Opinión
Fentanilo, un paseo por el infierno
#Opinion | Fernando Cerimedo revela la verdad de por qué se mezcla fentanilo con cocaína y el trasfondo de la “guerra” contra el Narco.

Me gustaría comenzar con algún enunciado optimista pero no es posible y por eso, antes de meternos en el tema Fentanilo, veamos brevemente porque llegamos a este punto.
La guerra contra el narcotráfico nunca se va a ganar, no porque “ellos” son más fuertes, es que realmente no existe tal guerra. Nunca existió, ni contra Pablo Escobar. A Pablo lo buscaban porque era un sociópata asesino y terrorista y se había metido con la vida de miles de inocentes, pero la droga nunca fue un problema para los gobiernos, ni tampoco para la DEA, la CIA o cualquier otro organismo de prevención, fuerza de choque o ataque.
Tampoco es cierto que es “porque son muy grandes” o “no se pueda”, no, es porque a nadie le conviene, (gobiernos-narcos). Es un statu quo histórico del que todos (incluido el gobierno de Estados Unidos) se han beneficiado. Ojo, el beneficio no es sólo económico, es preventivo, y les explico brevemente.
Estados Unidos tiene alrededor de 27 millones de adictos. En 2018 murió una persona cada 19 minutos de sobredosis de heroína, y el tratamiento en las clínicas de metadona aumentó en 4 meses más que en las últimas dos décadas completas: la metadona se usa para el tratamiento de adiciones de cocaína, hay clínicas en casi todas las ciudades.
Pero, ¿qué tendría de beneficioso no “combatir” el narcotráfico? Es simple. Ningún país tiene capacidad de contener a sus millones de adictos sin ese producto y que no mueran en el intento. Imaginemos 1 millón (para ser conservadores) de adictos a la cocaína que no puedan consumirla por 72hs, o una semana. El síndrome de abstinencia (y ahora vamos a ir a este tema) puede causar la muerte de una persona, intentos de suicidio o depresiones crónicas, sin contar con los innumerables daños permanentes al organismo. Todas estas consecuencias tienen un costo altísimo para el sistema de salud de cualquier país.
Bueno, ahora multiplíquenlo por 10, y van a tener la respuesta de porqué nunca va a haber una guerra con el Narco, si el narco “pierde” tendríamos diez veces mas muertos en un mes que en la Pandemia del COVID-19.
Es necesario para los gobiernos, dejar “que entre algo” y contener las cantidades y la producción. Entonces, es una forma de regular el mercado. Pero puede salir mal, y que grupos de narcos desorganizados no comprendan esos “códigos” y pasen las cosas que pasan, como guerras entre narcos. No siempre es por territorio, muchas veces es el propio gobierno presionando porque se les termina el negocio a todos, entonces el “Narco A” debe contener al “Narco caprichoso B” por orden de un gobierno.
En Estados Unidos no se cultiva cocaína, en Argentina tampoco o al menos no en las cantidades que vemos en la distribución, menos en México para las cantidades que se distribuyen al mundo. Entonces, ¿cómo entran esas cantidades de hojas de coca, pasta base o producto terminado? Si los controles fronterizos disponen de una tecnología jamás vista, controles que parecen imposibles. Les podría contar como las fronteras del mundo tienen sus “turnos” para el paso de armas, drogas y personas, pero será en otra nota.
Entendiendo esta situación pasemos entonces a los que nos concierne, el Fentanilo.
El fentanilo es un opioide sintético (C22H28N2O) que se usa en muchos casos para intubar pacientes (como el caso de los que fueron intubados en la pandemia) aunque no es el único claro, pero también para tratar pacientes con cuadros críticos de dolor, en especial a pacientes con casos de cáncer. Es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces mas potente que la morfina.
El fentanilo es tan potente, que el sólo contacto o inhalación en muy poca cantidad puede producir la muerte en minutos. En efecto, la policía de Canadá que patrulla algunas zonas donde se conoce la presencia de este opioide, tienen en sus patrullas un antídoto para opioides.
