
Murieron más de 600 vacas en Tabasco por bacterias en pollinaza
Productores ganaderos de Huimanguillo sufrieron la pérdida de más de 600 reses por consumo de pollinaza contaminada.
Pollinaza contaminada mató a cientos de vacas en Tabasco y dejó pérdidas millonarias
Más de 600 vacas murieron tras consumir pollinaza contaminada con bacterias, un alimento utilizado por productores para reducir costos.
La tragedia ocurrió en Huimanguillo, afectando a 40 productores de al menos 15 comunidades rurales.

Cada res puede costar hasta 40 mil pesos, lo que representa pérdidas económicas que superan los 24 millones de pesos solo en ganado.
Y eso sin contar las consecuencias indirectas: caída en la producción de leche, desempleo y afectaciones a cientos de familias.

Campos convertidos en cementerios: los animales murieron entre espasmos y salivación
Las vacas presentaron síntomas como salivación excesiva, espasmos musculares y debilidad repentina.
Algunas murieron en minutos, otras agonizaron durante días antes de colapsar en los campos.
Los productores quedaron rebasados. Sin recursos para contratar maquinaria, dejaron los cadáveres apilados en los ranchos, expuestos al sol, generando un riesgo sanitario.
Los antídotos, según los mismos ganaderos, no llegaron a tiempo o no estaban disponibles en las clínicas veterinarias de la región.
La negligencia estatal: las autoridades supieron tarde, actuaron peor
El gobernador de Tabasco, Javier May Rodríguez, apareció días después, pidiendo a los ganaderos “evitar el uso de pollinaza”.
Un consejo que llegó cuando ya había más de medio millar de animales muertos.
La Dirección de Sanidad Animal prometió apoyo técnico, pero los afectados aseguran que no hubo acompañamiento real ni soluciones concretas.
El desastre pudo evitarse con una regulación básica del uso de la pollinaza, un subproducto barato pero peligroso si no se trata adecuadamente.
Pollinaza: la bomba de tiempo que el gobierno permitió
Aunque el uso de pollinaza está permitido como alimento alternativo, no existe control sanitario real sobre su manejo. El Estado ha ignorado durante años los riesgos de esta práctica extendida en zonas rurales. Lo que parecía una solución económica, se convirtió en una amenaza letal.
Miles de productores han usado este residuo avícola como estrategia para resistir el alto costo del alimento comercial. No lo hicieron por gusto, sino por necesidad. En ausencia de apoyo, los rancheros han tenido que improvisar para no quebrar.
Pero la improvisación sin regulación ya cobró factura. Más de 600 vacas murieron en Huimanguillo, dejando decenas de familias devastadas y ranchos completamente perdidos. Las pérdidas rebasan lo económico: arrasaron con el sustento de comunidades enteras.
El gobierno, como siempre, llegó tarde. Las autoridades ni previnieron ni actuaron a tiempo, y ahora culpan al productor. Pero los únicos responsables de este desastre son quienes permitieron que la pollinaza circulara sin reglas.
Huimanguillo no fue un accidente, fue consecuencia directa de la inacción estatal. Y aunque las víctimas no sean humanas, el golpe al campo es brutal. El Estado mexicano sigue tratando a los productores como si fueran prescindibles.
Mientras presumen discursos de apoyo al agro, la realidad los desmiente todos los días. El campo sigue solo, desprotegido y abandonado, sobreviviendo a punta de mañas, rezos y resistencia. El apoyo real nunca llega.
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