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Economía

El FMI advierte contra el programa de Biden por aumentar masivamente el déficit fiscal hasta 2025

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El Gobierno de los demócratas aprobó una importante expansión presupuestaria mientras retuvo la mayoría legislativa. La estimación del Fondo sugiere que el déficit fiscal llegará al 7,4% del PBI para 2025, un nivel insólitamente elevado. 

El presidente Joe Biden se valió de sus mayorías parlamentarias entre 2021 y 2022 para expandir las erogaciones del presupuesto a través de múltiples proyectos que afectan a los próximos años, pero no avanzó de la misma forma con su reforma tributaria y no ofreció ninguna compensación de nuevos recursos para el fisco.

El resultado fue la pérdida de la responsabilidad fiscal. El Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte que el sendero fiscal de los Biden es irresponsable, y estima que el déficit financiero crecerá año tras año hasta 2025: alcanzará el 5,71% en 2023, 6,57% en 2024 y 7,4% en 2025. Son cifras que superan holgadamente el desequilibrio de pre-pandemia, y sustancialmente mayores al promedio de los últimos 20 años. 

Incluso excluyendo el peso de los intereses de deuda pública, la tendencia sigue siendo la misma. El déficit primario federal cerró el 2022 en el 2,2% del PBI, se incrementaría al 3,5% en 2023, 3,65% en 2024 y hasta 4,01% en 2025. Estados Unidos no solo tendrá que soportar una creciente carga de intereses, sino que sus desequilibrios operativos serán cada vez mayores si no se produce algún cambio al rumbo fiscal actual.

Evolución del déficit fiscal de Estados Unidos, efectiva hasta 2022 y estimada hasta 2027.

Después de la “Ley del Plan de Rescate Estadounidense” en marzo de 2021, que profundizó el rojo fiscal heredado de la pandemia, el déficit se moderó significativamente hasta el pasado mes de agosto. La cancelación irresponsable de préstamos estudiantiles elevó la cuantía del déficit fiscal en 1,4 puntos del PBI, y desde entonces recobró la tendencia alcista.

La “Ley de reducción de la inflación” sancionada en agosto de 2022 pretendía llevar tranquilidad a los mercados, prometiendo la reducción del déficit como la herramienta principal para la lucha contra la escalada de precios. Nada de esto se está corroborando en la práctica. 

Muy lejos de reducir el déficit, el Fondo Monetario dejó en evidencia que las perspectivas fiscales son diametralmente opuestas. Cabe esperar un efecto también contrario en materia de estabilidad de precios. La indisciplina fiscal condiciona el efecto de la política monetaria de la FED, y en particular uno de sus principales canales de transmisión que son las expectativas

La mayor expectativa por monetizaciones futuras del déficit fiscal, más expansión monetaria y más inflación, induce a la caída de la demanda de dólares (previendo un refugio) y este hecho obligaría a la Reserva Federal a perpetuar las elevadas tasas de interés por un período más largo al que hubiera correspondido en una situación fiscalmente responsable.

El panorama político tampoco resulta favorable para equilibrar las finanzas. La base de sustentación del programa fiscal de los demócratas se valía de una hipotética reforma tributaria para subir drásticamente los impuestos y sobrecompensar el efecto de la expansión del gasto, pero políticamente este proyecto es inviable. 

La representación republicana en el Congreso no avalará mayores aumentos impositivos que puedan condicionar la oferta agregada de la economía y exprimir el bolsillo de los contribuyentes, mientras que la administración Biden se sigue negando a negociar una reestructuración ordenada de las erogaciones para facilitar el levantamiento del techo de deuda pública. 

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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