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Economía

El valor del dólar alcanza niveles para la convertibilidad, y economistas internacionales recomiendan dolarización

Un estudio de la UB reveló que el Banco Central podría establecer una convertibilidad como la que hubo en los 90s en torno al 1 dólar/137 pesos. A este precio, podría equiparar sus pasivos actuales con sus reservas internacionales. ¿Otra oportunidad que dejará pasar Argentina?

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Tras las medidas introducidas por el Banco Central y el fracaso del ministro Guzmán en estimular la oferta de divisas, la volatilidad en el mercado cambiario es cada vez más violenta, y el Gobierno no encuentra soluciones. 

El dólar paralelo alcanzó un pico en $153 la semana pasada, y nada indica que tenga un techo. Los argentinos, lejos de ahorrar en yuanes o en pesos como pretende el equipo económico, eligió su moneda para atesoramiento: el dólar.   

Esto generó que esta semana el dólar alcanzara (y superara) lo que se conoce coloquialmente como el “nivel de convertibilidad”. 

Según un informe reciente del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, el tipo de cambio para generar una moneda convertible y con pleno respaldo en divisas, como se tuvo en Argentina durante la década del ’90, se estabilizaría hoy en torno a los $137, un valor mucho más bajo al que ahora cotiza en el mercado paralelo, pero muy parecido al que el Gobierno establece como "precio solidario".

El resultado se deriva de totalizar el monto de reservas en dólares que dispone el BCRA (sin encajes bancarios, porque estos cumplen otra finalidad), y compararlo con la totalidad de los pasivos que tiene la entidad monetaria. Estos pasivos no solamente se limitan a la base monetaria, sino a la gran cantidad de instrumentos en pesos, como las Leliqs y los Pases Legales. 

Un tipo de cambio en $137 (hipotéticamente libre y sin restricciones) le permitiría al Banco Central canjear todos sus pasivos en pesos por la totalidad de sus disponibilidades en dólares, y se podría restablecer un sistema similar al que había durante el Gobierno de Menem, con increíbles resultados en cuanto a la inflación.

En otras palabras, se podría armar una caja de conversión de 1 dólar a 137 pesos actuales y "fijar" este tipo de cambio.

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Es necesario tener en cuenta que el Swap con China, tenido en cuenta para este cálculo, no es realmente de libre disponibilidad y, de hecho, está sujeto a una serie de restricciones políticas que trascienden al espectro económico. En cualquier caso, lo cierto es que la idea de una “nueva convertibilidad” trasciende a la ciencia ficción y aterriza en la realidad. 

La gran volatilidad cambiaria, a pesar de la restructuración de la deuda externa, parece ser un dolor de cabeza persistente para el Gobierno. El presidente Alberto Fernández intentó, aunque sin éxito, defender sus medidas, asegurando que de otra forma “no habría trabajo”. 

Sin embargo, las medidas impulsadas por el Presidente no lograron hacer nada para evitar la destrucción de 3,7 millones de puestos de trabajo, principalmente en el sector privado formal. El fracaso por contener la pandemia se ramificó a un nuevo fracaso en el ámbito de la economía. 

A raíz de esta situación, típicamente argentina, muchos economistas con prestigio internacional no dudaron en recomendar un proceso de reforma monetaria y dolarización para el país, asegurando que no quedan muchas más alternativas viables. 

Probablemente, el caso más prominente de esta postura la encarna el economista norteamericano Steve Hanke, quien ya desde finales de la década de 1990 le recomendaba a la Argentina iniciar un proceso de dolarización

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Hanke había formulado su propuesta como una manera de sortear la oleada de crisis internacionales que tuvo que soportar la convertibilidad entre 1995 y 1999, permitiendo así un mayor dinamismo en la competitividad, sin un trauma inflacionario (el eje central de la propuesta). 

Nuevamente, y ante el enorme descalabro monetario, el Profesor Hanke recomienda la dolarización como una alternativa factible y razonable al problema inflacionario argentino. Resolver este problema no es una condición suficiente para estabilizar la economía pero sin dudas que es necesario, no podría concretarse de otro modo. 

“Ahora es el momento. Y lo mismo planteé en 1999 cuando elaboré un informe que establecía los detalles de cómo se podía llevar a cabo la dolarización. hay que matar el peso. El peso es un veneno, un cáncer”, afirmó Hanke en una entrevista para BBC Mundo. 

El economista ya participó en el proceso de dolarización que tuvo Ecuador, asesorando desde un punto de vista técnico a las máximas autoridades ecuatorianas ocupadas en el tema. Ecuador estableció ese sistema monetario, y logró enterrar para siempre el problema inflacionario, incluso con el pasar de gobiernos socialistas y de extrema izquierda.

Hanke asegura que el peso es el talón de Aquiles de todos los problemas argentinos. La inflación no solamente tiene un efecto regresivo sobre el ingreso de aquellos sectores sin capacidad de ahorro, sino que también erosiona las políticas fiscales, haciéndolas inútiles en el largo plazo. 

Además, concluyó que el peso argentino difícilmente pueda llegar a convertirse algún día en una verdadera reserva de valor, y que la gente está completamente harta de seguir soportando programas que terminan colapsando con el tiempo.  

