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Economía

La herencia de Evo Morales: los mitos detrás del milagro boliviano y la pobreza estructural del socialismo

Tras la victoria de Luis Arce en las elecciones generales bolivianas, se exacerbó el mito sobre los supuestos logros atribuidos a la figura de Evo Morales en materia económica. Un análisis detallado marca que el milagro boliviano empezó antes de Evo y terminó con él.

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Después de 13 años de gobierno de Evo Morales, Bolivia parecía perfilarse para rechazar finalmente al socialismo del siglo XXI y al Foro de Sao Paulo, pero la victoria de Luis Arce con un contundente 55% dio marcha atrás a este proceso de liberación. 

A partir de su victoria electoral, el mito sobre los logros aparentemente indiscutidos de Evo Morales, parecen alcanzar nuevas extensiones. La mayor parte de los líderes políticos de izquierda, tanto en América Latina como en Europa felicitaron a Arce, y respaldaron su plataforma ideológica.

Tanto en términos sociales como económicos, la administración de Evo Morales no gozó de resultados particularmente destacables en comparación con otros países latinoamericanos, y las reformas de su gestión tuvieron un fuerte carácter gradualista.

El principal mito alrededor de Evo Morales fue su aparente éxito económico, planteando como “un antes y un después” en la historia de Bolivia. Sin embargo, el gobierno de Morales no hizo más que mantener el mismo camino de crecimiento que ya había sido conquistado casi dos décadas antes de su llegada. 

Entre 1975 y 1985, Bolivia entró en una espiral inflacionaria generada por pésimas políticas de corte estatista y dirigista, como era común en la América Latina de aquel entonces. La crisis inflacionaria había provocado la pérdida de casi una década de crecimiento.

Tras varios intentos fallidos, el presidente Víctor Paz Estenssoro emprendió una de las reformas más importantes en la historia económica boliviana, y logró derrotar la hiperinflación después de un duro paquete de estabilización.

Desde entonces, Bolivia logró alcanzar tasas de crecimiento considerablemente altas, y logró mantenerlas a través del tiempo. Este fenómeno no comenzó con Evo Morales, sino que se explica a partir de las reformas orientadas a la privatización, la desregulación y la disciplina monetaria desde 1985. 

Fuente: Banco Mundial.

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El economista norteamericano educado en Harvard, Jeffrey Sachs, fue central en la elaboración del plan de estabilización en agosto de 1985, permitiendo así a Bolivia comenzar un proceso de crecimiento a largo plazo. 

Las políticas de Evo Morales, lejos de ser las causantes del crecimiento, acotaron parte de su potencial. Entre 1987 y 1998, Bolivia creció a un ritmo promedio anual del 4%, y en la gestión Morales este número alcanzó 4,6%. 

A pesar del enorme aumento en el precio de los bienes exportables (principalmente los hidrocarburos), la Bolivia de Evo Morales solamente logró crecer un 0,6% más de lo que se había registrado en la década anterior, cuando los precios de las commodities eran mucho más desfavorables, el país recién se recomponía después de una hiperinflación y no tenía casi aliados regionales. 

Víctor Paz Estenssoro, el auténtico artífice del milagro económico boliviano y presidente de Bolivia entre 1985 y 1989.

A su vez, la pérdida de crecimiento potencial fue responsable de efectos sumamente negativos

A pesar de mantener el crecimiento, Bolivia no logró escalar ni una sola posición en el ranking de ingreso per cápita latinoamericano entre 2006 y 2018. 

El crecimiento registrado en Bolivia fue notable, pero se mantuvo por debajo del que lograron otras economías como Perú, Chile, Panamá y Uruguay. La ganancia de bienestar, que naturalmente se debería haber producido, llegó sólo en cuotas a la realidad.

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Inflación

Por su parte, la inflación tampoco fue un logro atribuible al gobierno socialista del MAS. Nuevamente, la inflación en Bolivia ya había sido derrotada mucho tiempo antes del 2006, y tomó un envión durante algunos años de su gobierno antes de ser derrocado. 

