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Brasil

“MINIfestaciones” de la izquierda brasileña exponen a las encuestas falsas

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Ya van dos manifestaciones de la izquierda brasileña que fracasan en convocar suficiente gente para llenar la emblemática Avenida Paulista, mientras las encuestadoras de izquierda dicen que Lula tiene el máximo apoyo de la historia.

Las manifestaciones en contra de Bolsonaro realizadas este sábado 2 en algunas capitales del país, demostraron el fracaso de la izquierda en Brasil y expusieron la falsedad de los datos compartidos por las encuestadoras y los medios locales sobre las elecciones del año que viene.

El evento fue realizado por sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda, y contó con la presencia de figuras como Ciro Gomes (PDT), Guilherme Boulos (PSOL) y Fernando Haddad (PT). Aún así, no pudieron tener la convocatoria que esperaban.

Desde la histórica marcha que se realizó en todo el país el 7 de septiembre en apoyo al mandatario brasileño y por la libertad de expresión, los medios han trabajado fuertemente para ocultar el número de participantes y así mantener la narrativa de una derrota bolsonarista. Lo mismo han intentado hacer desde algunos poderes del Estado acusando al gobierno federal de financiar las manifestaciones de la derecha. 

El juez del Tribunal Superior Electoral (TSE), Luis Felipe Salomão, abrió una investigación para averiguar si hubo pagos por transporte o alojamiento para los manifestantes y para identificar a los organizadores del evento. Por otro lado, también se está averiguando si hubo propaganda electoral anticipada por parte del Presidente.

Ya los partidos políticos y movimientos de izquierda decidieron realizar dos marchas en contra de Bolsonaro con el fin de constatar el “descontento social” hacia la figura del mandatario. La primera, realizada el 12 de septiembre, fue convocada por la “nueva izquierda” compuesta por movimientos como el MBL y el Vem pra rua, y por partidos “liberales” como el NOVO y el PSDB.

La segunda, que fue la que se realizó este sábado, fue convocada por la “izquierda tradicional” compuesta por movimientos como el MST, agrupaciones sindicales como la CUT, y partidos como el PT, el PCdoB y el PSOL

A pesar de los excesivos gastos con publicidad, banderas, globos y alquileres de autos de sonido -uno de ellos alquilado por R$100 mil, según lo informado por el diario Estado de S. Paulo-; las dos convocatorias resultaron en un fracaso total. 

Según los datos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de São Paulo (SSP-SP), apenas 6 mil personas comparecieron a la primera manifestación realizada en la Avenida Paulista y otras 8 mil a la segunda. Ambos números muy lejanos a las 1,5 millones de personas que estuvieron presentes en el acto pro Bolsonaro del día 7 en la Avenida Paulista, según los datos recopilados por los movimientos Nas Ruas, Movimento Avança Brasil, Vem para Direita y Verde Amarelo.

Sin embargo, pese a las fotos y videos publicados por los propios manifestantes y políticos de la izquierda que evidenciaron en las calles el poco apoyo al régimen anterior, los medios, incluso los de Argentina, utilizaron términos como “miles”, “multitud”, “calles llenas” para referirse a la cantidad de personas que comparecieron a la protesta contra el líder de derecha.  

Por otro lado, diez días después de la marcha a favor de Bolsonaro y cinco días después de la primera marcha en contra, los medios divulgaron una encuesta realizada por DataFolha -instituto de pesquisa del Grupo Folha al cual pertenece el diario Folha de SP, medio abiertamente opositor a Bolsonaro-, en la cual supuestamente el candidato Lula tendría el 44% de los votos mientras que Bolsonaro tendría apenas el 22% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Además, la encuesta asegura que en la segunda vuelta, Lula ganaría con el 56% y Bolsonaro perdería con el 31%, con el restante de votantes indecisos todavía.

Esta encuestadora es poco confiable. Según los datos de la misma DataFolha en las elecciones de 2018, Bolsonaro tendía apenas el 16% de los votos en la primera vuelta mientras que el PT alcanzaba más del 30%. El resultado comprobó la ineficacia de esos datos cuando Bolsonaro logró el 46,3% de los votos contra el 29,3% del candidato Fernando Haddad del PT. 

El desespero por parte de los medios de comunicación que intentan desdibujar la imagen positiva de Jair Bolsonaro con fake news, ocultamiento de datos y encuestas falsas, se hace cada vez más evidente. Ahora, sin el apoyo popular, la izquierda deberá hacer malabares para vencer al presidente en las elecciones de 2022, escenario que, según las evidencias de los últimos días, se hace cada vez más improbable.


Por Maria Laura Assis, para La Derecha Diario.

Brasil

El Congreso brasileño habilita a Lula a tener déficit fiscal: Dio media sanción a la eliminación del techo de gasto público

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Se pone fin a los lineamientos fiscales trazados por el expresidente Temer. La nueva regla fiscal propuesta por Lula sólo entraría en vigencia a partir del próximo año, por lo que para el período fiscal 2023 se espera un importante aumento del déficit.

