Las razones de la crisis 1998 – 2002

Los episodios de crisis sucedidos en los últimos años de la Convertibilidad suelen ser el pilar de las críticas contra el sistema, pues se la señala como la causa principal de la recesión. Esto, sin embargo, es falso.

Entre 1998 y 1999 Argentina enfrentó una serie de shocks exógenos provenientes del mercado de capitales internacional, pues se produjo una importante reversión de capitales para países emergentes. Al mismo tiempo, Argentina tuvo que soportar una brutal devaluación desde Brasil, que deterioró de forma importante la competitividad.

El golpe final vino con el aumento de impuestos en el año 2000 por parte del gobierno de De La Rúa, el cual abortó la tímida recuperación que se vislumbraba a fines de 1999, y la economía se quedó relativamente estancada hasta junio de 2001, cuando estalló la crisis.

El comportamiento de la economía argentina entre 1998 y 2003. Elaboración propia.

La crisis bancaria que azotó al país desde los últimos meses del año 2000 y que se convirtió en una crisis financiera profunda a partir de julio de 2001, no fue un fenómeno relacionado con la Convertibilidad. Del mismo modo que ocurrió en Estados Unidos en el año 2008, Argentina vivía la explosión de una “burbuja”, en nuestro caso, los bonos de deuda emitidos por las provincias a lo largo de la década de 1990.

Tanto los bancos locales como las AFJP albergaron una gran cantidad de estos “bonos basura” en sus activos y, tras la imposibilidad de pago de las provincias, se generó un pánico bancario que rápidamente se transformó en una crisis financiera. Se produjo entonces una brutal contracción monetaria y un masivo retiro de depósitos.

La caja de conversión y el tipo de cambio fijo no permitirán actuar como Estados Unidos lo hizo en 2008, porque el Banco Central no disponía de política monetaria efectiva. De esta manera, la única alternativa era recurrir a un prestamista de última instancia alternativo: el Fondo Monetario Internacional.

La negativa del FMI para ayudar a la Argentina implicó un gran costo para el país. La implementación del “corralito” constituyó una medida desesperada, que sin embargo suponía no alterar el poder adquisitivo de los depositantes. La falta de apoyo externo e interno terminaron por derrumbar el sistema en enero de 2002, con consecuencias catastróficas para el poder adquisitivo y la estabilidad de precios.

Economía

Tras la desregulación del mercado inmobiliario, la oferta de viviendas en alquiler se disparó casi un 200% en el AMBA

Publicado

en

Cada vez más personas pueden acceder al alquiler gracias al decreto de desregulación anunciado por el Presidente Milei en diciembre del año pasado. Se registró un explosivo crecimiento de la oferta inmobiliaria, el más drástico del que se tenga algún registro en los últimos años.

El proceso de desregulación del mercado inmobiliario cosechó un éxito contundente y arrollador, cada vez más difícil de negar incluso entre los más reaccionarios a las medidas que impulsó el oficialismo.

Desde que el Presidente Javier Milei decretó la desregulación inmobiliaria y el fin de la Ley de Alquileres del 2020, la cantidad de viviendas ofrecidas en alquiler se disparó hasta un 189% en el Área Metropolitana de Buenos Aires, según un reciente informe de la Universidad de San Andrés al término del mes de marzo.

La cantidad de inmuebles ofrecidos saltó drásticamente de las 6.696 unidades a un total de 19.069 en cuestión de solo unos pocos meses. Bajo el marco regulatorio anterior esto podría haber parecido una utopía, pero la mayor libertad de transacciones está permitiendo que miles de personas puedan acceder a la vivienda.

Asimismo, el sondeo de visualizaciones de Zonaprop registró que la cantidad de viviendas ofrecidas se duplicó desde diciembre del año pasado, convalidando así el éxito de la desregulación. Este fenómeno se explicó principalmente por los alquileres de índole permanente, en detrimento de los temporarios.