Las reformas económicas y el plan de estabilización de Sachs lograron terminar con la hiperinflación y, posteriormente, la profundización del modelo económico en la década de 1990 logró terminar con el problema inflacionario crónico.

Morales mantuvo bajo control el alza en los precios, aunque sus políticas iniciales generaron un pico inflacionario del 17% en mayo del 2008. A partir de ese momento se retornó a cierta disciplina monetaria siguiendo los preceptos de Sachs, no los socialistas, y la inflación volvió a niveles de entre 3% y 5% anual. 

El milagro económico boliviano comenzó a mostrar resultados a partir de 1987, y no con la llegada de Evo Morales en 2006. El aumento del gasto público y el espanto al clima inversor minaron buena parte del crecimiento potencial del país, que podría sido tranquilamente entorno al 6 o 7%, número alcanzado solamente dos veces en los 13 años de gobierno del MAS.

El MAS asumió con un balance fiscal negativo en torno a los 2,2%, y condujo al superávit financiero por un total de 8 años consecutivos. A partir de 2014, el tenue superávit se transformó nuevamente en un rojo creciente, y el déficit alcanzó los 8 puntos en 2018.

De esta manera, Evo Morales tomó un pequeño déficit y luego de 13 años al frente del país, casi que duplicó la deuda boliviana. El MAS rápidamente retornó al endeudamiento externo e interno para financiar el desequilibrio fiscal de forma no inflacionaria. La deuda pública total pasó del 35,3% del PBI en 2011 a más de 53% en 2018, según las estimaciones que realiza el FMI. 

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Nacionalización de la Energía

Otro gran mito alrededor del socialismo del siglo XXI en Bolivia es el éxito en la expropiación de hidrocarburos. Esta medida es particularmente defendida por los partidarios de Morales, e incluso por muchos otros dirigentes a nivel internacional, que lo catalogaban como “una medida necesaria e imprescindible".

Pese al mito, lo cierto es que Bolivia no solo no necesitaba de ninguna nacionalización, sino que esta última suavizó el ritmo de crecimiento en la producción de hidrocarburos, principalmente la producción de gas natural

En 1996, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada decidió continuar con las políticas de Estenssoro, y aprobó una oleada de privatizaciones, entre las cuales se encontraban los hidrocarburos. 

Los resultados fueron los esperados: según YPFB, la producción de gas natural ascendió un 192% hasta 2006, aprovechando la demanda en nuevos mercados como Argentina (que había decidido congelar tarifas públicas desde 2002) y Brasil (que se encontraba en un fuerte proceso de recuperación). 

El boom de producción se vio alterado en 2006, a partir de la llegada de Evo Morales al Gobierno y la nacionalización parcial del sector, junto a la recreación de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Lejos de ser una medida necesaria o imprescindible, la producción de gas natural ralentizó su crecimiento, y empezó a caer a partir de 2015.

Además, Evo basó su economía casi exclusivamente en esta actividad, comprometiendo el bienestar de todos los bolivianos con esta caída. No es casual que desde 2015 la popularidad de Evo no paró de caer.

El deterioro progresivo y la falta de inversiones afectaron al rubro más dinámico de la economía boliviana. Además, la contracción en la demanda argentina a partir de 2016 (a causa de la eliminación gradual de los subsidios) generó un fuerte shock negativo adicional. 

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El mito de la reducción de la pobreza y la desigualdad

Los resultados sociales, por su parte, respondieron parcialmente al crecimiento económico. Según la medición del Banco Mundial a través del “programa PovCalNet”, la tasa de pobreza en Bolivia bajó en la última década, aunque este proceso ya se venía dando desde la puesta en marcha de las reformas económicas liberales de las décadas pasadas y se estima que sin las medidas de redistribución de Evo se hubieran podido sacar más gente de la pobreza.