Si bien el fentanilo se vende como producto final (sin mezclarlo con otros), es muy costoso y riesgoso, y por eso se está utilizando en “mezclas”, como en la cocaína.
Y es tan costoso que el hijo del conocido narcotraficante Joaquín “Chapo” Guzmán, dejó de traficar cocaína hace algunos años, y desde el 2021 sólo trafica fentanilo. Un kilo de cocaína en Los Ángeles tiene un valor “mayorista” de US$ 15.000 dólares y un kilo de fentanilo puede superar los US$ 200.000.
Además, el proceso de producción del fentanilo es más rápido y utiliza menos recursos, como el caso de grandes laboratorios en medio de la selva, por ejemplo. Producir ese kilo de fentanilo en México, puede costar US$ 32.000, con el que se pueden producir 1 millón de píldoras, con un valor “calle” de US$ 20 millones de dólares (según el Fentanyl Working Group, un grupo de tareas de Estados Unidos). Se entiende ahora porque Guzmán hijo ya no trafica cocaína.
Y otro dato, un kilo de heroína que narcos mexicanos compran en Colombia por US$ 6.000 dólares puede venderse al por mayor en unos US$ 80.000 según la DEA. En cambio, un kilo de fentanilo que compran en China por menos de US$ 5.000 dólares (China siempre está presente en estas cosas) es tan potente que puede procesarse para producir de 16 a 24 kilos al cortarlo con talco o cafeína. Cada kilo puede venderse al por mayor en US$ 80.000 dólares y cuando llega a las calles alcanza US$ 1,6 millones de dólares.
¿Pero por qué mezclar fentanilo con cocaína, si lo hace más caro?
El fentanilo es caro, difícil de producir en cualquier lado y muy peligroso para manipular. Sin embargo, es muy adictivo y potente, y mezclado con otra droga adictiva como la cocaína es una forma de crear más dependencia de los “clientes” y así vender más volumen.
En resumen, mezclar 50 gramos de fentanilo en un kilo de coca puede duplicar el valor de producción, pero puede llegar a quintuplicar la dependencia del “cliente” y en vez de necesitar una dosis por día o cada X cantidad de horas, el síndrome de abstinencia que mencione antes, aparece mucho más rápido y se compran más dosis en menos tiempo, lo que aumenta la rentabilidad significativamente por el aumento exponencial de ese volumen.
Pero claro, no está probado del todo, y saber la dosis exacta de esa mezcla es muy complejo y no es para amateurs. Depende la pureza de la cocaína, la ambición del narco de querer estirarla y sabrá Dios con qué, y la calidad de ese fentanilo. Tristemente, los adictos de clases más bajas son siempre los actores de los ensayos “clínicos” de los químicos al servicio de los narcos.
Puerta 8 (triste analogía) fue la puerta de entrada al infierno, del que no se regresa, del que definitivamente miles de adictos nunca van a poder salir, ni sus familias, y mucho menos el Estado. Cuando se les va de las manos, o cuando quieren ser parte del negocio, pasan estas cosas.
Pero en Argentina miramos para otro lado y capaz alguna frase desafortunada de algún ministro o alguna estupidez de las de siempre de la oposición cambien en el eje y seguimos adelante sin hacer nada, como cuando miramos un accidente en la autopista y doscientos metros después ya ni nos acordamos.
La sociedad sólo se horroriza cuando los medios se indignan, pero no conocen, no saben o no les interesa el daño al tejido social y económico que provoca esto.
¿Imagínense que hubiese pasado si un hospital como el de Hurlingham colapsaba en el uso de respiradores para estos adictos en 2020, como ocurrió esta semana, y una enfermera que llevaba 200 horas corridas tratando pacientes con COVID, se contagiaba y necesitaba un respirador?
