Economía
La presidencia de Carlos Menem: Los 10 años de reformas pro-mercado y estabilidad económica
Se cumple un nuevo aniversario del paso a la eternidad del expresidente. Su legado y las políticas de su Gobierno cobran cada vez más relevancia en una Argentina que sufre el flagelo creciente de la inflación.

Un 14 de febrero del 2021, fallecía el senador y ex presidente Carlos Saúl Menem, símbolo de la década de los noventa y el principal impulsor de las reformas económicas y políticas que llevaron a la tan necesaria modernización del país.
Su presidencia marcó el fin de una etapa y el comienzo de otra nueva: el fracaso del gobierno radical de Raúl Alfonsín coincidió con el colapso de las economías planificadas a nivel global, y la consolidación de las reformas del Consenso de Washington en todo el mundo para dar paso a una economía de mercado moderna.
El programa para liberalizar Argentina
Menem se propuso llevar adelante un profundo programa de reformas económicas, influenciado por personalidades como Álvaro Alsogaray y Bernardo Neustadt, y asesores del sector empresarial.
Por ejemplo, los dos primeros ministros de Economía de Menem fueron elegidos por la multinacional argentina Bunge & Born, quienes le garantizaron en un principio el apoyo del sector privado a cualquier reforma que quisiera impulsar para calmar la hiperinflación.
Tras las medidas tomadas bajo el llamado “esquema Bunge & Born“, y los sucesivos programas de Erman González, el Gobierno menemista logró cambiar el paradigma económico que imperaba en Argentina.
Sin embargo, Menem no lograría la estabilidad monetaria hasta la Ley de Libre Convertibilidad, sancionada en 1991 por el novedoso ministro Domingo Cavallo, quien había servido como Canciller los primeros dos años, consiguiendo el apoyo del sector empresarial extranjero.
La actividad económica se expandió un 50,3% entre julio de 1989 y diciembre de 1999, y la estimación del PBI potencial demostró un crecimiento del 40%. Argentina no registraba una situación de crecimiento con estabilidad de precios desde la década de 1930. El programa de Convertibilidad fue el único capaz de cosechar éxito después de los sucesivos ensayos producidos desde 1952 u en adelante.

