Carta de Lectores
Consenso básicos para cambiar la Argentina
#CartaDeLectores. Juan Carlos Neves, presidente de Nueva Unión Ciudadana y coordinador general de ENCENDER, propone las coincidencias básicas que deben unir a los argentinos si desean vivir en una sociedad más libre y más justa.
Juan Carlos Neves es veterano de la Guerra de Malvinas, presidente del partido Nueva Unión Ciudadana, coordinador general de ENCENDER (Encuentro de Centro Derecha).
Existen muchos temas de debate en el seno de las sociedades, pero hay algunas cuestiones en las que la coincidencia parece tan obvia que quedamos atónitos al comprobar, al menos en nuestra querida y sufrida Argentina, que esos consensos básicos se ponen en duda.
Hablemos en primer lugar del mandato bíblico que dice “ganarás el pan con el sudor de tu frente,” lo que implica en tiempos actuales algo tan simple como que hay ejercer el derecho a trabajar y valerse de sus frutos para proveerse de los bienes y servicios necesarios para la vida.
Pese a la aparente inmutabilidad de este aserto, su vigencia se ve cuestionada por la existencia de masas de habitantes del país que son mantenidos por el Estado mediante la asignación de fondos sin contraprestación alguna. Esta situación asombrosa parece tener un fundamento legal, al asumirse que el Estado tiene la obligación de mantener a quien no trabaja, aunque ni siquiera lo intente, y a que los receptores de tal beneficio consideran que se trata de un derecho inalienable por el solo hecho de habitar en el territorio argentino.
Por descabellado que parezca, hay filósofos, sindicalistas, políticos y religiosos, en distintas partes del mundo, que defienden la existencia de una Renta Básica Universal que deberían recibir todos los habitantes de un país sin condiciones ni contraprestaciones. La justificación de este beneficio se apoya en razones de justicia, de distribución equitativa de la renta, de compensación por la imposibilidad de acceder al trabajo ante la competencia de las máquinas, y en otras razones que son muy propias de sociedades opulentas que llevan hasta los límites el concepto del Estado de Bienestar. Pero más allá de la pérdida de dignidad y de incentivos para el individuo mantenido por el Estado, cualquiera de estas teorías debe cumplir un presupuesto básico: el Estado debe estar en condiciones de poder hacerlo. Y no solo de poder hacerlo en un momento feliz de su historia, en que la combinación de riqueza y carga impositiva habiliten temporalmente esta situación, sino que debe ser sustentable, pues una vez que un derecho se consagra, las consecuencias de pretender volver atrás son generalmente trágicas.
La forma en que el Estado argentino subsidia a grandes masas de habitantes, cada vez más numerosas, se ha transformado en un fenómeno incontenible, que bajo los más variados nombres como la Asignación Universal por Hijo, planes Jefes y Jefas de Hogar e innumerables figuras más, ahoga la economía y transforma a sus receptores en clientes indefensos de la generosidad estatal. Pero el Estado argentino es una institución en quiebra, que se endeuda permanentemente para poder subsistir y que cae periódicamente en situaciones de default cada vez más difíciles de revertir, a medida que pierde credibilidad y confianza dentro y fuera de sus fronteras.
Sin embargo, el problema mayor de los subsidios y planes estatales no es el grave perjuicio que causan a la economía, sino la forma en que destruyen la percepción del trabajo como un bien deseable y generan la visión de que el Estado que reparte es un Estado virtuoso.
En la medida en que tener que trabajar es visto como una situación desgraciada y ser mantenido por el Estado es la condición de vida ideal, la cultura del trabajo es destruida, y procreamos generaciones de holgazanes satisfechos de su condición y convencidos de que están ejerciendo un derecho, sin sentido de culpa ni de humillación.
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Si queremos cambiar la Argentina decadente y anacrónica en que vivimos, el primero de los consensos básicos que tenemos que alcanzar, sin declamaciones grandilocuentes ni planes rimbombantes, es que todo hombre y mujer con aptitud de trabajar debe hacerlo para ganarse el propio sustento y el de las personas que dependen de ellos.
