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Economía

Tras reelegir pactando con el independentismo catalán, Pedro Sánchez anuncia un impuestazo sin precedentes en España

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El Gobierno socialista no dudó en avasallar las instituciones para retener el poder. Manteniendo el Gobierno en complicidad con el terrorismo y el independentismo, Sánchez anunció la suba de 15 impuestos adicionales a los 54 que ya subió desde 2019.

El presidente socialista Pedro Sánchez logró mantenerse en el poder por 4 años más luego de pactar gobernabilidad con grupos terroristas y partidos vinculados al independentismo catalán y vasco.

Este miércoles, en su inauguración, el líder de izquierda anunció un impuestazo "con perspectiva social" que implica 15 medidas fiscales para subir los impuestos, que se suman a las 54 que ya aprobó desde el año 2019.

La economía española pierde dinamismo con respecto al crecimiento del promedio de la Unión Europea, y está a medio camino de convertirse en uno de los principales infiernos fiscales del bloque. 

Los primeros aumentos se deben a la modificación del Impuesto sobre la Renta (IRPF). El Gobierno propone aumentar la tasa del 26% al 27% sobre las ganancias de capital por sobre un importe de más de 200.000 euros anuales, y establecer una tasa máxima del 28% sobre las ganancias de más de 300.000 euros anuales.

Se propone, además, elevar la cuña fiscal efectiva sobre el IRPF autonómico, limitando las deducciones vigentes y retrasando el valor real del mínimo no imponible al no ajustarlo debidamente por la inflación acumulada de los últimos años. La cuota de los empleados autónomos no dejó de aumentar desde 2019, muy alejado del discurso de Sánchez alegando gravar únicamente a los “ricos”.

El Gobierno prepara una nueva modificación sobre el impuesto de Sociedades para limitar las compensaciones legales por la percepción de pérdidas. Se propone adoptar el impuesto mínimo corporativo con una tasa del 15%, a fin de poder tributar a las empresas incluso cuando sus resultados dieran pérdidas en algún trimestre. Este impuesto se aplica a los ingresos contables, y no a las ganancias propiamente dichas.

La reforma tributaria del socialismo español propone una mayor generalización del Impuesto al Valor Agregado (IVA), por ejemplo eliminando exenciones sobre alimentos y productos de primera necesidad, tarifas de electricidad, tarifas de gas, o por las ventas de productos vinculados a la salud. Todo esto, que hasta ahora no estaba gravado por el impuesto, podría tener una alícuota que va del 4% al 21% dependiendo del producto o servicio.

Se incrementará también la recaudación fiscal por los llamados “impuestos especiales”. El gravámen especial aplicado a la electricidad aumentará del 0,5% al 5,11% entre 2024 y 2025, mientras que se ratificó la continuidad del impuesto a los plásticos de un solo uso (que entró en vigencia a partir de este año).

Se ratificó la continuidad del Impuesto “Temporal” de Solidaridad a las Grandes Fortunas, el cual grava exactamente la misma base imponible que el impuesto al Patrimonio (muy similar al impuesto a la Riqueza que lanzó el kirchnerismo en Argentina). Se trata de un gravámen que establece una alícuota máxima del 3,5% sobre los patrimonios alcanzados en la escala superior.

El objetivo de estas medidas es incrementar drásticamente la recaudación consolidada del Gobierno español, para así cerrar la brecha fiscal que actualmente supera el 4,3% del PBI según las últimas estimaciones del Banco Central Europeo (BCE). El ajuste recaerá sobre los españoles, y no sobre el Estado.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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