¿A quién desconectábamos?, ¿O la dejábamos morir a la enfermera porque los adictos son víctimas de la sociedad como plantean los comunistas, progres y abolicionistas que aprovechan este “ensayo” para meter la “legalización o despenalización”?
¿A quién elegimos? ¿Podrán responder los lectores? ¿O qué pensaran a los que no les gusta que se formulen este tipo de preguntas?
Sí, es una mala pregunta, pero a ese nivel de delirio es al que llegamos. Y tristemente, queridos lectores, por este camino plagado de ignorancia y falso progresismo nunca vamos a salir. Queda pensar qué placebo neuronal mediático vamos a usar y qué haremos cuando el infierno de las drogas emerja a la superficie.
Opinión
Qué se puede aprender de las tomas de los Capitolios: ¿Esta Democracia no sirve?
Los acontecimientos en Brasil durante los últimos meses pusieron al descubierto fisuras dentro del sistema de gobierno que rige en nuestro país y el resto de la región. Esta crisis interpone nuevos desafíos para una derecha que aún tiene dificultades para desarrollarse.

En la campaña de las PASO 2011, el por aquel entonces precandidato a presidente José Alejandro Bonacci, un fascista confeso también conocido como “El Señor de los Sellos” por su amplia cartera de sellos partidarios en alquiler, había lanzado un spot propagandístico donde se pronunciaba de una manera bastante controversial sobre el sistema democratico.
“Esta democracia no sirve, es necesario un nuevo acuerdo”, declaraba Bonacci con descaro. En ese momento, el anuncio prácticamente no tuvo alcance, pero en Taringa y Twitter con el correr del tiempo se terminaría consolidando como un clásico meme político.
Mirando críticamente los sucesos del fin de semana en Brasil al tiempo que contemplamos nuestras propias miserias, quizás podamos concluir que en el fondo la premisa de Bonacci no estaba del todo equivocada.
Según establece la Constitución (con mayúscula adrede), somos una República soberana que adopta una forma de gobierno republicana, democrática, representativa y federal. Otros países, como Reino Unido, carecen de dichos papeles y su forma de gobierno no se encuentra codificada a través de documentos específicos. No obstante, todos los actores políticos entienden a grandes rasgos cómo funcionan las cosas, los balances de poderes, y demás pormenores. Esa sería su constitución (con minúscula).
En Argentina se nos enseña desde muy chicos la Constitución, aprendemos a recitar su preámbulo, nos preguntan en exámenes los artículos añadidos en 1994, etc. Sin embargo, muchos puntos de dicha Constitución pueden ser de aplicación laxa. Tal es el caso de los requisitos impuestos a los candidatos a legisladores, quienes deberían ser residentes de los distritos donde se presentan. Como gozan de “buenas conexiones” pueden cambiar de domicilio varias veces entre elecciones o incluso ser elegidos Legisladores por CABA con domicilio en Vicente López. Dice Curtis Yarvin: “Si la Constitución es idéntica a la constitución, es superflua. Si la Constitución no es idéntica a la constitución, es un engaño”.
Según explicita el artículo 22 de la Constitución Nacional Argentina, “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”. En éste caso, se cumple de forma y de facto.
La política tiene una altísima barrera de entrada: para participar se necesita, al menos, mucho tiempo. Lidiar con autoridades y representantes puede ser demasiado desgastante y poco fructífero para que un ciudadano sin “buenas conexiones” pueda tener un impacto relevante en la agenda, o evacuar sus reclamos. Cultivar dichas amistades y habilidades sociales lleva todavía más tiempo.
Un grupo de ciudadanos organizados y con una agenda común deberá enfrentar auténticas corporaciones formadas dentro del sistema político, con sus respectivas cajas millonarias, “buenas conexiones”, experiencia y formas de neutralizar a sus rivales. Pensar que cualquiera es capaz de canalizar un fenómeno colectivo simplemente yendo a las urnas requiere un nivel avanzado de ingenuidad. Ésto genera una serie de problemas con la democracia representativa, y dificulta que las personas puedan involucrarse para “cambiar algo”.
