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Economía

El kirchnerismo miente y asegura que la suba del precio de la soja está generando una “inflación importada” en Argentina

Las autoridades y principales voceros del oficialismo aseguran que el aumento en el precio de la soja está causando una “inflación importada”, desligando al Gobierno de cualquier responsabilidad por los aumentos de precios.

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Después de casi siete meses consecutivos con una tasa de inflación mensual similar al 4%, y en vista del fracaso de las metas de inflación de Martín Guzmán, el oficialismo busca desligarse de cualquier tipo de responsabilidad de los resultados obtenidos. 

Es así que el ministro de Producción Matías Kulfas expresó su preocupación por el comportamiento de algunos precios internacionales. Afirmó que Argentina sufre una suerte de “inflación importada” producida a partir del aumento en el valor de la soja en el mercado internacional.

La soja cotiza arriba de los US$ 602 por tonelada de acuerdo a su medición en el mercado de Chicago, el valor más alto de los últimos nueve años. 

Según el gobierno, la suba de la soja, y de otras commodities que exporta Argentina, se traduce directamente a un aumento del precio de alimentos en el país. Además de que esta mentirosa argumentación no pasa la prueba de que la inflación en alimentos de otros países no sube como la argentina, hay un trasfondo más importante que no se menciona.

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El aumento de la soja es extremadamente beneficioso para el gobierno, a pesar de que Kulfas y otros quieran decir lo contrario.

En Argentina todas las ventas de la soja se liquidan en el mercado interno, contra el Banco Central, a una paridad extremadamente atrasada respecto al oficial y a los segmentos paralelos: $94,13 a la fecha de publicación.

¿Esto que quiere decir? Quiere decir que el Banco Central le compra dólares muy baratos al campo, quienes por ley están obligados a venderle a él, y luego los vende en los segmentos paralelos, estabilizando el precio en el mercado de cambios y sacando un importante rédito económico.

En definitiva, el Estado argentino es subsidiado por el campo exportador, y esta transferencia aumenta a medida que el campo gana más. Esto sin contar las retenciones del 33% que sufren al momento de la venta.

El valor de la soja se encuentra actualmente en máximos históricos, muy similares a los que se registraron en la etapa de mayor bonanza en septiembre de 2012, lo que quiere decir que el gobierno argentino debería tener mejor controlado el tema inflacionario y el tipo de cambio, ya que tiene gracias a los sojeros una gran fuente de divisas baratas.

Este nuevo alto precio para la soja se da en el marco de bajas tasas de interés para el dólar, establecidas por la Reserva Federal como referencia, y una situación de super-liquidación en el mercado, producto de las múltiples inyecciones de dinero con las Leyes de Estímulo Económico de Trump y Biden.

Esto sube el precio de todas las commodities, y los activos financieros en general, ya que “sobra” la plata circulante y las bajas tasas hacen atractiva prácticamente cualquier inversión.

Por lo que se puede esperar que si la Reserva Federal decide empezar a subir las tasas, y Biden empieza a mesurar el gasto público, se revierta en cierto modo esta subida explosiva del precio de la soja. Argentina será la más afectada por esto.

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La economista ultra-kirchnerista Fernanda Vallejos respaldó la línea de pensamiento de Kulfas, y aseguró que el Gobierno debería imponer incluso más controles sobre los precios de los alimentos para contener la inflación. 

El discurso de Vallejos se torna cada vez más radicalizado y explica que, de acuerdo a su punto de vista, Argentina debería implementar cupos de exportación para la carne, aumentar las retenciones para el maíz en un 3%, y desligar los precios internos de su contraparte internacional. 

La “inflación importada” denunciada por el kirchnerismo guarda una íntima relación con la supuesta “inflación de costos”, una explicación para el aumento de precios que fue discutida académicamente entre las décadas de 1960 y 1970, pero que fue abandonada de forma definitiva hace casi 45 años en la teoría económica convencional que actualmente se acepta en el mundo. 

La supuesta importación de la inflación es actualmente denunciada de forma marginal en Argentina y Venezuela, pues el resto de los países de la región apostaron por una explicación moderna para el fenómeno inflacionario: un fenómeno de índole monetario, que se rige por la oferta y la demanda de dinero. 

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Lejos de ser un problema para el país, los altos precios de las commodities y el mayor ingreso en divisas generan un impacto positivo sobre el nivel de reservas internacionales, así como una notoria mejora en la recaudación producida por retenciones y, por lo tanto, una mejora en la recaudación para el Tesoro. 

El BCRA aprovechó la bonanza de precios en el mercado internacional para generar un colchón de reservas destinado a sostener el control de cambios. Solo en el día de ayer, la autoridad monetaria compró cerca del 60% de los dólares que ingresaron al país a causa del boom sojero. 

La estabilidad en la brecha cambiaria será un elemento crucial para determinar la normal liquidación de las exportaciones, pues de producirse mayores modificaciones sobre el mercado cambiario podrían no producirse plenamente. 