Otra cuestión que en las sociedades regidas por la sensatez no merece discusión es el reconocimiento al mérito y al esfuerzo. La naturaleza o Dios o la genética, según el esquema de creencias de cada uno, dota al individuo de distintos talentos, habilidades y capacidades. Algunos de esos talentos, tales como los artísticos, deportivos o estéticos, son generosamente recompensados por los terceros que los disfrutan y, cuando se trata de capacidades del intelecto, son capaces de producir enormes riquezas para quienes las poseen. También, los bienes de los ancestros transferidos con la figura de la herencia son capaces de brindar enormes ventajas comparativas iniciales a quienes los reciben. Pero al cabo de cierto tiempo, la voluntad y la propensión al esfuerzo ponen las cosas en su lugar y se constituyen en los verdaderos motores del triunfo, del éxito y de ese valor intangible que constituye la felicidad.
Es en las etapas iniciales de la educación y, sobre todo, de la formación del individuo, que el premio al esfuerzo se constituye en el incentivo para generar luchadores competitivos para la vida en sociedad. Por ello, la extraña teoría que invade los ambientes académicos argentinos, en que exaltar el valor del esfuerzo y el mérito de los jóvenes es visto como un agravio para quienes no se hacen acreedores al premio, promueve una fábrica de mediocridad y de desincentivos.
Los adjetivos despectivos para los que se entregan al estudio con fervor o la socialización de la entrega de símbolos tales como portar la bandera nacional, es hacer del adocenamiento virtud, y del esfuerzo causa de señalamiento culposo.
El premio al esfuerzo y el castigo a la holgazanería o el desinterés deberían ser los motores para construir generaciones de jóvenes dispuestos a ser los grandes emprendedores, los creativos, los impulsores de una sociedad justa, entendiendo por tal no aquella que reparte los bienes que producen los generadores de riqueza, sino la que impulsa a que cada uno disfrute de la riqueza que fue capaz de producir. El reconocimiento material y social al mérito y el esfuerzo son los incentivos para la superación de los individuos. El desprecio por esas cualidades implica la nivelación hacia abajo, la ruta al conformismo de la mayoría y la fuga de los más esforzados hacia lugares y sociedades en las que su trabajo sea reconocido.
El segundo gran paso para una transformación social en Argentina es reinstalar sin complejos la cultura del premio y el castigo desde las etapas tempranas de la formación personal.
Un tercer y último consenso que aspiramos que se logre en Argentina es la creación de un sistema de justicia en que se prioricen los derechos del ciudadano que cumple la ley sobre los que eligen violarla y delinquir.
Pareciera que en esto no debería haber problemas para ponernos de acuerdo. Y sin embargo, la realidad argentina nos abruma con las noticias de liberaciones de delincuentes, reincidentes y contumaces, debido a la acción concurrente de jueces y fiscales que, bajo muy particulares interpretaciones de la cuestión de los derechos humanos, dejan a los habitantes del país en situación de riesgo e indefensión.
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Estas actitudes no se limitan a situaciones circunstanciales, sino que tienen sus referentes y fundamentos teóricos tanto en el plano nacional como en el internacional. El concepto del “abolicionismo penal” promueve la eliminación del poder punitivo y quita entidad a las categorías de delito y delincuente, concibiendo los actos caracterizados como delictivos como meros conflictos entre personas, en los que no existen víctimas y victimarios. O peor aún, los delincuentes son vistos como víctimas de sistemas sociales represivos, por lo que su acción contra las víctimas del delito sería una suerte de comprensible y justificable reacción.
Si bien estas teorías se repiten solo en voz baja en los círculos académicos, nuestra sociedad está invadida por una cultura perversa que tiende a empatizar con los delincuentes y a denigrar el accionar policial. Los medios de comunicación se muestran siempre proclives a caracterizar a los policías como represores y a poner una mirada acusatoria sobre cada ciudadano que, en ejercicio de la legítima defensa, logra poner fuera de combate a un delincuente que atentó contra su persona o sus bienes. Desde la política se ha operado y legislado para que los agentes del orden sean desprovistos de sus armas, limitados en los recursos para perseguir al delito, desautorizados y desconsiderados cuando son ellos mismos víctimas del accionar criminal.