Si bien la tendencia bajista se mantuvo en la administración de Evo Morales, se ha creado un gran mito alrededor de la cantidad de pobres que el ex Presidente levantó a la clase media. Por ejemplo, usando la misma vara de medición que usa el INDEC argentino (US$ 11,25 ppp), Bolivia en 2018 tuvo un 56,7% de la población bajo la línea de la pobreza, y casi la mitad de este número bajo la línea de indigencia.

Estos datos, que deben ser ajustados para compararse con otros países de la región y no caer en la propaganda del socialismo, indican que Bolivia es el país con más pobreza de la región sudamericana, con la única exclusión de Venezuela.

Yendo a lo concreto, entre 2006 y 2013 el país vio una reducción real de la pobreza, aunque podría haber sido más pronunciada, pero desde entonces dejó de disminuir, formando un núcleo de pobreza sin igual en el continente, estable entre 50 y 60%. 

La misma tendencia bajista se observó en la desigualdad económica, medida a partir del índice de Gini que registra el Banco Mundial. A pesar de esto, la Bolivia de Evo Morales mantenía un nivel de desigualdad similar al de Chile, el famoso modelo ampliamente denostado por la izquierda latinoamericana. 

Bolivia registró un índice Gini del 44% en 2017, mientras que Chile tenía un 44,4% en el mismo año. Uno de los grandes reclamos de la izquierda chilena es la desigualdad, pero yendo a lo concreto, el modelo bolivariano que ellos piden ni siquiera pudo resolver este tema en 13 años de gobierno con mayoría absoluta en el Congreso.

Sin lugar a dudas, el "milagro boliviano" se basó en tomar algunas de las buenas medidas de gobiernos neoliberales anteriores, enmascararlas de justicia social, y luego mentir con los números de la pobreza, con mediciones mucho más relajadas que son inútiles a la hora de compararse con otros países. En síntesis, Bolivia mejoró su economía respecto a la década del ’90, pero respecto al resto de la región, se convirtió en el país más atrasado de todos.

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Economía

La Argentina que dejó el kirchnerismo: Milei recibió un país sin consumo privado, sin inversión y sin exportaciones

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El modelo kirchnerista demostró un agotamiento notable que finalmente condujo a la recesión desde la segunda mitad de 2022. La crisis se profundizó a lo largo del año pasado, y el cuatro trimestre de 2023 finalizó con los principales indicadores macroeconómicos en rojo.

El INDEC anunció los resultados sobre el avance del nivel de actividad y sus principales componentes correspondientes al cuarto trimestre del año 2023, el último de la administración del exministro y fallido candidato Sergio Massa.

Los resultados publicados demuestran el agotamiento de un modelo económico obsoleto. El organismo oficial de estadísticas determinó que la variación desestacionalizada del PBI (a precios constantes) marcó un rojo del 1,9% en el último trimestre del año pasado. El principal termómetro de la economía argentina registró un magro resultado hacia el final de la gestión massista.

La producción industrial sufrió una caída de hasta el 6% interanual en el último cuarto de 2023, el sector del comercio minorista y mayorista registró un retroceso del 3,9%, la producción de electricidad, gas y agua se desplomó un 5,1% interanual, los servicios de intermediación financiera cayeron un 4,4%, y la construcción sufrió un declive de casi un 1% en el mismo período.

No obstante, y pese al arsenal de medidas artificiales y cortoplacistas adoptadas por el exministro, el consumo del sector privado se desplomó hasta un 1,5% entre octubre y diciembre de 2023. 

Los paliativos de corto plazo, las ayudas y los subsidios temporales, poco y nada pudieron hacer para compensar la estampida inflacionaria y la erosión del poder adquisitivo de los salarios (especialmente en el sector informal).

La inversión real de la economía argentina se contrajo casi un 11% en el cuarto trimestre de 2023, superando holgadamente a la variación negativa del mismo período pero del 2022 (que había llegado al 4,5% respectivamente).

El país dejó de invertir cada vez más en renovación de maquinaria, infraestructura, tecnología, etc. Bajo las reglas de juego del exministro Massa, la Argentina se había convertido en un destino fallido para el desarrollo de la iniciativa privada y la inversión a largo plazo.