El propio ministro de Economía explicó en reiteradas oportunidades que la extensión innecesaria de las fuertes restricciones cambiarias puede ser nociva para el desempeño exportador y, al menos bajo su gestión, el Gobierno buscará mantener relativamente estable el actual nivel de la brecha cambiaria

Pese al optimismo en los mercados, se registró un bajo nivel en las existencias de soja a nivel mundial (no solo en Argentina), lo que podría indicar que la variación del precio de la soja podría estar sujeta a un shock de oferta limitada, y no demanda particularmente fuerte. Aun así, se produjo una creciente reactivación en la demanda de China.  

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Economía

Contundente fracaso de la Ley de Alquileres en Cataluña: La oferta de viviendas se derrumbó y los alquileres suben al doble que la inflación

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Nuevamente se observaron de primera mano los resultados desastrosos de la regulación de los alquileres, esta vez en la experiencia catalana. El valor real de los alquileres se incrementó casi un 5% desde la vigencia de las normativas regulatorias.

El gobierno socialista-independentista de Cataluña lanzó un masivo programa estatal para tratar de controlar arbitrariamente el precio de los alquileres en la región. Así como en Argentina, el gobierno comunitario lanzó una Ley de Alquileres que dispuso la regulación total de los contratos entre inquilinos y propietarios.

Nuevamente como en Argentina, las regulaciones no cumplieron su cometido y no ofrecieron ningún tipo de alivio a los ciudadanos para acceder a una vivienda más asequible, más bien ocurrió lo contrario.

El primer experimento regulatorio de Cataluña se lanzó en septiembre de 2020, en plena pandemia, con la llamada “Ley Autonómica de Alquileres”. Dicha legislación se mantuvo casi sin cambios hasta abril de 2022. Durante este período, la oferta de viviendas cayó un 35,5%, y el valor real de los alquileres más baratos y accesibles se disparó un 12,7%, el doble que la inflación para esa misma etapa. Los datos fueron computados por un estudio del Centro de Política Económica de España (ESEADE) en base a los dos años de evidencia empírica de la regulación.

El presidente de Cataluña, Quim Torra, salió expulsado del gobierno en 2021, y tomó el control Pere Aragonès, quien a pesar de ser más moderado en cuestiones económicas, demostró no haber aprendido absolutamente nada del fracaso regulando los alquileres, y volvió a lanzar una nueva ofensiva de controles a partir de marzo de este año.

Se dictó un estricto control sobre 140 municipios en toda Cataluña, y más tarde la cantidad de localidades alcanzadas se extendió a un total de 241, abarcando territorios que representan hasta el 90% de la población catalana.

Los primeros resultados de la nueva normativa regulatoria son tan deplorables como los que cosechó la primera ley de alquileres de 2020. La oferta de viviendas respondió rápidamente con una reducción del 13% según estimaciones de la compañía inmobiliaria Idealista.

“Es innegable que el origen del problema del alquiler en España está en la poquísima oferta disponible, por lo que se hace imprescindible un cambio de rumbo que reequilibre las relaciones entre inquilinos y propietarios, que asuma que los propietarios no son el problema sino la solución al aumento de la oferta y el ajuste de los precios”, confirmó la firma inmobiliaria.

En la Ciudad de Girona la caída de la cantidad de viviendas disponibles para un alquiler cayó un 21%, en Tarragona la reducción fue del 16%, y en Barcelona se desplomó no menos de un 14%.

Sin excepción, todas las localidades afectadas por las regulaciones experimentaron fuertes caídas en la oferta disponible de inmuebles, tal y como anticiparon la mayoría de los agentes del mercado inmobiliario, y del mismo modo en que ocurrió durante el periodo 2020-2022. El Gobierno cometió dos veces el mismo error estrafalario, por motivo de un cinismo ideológico.

Dada una demanda relativamente estable (como la que de hecho se observa), la fuerte caída de la oferta de inmuebles empujó los precios hacia arriba en términos reales. Los alquileres aumentaron un 4,6% por encima de la inflación en Barcelona desde el pasado mes de marzo, siendo esta una de las regiones más afectadas por la aplicación efectiva de los controles.

El aumento real promedio de los alquileres en toda Cataluña fue del 4% en solo un mes, y el panorama luce sombrío conforme el Gobierno se niegue a torcer el rumbo económico para permitir una mayor libertad de negociación entre las partes.

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Brasil

Los inversores internacionales huyen de Brasil y ya sacaron casi 5.000 millones de dólares del país por las medidas de Lula

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Mientras se escapan los inversores de Brasil, el tipo de cambio del real con respecto al dólar ascendió a las 5,27 unidades y marcó una suba del 1,6% al cierre del día martes. Se trata del valor nominal más elevado de la gestión de Lula.

El dólar acumuló un alza del 8,7% de acuerdo a su paridad con el Real de Brasil desde el comienzo del año. Pero solamente al término de la rueda del día martes, el tipo de cambio se anotó una suba diaria superior al 1,6% y volvió a romper récords nominales.

La paridad del dólar llegó a los 5,27 reales al cierre del martes, el mayor valor registrado desde marzo del año 2023. La fuerte depreciación de la moneda brasileña destacó de entre otras divisas latinoamericanas que se vieron duramente afectadas por el accionar monetario conservador que recientemente adoptó la Reserva Federal de Jerome Powell.