La inflación, que hacia julio de 1989 escalaba hasta el 196%, cayó a un promedio del 24% hasta marzo de 1991, y con la Convertibilidad fue completamente superada. La variación mensual de los precios promedió solamente el 0,45% entre abril de 1991 y diciembre de 1999.
A tan solo pocos meses del lanzamiento del plan, en noviembre de 1991 el presidente Menem impulsaba el famoso decreto 2.284 de desregulación, una histórica reforma sobre la economía que terminaba con 45 años de controles de precios y salarios.
El decreto suponía la erradicación total de todas las restricciones sobre la oferta y demanda de bienes y servicios, incluyendo el término de las limitaciones cuantitativas sobre importaciones y los cupos para las exportaciones.
El éxito arrollador del modelo económico dejó en evidencia el fracaso de las teorías económicas heterodoxas y, por primera vez en décadas de atraso, quedaba en evidencia que la inflación era un fenómeno exclusivamente monetario. La Convertibilidad terminó con la inflación en cuestión de meses, una situación que perduró hasta su derogación a principios de 2002.
Crecimiento de la economía, mercado laboral y reducción de la pobreza
Argentina no solo había recuperado la estabilidad de precios, sino que lo hizo mediante una regla creíble para los agentes y aplicando un “shock” que recuperó la moneda nacional. La Convertibilidad fue el ancla para una serie de reformas que expandieron el nivel de actividad económica, y se logró dejar atrás casi dos décadas completamente perdidas en materia de crecimiento.
Menem fue un componente crucial en promover las reformas liberales a los miembros de su partido, y el peronismo votó a favor en el Congreso de la gran mayoría de las medidas de Cavallo, con el radicalismo como oposición. Bajo la influencia de Menem, el justicialismo comprendió el panorama internacional, se modernizó y decidió avanzar en la misma dirección.
La erradicación de la inflación permitió una mejora notable para la calidad de vida de los trabajadores. El salario real promedio, que se había hundido por casi dos décadas de estanflación, subió un 44,3% entre 1991 y 1999. Se alcanzó una recomposición salarial que no se veía desde el tercer peronismo en los 70s.
De la misma manera en que ocurrió tras el fin y la reestructuración de las economías planificadas, la reforma económica en Argentina produjo un impacto inicial en el mercado laboral, que debía enfrentar una etapa de reasignación de factores para converger a una economía abierta al comercio internacional.
En este esquema, las iniciativas del menemismo a la hora de consolidar la flexibilización laboral fueron insuficientes, y esta es una autocrítica compartida por ex funcionarios como Roque Fernández, Domingo Cavallo, Caro Figueroa, y el mismo Carlos Menem.
Aun así, antes de la llegada del “Efecto Tequila” y hasta 1994, el aumento en la tasa de desocupación se produjo por un gran aumento en la población económicamente activa (PEA), principalmente mediante la incorporación de la mujer al mercado laboral, algo sumamente positivo.
El empleo creció entre 1990 y 1993 y volvió a crecer entre 1996 y 1998. Las reformas a partir de 1996 lograron impactar enormemente la elasticidad entre crecimiento del empleo y crecimiento del PBI.
A partir de 1996 la respuesta del empleo ante cambios positivos en el PBI fue drásticamente superior al registrado en la primera parte del programa económico, y desde 1998 las caídas en el PBI produjeron caídas sustancialmente menores en la tasa de empleo en relación a la recesión de 1995. Aún siendo insuficientes, esto permite medir el grado de efecto de las reformas laborales liberalizadoras.
Se produjo una histórica reducción en el nivel de pobreza. Según las estimaciones del CEDLAS, y utilizando los mismos estándares que se usan hoy, la pobreza había pasado del 58,9% en el segundo semestre de 1989 a 38,8% a fines de 1999, una reducción de más de 20 puntos porcentuales. Incluso se alcanzó un mínimo de 26,9% en el año 1994, antes del efecto tequila.

La apertura de la economía al comercio mundial
La transformación de Menem involucró un drástico y necesario proceso de apertura al comercio internacional, después de 50 años de autarquía y aislacionismo. Entre 1990 y 1991 fueron eliminadas todas y cada una de las restricciones cuantitativas al comercio exterior, incluyendo licencias, cuotas y prohibiciones que antes imperaban.
El promedio simple de la estructura arancelaria se redujo del 31% en 1989 al 15% en 1999. Fueron eliminados los recargos a las importaciones impuestos por Alfonsín entre 1985 y 1987, y la tasa estadística de importación se redujo del 3% al 0,5% a partir de 1998.
La economía también se liberalizó por el lado de las exportaciones. La tasa promedio para las retenciones se redujo del 27,7% en 1989 a sólo el 2% a partir de 1993.
De hecho, los gravámenes a la exportación se eliminaron para la mayor parte de los bienes, con la sola excepción de la soja (gravada al 3,5%), el girasol (3,5%) y la venta de cueros y pieles, que tuvieron una tasa del 15%. Todas las exportaciones restantes mantuvieron una tasa de 0%.

La reforma del Estado y las privatizaciones
La Ley de Reforma del Estado, llevada adelante en 1989, permitió la privatización masiva de empresas estatales deficientes y redujo fuertemente el tamaño del Estado. La privatización permitió sanear las cuentas del sector público, pues se erradicó el déficit de casi 6 puntos del PBI que mantenían sus empresas
Las pérdidas siderales de las empresas públicas dejaron de trasladarse al bolsillo de los argentinos. Los cambios introducidos permitieron una histórica reducción en la cantidad de empleo público en la esfera nacional, y se redujeron fuertemente los gastos para el funcionamiento del Estado.