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Economía

La Argentina que dejó el kirchnerismo: Milei recibió un país sin consumo privado, sin inversión y sin exportaciones

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El modelo kirchnerista demostró un agotamiento notable que finalmente condujo a la recesión desde la segunda mitad de 2022. La crisis se profundizó a lo largo del año pasado, y el cuatro trimestre de 2023 finalizó con los principales indicadores macroeconómicos en rojo.

El INDEC anunció los resultados sobre el avance del nivel de actividad y sus principales componentes correspondientes al cuarto trimestre del año 2023, el último de la administración del exministro y fallido candidato Sergio Massa.

Los resultados publicados demuestran el agotamiento de un modelo económico obsoleto. El organismo oficial de estadísticas determinó que la variación desestacionalizada del PBI (a precios constantes) marcó un rojo del 1,9% en el último trimestre del año pasado. El principal termómetro de la economía argentina registró un magro resultado hacia el final de la gestión massista.

La producción industrial sufrió una caída de hasta el 6% interanual en el último cuarto de 2023, el sector del comercio minorista y mayorista registró un retroceso del 3,9%, la producción de electricidad, gas y agua se desplomó un 5,1% interanual, los servicios de intermediación financiera cayeron un 4,4%, y la construcción sufrió un declive de casi un 1% en el mismo período.

No obstante, y pese al arsenal de medidas artificiales y cortoplacistas adoptadas por el exministro, el consumo del sector privado se desplomó hasta un 1,5% entre octubre y diciembre de 2023. 

Los paliativos de corto plazo, las ayudas y los subsidios temporales, poco y nada pudieron hacer para compensar la estampida inflacionaria y la erosión del poder adquisitivo de los salarios (especialmente en el sector informal).

La inversión real de la economía argentina se contrajo casi un 11% en el cuarto trimestre de 2023, superando holgadamente a la variación negativa del mismo período pero del 2022 (que había llegado al 4,5% respectivamente).

El país dejó de invertir cada vez más en renovación de maquinaria, infraestructura, tecnología, etc. Bajo las reglas de juego del exministro Massa, la Argentina se había convertido en un destino fallido para el desarrollo de la iniciativa privada y la inversión a largo plazo.

En otras palabras, el nuevo Gobierno del Presidente Javier Milei no solo heredó una economía en recesión y estanflación (con los precios aumentando a un ritmo del 1% diario), sino que además el retroceso de la inversión en formación bruta de capital deterioró la capacidad instalada del país para poder recuperarse de la crisis. La Argentina se descapitalizó por cuatro años.

Todo esto se suma a la oleada de desequilibrios fiscales, cambiarios, monetarios y de precios relativos que dejó plantados el Gobierno anterior. Al menos un 200% de brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo, un saldo de reservas netas en rojo por US$ 11.000 millones de dólares, un stock de pasivos remunerados equivalente a casi el 300% de la base monetaria (11 puntos del PBI) y un déficit fiscal nacional superior al 6% del producto. Se trata de una de las peores herencias macroeconómicas de la historia argentina.

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Economía

Se desarma la bomba de pasivos remunerados que caen al 5% del PBI y se acerca la salida del cepo

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El stock de las letras del Banco Central se redujo a la mitad desde que el Presidente Milei asumió la dirección del país el pasado 10 de diciembre. También disminuyó notoriamente la emisión monetaria a cuenta de los intereses asociados a los pasivos remunerados.

Las condiciones macroeconómicas idóneas para la liberalización total del mercado cambiario están cada vez más cerca de ser una realidad. Desde el 10 de diciembre del año pasado el Gobierno desplegó un amplio programa de saneamiento sobre el balance del Banco Central, al mismo tiempo en que el Ministerio de Economía equilibró sus finanzas y mitigó la dominancia fiscal sobre la política monetaria.

En solo tres meses de gestión, la administración de Santiago Bausili al frente del BCRA logró reducir el stock de pasivos remunerados del 10,5% al 5% del PBI según estimaciones de las consultoras privadas. La carga por la “bola de nieve” de las Leliq se reconvirtió en el stock de Pases, y este último se vio rápidamente licuado por la evolución inflacionaria.

En tiempo récord, la magnitud de la emisión monetaria a cuenta de pagar los intereses por los pasivos remunerados también se redujo a la mitad, del 10% al 5% del PBI respectivamente desde diciembre de 2023. Este monto también es conocido como el “déficit cuasi-fiscal”, y significaba un verdadero peligro para la estabilización de la economía.

Para poder liberalizar los controles cambios y permitir la libre compra-venta de divisas, el Gobierno apuntó primero a operar sobre los desequilibrios de sobrante de pesos que dejó la gestión anterior. 

Ante una liberalización cambiaria, los agentes (bancos, pequeños ahorristas, etc) podrían verse atraídos por huir del peso hacia el dólar de manera rápida y violenta, provocando así un colapso de la demanda de pesos y de la renovación de los pavos remunerados. 

