Seguinos en redes

Economía

La batalla por el fin de la inflación: Los peores tres mitos que inventaron los medios sobre la dolarización de Milei

Publicado

en

La discusión sobre qué estrategia se adapta mejor al caso argentino para erradicar la inflación ahora gira en torno a la dolarización, cuyo principal exponente en el país es Javier Milei. Estos son los mitos más usuales en el debate público.

Dentro de los tres candidatos de cara a las elecciones generales, Javier Milei es el único que presenta una solución concreta para la inflación: dolarizar la economía. Sin importar las posiciones favorables o contrarias a la propuesta, existe un consenso prácticamente indiscutido de que la inflación sería fácilmente erradicada si la economía argentina se dolariza.

Sin embargo, en el debate público por la dolarización existen una serie de mitos que no se condicen necesariamente con los verdaderos costos que podría tener el proceso (que como todo régimen monetario, tiene pros y contras a destacar).

La dolarización y la pérdida de competitividad

Uno de los mitos más usuales alegan que dolarizar la economía argentina condenaría al país a ser muy poco competitivo frente a otras economías, minando así la posibilidad de colocar sus productos en el exterior y enfrentando importantes dificultades para hacer frente a la competencia extranjera dentro del mercado interno.

La dolarización elimina cualquier posibilidad de emprender “devaluaciones competitivas”, que licuando salarios y costos en dólares. Y si bien es cierto que efectivamente un tipo de cambio flotante permitiría absorber mejor los shocks externos, la realidad es que Argentina jamás aprovechó esta herramienta que tanto se reclama perder en un proceso de dolarización.

Dentro de un régimen de alta inflación y dominancia fiscal como el que sufrió Argentina en las últimas década (con la sola excepción de la Convertibilidad), la política cambiaria jugó un rol más bien pasivo para lidiar con shocks externos, y se mantuvo como una herramienta más para tratar de disciplinar los precios (en ocasiones con cepos, o con la intervención de reservas del BCRA).

Pero ya sea en un régimen cambiario con fuertes controles de capitales y represión financiera, o un régimen de “flotación sucia” con la incesante intervención del Banco Central usando sus reservas, el país jamás adoptó las reglas de juego propias de una economía normal precisamente por el descontrol inflacionario.

Por otra parte, el tipo de cambio no es la única fuente de competitividad internacional. El sistema impositivo y la flexibilidad de la legislación laboral son elementos sobre los cuales Argentina tendrá que emprender reformas para poder posicionarse en el mercado mundial, independientemente de si decide dolarizar o no.

La dolarización “genera más desocupación”

Otro mito instalado es que dolarizar la economía produciría un explosivo aumento de la tasa de desocupación. Este argumento se nutre de la experiencia de Argentina en los años 90s, ya que la elasticidad entre el crecimiento del PBI y el crecimiento del empleo no fue particularmente elevada (aunque en gran medida el desempleo creció por el aumento de la población activa).

La tesis de este argumento postula que ante la imposibilidad de generar competitividad y la rigidez de los precios hacia la baja (precios minoristas, costos y salarios), entonces el mercado laboral ajustaría por cantidades provocando más desempleo.

Lo cierto es que este no fue caso ni en Ecuador ni en Panamá, ambos países lograron mantener tasas de desempleo fluctuantes entre el 3% y el 6%, a diferencia de otros países con tipo de cambio flotante y “política monetaria soberana” como Colombia y Brasil, en donde el desempleo fluctuó entre el 7% y el 20% desde la década de 1990 y hasta la actualidad.

El problema con la rigidez nominal hacia la baja de los precios y la falta de flexibilidad en el mercado laboral aparecerá tan pronto como el país logre estabilizar, ya que la herramienta de licuación de salarios vía inflación como un mecanismo de “ajuste automático” quedará obliterada. Esto es indistinto de si se logra la estabilización dolarizando, o bien si se consigue de alguna manera manteniendo el peso. La reforma laboral será necesaria sin importar cuál estrategia se prefiera.

El bajo crecimiento de Ecuador demuestra que la dolarización no sirve para Argentina

Un mito muy común es extrapolar el caso de Ecuador a la Argentina, alegando que los resultados en un país de alguna manera volverá a repetirse en el nuestro simplemente por imitar el mismo régimen monetario.

Esto no tiene por qué ser así. Ecuador sufrió los efectos del socialismo correísta desde el año 2007, y si bien la maniobrabilidad sobre la política monetaria fue muy limitada por el sistema, lo cierto es que las políticas irresponsables adoptadas no fueron para nada un hecho trivial.

El Gobierno de Rafael Correa no solo boicoteó la capacidad de crecimiento de la economía mediante más impuestos distorsivos, aranceles y regulaciones, sino que además profundizó todos los desequilibrios fiscales desde el año 2008. Esto provocó un aumento de la prima de Riesgo País, encareciendo el crédito externo para el sector privado y generando una presión recesiva para la actividad que tomó fuerza a partir de 2014.

La dolarización solo elimina la posibilidad de financiar al fisco mediante la emisión de dinero sin respaldo, pero de ninguna manera garantiza el éxito o el fracaso de una economía por sí misma, esto depende de una gran cantidad de factores ajenos al sistema monetario.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

Publicado

en

El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

Seguir Leyendo

Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

Publicado

en

Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

Seguir Leyendo

Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

Publicado

en

La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

Seguir Leyendo

Tendencias