De acuerdo a Zonaprop, en el mes de marzo el precio promedio de los alquileres aumentó tan solo un 2,5% en el Gran Buenos Aires, mientras que la tasa de inflación informada por el INDEC cerró por encima del 11% en el mismo período.

En lo que va del año el precio promedio de los alquileres acumuló un aumento del 28,7%, una cifra muy inferior al 49,1% que se había acumulando durante el primer trimestre de 2023 (bajo el esquema regulatorio del kirchnerismo).

Se debe tener en cuenta, además, que la tasa de inflación minorista acumulada entre enero y marzo fue del 51,6%, y los precios mayoristas subieron un 37% en el mismo período. Sin importar contra qué métrica inflacionaria se los compare, el valor real de los alquileres cayó drásticamente en términos reales.

Este fue precisamente el efecto que se esperaba tras la aplicación del proceso de desregulación. Dada una demanda relativamente estable (sin ninguna perturbación particular), el explosivo crecimiento de la oferta permitió que cada vez más personas puedan permitirse pagar un alquiler al verse beneficiados de su drástico abaratamiento.

El éxito de la desregulación se convalida desde el punto de vista de las cantidades ofrecidas en el mercado, y también desde el punto de vista de los precios en términos reales. Hasta la fecha, no se registró ni una sola variable en el mercado inmobiliario que se haya visto afectada negativamente tras el levantamiento de los controles impuestos en 2020, más bien todo lo contrario. La propaganda kirchnerista encontró un amargo final al verse refutada por la realidad.

Seguir Leyendo

Economía

Crisis fiscal en Estados Unidos: Las “Bidenomics” desataron un déficit por casi 2 billones de dólares al término de marzo

Publicado

en

Pese a que la economía estadounidense sigue creciendo, el Gobierno federal incurrió en un déficit histórico. y se está endeudando a un ritmo únicamente visto durante las grandes recesiones y en las guerras mundiales del siglo pasado. La trayectoria fiscal trazada por Biden es abiertamente insostenible.

Las políticas del Presidente Joe Biden provocaron el agujero fiscal más grande de la historia de los Estados Unidos en tiempos de paz. La visión económica del Gobierno cayó bajo la influencia del Caucus Progresista dentro del Partido Demócrata, la facción más radicalizada hacia la izquierda dentro del Congreso estadounidense.

La actividad económica del país logró recuperarse de la pandemia y continuó con su sendero de crecimiento, pero a pesar de esta muy esperable normalización, el Gobierno federal incurrió en un desequilibrio fiscal histórico que ascendió a los US$ 1,66 billones de dólares al término de marzo.

De hecho, el déficit financiero había llegado incluso a los US$ 8,36 billones en julio del año pasado, como resultado del amplio programa de rescates para préstamos estudiantiles que impulsó el Presidente Biden.

El Partido Demócrata que alguna vez había patrocinado los superávits presupuestarios de la era Clinton, ahora respalda a capa y espada los déficits más irresponsables que nunca se hayan visto en Estados Unidos.

La economía se normalizó una vez superada la pandemia, pero la posición fiscal del Estado jamás lo hizo. El resultado financiero del Gobierno federal representaba el 4,8% del PBI en febrero de 2020, mientras que hoy en día esa cifra se acerca a los 6 puntos del producto. Este brutal incremento se explica principalmente por el mayor peso de los intereses de deuda, que ya son los más altos desde mediados de la década del 90.

Para compensar esta brecha sin precedentes, el Gobierno federal se está endeudando a un ritmo similar al que cabría esperar durante la salida de una recesión o la ejecución de una guerra de grandes proporciones, pero como es bien sabido ninguno de estos escenarios es precisamente el caso. En caso de que la economía entrase en recesión en un futuro cercano, el Gobierno carece de mayor margen fiscal para actuar en consecuencia.

El total de la recaudación por impuestos federales (y otros ingresos por rentas) sólo alcanza a cubrir hasta el 73% de los gastos federales incurridos. El 27% restante se está compensando por la vía del endeudamiento, principalmente con instituciones locales o en el exterior.