El impacto sobre los servicios prestados fue extraordinario. Argentina recuperó y rediseñó su sistema de telecomunicaciones, con ventajas que todavía llegan hasta el día de hoy. Las líneas telefónicas se duplicaron en 9 años, y las de telefonía móvil se multiplicaron por 48. Sin las reformas del Estado, la innovación de la telefonía celular hubiera llegado una década más tarde a Argentina.
La privatización del sistema energético permitió terminar con los recurrentes cortes de luz generalizados que se sufrían en la década de 1980, afectando incluso a hospitales y colegios. La producción de energía volvió a crecer, y las tarifas solamente aumentaron un 9,2% en 10 años.
Otros rubros, como los servicios de agua potable, incluso disminuyeron sus costos tarifarios a partir de la privatización. Este fue el caso de AYSA, cuyas tarifas se redujeron un 14,3% entre 1993 y 1999.
La producción de petróleo aumentó un 52,4% entre 1992 y 1998, mientras que la producción de gas aumentó más de un 60%. Estas cifras no se veían desde la apertura petrolera llevada a cabo por Frondizi, 30 años antes.
La privatización de los ferrocarriles eliminó a una gran cantidad de ramales poco rentables para el sector privado, pero aun así supuso un incremento del 107,6% en la cantidad de pasajeros transportados en diez años, así como un aumento del 100% en la carga productiva transportada (medida en miles de toneladas) en el mismo período.
Las privatizaciones demostraron un gran impacto positivo en la actividad de la economía real. La producción de electricidad, gas y agua (según la subdivisión del EMAE) aumentó un 71,2% en la presidencia de Menem, después de un largo estancamiento en la década de 1980.
El Gobierno mantuvo estrictamente la disciplina fiscal, y durante la mayor parte de la administración menemista el Estado nacional mantuvo el superávit primario (un hecho que Argentina no observa desde el año 2010). La reforma del Estado y los ingresos por las privatizaciones permitieron solventar las fianzas públicas y garantizar la responsabilidad fiscal.
Como una de sus últimas medidas de Gobierno, Menem dejó el cargo en 1999 no sin antes lanzar la aprobación de la llamada “Convertibilidad fiscal”, la primera regla fiscal de la historia argentina. Esta normativa estipulaba restricciones sobre el déficit primario (con las mismas exigencias que la Unión Europea), y limitaba el crecimiento legal del gasto público.

Economía
Argentina lleva 12 años de estancamiento industrial: La autarquía kirchnerista terminó de superar la apertura menemista
La apertura a las importaciones permitió un despegue sin precedentes en la actividad industrial desde 1989, pero la marcha atrás con las reformas precipitó una brutal caída de más de 9% desde el año 2011.

Muy por el contrario de lo que sugiere la retórica kirchnerista, la mayor apertura al comercio internacional permitió un fuerte despegue de la actividad industrial entre junio de 1989 y la primera mitad de 2011, solamente interrumpido por las oscilaciones propias de la inestable macroeconomía argentina.
El discurso abiertamente proteccionista del presidente Alberto Fernández y el ministro Sergio Massa no se condice con la realidad, y más bien apuesta por un modelo autárquico que cosechó escasos resultados en materia de dinamismo industrial.
El cambio de modelo se produjo durante el gobierno de Carlos Menem: Se decidió eliminar completamente todas las licencias no automáticas, cuotas y restricciones cuantitativas a las importaciones. Al mismo tiempo, la protección arancelaria nominal (incluyendo la tasa estadística) disminuyó del 46% al 14% en los primeros años de la gestión menemista, y se mantuvo relativamente estable hasta la actualidad.
La producción industrial creció un 56% en términos reales durante la administración Menem, y llegó a duplicar su tamaño entre 1989 y 2011. Aún a pesar de las políticas proteccionistas en los primeros años de Néstor Kirchner, Argentina mantuvo estable la estructura arancelaria a las importaciones y las licencias no automáticas jamás superaron el 15% hasta 2011.
La autarquía comenzó a implementarse efectivamente a partir de 2012 con la puesta el marcha del sistema de Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), que ponía en la mira al 100% de las importaciones y permitía que las autoridades de aduana pudieran fijar licencias arbitrarias sobre el grueso del volumen importador. Todas las importaciones quedaron sujetas a licencias, y en muchos casos las demoras fueron equivalentes a un arancel lisa y llanamente prohibitivo.
Pero la violenta experiencia proteccionista no dejó ningún resultado positivo. La industria argentina acumuló una caída del 10,1% durante la vigencia del sistema DJAI, impositiva de acceder a insumos básicos necesarios para sostener el nivel de actividad y competir en el comercio mundial.