Incluso si alguien se siente representado por un político, existen altísimas probabilidades de que tampoco pueda hacerle llegar sus opiniones e inquietudes o que éste defraude sistemáticamente a su votante. Brevemente, enumero otros motivos por los cuales resulta evidente lo fallido del sistema representativo:
- A veces es difícil conocer realmente a nuestros representantes. Es un recurso bastante común utilizar a candidatos de otras jurisdicciones para que su imagen “arrastre” votos en una elección distrital. Si representan genuinamente a la población de su provincia, no hay forma real de saberlo. A ésto se le suman fenómenos como listas sábana, partidos “fantasma” que se presentan para hacer caja con el dinero que otorga la Cámara Nacional Electoral, dinero de boletas, etc
- Los partidos cada vez tienen menos vida interna democrática, el caso más destacado es el del Partido Justicialista pero de los sectarismos no se salva ni el FIT. El intento por utilizar las PASO como mecanismo para suplir ésto no hizo más que agravar el problema y añadir una instancia más para hacer caja con sellos fantasma. Por ejemplo, Bonacci, viejo abonado al negocio, hizo escuela alquilando, vendiendo y “prestando” sellos para que los más variados políticos puedan presentarse a elecciones. Ésto habla bastante más de sus clientes que del propio Bonacci.
- El poco control que hay sobre la dirigencia los vuelve bastante baratos y fáciles de corromper. Arribistas y valijeros sobran. Tanto al momento de conformar listas como una vez sentados en una banca o cargo público. ¿Los votantes del Fdt realmente “eligieron” al ex-CEO de Syngenta para que sea jefe de asesores presidencial? A ésto podemos sumar casos obscenos de transfuguismo y gente que se baja misteriosamente de sus candidaturas.
Acá la corto pero creo que se entiende el espíritu general, es bastante fácil darse cuenta que la Democracia no sólo está retroalimentando sus imperfecciones, sino que el modo en que ésto impacta en la vida diaria de las personas es muy simple de ver. Ésto no es una apología a plebiscitar cada decisión política alla Suiza, pero en algunas cuestiones sorprende cómo se deja de lado la voz de los interesados. El concepto de “crisis de representatividad” además de ser un latiguillo de panelistas e intelectuales, es algo bastante tangible.
Un ejemplo de ésto puede ser el asunto de las grúas y fotomultas en la Ciudad de Buenos Aires. Concesiones fraudulentas, mecanismos hechos para recaudar y molestar a la gente en lugar de solucionar problemas reales, dirigentes y periodistas que hacen oídos sordos y que validan año a año esos curros. Es indudable que esto alimenta la frustración de amplios sectores de la población con un sistema político, que, a priori cultiva expectativas difíciles de cumplir.
Por eso resulta insólito atribuirle a una manifestación masiva contra un edificio gubernamental el carácter de “golpe de estado” cuando se parece más a un berrinche furioso e impotente contra un sistema que no puede ni siquiera tolerar a alguien quejarse por los altos impuestos.

Y es que no hay forma realista de que la turba que entró al congreso de Brasilia el domingo tuviera capacidad alguna de hacerse con el control del gobierno. Claramente “el poder” es mucho más que un edificio y unos asientos en un Parlamento; creer que se puede dar un golpe de estado copando un edificio es una idea arcaica, pre-moderna. También es bastante útil para la izquierda que puede, con costo cero, hacer un teatro de victimización durante meses.
Ellos pueden quemar ciudades enteras, saquear comercios, incendiar edificios, con el fin de cambiar una Constitución o para protestar por un asesinato policial. Pero en el momento en que “la derecha” pone un pie en los lugares sagrados del “poder”, todos tenemos que preocuparnos porque la democracia está en peligro. Sin embargo, no debemos caer en la trampa de denunciar la doble moral de la izquierda y quedarnos ahí.