En otras palabras, el nuevo Gobierno del Presidente Javier Milei no solo heredó una economía en recesión y estanflación (con los precios aumentando a un ritmo del 1% diario), sino que además el retroceso de la inversión en formación bruta de capital deterioró la capacidad instalada del país para poder recuperarse de la crisis. La Argentina se descapitalizó por cuatro años.

Todo esto se suma a la oleada de desequilibrios fiscales, cambiarios, monetarios y de precios relativos que dejó plantados el Gobierno anterior. Al menos un 200% de brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo, un saldo de reservas netas en rojo por US$ 11.000 millones de dólares, un stock de pasivos remunerados equivalente a casi el 300% de la base monetaria (11 puntos del PBI) y un déficit fiscal nacional superior al 6% del producto. Se trata de una de las peores herencias macroeconómicas de la historia argentina.

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Economía

Se desarma la bomba de pasivos remunerados que caen al 5% del PBI y se acerca la salida del cepo

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El stock de las letras del Banco Central se redujo a la mitad desde que el Presidente Milei asumió la dirección del país el pasado 10 de diciembre. También disminuyó notoriamente la emisión monetaria a cuenta de los intereses asociados a los pasivos remunerados.

Las condiciones macroeconómicas idóneas para la liberalización total del mercado cambiario están cada vez más cerca de ser una realidad. Desde el 10 de diciembre del año pasado el Gobierno desplegó un amplio programa de saneamiento sobre el balance del Banco Central, al mismo tiempo en que el Ministerio de Economía equilibró sus finanzas y mitigó la dominancia fiscal sobre la política monetaria.

En solo tres meses de gestión, la administración de Santiago Bausili al frente del BCRA logró reducir el stock de pasivos remunerados del 10,5% al 5% del PBI según estimaciones de las consultoras privadas. La carga por la “bola de nieve” de las Leliq se reconvirtió en el stock de Pases, y este último se vio rápidamente licuado por la evolución inflacionaria.

En tiempo récord, la magnitud de la emisión monetaria a cuenta de pagar los intereses por los pasivos remunerados también se redujo a la mitad, del 10% al 5% del PBI respectivamente desde diciembre de 2023. Este monto también es conocido como el “déficit cuasi-fiscal”, y significaba un verdadero peligro para la estabilización de la economía.

Para poder liberalizar los controles cambios y permitir la libre compra-venta de divisas, el Gobierno apuntó primero a operar sobre los desequilibrios de sobrante de pesos que dejó la gestión anterior. 

Ante una liberalización cambiaria, los agentes (bancos, pequeños ahorristas, etc) podrían verse atraídos por huir del peso hacia el dólar de manera rápida y violenta, provocando así un colapso de la demanda de pesos y de la renovación de los pavos remunerados. 

Esto llevaría rápidamente a la hiperinflación, ya que la cantidad de dinero en circulación podría incrementarse de forma dramática en poco tiempo (y cuando más elevada es la inflación, más rápido es el efecto de la emisión de dinero en el sistema).

El Gobierno del Presidente Milei se propuso evitar a toda costa un escenario hiperinflacionario, por lo que el saneamiento del balance del BCRA haría posible una muy pronta liberalización cambiaria sin el riesgo de provocar la violenta espiral inflacionaria.

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Economía

Las jubilaciones subirán 7 puntos por encima de la inflación en abril y luego aumentarán según IPC de manera automática

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Entre el aumento por inflación, el adicional del 12,5% y el bono de $70.000, las jubilaciones subirán un 62% en abril, lo cual le ganará a la inflación por 7 puntos en términos reales, y se darán incrementos cada mes.

El vocero presidencial Manuel Adorni explicó con más detalles la nueva fórmula previsional, publicada este lunes a través del Decreto 274/24 en el Boletín Oficial, la cual establece que los jubilados y pensionados van a cobrar los aumentos mensuales ajustados por el Índice de Precios al Consumidor.