Hasta ahora la Reserva Federal se mantuvo al margen de expandir su financiamiento al Tesoro por la vía de la compra de títulos públicos (como lo hizo durante la pandemia en 2020), pero eventualmente el Gobierno federal no puede quebrar, y cualquier tipo de incumplimiento vendría asociado a un latente inflacionario.

La proporción de crédito doméstico absorbido por el Gobierno federal se incrementa, y lo que es lo mismo, se reduce la cantidad de recursos disponibles para prestar a las empresas privadas o a las familias (por ejemplo el crédito hipotecario). Esto se ve reflejado por un piso de tasas de interés cada vez más elevado.

Seguir Leyendo

Economía

Gracias al superávit y la estabilización inflacionaria de Milei, el Banco Hipotecario volvió a lanzar créditos hipotecarios

Publicado

en

Por primera vez en años vuelve a desarrollarse el crédito inmobiliario en la Argentina, de la mano del superávit fiscal anunciado por el equipo de Luis Caputo. Se lanzan nuevas opciones atadas a la variación del UVA.

Durante las últimas décadas los jóvenes argentinos han perdido la capacidad de acceder a una casa propia a través del crédito hipotecario, algo que ocurra en la totalidad de los países del mundo occidental.

Algo tan simple en el mundo se ha vuelto prácticamente en una fantasía en Argentina, y comprar una propiedad requiere un nivel de ahorro imposible para toda la clase media. Pero, ¿por qué paso esto? ¿Si la mayoría de nuestros padres pudieron? ¿Existe algún responsable? ¿Por qué Argentina perdió el mercado hipotecario?

La respuesta es extremadamente simple: el déficit fiscal. Explicarlo, puede tomar un poco más de desarrollo. Argentina hace 16 años que gasta más de lo que recauda. El déficit debió financiarse con los ahorros de los argentinos a través de la emisión constante de títulos públicos para cubrir el agujero fiscal.

Hay que entender que el sistema financiero no es otra cosa que el aparato sanguíneo de la economía, si todo el flujo debe financiar al Estado, crowding out, nada queda para el privado, y consecuentemente nada queda para el sueño de la casa propia.

El kirchnerismo buscó compensarlo con un limitado plan PROCREAR, donde solo se podía adquirir una vivienda designada por el político de turno y mediante un sorteo. Más allá de lo arbitrario del azar, no poder elegir donde uno quiere desarrollarse es un acto que atenta contra los derechos más fundamentales de los argentinos.

Este lunes, el presidente Javier Milei anunció el superávit fiscal de la cuenta corriente para el primer trimestre del año. Esto resulta de vital importancia porque ahora el sistema financiero posee recursos ociosos para colocar en el mercado. Esto genera las condiciones para un nuevo “noviazgo” entre el sistema financiero y el sector privado crowding in.

En la mañana de hoy nos enteramos que el Banco Hipotecario estará otorgando una nueva línea de crédito hipotecario, algo que no sucedía desde el año 2018. En su página, se pueden ver las condiciones comerciales que otorgan para la construcción, adquisición, terminación, y ampliación de vivienda.

El préstamo que otorgan es mediante la modalidad UVA que ajusta por inflación tanto el capital adeudado como las cuotas a pagar. La tasa de interés prevista es del 8,5% anual, es decir que la cuota ajustara por la variación de la UVA + 8,5% año a año.

Si bien estos créditos se habían hechos impagables desde 2018 a medida que empezó a escalar la inflación, con la estabilización monetaria que ya está consiguiendo la gestión de Milei y de Toto Caputo.

Para ilustrar un poco más, tomamos algunas métricas de la página, si uno solicita $100.000.000 (aproximadamente US$ 100.000), tendrá que tener un ingreso necesario de $3.128.000 y abonará una cuota de $782.000.

Tomando las palabras del presidente Milei, los argentinos están frente a la oportunidad de ser los arquitectos de nuestro propio destino, no la desaprovechemos.


Steven Rosenthal, abogado UCA, asesor financiero idóneo CNV.

Seguir Leyendo

Tendencias