Si las teorías abolicionistas son criticables en los países con muy baja criminalidad en los que han surgido, en territorios azotados por el delito como Argentina son simplemente suicidas. Desde la caracterización de “jóvenes idealistas” asignada a los terroristas que asolaron el país en los años setenta, la inversión de roles entre víctimas y victimarios se constituyó en una deformación intelectual y cultural de distintas corrientes políticas en la Argentina. Los delincuentes no deben ser vistos como émulos del personaje de Robin Hood, de quien se decía que robaba a los ricos para compensar a los pobres, sino como lo que realmente son: individuos antisociales que matan, roban, secuestran, violan y estafan para vivir sin hacer el esfuerzo de trabajar, estudiar y enfrentar con dignidad los avatares cotidianos.
La justicia y el derecho deben servir para defender a quienes cumplen la ley, sin excusas ni vergüenza de ejercer la fuerza en forma dura, firme y legal.
Para comenzar un cambio de fondo en la Argentina, necesitamos al menos ponernos de acuerdo en ciertas cuestiones básicas, y trasmitirlas a nuestros jóvenes en todas las instancias académicas y al resto de la sociedad en todos los mensajes institucionales. Empecemos por consolidar la cultura del trabajo, jerarquizar el modelo de premios y castigos, y priorizar los derechos de los ciudadanos que cumplen la ley por sobre los que eligen violarla y delinquir.
Parece poco, pero al menos afirmemos esos consensos básicos para poder vivir en una sociedad más digna y organizada.
Carta de Lectores
Un freno a la cubanización de Argentina
#CartaDeLectores. Rodrigo Di Giannantonio nos trae una reflexión a título personal, a lo largo de una reseña histórica, del accionar de las Fuerzas Armadas durante el Proceso de Reorganización Militar.
Carta enviada por Rodrigo Di Giannantonio, para el 24 de Marzo de 2020.
“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera” Alexander Pope (1688-1744).
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Corría el año 1970 y el país era gobernado por un gobierno militar. Comienza aquí el nacimiento de las dos organizaciones mencionadas, que a fin de acabar con el gobierno militar comenzaron a reclutar gente, recibiendo apoyo financiero soviético y entrenamiento táctico cubano. Logrando un gran shock a nivel local e internacional, Montoneros perpetúa el secuestro y posterior asesinato del ex-presidente Aramburu. Por su parte el ERP, con una impronta trotskista mucho más ortodoxa y extremista planteó la guerra revolucionaria en el país con la intención de ganar la Argentina rural, instalándose en la provincia de Tucumán.
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Lastiri, el elegido de Perón, es nombrado como sucesor presidencial provisional hasta tanto se llamase nuevamente a elecciones. Seguidamente, Perón se presenta a elecciones junto con quien por entonces era su esposa, María Estela Martínez, a quién el General había conocido en un burdel de Panamá al ser ella la bailarina del lugar, con “Isabel” como su nombre artístico. Perón arrasa en las urnas y es proclamado Presidente de la Nación.
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López Rega e Isabel carecían del liderazgo necesario para encausar el país. La economía se destrozaba y se acercaba una hiperinflación. Los negocios estaban parados y la riqueza del país disminuía día a día, hora tras hora.
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Ya en el poder, el Teniente General Jorge Rafael Videla libra batalla contra el marxismo en todos los frentes. No es de interés para este artículo de opinión hablar de las medidas no-bélicas del mencionado gobierno militar, como las económicas o sociales. Es que, no salen más que críticas desde mi persona hacia las mismas.
Carta de Lectores
El espejismo de la “igualdad”: la mediocre satisfacción del fracaso colectivo
#CartaDeLectores. Dennys Caldera Boka, comunicador social y docente venezolano, se radicó en Argentina en 2012 escapando del socialismo chavista. Tras casi una década en el país advierte a los argentinos de lo cerca que están de caer en el mismo espejismo de la “igualdad”.
