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Economía

Se arrepienten de la corrida: Caen los mercados en el Reino Unido tras la renuncia de Truss y la posible llegada de la izquierda al poder

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La renuncia de Truss en tiempo récord provocó una fuerte retracción en el mercado de bonos, los intereses de la deuda pública alcanzaron su valor más alto desde 1997 y la libra esterlina vuelve a enfrentar una devaluación. 

A pesar de la reacción adversa de los mercados al programa económico inicial de Liz Truss, su prematura renuncia tampoco ayudó a llevar tranquilidad a la economía, y la inestabilidad política rápidamente se transformó en inestabilidad económica

Las mismas fuerzas económicas que iniciaron la corrida cuando el ahora ex ministro de Economía, Kwasi Kwerteng anunció una fuerte reducción de impuestos sin un ajuste fiscal, ahora entran en pánico ante la posibilidad que tome las riendas de Downing Street el sector más progresista del Partido Conservador, contrario a la austeridad económica.

Luego de cuatro días en donde los bonos del Reino Unido gozaban de una cierta revalorización, junto con una caída de sus rendimientos del orden del 8%, a partir del día jueves cuando la premier anunció su salida, la tendencia volvió a revertirse y los intereses de la deuda pública volvieron a aumentar

Solamente en septiembre el Gobierno conservador debió hacer frente al pago de intereses por 7.700 millones de libras, el valor más elevado del que se tenga algún registro desde la serie de datos comenzada en 1997. 

Los mercados se ven más reacios a refinanciar al Gobierno británico debido a las expectativas por un mayor déficit fiscal, y el alza inflacionaria que licúa el valor real de los rendimientos de los bonos y exige mayores tasas de interés como compensación. 

La crisis política obstaculiza las necesarias señales en favor de la disciplina fiscal y la corrección de los desequilibrios heredados por la pandemia. El déficit fiscal acumulado de 12 meses bajó al 2,05% del PBI en agosto, pero aún representa casi el doble del desequilibrio que había antes de la pandemia

El resultado financiero total del Reino Unido se encuentra en niveles modestos y se llevó a cabo una corrección de más de 5 puntos porcentuales con respecto a marzo del año pasado, pero aún no se garantiza un sendero equilibrado para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública. 

Déficit financiero total del Reino Unido desde 1997.

Además, la crisis política en el Partido Conservador revive la posibilidad de un triunfo laborista en las elecciones del 2023, tras el desgaste político de los tories que llevan 12 años en el poder. La posible llegada de Keir Stramer al poder en diciembre del año que viene tampoco inspira confianza en los mercados, ya que las últimas experiencias socialistas en el país abandonaron la responsabilidad fiscal. 

La moneda británica, así como la de las principales monedas del mundo, sufre del despilfarro de la clase política durante la pandema. La inflación alcanzó el 8,81% interanual al término del mes de agosto, y la libra esterlina registró una fuerte caída diaria del 1% tan pronto como se anunció oficialmente la renuncia de Liz Truss al frente del poder ejecutivo. 

La economía real también se vio afectada por el shock de expectativas. El consumo minorista tuvo una caída de hasta el 1,4% en el mes de septiembre, y es el segundo mes consecutivo en que el Reino Unido registra una retracción sobre esta partida. La actividad económica paralizó su crecimiento a partir de mayo y acumula una caída del 0,9% desde junio, según la proxy mensual del PBI que elabora la Oficina de Estadísticas Nacionales del país.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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