La tasa de inflación de Estados Unidos para el mes de marzo superó las expectativas (subió ligeramente al 3,5%), con lo cual es más probable que la FED evite reducir su tasa de referencia en el corto plazo, o en su defecto que lo haga más lentamente. Esto repercutió en todas las divisas de la región, pero Brasil se vio afectado además por factores estrictamente internos.

La política fiscal del Gobierno socialista está fuera de control. El resultado primario del Gobierno federal (sin Estados locales ni municipalidades) marcó un rojo equivalente al 2,55% del PBI en febrero, el más alto desde el estallido de la pandemia. El Presidente Lula da Silva asumió su cargo habiendo heredado un superávit primario de 0,56 puntos del PBI en enero del año pasado.

Contabilizando la pesada carga de intereses que enfrenta el país vecino, el resultado financiero marcó un déficit récord de hasta el 7,7% del PBI en febrero, y no se veía algo semejante desde julio de 2021. Cabe señalar que cuando Lula asumió la presidencia del país, el déficit financiero representaba el 4,32% del producto bruto, casi se duplicó en 13 meses.

El Gobierno socialista cuestionó con dureza la independencia del Banco Central de Brasil, heredada de la administración de Jair Bolsonaro, pero al no poder revertir su autonomía se valió del endeudamiento como vía principal para solventar la brecha fiscal. La carga de intereses por la deuda pública se incrementó del 4,88% al 5,15% del PBI desde enero de 2023.

El descarrilamiento de la política fiscal hace mecha sobre la efectividad de la política monetaria, ya que pese a la autonomía legal, existen serias dudas sobre el sostenimiento del actual margen de déficit con persistente endeudamiento. En consecuencia, se reduce el efecto disciplinario de la tasa de referencia SELIC que aplica la autoridad monetaria, y con ello se proyecta un mayor impacto negativo sobre el nivel de actividad real.

Este contexto adverso provocó que Brasil pierda cada vez más atractivo para la inversión internacional. La firma Goldman Sachs recomendó abiertamente deshacer las posiciones en empresas públicas brasileñas debido a una mayor injerencia política del Gobierno, y como resultado de la falta de credibilidad en el desempeño futuro de Brasil, se registró una salida de por lo menos US$ 4.227 millones (21.000 millones de reales) por parte de inversores extranjeros en el país.

La repercusión de la depreciación del real será mayormente negativa sobre el saldo exportador de las empresas argentinas, más aún en un contexto de fuerte apreciación del peso frente al dólar.

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Brasil

Reforma agraria en Brasil: Lula lanza un grotesco programa socialista para colectivizar la producción del campo

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El Gobierno expropiará y repartirá discrecionalmente un total de 295.000 hectáreas de tierras públicas y privadas a indígenas y desempleados. El Estado se adueñará de una parte de todo lo que se produzca en las nuevas tierras reasignadas.

Con la asunción del socialismo en Brasil en enero del año pasado, se produjo un cambio radical en la política agraria del país. Se le puso fin a la concesión flexible de derechos de propiedad que emprendía la gestión Bolsonaro, y en su lugar, la administración de Lula da Silva lanzó una nueva reforma agraria a-la-China por decreto y sin pasar por el Congreso.

La reforma comprende el reparto de hasta 295.000 hectáreas de manera completamente discrecional, es decir, serán asignadas a dedo por Lula dependiendo de algún criterio arbitrario por parte de las autoridades competentes.

Las tierras se repartirán a indígenas y personas desempleadas. Con esta maniobra, el PT busca engrosar su influencia sobre los estratos más débiles de la población rural, que ahora podrían verse sometidos a una relación clientelista con el Gobierno.

El reparto afectará tanto a tierras de propiedad estatal como tierras privadas, que serán deliberadamente expropiadas en caso de que se determine el “abandono” por parte de sus propietarios, la misma excusa que utilizó el dictador chino Mao Tse Tung durante las reformas agrarias en China en la década del ’50.

A la par de estos movimientos, el Gobierno también lanzará un esquema de créditos subsidiados (y artificialmente baratos) para financiar la adquisición de maquinaria y semillas, con el fin de abastecer la eventual producción agrícola en las nuevas tierras reasignadas. 

La mayor parte de la agricultura prevista para estos campos será meramente familiar y de subsistencia, sin mayores dotes de productividad y sin la posibilidad de generar exportaciones o divisas al país.

Esto es evidencia de la pésima asignación de recursos implícita en la reforma agraria del socialismo. Se retienen recursos valiosos que podrían haberse utilizado en otras áreas de la economía para producir más eficientemente, creando puestos de trabajo mejor remunerados.

Pero pese a todo esto, la reforma agraria de Lula establece que el Estado podrá apropiarse de una parte de toda la producción realizada en esas tierras, dando forma a una incipiente colectivización de la producción agraria.

Reformas agrarias de esta índole fueron implementadas en diversas partes del mundo, como por ejemplo México (1917), Bolivia (1953), Guatemala (1951), Cuba (1959) y Chile (1962-1973), y todas ellas registraron pésimos resultados en materia de productividad y eficiencia asignativa.

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