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Economía

El Plan Motosierra de Javier Milei: Las 4 propuestas para achicar el Estado y llegar al déficit cero

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El programa fiscal de Milei propone eliminar el déficit financiero del Sector Público Nacional en un año, como parte de un ajuste mucho más ambicioso del que propone el FMI. Se reducirán las transferencias discrecionales, el déficit de las empresas del Estado y el gasto en obra pública.

El candidato liberal Javier Milei propuso una serie de reformas estructurales para transformar la economía argentina, entre ellas la reforma del Estado en lo que denominó como “plan motosierra”. Se propone que el ajuste fiscal recaiga sobre el sector público, y minimice todos los costos para la sociedad y los sectores más vulnerables.

El programa apunta a una rápida consolidación fiscal del Sector Público Nacional (SPN), no solamente eliminando el déficit primario entre gastos operativos e ingresos tributarios, sino también logrando cubrir los costos por el pago de intereses de deuda.

Se pretende arribar a un genuino déficit cero en el primer año de Gobierno, lo cual representa un ajuste equivalente a los 5 puntos del PBI, como la primera etapa de un sendero de reducción que se mantendría en el tiempo. El ajuste propuesto alcanza a duplicar al que se llevó a cabo durante la reforma del Estado anunciada por el presidente Carlos Menem, que redujo el tamaño del SPN en un 2,5% del PBI entre 1989 y 1990.

La reforma del Estado de Milei

Ajuste sobre los gastos de obra pública

El Gobierno nacional destina un promedio equivalente al 2,5% del PBI para la financiación de múltiples proyectos de obra pública en todo el país, una partida especialmente controversial por ser objetivo de numerosos casos de corrupción (los más famosos vinculados a la actual vicepresidente Cristina Kirchner).

El programa de Milei propone instaurar un sistema de iniciativa privada similar al que funciona en Chile hace más de 20 años, con el objetivo de que cualquier obra pública de interés nacional pueda ser financiada con recursos 100% privados, a cambio de que el Gobierno otorgue garantías y concesiones sobre la explotación de esas infraestructuras (esto aplica por ejemplo a puentes, rutas, autopistas, represas, gasoductos, oleoductos, etc).

El Estado nacional solo desembolsaría recursos propios para aquellas obras en las que el sector privado no muestre interés de invertir por falta de rédito económico, como por ejemplo las obras para prevenir inundaciones. Esta maniobra podría reducir el gasto público de manera significativa, sin ningún tipo de costo perceptible para la sociedad.

Ajuste sobre las transferencias discrecionales

En un contexto de violenta inflación, resulta muy usual que los presupuestos apliquen un determinado parámetro de inflación esperada para llevar adelante la planificación de los gastos anuales, y que finalmente el parámetro no se cumpla. El Presupuesto 2023 es un ejemplo notable, ya que se fijaba una inflación del 60% cuando en realidad podría oscilar entre el 150% y el 190% para diciembre.

Esta diferencia entre inflación esperada e inflación efectiva no es trivial para el Presupuesto, genera una partida de recursos con asignación discrecional que el Gobierno de turno tiene a su disposición. Este “exceso” de recursos se crea a partir de la mayor recaudación nominal por todos los impuestos vinculados a la evolución real de la economía, exceso que no fue previsto por el Presupuesto original.

La mayor parte de estos gastos aplican para las Provincias sin ningún criterio objetivo, y representa una factura de por lo menos el 5% del PBI (dependiendo de qué tan grosera sea la diferencia entre la expectativa de inflación y la realidad). El plan económico de La Libertad Avanza propone utilizar esta partida como una fuente más para el ajuste fiscal, transfiriendo únicamente los gastos que se consideren prioritarios.

Simplificación de la estructura del sector público y plan de privatizaciones

La simplificación del “esqueleto” del Estado nacional no solamente permitiría mejorar la eficiencia en la toma de decisiones sino también bajar el gasto público. Se propone reducir la cantidad de ministerios de 21 a 8, retornando así a la misma cantidad que había en el año 1998.

También se propone la eliminación de algunos organismos dependientes de la dirección de los ministerios, como por ejemplo el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

La reducción de la cantidad de ministerios o la eliminación de organismos dependientes no implica la desaparición de sus funciones, sino su absorción por una estructura más simple y más eficiente. 

Por ejemplo, las funciones del Conicet serían absorbidas por el nuevo ministerio de Capital Humano, que nucleaba funciones de educación, salud y trabajo. Ocurriría exactamente lo mismo para las funciones que hoy son llevadas a cabo por los ministerios de Educación, de Salud, de Mujeres, etc.

La primera etapa del programa no contempla la reducción del personal del sector público, aunque sí se propone la introducción de un sistema de retiros voluntarios a medida que avancen las reformas estructurales restantes.

Por otra parte, la privatización de empresas estatales se propone eliminar el déficit equivalente al 1% del PBI que cada año le significan a la sociedad, además de las acreencias que el Estado podría reservarse por estas ventas. Este proceso requiere de una primera fase de reestructuración de las empresas con déficit, para posteriormente su llamado a licitación.

Reducción de los subsidios económicos

La factura por subsidios a las tarifas de los servicios públicos representan un monto que oscila entre el 2% y el 3% del PBI cada año, principalmente sobre las facturas de electricidad, gas y transporte público. 

El programa económico de Milei propone modificar lo que se conoce como ecuación económico-financiera de los contratos, presente en los pliegues de licitación que regulan a cada uno de estos servicios, y de esta manera reducir la cuantía de los subsidios en términos reales.

A fin de evitar que la totalidad del ajuste se aplique sobre el precio de las tarifas, se buscarán emplear otras variables como por ejemplo ofrecer una mayor duración de los contratos de concesión, modificar el nivel de apalancamiento de las empresas, reprogramar inversiones, y ofrecer beneficios impositivos para atenuar el impacto sobre el bolsillo de la sociedad.

Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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