Dennys Caldera Boka, 41 años, comunicador social, docente e investigador, nacido en Venezuela y residiendo en Argentina desde 2012.
“Toda sociedad que priorice a la igualdad por sobre la libertad, no merece ninguna de ellas y terminará perdiendo ambas.” – Milton Friedman
Es un día cualquiera en Peronia, un “mundo paralelo” donde las cosas funcionan de manera muy diferente al resto de los mundos, a excepción de Chavezuela, mi mundo de origen y primo-hermano de Peronia, de donde partí hace poco más de ocho años para llegar aquí.
Las cosas siguen una lógica bastante particular en Peronia: el éxito es una palabra tabú, extrañamente estigmatizada por quienes creen que “denigra” a los menos afortunados. El deseo de superación es visto con sumo recelo, ya que aparentemente es señal de una inconformidad malsana. Es inevitable sentir el famoso deja vú; es que en Chavezuela ya respiraba el mismo aire, denso y pesado, cargado de culpa por querer ser un poco mejor cada día.
El mérito cada vez importa menos aquí. Aspirar a más y hacer un esfuerzo para obtener aquello que se anhela es síntoma de avaricia y mirado con recelo por los demás.
La sana competencia es tóxica en Peronia, así que solo “participar” es suficiente. Si llegaste en primer lugar, o fuiste el último, no hay diferencia (salvo en el fútbol, donde irónicamente la jerarquía sí es venerada). El trabajo duro paradójicamente termina jugando en contra, ya que, por cosas de la vida, quien menos esfuerzo hace parece terminar recogiendo los frutos.
Ser productivo es un concepto poco discutido en Peronia, excepto para criticar a quien lo sea y quitarle lo más posible, para redistribuirlo de manera “equitativa” entre todos aquellos que, por diversas razones, no produjeron en la misma medida. Ya lo había visto en Chavezuela, donde al grito de “¡exprópiese!”, se le “sustraía” al que tenía “demasiado” por “el bien común” (que comúnmente no hace ningún bien).
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Por algún misterio del universo, la legítima defensa ante la agresión criminal es considerada “inhumana” en Peronia. Es usual escuchar el calificativo “fascista”, palabra que se usa temerariamente para describir -con tinte despectivo- a todo aquel que pida mano dura para los delincuentes. Los derechos humanos, sorpresivamente, han perdido la “humanidad”. Así como en Chavezuela, donde por razones que escapan al sentido común, la honradez es un lujo de oligarcas, y delinquir es una necesidad de las pobres víctimas de la injusticia social que, por raro que parezca tras por lo menos 2 décadas de justicia social, nunca parece disminuir.
El lenguaje ha sufrido extrañas variaciones en Peronia, tendiendo a lo que muchos llaman la inclusividad. El simple hecho de no adherir al nuevo léxico y preservar el uso del vocabulario tradicional ahora es considerado discurso de odio, y oponerse a tal aseveración es discriminativo para con las minorías oprimidas que, a la luz de lo que se ve, hoy poseen más visibilidad y aceptación que nunca.
Y así en Peronia el concepto de libertad se ha erosionado con el tiempo, y ha quedado a la sombra de una de sus consecuencias lógicas: la desigualdad.
En otros mundos, donde la sensatez es de uso corriente, ser diferentes no representa un problema. Evidentemente uno no escoge donde nace, ni tampoco bajo qué circunstancias; es menester de quienes gobiernan garantizar la única igualdad que les compete: la igualdad ante la ley. La igualdad de oportunidades es una ilusión, por el mismo hecho de que no todos arrancamos desde el mismo punto de partida. Pavimentar el camino para que sea menos complicado de transitar para los menos privilegiados, es un objetivo más noble y accesible.