Desde 2016 el sistema fue reemplazado por la vuelta de las licencias no automáticas de importación, y su peso relativo sobre el total de las posiciones arancelarias osciló entre el 20 y hasta el 34% durante la gestión de Mauricio Macri. Más tarde, el presidente Fernández generalizó las licencias bajo el nuevo sistema SIMI de importaciones, y la cobertura escaló al 45% de las importaciones totales.
La estructura del tratamiento a las importaciones, entre aranceles inamovibles y elevadas restricciones cuantitativas, perpetuó dramáticamente la situación de estancamiento en el sector industrial, y el IPI manfucturero del INDEC acumuló una retracción del 9,2% entre noviembre de 2011 y enero de 2023.
La producción industrial lleva 12 años de caídas incesantes, a pesar de los numerosos “regímenes de promoción”, los créditos internos subsidiados, los aranceles y las licencias aplicadas sobre el comercio exterior. El modelo autárquico parece virtualmente agotado.
Economía
Impuestazo del Gobierno kirchnerista: Aumentan la percepción del IVA al 24% para alimentos y artículos de higiene
Se trata de un recargo aplicado sobre el régimen de percepción del impuesto, aplicado sobre ventas de productos alimenticios con precios superiores a los $60. Se espera un rápido traslado a precios minoristas, y la carga será costeada por los consumidores en plena crisis económica.

Conforme las metas del Fondo Monetario Internacional (FMI) se vuelven cada vez más difíciles de cumplir, el Gobierno kirchnerista resolvió un nuevo aumento impositivo para forzar la recaudación tras las caídas observadas durante los primeros dos meses del año.
La AFIP anunció un nuevo régimen de percepción del Impuesto al Valor Agregado (IVA) mediante la Resolución General Nº 5329/2023 publicada en el Boletín Oficial. Se trata de una ordenanza que afecta principalmente a las ventas sobre bienes de consumo masivo: los alimentos y bebidas no alcohólicas, los artículos de higiene personal y de limpieza.
Bajo el nuevo régimen, los agentes responsables inscriptos se verán obligados a actuar como agentes de percepción del IVA, siempre y cuando se registren ventas sobre los bienes de consumo señalados y cuyo precio unitario supere los $60. La AFIP aplicará un recargo impositivo a modo de “importe” por la percepción que alcanza el 3%.
Las medidas tendrán vigencia a partir del próximo 1° de abril, y se espera un rápido traslado a precios a lo largo de toda la cadena de valor, hasta finalmente llegar a los bolsillos de los consumidores finales en las góndolas.
Como el IVA es un impuesto multifásico acumulativo, y como el recargo sobre la percepción del impuesto supone un aumento de los costos, hay quienes denuncian la elevación de la tasa efectiva del tributo hasta el 24% sobre los productos finales que se ven afectados.
La AFIP respondió a las acusaciones asegurando que la tasa por el régimen de percepción es computable como pago a cuenta del IVA, es decir, constituye una suerte de “adelanto” impositivo a lo que más tarde se deberá pagar por el impuesto, y en cuyo caso se descuenta en el futuro como un crédito fiscal a favor del agente de percepción.
Pero la realidad no es tan simple como lo propone la AFIP. Si bien desde un primer comienzo se genera un saldo favorable de los agentes de percepción con la AFIP, esto por haber adelantado el pago del impuesto por medio de la retención de 3%, lo cierto es que existe un rezago y el productor debe cargar con este costo hasta tanto no perciba su acreencia.
En medio de una realidad inflacionaria tan dramática como la que vive el país, con precios minoristas que aumentan a razón del 6,6% mensual y casi 2% cada semana, el “efecto rezago” que crea el nuevo régimen de percepción involucra un costo muy real para los productores en el corto plazo. Estos costos podrían ser rápidamente trasladados a precios, y de no hacerlo entonces sí la alícuota efectiva del IVA sería mucho más aplastante de lo que ya es el 21%.
Pero ya sea un recargo sobre la espalda de los productores o de los consumidores, indefectiblemente el nuevo régimen de percepción tendrá costos aparejados que no podrán sortearse, especialmente en un rubro tan delicado como los alimentos y las bebidas no alcohólicas.
Otro problema importante de la resolución de la AFIP es que señala un valor unitario nominal de $60 para los productos alcanzados, un precio que podría quedar rápidamente desactualizado y consumido por el rápido ritmo de aumento de la nominalidad argentina.
Economía
Massa anunció la intervención de Edesur por 180 días: El cristinista Jorge Ferraresi quedará al frente de la empresa
Tras la oleada de cortes de luz, el ministro Sergio Massa resolvió la intervención de Edesur a través del ENRE, por lo que la empresa quedará bajo control estatal por al menos 180 días. El nuevo interventor ultra-kirchnerista responde directamente a la Vicepresidente.