El Gobierno de Lula da Silva logró obtener el visto bueno de la Cámara de Diputados para eliminar todos los topes legales al aumento del gasto público, con un total de 372 votos afirmativos contra 108 (principalmente la oposición bolsonarista). La agenda fiscal del socialismo brasileño avanza sin reparos.

De esta manera, se pone fin a la regla fiscal que había trazado Michel Temer en 2016 y aplicada a rajatabla durante la administración de Jair Bolsonaro hasta 2022. Esta normativa indicaba que el gasto público solo podía ser actualizado por inflación, pero no aumentado por sobre el techo de gastos, con el objetivo de garantizar la responsabilidad fiscal.

El proyecto de Lula propone una regla fiscal alternativa: atar el aumento del gasto público a un tope del 70% de la suba nominal de la recaudación fiscal del año anterior. Esta regla no garantiza la disciplina fiscal, y permitirá que Brasil vuelva a tener déficit fiscal después de que Bolsonaro lo eliminara en su mandato.

Pero lo realmente preocupa a la oposición es que la regla fiscal que propone Lula sólo entraría en vigencia a partir del período fiscal 2024, por lo que durante este año prácticamente no habrá ninguna regla fiscal establecida, generando una fuerte presión sobre el equilibrio de las finanzas públicas.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el Gobierno de Brasil perderá el superávit primario heredado de Bolsonaro y registrará un saldo deficitario del 1,95% del PBI para 2023. Asimismo, el resultado financiero incluyendo la factura de intereses marcará un brutal déficit del 8,8% del PBI, el más drástico desde el año 2016 sin contabilizar el shock que generó la pandemia.

El gasto público del Gobierno federal aumentaría del 43,3% del PBI al 44,65% según las previsión del FMI, todo esto a partir de las nuevas erogaciones en programas sociales y subsidios. Pero pese a los impuestos especiales sobre las exportaciones petroleras, la recaudación tributaria retrocedería del 38,7% al 35,9% del PBI en 2023.

Finanzas públicas de Brasil entre 1996 y 2023.

Los mercados reaccionaron negativamente ante la incertidumbre fiscal. La Bolsa de Sao Paulo se desplomó casi un 1% en las primeras horas del miércoles pasado (horas después de la votación en el Congreso), y esta semana inició con una caída del 0,52% hasta los 10.333 puntos.

La idea de un Gobierno “moderado y centrista” fue descartada, y todo indica que Lula no hará más que profundizar los lineamientos de las últimas administraciones del PT, con principios muy alejados a los que se vislumbraban en los primeros años de la década del 2000.

El oficialismo apunta contra la independencia del Banco Central, ya no cree en el superávit fiscal como herramienta de estabilización, se muestra favorable a impuestos extremadamente distorsivos como las retenciones de exportación, y busca dar marcha atrás con la flexibilización de la legislación laboral.

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Brasil

Cumbre de líderes comunistas en Brasil: Lula relanza la Unasur junto al dictador venezolano Nicolás Maduro

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También recibió al dictador boliviano Luis Arce y a los presidentes Gabriel Boric, Gustavo Petro, Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou.

El presidente de Brasil, Lula da Silva, blanqueó finalmente su estrategia para reincorporar al régimen chavista a las instituciones sudamericanas, invitando al dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, a Brasilia para participar de la “Unasur versión 2”, como dijo la Cancillería.

De esta manera, Lula levantó la prohibición que pesaba sobre el sanguinario dictador chavista que impedía su ingreso a Brasil, impuesta en 2019 por el ex presidente Jair Brasileño. Además, ordenó a la Policía Federal no arrestar a Maduro según correspondería dado que pesa sobre él una orden de arresto de la Interpol.

Venezuela siempre ha sido un socio excepcional para Brasil. Pero debido a las contingencias políticas y a los equívocos, el presidente Maduro pasó ocho años sin venir a Brasil“, dijo Lula en una conferencia de prensa después de una reunión en el Palacio del Planalto, sede de la presidencia.

“Es el inicio del regreso de Maduro al plano regional, y el encuentro con los demás líderes será la vuelta de la integración de América del Sur”, añadió Lula, definiendo el momento de “histórico“.

En el relanzamiento de la Unasur, un organismo de integración latinoamericano fundado por el propio Lula da Silva y el ex dictador difunto Hugo Chávez en el año 2008, también participaron otros mandatarios de la región.

Estuvo presente el también dictador Luis Arce, quien en los últimos dos años ha instaurado un sistema de represión en Bolivia peor que el que actualmente existe en Venezuela, arrestando a toda la oposición, tanto política como cívica, y censurando a los golpes a la oposición en el Poder Legislativo.

Lula también contó con la presencia de Alberto Fernández, presidente de Argentina; de Gustavo Petro, presidente de Colombia; de Gabriel Boric, presidente de Chile; y de Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, quien a pesar de su retórica en contra de aceptar a Maduro en la comunidad interamericana, ha cedido en su postura, probablemente por influencia de Estados Unidos.

El gobierno de Joe Biden ha estado negociando con el régimen de Maduro para permitir que vuelva a ingresar a los organismos regionales además de levantar algunas sanciones a cambio de que el dictador comunista permita la extracción de empresas estadounidenses de sus pozos petroleros.