Las experiencias de Trump y Bolsonaro deberían enseñarnos a maniobrar con más sutileza. A entender que el caos, la envidia y el resentimiento son herramientas que la izquierda puede usar porque expresan su verdadera esencia. Nosotros no somos eso.
Debemos aspirar a ser una expresión política inteligente, que sepa canalizar las demandas insatisfechas desde lo material y desde lo espiritual, de una población que está obviamente harta de no verse representada en la dirigencia. Debemos abandonar las ingenuidades, dejar atrás el “nos cagaron de vuelta”, cortarla con ser denunciadores seriales, y aprender a operar en un juego arreglado. Podemos, por ejemplo, aprender a combatir la influencia de ONGs, organismos internacionales y corporaciones que perviertieron la democracia.
El pueblo quiere explotación petrolera, minería, agricultura y carne, no miseria decrecionista. Si la izquierda defiende una democracia pervertida y viciada, demostrémosle que el pueblo no votó a Greenpeace.
Opinión
El terrorismo legislativo feminista de la Triple E: Estalinismo, Estupidez, Elitismo
La ola de propuestas de legislación en favor de promover la agenda feminista en la sociedad tiene una explicación en los tres pilares que sostienen la organización estatal y paraestatal de género.

En el plazo de 48 horas, por el Congreso han entrado dos nuevos proyectos de ampliación de la Ley Micaela, uno para decretar la obligatoriedad de la capacitación de género para estudiar cualquier carrera universitaria o terciaria y otro para obligar a todos los directivos y dirigentes de los clubes de AFA a ser adoctrinados anualmente. Asimismo, la Ministra de Género junto a la Senadora Catalfamo, realizó una jornada sobre la Ley de Gestión Menstrual con distintas activistas del colectivo feminista. Todo esto solo en cuarenta y ocho horas.
Cualquiera pensaría que en Argentina faltan problemas o sobran recursos. Lo que evidentemente abunda es un ejército de personas dedicadas a la politiquería barata. Nos sobran prebendas y nos sobra paciencia, porque vienen destruyendo todo a su paso hace años.
Ya vimos a la ministra Gomez Alcorta capacitar a los diputados denunciando cosas tales como que “hoy todavía muchísimos utilizan el concepto de ‘mi mujer’ para referirse a su compañera o a su esposa, o a su pareja” o solicitando que “esperamos que no sea más llamado Cámara de Diputados porque llevó ese nombre cuando solamente eran diputados”. La agenda de la Ministra tiene un nivel de urgencia realmente abrumador, ¿no?
Por eso se percibe en el aire que hace años estamos a merced del terrorismo psicológico, cultural y económico de una organización estatal y paraestatal de género: la Triple E. Cada sigla es programática, es un norte de acción. Porque nada se presenta o se hace sin pasar por el filtro de la “orga”.
Estalinismo
Cada proyecto necesita ser lo más ideológicamente perverso y obligatorio posible. La izquierda de antaño vendía o regalaba libros, popularizando sus ideas a través de la distribución masiva de contenido marxista. Ahora parecería que no hay tiempo para eso, nadie quiere leer. Por lo tanto, hay que utilizar con toda violencia la fuerza estatal para que las ideas entren hasta con tirabuzón en cada cabeza más o menos apta para recibirlas.
No es casual que vayan por los pocos alumnos argentinos que logran llegar a la educación superior, ya que en una batalla de ideas son los pocos que podrán (o no) sostener ideológicamente al régimen político “de la orga” de género.
Vale mencionar que el feminismo de género es descrito por Judith Butler, filósofa y principal referente en la materia, en su bestseller “El género en disputa” como una teoría política, no como una teoría sociológica o un cambio cultural por la vida y la dignidad de las mujeres o el colectivo LGBT+.