El ministro de Economía Sergio Massa anunció oficialmente la intervención de la distribuidora eléctrica Edesur por un período de 180 días, luego de haberse registrado un gran número de cortes en los servicios para múltiples usuarios en la Capital Federal y el AMBA.
La resolución fue dispuesta a través del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), y publicada este martes en el Boletín Oficial. En principio, el período de intervención se limita a monitorear el “cumplimiento de las obras” por las cuales Edesur se había comprometido a hacer, aunque el escenario es realmente incierto porque el oficialismo no tiene credibilidad.
Si bien la decisión no afecta (en principio) al contrato de concesión, lo cierto es que en la práctica el Estado tomará el control total de la empresa por 180 días como mínimo. Es por esto que se puede considerar la decisión como una “estatización de hecho”. El interventor oficial designado para esta tarea es el militante ultra-kirchnerista Jorge Ferraresi, quién responde directamente a Cristina Kirchner y al Instituto Patria.
“Utilizando las facultades que la ley nos asigna hemos instruido al ENRE para que intervenga la empresa por 180 días para que se certifique el cumplimiento de las obras que tiene que hacer”, anunció el ministro Massa.
También se anunció la ejecución de las sanciones económicas por $2.700 millones impuestas anteriormente con el motivo de los cortes de luz sufridos en el verano de 2023. No contento con esto, el oficialismo denunció penalmente a los directivos de la empresa y solicitó la prohibición de su salida del país.
Las medidas atentan directamente contra la seguridad jurídica de uno de los monopolios naturales más importantes del país, como lo es el servicio de distribución de energía eléctrica. Cabe recordar que la firma italiana ENEL anunció que se desprenderá completamente de todos sus activos en Argentina, entre otras razones, por el cambio incesante en las reglas de juego de mercado y por la intervención aplastante del Gobierno sobre precios y tarifas.
Sin lugar a dudas la intervención de la empresa condiciona el apetito inversor para cualquier firma que eventualmente se mostrara dispuesta a reemplazar ENEL y hacerse cargo de la concesión.
Asimismo, ni Sergio Massa ni Flavia Royón anunciaron ningún tipo de cambio sobre los cuadros tarifarios aplicados para usuarios residenciales del AMBA, más allá de los ya dispuestos para los próximos meses. El atraso tarifario es el principal factor responsable de la descapitalización de los servicios eléctricos y los bajos incentivos para la oferta energética.
Para el exsecretario de Energía Emilio Apud, la intervención de Edesur no tendrá ningún tipo de efecto sobre la calidad de los servicios a los usuarios, ya que no se anunció ni una sola medida correctiva para atacar el problema tarifario.
“Esto no va a mejorarle la vida a nadie, solo se va a tratar de mejorar la imagen que tiene un gobierno populista, que muestra que castiga a un supuesto culpable cuando el real culpable es él mismo, que congeló las tarifas desde un primer momento”, explicó Apud.
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