Sin embargo, la peor utopía de todas es la igualdad de resultados. Esa es la dictadura invisible que rige en Peronia; esa que va minando la iniciativa, el esfuerzo, la creatividad, el entusiasmo y el talento de todos aquellos que desean realizarse y vivir su vida en sus propios términos; esa que aniquiló a Chavezuela hace unos años, despojándola perversamente del esplendor que alguna vez llegó a tener. Es esa dictadura que hace de la mediocridad la norma, y del fracaso el único resultado aceptable.
Y es así como salí de la ya desértica y estéril Chavezuela, buscando mundos más fértiles, y aterricé con grandes esperanzas en Peronia, mundo lleno de gran riqueza, para al poco tiempo darme cuenta que, lamentablemente, estaba de nuevo frente al mismo espejismo, ese al que algunos llaman socialismo.
Carta de Lectores
¿”Científicos” negligentes, cínicos, demagogos o solo ignorantes?
#CartaDeLectores. Gabriel Álvarez nos narra como desde su profesión como agente de viajes vio venir la crisis del coronavirus cuando éste todavía estaba recluido en China, mientras que en el gobierno de Fernández estaban todavía cantando que Salud es Ministerio.
Carta enviada por Gabriel Álvarez, agente de viajes de profesión
Apenas terminada la explicación con diapositivas y la conferencia de
prensa, los memes no se hicieron esperar y las redes explotaron con la postura universitaria que tomó frente a
todos una vez más Alberto Fernández. Memes para Macri como alumno y Del Caño pidiendo
permiso para hablar con los estudiantes fueron la cargada de quienes apoyaron
todo lo que haga el gobierno incondicionalmente sin razonar por unos minutos si
el discurso oficial es tal como se expresa o hubo otra forma, más temprana, de
reaccionar y evitar la crisis económica que preocupa tanto como la salud.
La pregunto que debemos hacernos todos es, ¿quién sabía del coronavirus en enero del 2020 y
quién debería haberlo sabido?
Voy a contar mi experiencia personal
con el COVID-19 cuando todavía no era pandemia y China tomaba las primeras medidas de
aislamiento. Con esto no estoy diciendo que descubrí la pólvora; así
como tuve mi experiencia, la tuvieron miles de agentes de viajes en el
mundo y se publicó en cuanto periódico uno quisiera leer.
A mediados de enero me llega un correo
electrónico de un operador turístico importante en Europa cancelando los
servicios terrestres de los pasajeros Pérez, que tenían planeado viajar el 08 de
marzo a Pekín y recorrer el país en un itinerario de 11 días.
El motivo de la
cancelación fue algo nuevo para mí:
“Por decisión del gobierno chino de
impedir el ingreso de turistas nos vemos imposibilitados de brindar los
servicios ofreciendo cambio de destino o devolución del dinero al 100%”
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El problema era que la aerolínea seguía volando y eso me hacía dudar de la
veracidad del motivo de cancelación así que opté por reclamar a Qatar que tome
la misma medida y ese reclamo me llevó un mes, es decir, devolver los pasajes aéreos en febrero. Además, llamé a los pasajeros Pérez para
explicarles que así como decían en las noticias y en el diario, un
virus en China impedía que viajen debido a que podían volver enfermos.
Claro
que cuando uno recomienda a un cliente que no viaje no piensa en la posibilidad
de contagio sino en que esa persona no se enferme. Por eso quienes trabajamos
en la industria turística no nos sentimos obligados de avisar a ninguna
autoridad sanitaria y no somos responsables, pero, sino somos nosotros, ¿quién es el responsable de velar por la salud de los argentinos en el exterior?
Argentina tiene dos entidades que podrían haber tomado la posta. ¿En qué andaban el Ministerio de
Turismo y el Ministerio de Salud en febrero?
Supongo que quien ocupa un cargo de
ministro y tiene un presupuesto más amplio que muchas PyMEs para contratar la misma
cantidad de trabajadores privados pero llamados asesores públicos, en enero
leyeron algún diario, o alguno recibió un llamado de su agente de viajes
cancelando el viaje, o tuvieron un colega, amigo, pariente que volvía de China
y le contaba sobre el coronavirus.
