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Economía

Las reformas liberales de Silvio Berlusconi que transformaron la economía italiana y desarmaron la burocracia socialista

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El fallecido mandatario italiano reformuló los principales cimientos de la estructura estatal italiana, incluyendo la legislación laboral, el sistema previsional y el sistema impositivo. Las reformas de Berlusconi avanzaron con la necesaria modernización del país.

El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, apodado cariñosamente como “Il Cavaliere”, falleció este lunes por la mañana, luego de una larga carrera política donde fue el gran protagonista de una serie de reformas que modernizaron la estructura del Estado italiano desarmando décadas de burocracia socialista en favor del libre mercado.

Ocupó la dirección del Poder Ejecutivo por primera vez en un breve período entre 1994 y 1995, más tarde logró formar un Gobierno con respaldo parlamentario entre 2001 y 2006, y en contra de todo pronóstico logró nuevamente imponerse como mandatario entre el año 2008 y 2011, completando 9 años al frente del poder en Roma.

Sus reformas fueron fundamentales para garantizar la solvencia fiscal a largo plazo, contener la tasa de desocupación y estimular el crecimiento, aún a pesar de las serias dificultades que atravesó la economía italiana, y los problemas estructurales que aún persisten en ella.

Las reformas en el mercado laboral

La reforma de la legislación laboral italiana es sin lugar a dudas uno de los puntos más favorables de la gestión Berlusconi. Aunque Italia tuvo un desempeño similar al de España en cuanto a su nivel de actividad, la tasa de desocupación española prácticamente duplicó a la italiana durante la crisis internacional de 2008 y en adelante.

La divergencia en favor de Italia se debió fundamentalmente a la flexibilización de la legislación laboral que impulsó Berlusconi en sus primeros mandatos. Entre 2001 y 2002 se llevó a cabo una reformulación integral del sistema, por la cual se amplió el “despido libre” para una gran cantidad de contratos (sin indemnización) y a cambio se amplió por un año la percepción por seguros de desempleo.

Para esto hubo que modificar el artículo 18 de la legislación laboral italiana, que requirió meses de negociaciones con el sindicalismo, las cuales Berlusconi encabezó personalmente, con una cumbre con la Confederación General del Trabajo (CGL) donde se acordó finalmente la reforma.

Al mismo tiempo, la reforma estableció una rebaja gradual de aportes patronales: cayeron un punto porcentual del 34,1% al 33,1% a partir de 2001, y en el año 2006 se dispuso una nueva rebaja hasta llevar al impuesto al 32,1%. Las cargas sociales para los trabajadores aumentaron muy ligeramente del 10,2% al 10,5% en el mismo período, en compensación por la extensión del seguro de desempleo.

Reforma del sistema impositivo y disciplina fiscal

El Gobierno de la derecha italiana apostó fuertemente por las “políticas del lado de la oferta”, bajando impuestos para fomentar la libre iniciativa del sector privado. La tasa marginal máxima del impuesto a las Ganancias se redujo fuertemente del 46,1% en 2002 al 45% desde 2003, y a partir de 2005 se dispuso de una rebaja adicional hasta el 43%.

De la misma manera, la tasa sobre Sociedades se redujo del 41,3% al 37,3% entre 2001 y 2006. Esto permitió corregir al menos una parte del enorme atraso competitivo que tenía el sistema fiscal italiano frente a otras economías desarrolladas como Estados Unidos y Alemania. Más tarde, Berlusconi llevó a cabo otra gran rebaja fiscal que llevó la tasa de Sociedades al 31,4% a partir de 2008.

Estas medidas se tomaron sin descuidar la responsabilidad fiscal. Bajo la administración de la derecha, Italia mantuvo estrictamente el superávit fiscal primario de manera ininterrumpida entre 2001 y 2006, y lo perdió solo entre 2009 y 2010 como consecuencia de la crisis internacional.

Por otra parte, el resultado financiero total promedió el 3,4% del PBI hasta 2006, ligeramente por encima de los postulados de Maastricht.

Reforma previsional

La última gran reforma de Berlusconi fue para garantizar la solvencia a largo plazo del Estado italiano, y probablemente sea una de las herencias más positivas de la gestión Berlusconi, dando más poder al sector privado y entregándole sustentabilidad al sistema.

Se determinó un aumento de la edad mínima de jubilación de 57 a 60 años, una medida histórica porque ningún otro Gobierno se había animado a proponerlo desde la creación misma del régimen de reparto en Italia. También se elevó la cantidad mínima de años de cotización necesarios para poder jubilarse hasta los 35 años, un ajuste necesario en compensación por no aumentar aún más la edad jubilatoria estándar.

Se estima que las medidas supusieron un ahorro del 0,7% del PBI por año para las arcas públicas desde el año 2008, con lo cual hasta 2023 el Estado se evitó un gasto sideral de hasta 10,5 puntos porcentuales del PBI, que de otro modo habría tenido que desembolsar, probablemente a base de endeudamiento.

Y si bien el sistema previsional italiano aún necesita urgentes reformas y la edad jubilatoria sigue muy atrasada en términos de envejecimiento poblacional, la gestión de Silvio Berlusconi fue el primer gran precedente reformista que avanzó en la dirección correcta

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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