Esto llevaría rápidamente a la hiperinflación, ya que la cantidad de dinero en circulación podría incrementarse de forma dramática en poco tiempo (y cuando más elevada es la inflación, más rápido es el efecto de la emisión de dinero en el sistema).

El Gobierno del Presidente Milei se propuso evitar a toda costa un escenario hiperinflacionario, por lo que el saneamiento del balance del BCRA haría posible una muy pronta liberalización cambiaria sin el riesgo de provocar la violenta espiral inflacionaria.

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Economía

Las jubilaciones subirán 7 puntos por encima de la inflación en abril y luego aumentarán según IPC de manera automática

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Entre el aumento por inflación, el adicional del 12,5% y el bono de $70.000, las jubilaciones subirán un 62% en abril, lo cual le ganará a la inflación por 7 puntos en términos reales, y se darán incrementos cada mes.

El vocero presidencial Manuel Adorni explicó con más detalles la nueva fórmula previsional, publicada este lunes a través del Decreto 274/24 en el Boletín Oficial, la cual establece que los jubilados y pensionados van a cobrar los aumentos mensuales ajustados por el Índice de Precios al Consumidor.

En conferencia de prensa en la Casa Rosada, Adorni destacó que a la nueva fórmula se le va a adicionar el 12,5% de recomposición y el bono de $70.000 pesos, lo que suma un incremento de aproximadamente 62% en lo que va del año, unos 7 puntos por encima de la inflación acumulada del 55% entre enero y marzo.

Esto cambia radicalmente lo que iba a pasar con los haberes si no se cambiaba la fórmula. El aumento a los jubilados iba a ser de 0% en abril y en mayo”, advirtió el vocero. “En julio empieza a regir de manera plena esta nueva fórmula y se va a hacer el cálculo de cuánto hubiese sido el ajuste sólo aplicando la fórmula anterior, y si hay alguna diferencia se le va a abonar a los jubilados”.

“Esta nueva fórmula es absolutamente coyuntural y apelamos nuevamente a que la política esté a la altura y que en el Pacto de Mayo podamos tener discutida una reforma previsional y una reforma laboral más integrales que hagan que el sistema jubilatorio sea sustentable”, concluyó.

En la misma línea, el comunicado oficial de la Oficina del Presidente anunció el lanzamiento de una nueva fórmula previsional para ajustar los haberes a partir de junio de manera automática, con el objetivo de detener la masiva pérdida de poder adquisitivo en la que se vieron alcanzados los jubilados en los últimos cuatro años.

El equipo económico presidido por el ministro Luis Caputo dispuso que a partir de abril, todos los haberes previsionales (sin ninguna excepción) serán actualizados por la evolución del Índice de Precios al Consumidor (IPC), ese mes y en mayo, el ajuste será por decreto, mientras que a partir de junio se hará de manera automática sin la necesidad de una intervención presidencial.

Este último aumento tiene el objetivo de evitar que la transición entre la nueva fórmula previsional y la anterior pueda provocar cualquier tipo de erosión sobre el poder adquisitivo de los jubilados (como por ejemplo ocurrió entre el último trimestre de 2017 y el primero de 2018).

En otras palabras, el poder adquisitivo de los jubilados dejará de licuarse con las nuevas reglas de juego del sistema, al mismo tiempo en que se espera un fuerte descenso de la tasa de inflación para los próximos meses. Conforme disminuya la inflación, las jubilaciones podrían aumentar en términos reales debido a que la fórmula siempre se ajusta por el dato del IPC del mes anterior (y viceversa cuando la inflación aumenta).

Asimismo, el nuevo esquema presentado garantiza una mayor estabilidad en la relación del gasto previsional con respecto al PBI. De esta manera se facilita la tarea de confeccionar presupuestos, y de destinar los recursos correspondientes a los jubilados y pensionados sin incurrir en errores por falta de actualización.

La fórmula previsional kirchnerista ajustaba los haberes de acuerdo al índice RIPTE de salarios (el cual perdió contra la evolución de los precios en los últimos 15 años), y al mismo tiempo se componía por la recaudación de la seguridad social (también muy inestable debido a la gran cantidad de empleo informal). Esta fórmula fue directamente responsable de que el poder adquisitivo de una jubilación mínima cayera casi un 40% entre diciembre de 2019 y diciembre de 2023.

El Gobierno anterior desplegó una serie de bonos adicionales para tratar de compensar (parcialmente) la debacle sobre las jubilaciones, pero estos únicamente se aplicaron sobre el haber más bajo. Las jubilaciones medias y altas no se vieron alcanzadas por los bonos, y esto deterioró todavía más los escasos incentivos existentes para aportar al sistema previsional.

La legislación laboral vigente demostró ser abiertamente disfuncional en vista a la tamaña proporción del empleo no registrado en relación al total del trabajo de la Argentina, y los incentivos nocivos del sistema de reparto estatal no hacen más que acrecentar la tendencia.

El Gobierno también apunta a erradicar el déficit del sistema previsional operando desde el punto de vista de sus ingresos. En este sentido, se apunta a la flexibilización de la legislación laboral (más puestos formales potenciales para aportar al sistema) y la mejora de los incentivos para el esfuerzo.

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