Esta fue una solución “de emergencia” para aumentar la cantidad de petróleo en Occidente luego de que Rusia cortara el suministro a Europa y Estados Unidos por la guerra en Ucrania.

Desde el comienzo de su mandato a principios de este año, Lula llevó adelante políticas de acercamiento con Venezuela. Uno de los puntos más importantes de esta aproximación se dio con el viaje de su asesor Celso Amorim a Caracas, donde se reunió con altos dirigentes del chavismo para tratar la reapertura de embajadas.

Los entonces presidentes Mauricio Macri (Argentina), Sebastián Piñera (Chile), Jair Bolsonaro (Brasil), Jeanine Añez (Bolivia) y el propio Lacalle Pou (Uruguay) se habían sumado entre 2019 y 2020 al intento del ex presidente estadounidense Donald Trump de presionar a Maduro para forzar su salida del poder en Venezuela y su reemplazo por el entonces opositor Juan Guaidó.

Ahora, los vientos han cambiado en el continente americano, y Lula aprovechó la situación para sacar a relucir su amor por el castrochavismo. “¿Cómo un continente que consiguió ejercer la democracia de forma tan plena como cuando creó la Unión Europea, podía aceptar la idea de que un impostor fuese presidente, solo porque no les gustaba el presidente que fue electo?“, se preguntó el mandatario brasileño.

Es inexplicable que un país tenga 900 sanciones porque a otro país no le gusta. Creo que está en tus manos, compañero Maduro, construir tu narrativa y darle la vuelta a este juego para que Venezuela vuelva a ser un pueblo soberano, donde solo su pueblo, a través del voto libre, diga quién va a dirigir el país“, aseguró en un insólito comentario donde ignora la brutal represión a la democracia en el país caribeño.

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Brasil

Toda de Lula: Tras una fuerte baja con Bolsonaro, el desempleo en Brasil aumentó al 8,8% en el primer trimestre del año

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Se produjo un salto de más de un punto porcentual con respecto a diciembre del año pasado. El Gobierno de Lula confirmó que buscará revertir la reforma laboral de Bolsonaro y replicar la fallida experiencia de Pedro Sánchez en España.

La Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares de Brasil confirmó que la tasa de desocupación correspondiente al primer trimestre de 2023 escaló al 8,8% de la población activa, una cifra divulgada oficialmente por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).

Si bien en los primeros tres meses del año se espera siempre un alza en la desocupación por factores meramente estacionales que responden a la actividad, lo cierto es que superó los umbrales esperados. Asimismo, el desempleo al cierre de marzo aumentó con respecto al 7,9% heredado por la administración de Jair Bolsonaro, y también con respecto al 8,7% observado durante el tercer trimestre del año pasado.

El porcentaje de varones sin trabajo aumentó del 6,5% al 7,2% entre diciembre de 2022 y marzo de este año, mientras que en el segmento de las mujeres el umbral fue más alto y escaló del 9,8% al 10,8% en el mismo período. Para el segmento etario de entre 18 y 24 años (el empleo joven) se observó un fuerte salto del 16,4% al 18% tras el cambio de Gobierno.

La ralentización de la actividad económica durante el mes de enero jugó un rol preponderante para el deterioro del mercado laboral, aunque en febrero se registró un importante rebote. La tasa de desocupación desestacionalizada (sin efecto coyuntural propio del primer trimestre) fue del 8,42% en marzo de 2023, habiéndose prácticamente estancado con respecto al 8,41% registrado en diciembre del año pasado.

Si bien el desempleo sigue en los niveles más bajos desde agosto de 2015, el dinamismo con el cual se reducía parece haberse detenido. El Gobierno de Lula da Silva pretende avanzar con sus promesas de campaña y anunció un período de entre 3 y 6 meses para negociar una nueva reforma laboral.

Cabe señalar que el avance con la desregulación laboral llevada a cabo por Jair Bolsonaro se consiguió rebajar la desocupación desde el 12,7% en septiembre de 2021, y bajo la legislación anterior (la que estaba vigente durante la administración de Dilma Rousseff) el desempleo se disparó hasta el 13,3% en marzo de 2017, la cifra más extrema en 17 años por aquel entonces. 

Si bien la intención oficialista original era simplemente desmantelar todas las reformas de Bolsonaro, la débil posición política del Gobierno en el Parlamento hace que se busque negociar una reforma “a la española”, imitando la fallida experiencia impulsada por Pedro Sánchez.

Se pretende llevar a cabo una reforma similar a la de Sánchez, operando sobre las cláusulas de ultraactividad, una mayor presencia de las negociaciones colectivas centralizadas, y limitar parcialmente las modalidades de trabajo flexibles creadas con la reforma anterior.

Este tipo de reformas provocaron que España pierda completamente su capacidad para reducir el desempleo, que se estabilizó en el 12,8% para marzo de 2023 y permanece muy por encima del que tenía antes de la crisis internacional de 2008 a pesar de haber recuperado el mismo nivel de actividad. El fracaso en el mercado laboral español contrasta con otras experiencias exitosas en Grecia e Italia, ambos países que también sufrieron importantes turbulencias en materia de actividad y recesión.

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