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Economía

De Paula Español a Matías Tombolini, todos los fracasos del kirchnerismo controlando precios

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Desde diciembre de 2019 el Gobierno kirchnerista llevó adelante una serie de “políticas de ingresos” para controlar la inflación, pero todas ya cada una de ellas terminó en el más rotundo fracaso. La tasa de inflación ya alcanzó el nivel más alto de los últimos 32 años.

En lo que va de la presidencia de Alberto Fernández y Cristina Kirchner desde diciembre de 2019 un total de 5 personas pasaron por la dirección de la Secretaría de Comercio Interior: Paula Español, Roberto Feletti, Guillermo Hang, Martín Pollera y Matías Tombolini, siendo este último junto a los dos primeros los más relevantes por su tiempo de permanencia en el cargo.

Ninguna de las sucesivas “políticas de ingresos” consiguió controlar la inflación, sino que por el contrario este procesó alcanzó las dimensiones más extremas de los últimos 32 años y sigue sin haber respuestas.

Tan pronto como asumió la dirección de Comercio, Español anunció la extensión y generalización del programa Precios Cuidados, y a partir de marzo de 2020 se aplicaron por primera vez los llamados “Precios Máximos”.

La Resolución 100/2020 incorporó la forma más estricta y aplastante de control sobre los precios, al mismo tiempo en que se exigía un monitoreo exhaustivo sobre la información de costos para las grandes empresas. Esta normativa se prorrogó en reiteradas oportunidades, hasta que fue finalmente reemplazada en enero de 2022 por otros programas menos restrictivos ante el incesante riesgo por desabastecimiento.

La cantidad de precios regulados, controlados, congelados o “acordados” entre las empresas y el Estado pasó de representar el 0,5% del total de los precios relevados del Gran Buenos Aires en diciembre de 2019 al 4,7% hacia el final de la gestión de Paula Español.

La tasa de inflación sólo pudo bajar durante la etapa más severa de las restricciones sanitarias en los dos primeros trimestres de 2020, pero la tasa de inflación interanual volvió a aumentar del 35,8% al 52,5% para septiembre de 2021.

Controles de precios e inflación entre diciembre de 2019 y mayo de 2023.

El fracaso de Español no sirvió como materia de aprendizaje, y el Gobierno profundizó los controles nombrando a Roberto Feletti al mando de la Secretaría de Comercio. La proporción de precios regulados se disparó hasta alcanzar un máximo del 13,1% en noviembre de 2021. 

En algunas aperturas de productos de consumo masivo el nivel de control sobre el total de precios relevados llegó a superar el 80% (el caso de las gaseosas base cola), llegó al 77% en jugos de fruta, 79% en azúcar, 63,5% en yerba mate, 60% en galletas envasadas, 58% en harinas y hasta un 55% en leche de sachet. 

Una vez más, los controles fracasaron y la tasa de inflación interanual superó el 64% al término de la fallida gestión Feletti. Tras la renuncia de Guzmán y la breve incorporación de Silvina Batakis, a Feletti lo sucedieron Guillermo Hang y Martín Pollera entre junio y agosto, sin producirse resultados significativos.

Con el nombramiento de Sergio Massa, Matías Tombolini llegó a la Secretaría de Comercio y se mostró decidido a continuar con el camino de sus predecesores. La Resolución 823/2022 de noviembre del año pasado creó formalmente Precios Justos, con el objetivo de fijar precios y pautas de aumento mensual en “acuerdo” con empresas adheridas.

Los resultados no fueron distintos a las herramientas anteriores. La persistencia de los desequilibrios monetarios y fiscales provocaron que la inflación saltara en 43 puntos porcentuales durante la administración Massa, y superó el 114% al cierre de mayo de 2023 por primera vez desde septiembre de 1991.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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