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Economía

Martín Guzmán se va del Gobierno dejando la economía devastada y al país en una severa crisis fiscal, cambiaria e inflacionaria

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El exministro de Economía abandona su cargo luego de 30 meses de gestión con un fuerte desequilibrio de las finanzas públicas, un nivel de actividad estancado desde febrero, y una severa crisis económica.

Después de las fuertes críticas de Cristina Kirchner, Martín Guzmán abandonó su cargo como ministro de Economía y dejó al país en una dramática situación macroeconómica. Bajo su administración, no pudieron concretarse casi ninguno de los objetivos propuestos para “tranquilizar” la economía argentina.

Luego de 30 meses de gestión al frente del Palacio de Hacienda, el ahora ex ministro de Economía, deja una economía estancada, y atravesando una grave crisis cambiaria, un déficit explosivo y una inflación desatada, que amenaza con llegar a los tres dígitos en algunos meses.

Inflación, salarios reales y crecimiento

Al momento de asumir como ministro de Economía, Guzmán recibió un nivel de inflación interanual del 53,8% en diciembre de 2019 y dejó el cargo con una inflación en torno al 63% en junio de 2022, siendo este último dato la estimación promedio de las consultoras privadas para ese mes.

El último dato relevado por el INDEC, correspondiente a mayo, registra una inflación interanual superior al 60%. Además, el Ministro abandonó el cargo con una drástica disparada de las expectativas inflacionarias, actualmente superan el 80% interanual para fin de año.

Muy lejos de tranquilizarse, la volatilidad de la economía argentina no hizo más que aumentar a lo largo de la administración de Martín Guzmán con la sola excepción de 2020. Durante este año, la instrumentación de la cuarentena provocó un salto extraordinario, coyuntural y meramente temporal de la demanda de dinero, y fue este efecto (y no la acción del Ministro) el responsable de la baja de la inflación en ese año.

En un contexto inflacionario, el estancamiento de la actividad económica dio lugar formalmente a la estanflación. Entre diciembre de 2019 y abril de 2020 la actividad mensual subió un 6%, y ajustando por el incremento poblacional la cifra cae a sólo 3,85%.

El crecimiento se vio completamente paralizado a partir de febrero de 2022: el nivel de actividad acumuló una leve caída del 0,14% y el ingreso por habitante disminuyó un 0,25% según el EMAE del INDEC. Para mayo y junio de 2022 las consultoras privadas estiman una profundización de un proceso recesivo, competente a la gestión Guzmán, pero los datos aún no están disponibles en el relevamiento oficial del INDEC.  

El estallido inflacionario impactó directamente en el nivel de los salarios reales. Entre diciembre de 2019 y abril de 2022 el salario real se desplomó un 2,5%, algo que resulta especialmente dramático si se considera que el poder adquisitivo de los salarios venía cayendo de forma casi ininterrumpida desde 2018.

Al término de la gestión del ministro Guzmán, el salario real de Argentina cayó al mismo nivel que tenía en diciembre de 2003, y el dato para abril de 2022 (el último anunciado por el INDEC) fue un 16,4% inferior al nivel de salario real que había en diciembre de 2001. Estas cifras permiten tomar noción del bajo nivel de los salarios durante la administración de Fernández y Guzmán.

Deuda pública, tipo de cambio y finanzas públicas

Desde el inicio de su gestión, uno de los principales focos de acción de Guzmán fue el tratamiento de la deuda externa, a tal punto que llegó a ser apodado como “el Ministro de la deuda externa”.

Para diciembre de 2019 Guzmán heredaba un índice de Riesgo País sobre la deuda externa ascendía a los 1.748 puntos básicos, después del salto por el resultado de las PASO en agosto de ese mismo año.  

La prima de riesgo se disparó hasta los 3.708 puntos básicos en marzo de 2020 (antes de la pandemia), y a partir de un lento y tortuoso canje de deuda fue posible bajar el índice hasta 1320 puntos en septiembre de 2020. Pero al término de la gestión Guzmán, el indicador marcó un récord de 2.374 puntos en la última semana de junio, por lo que no hubo ninguna mejora neta.

El financiamiento por deuda externa fue reemplazado por la toma de deuda interna hasta niveles inconmensurables. Pero para junio de 2022, el mecanismo de Guzmán enfrentó una fuerte corrida contra los bonos colocados.

La gestión de Guzmán comenzó con un dólar a $60 en la paridad legal (dentro del control de cambios). Para el momento de su renuncia, el dólar oficial cerró a $130 (una devaluación del 216%) y el dólar paralelo trepó hasta los $239. El dólar CCL llegó incluso a los $252 al término del mes de junio.

La fuerte devaluación en el mercado oficial no fue suficiente para compensar el nivel general de precios, y el tipo de cambio real legal cayó al nivel más bajo desde el segundo semestre de 2017. El “dólar competitivo”, aclamado en diciembre de 2019, no fue mantenido por la gestión Guzmán.

En el plano fiscal, el exministro de Economía no revirtió el efecto de la pandemia de 2020 y desarticuló el equilibrio primario heredado de 2019. El déficit fiscal primario subió del 0,44% del PBI en diciembre de 2019 hasta el 3,3% en mayo de 2022. En el mismo período, el resultado financiero saltó del 3,76% del PBI al 4,8%. A diferencia de países como Brasil, Argentina jamás recuperó el sendero fiscal previo a la pandemia. 

Déficit fiscal federal de Argentina entre 2019 y 2022.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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