En conferencia de prensa en la Casa Rosada, Adorni destacó que a la nueva fórmula se le va a adicionar el 12,5% de recomposición y el bono de $70.000 pesos, lo que suma un incremento de aproximadamente 62% en lo que va del año, unos 7 puntos por encima de la inflación acumulada del 55% entre enero y marzo.

Esto cambia radicalmente lo que iba a pasar con los haberes si no se cambiaba la fórmula. El aumento a los jubilados iba a ser de 0% en abril y en mayo”, advirtió el vocero. “En julio empieza a regir de manera plena esta nueva fórmula y se va a hacer el cálculo de cuánto hubiese sido el ajuste sólo aplicando la fórmula anterior, y si hay alguna diferencia se le va a abonar a los jubilados”.

“Esta nueva fórmula es absolutamente coyuntural y apelamos nuevamente a que la política esté a la altura y que en el Pacto de Mayo podamos tener discutida una reforma previsional y una reforma laboral más integrales que hagan que el sistema jubilatorio sea sustentable”, concluyó.

En la misma línea, el comunicado oficial de la Oficina del Presidente anunció el lanzamiento de una nueva fórmula previsional para ajustar los haberes a partir de junio de manera automática, con el objetivo de detener la masiva pérdida de poder adquisitivo en la que se vieron alcanzados los jubilados en los últimos cuatro años.

El equipo económico presidido por el ministro Luis Caputo dispuso que a partir de abril, todos los haberes previsionales (sin ninguna excepción) serán actualizados por la evolución del Índice de Precios al Consumidor (IPC), ese mes y en mayo, el ajuste será por decreto, mientras que a partir de junio se hará de manera automática sin la necesidad de una intervención presidencial.

Este último aumento tiene el objetivo de evitar que la transición entre la nueva fórmula previsional y la anterior pueda provocar cualquier tipo de erosión sobre el poder adquisitivo de los jubilados (como por ejemplo ocurrió entre el último trimestre de 2017 y el primero de 2018).

En otras palabras, el poder adquisitivo de los jubilados dejará de licuarse con las nuevas reglas de juego del sistema, al mismo tiempo en que se espera un fuerte descenso de la tasa de inflación para los próximos meses. Conforme disminuya la inflación, las jubilaciones podrían aumentar en términos reales debido a que la fórmula siempre se ajusta por el dato del IPC del mes anterior (y viceversa cuando la inflación aumenta).

Asimismo, el nuevo esquema presentado garantiza una mayor estabilidad en la relación del gasto previsional con respecto al PBI. De esta manera se facilita la tarea de confeccionar presupuestos, y de destinar los recursos correspondientes a los jubilados y pensionados sin incurrir en errores por falta de actualización.

La fórmula previsional kirchnerista ajustaba los haberes de acuerdo al índice RIPTE de salarios (el cual perdió contra la evolución de los precios en los últimos 15 años), y al mismo tiempo se componía por la recaudación de la seguridad social (también muy inestable debido a la gran cantidad de empleo informal). Esta fórmula fue directamente responsable de que el poder adquisitivo de una jubilación mínima cayera casi un 40% entre diciembre de 2019 y diciembre de 2023.

El Gobierno anterior desplegó una serie de bonos adicionales para tratar de compensar (parcialmente) la debacle sobre las jubilaciones, pero estos únicamente se aplicaron sobre el haber más bajo. Las jubilaciones medias y altas no se vieron alcanzadas por los bonos, y esto deterioró todavía más los escasos incentivos existentes para aportar al sistema previsional.

La legislación laboral vigente demostró ser abiertamente disfuncional en vista a la tamaña proporción del empleo no registrado en relación al total del trabajo de la Argentina, y los incentivos nocivos del sistema de reparto estatal no hacen más que acrecentar la tendencia.

El Gobierno también apunta a erradicar el déficit del sistema previsional operando desde el punto de vista de sus ingresos. En este sentido, se apunta a la flexibilización de la legislación laboral (más puestos formales potenciales para aportar al sistema) y la mejora de los incentivos para el esfuerzo.

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