Recuerden que el primer caso de aislamiento
en el país fue un médico que se aisló voluntariamente al regresar de su viaje y
que dio notas en todos los programas de noticias de televisión, eso fue en
febrero. Supongo que en el Ministerio de Salud (encima que ahora es Ministerio) trabaja gente ligada a la salud,
que algo sabe sobre salud y que pudo haber previsto, intuido, estudiado,
analizado el coronavirus y haberle prestado atención al significante nivel del
contagio que ya estaba teniendo en China, algo que yo no tenía por qué saber, pero ellos sí.
Quien trabaja en la gestión
pública tiene que saberlo porque para eso trabajan menos horas y ganan más,
para tener la cabeza más fresca en la gestión y no la cabeza quemada de
cualquier trabajador que va a una fábrica muchas horas por el sueldo del día y
convive con sus preocupaciones diarias, ¿no?. Mi pregunta es: ¿toda esa gente en esos ministerios, de que estaban trabajando en enero y febrero? Previniendo el dengue no estaban.
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Hubo una alternativa antes de la cuarentena y lo
hicieron mal.
Cuando en febrero volvían los
argentinos que estaban en el exterior, en Europa, en China o en cualquier país
que hoy está afectado ya había memes sobre la manera de controlar el ingreso en
Ezeiza. Nos enterábamos por boca de amigos sobre la falta de profesionalismo
para controlar las condiciones de salud y de dónde venían los turistas
argentinos y extranjeros (porque encima los extranjeros seguían llegando).
números con otros países de la región y con la proyección de contagios que
debería haber ahora sino tomaba la decisión de entrar en cuarentena y todos
aplaudimos que fue una decisión firme por parte del presidente en ese momento
que hoy arroja resultados positivos.
la mala decisión de haber dejado las fronteras abiertas y no haberlas cerrado
en el momento que tenían que hacerlo y dejar que decenas de miles de
argentinos viajaran así como miles de extranjeros ingresaban. Lo peor, lo
cínico, es que les echó la culpa públicamente diciendo que viajaron cuando él
advertía sobre una pandemia y los dejó varados sin medicamentos ni dinero, en
cualquier parte del mundo. Situación que hoy sigue.
Si cuando todos sabíamos que había un
virus propagándose en vez de decir que el sarampión o el dengue era nuestra
preocupación, Ginés advertía que 250.000 argentinos estaban en el exterior, y para
eso tenemos un Ministerio de Turismo, que cuenta con esa estadística de cuánta gente
hay en el exterior. Ginés interactuaba con Lammens y entre ambos hablaban sobre la
gente que está afuera que tiene que volver y nos podía contagiar.
Si hacían una
reunión entre ellos y el presidente y cerraban las fronteras en ese momento,
controlando y aislando a quienes llegaban, seguramente la cuarentena no hubiera
sido necesaria. Tampoco es muy descabellado lo que digo, Uruguay lo hizo con un gobierno que había asumido hace pocos días.
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El éxito del fracaso, el neuromarketing político
Macri tuvo a Durán Barba y Alberto quién sabe qué gurú tenga, pero el marketing político está presente en
el país desde mediados de los ’70.
Hoy, decir que la cuarentena es un éxito
omitiendo ese primer error, error que costó PyMEs cerradas y al borde de la quiebra, profesionales sin
trabajo, despidos, suspensiones (que siguen ocurriendo pese al decreto), desalojos por la
fuerza (que siguen ocurriendo pese al decreto), comercios con deudas inllevables, etc.
Una
economía en crisis y estancada sin saber por cuánto tiempo. El ánimo de la
gente en sus casas. La violencia de género obligada a convivir. Decir que esto
es un éxito es burlarse de todos, como siempre lo hizo la clase
política.
No verlo, no decirlo, omitirlo es conveniencia y para quien escribe,
Alberto en la conferencia no fue un profesor universitario, se pareció más a un empresario
mostrando números acomodados para que su área gane el premio que en este caso
ganó, apelando a ser un docente estatal, del crédito de quienes miraban para
continuar siendo lo que realmente es: un político más de este país, con lo que
eso implica.
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