Ya no alcanza que en los distintos niveles del Estado, donde hay más de tres millones y medio de personas trabajando, sea obligatorio capacitarse en cuestiones de género en función de una ideología impuesta por un colectivo. No. Ahora van por los estudiantes que ya han sido machacados con estos contenidos durante el secundario a través de la ESI.
Aproximadamente la mitad de los alumnos que egresan anualmente del secundario se inscriben en carreras de pregrado o grado y sólo 1 de cada 4 culmina los estudios superiores. No es casual que quieran imponer la capacitación como condición de ingreso, ya que cuadruplican el alcance que tendrían si lo exigieran para recibirse. Más es más para el dogma estalinista.
Estupidez
La etimología de la palabra “estupidez” nos lleva al verbo latino stupere que quiere decir quedar paralizado o aturdido, o sea, quedar fuera de juego.
Con este tipo de iniciativas realmente podemos sentirnos condenados por la clase dirigente a quedar absolutamente inmovilizados, golpeados, aturdidos ante la realidad que pega, y pega fuerte, mientras estamos quietitos discutiendo a quiénes obligamos a ser adoctrinados aquí o allá.
El feminismo se ha transformado en el perro del Hortelano de la política, no hacen nada por los problemas concretos de nadie y tampoco dejan hacer, encadenando recursos y tiempo de debate público en planteos inconducentes. Han transformado al Congreso en un teatro de operaciones para conseguir caja y prebendas. Mucha rosca, mucho tiempo y mucha plata dedicada a fortalecer causas sobrerrepresentadas en el ámbito legislativo.
Elitismo
El bochorno se agudiza si pensamos el contexto, sólo el 14% de los jóvenes de entre 25 y 29 años ha finalizado una carrera universitaria en Argentina. Es decir, ser un joven profesional es prácticamente un privilegio. A esa minoría privilegiada intelectual y/o económicamente se le dedica gran parte del tiempo y la atención de la agenda.
Es sujeto y objeto de la imposición cultural de género, de la discusión sobre las copas menstruales y de delirios varios. Son quienes, normalmente, acceden a los puestos de dirección de los distintos sectores económicos.
Cualquiera pensaría que el fútbol implica acercarse a un sector popular pero ¿a quién le cabe dudas que es una industria millonaria? Los contenidos de la triple E son absurdos en contextos populares, no cuajan. Por eso sus cañones están apuntados a las élites tanto intelectuales como económicas.
Así vivimos en el medio de una brecha de agenda cada vez más grande, élites progresistas que vociferan que “amplían derechos” cada vez que consiguen un nuevo capricho cubierto por la prepaga mientras, hipócritamente, gastan el dinero de los pobres en hegemonizar culturalmente a la sociedad con jornadas, capacitaciones y leyes de cumplimiento obligatorio.
El ahogo social de sentirse atrapado en este laberinto se transforma en indignación y recelo. Según la encuesta publicada este año por la Universidad de San Andrés, el movimiento feminista tiene un 59% de imagen negativa, siendo un 14% mala y un 45% muy mala. Este divorcio de la clase dirigente parecería profundizar cada vez más el hartazgo social. Aunque el kiosko elitista de la Triple E pareciera no tener fin, la realidad golpea cada vez más fuerte las puertas de una dirigencia que no da señales de acusar recibo.
Opinión
Libertad es responsabilidad y prohibir la portación de armas agrava el problema de la inseguridad
El tiroteo en Texas no debe correr el eje de la discusión: cuando un delincuente está a punto de atacarte, tener un arma puede salvarte la vida. La protección de nuestras vidas es un derecho y no debe seguir postergándose.

El debate sobre la portación de armas volvió a estar en el centro de la escena después de que un asesino perpetrara un tiroteo en una escuela en Texas, donde murieron 19 estudiantes y dos maestros. Se trata de un debate que, a esta altura, pareciera no tener asidero en la realidad argentina: continuar con la tradicional regulación prohibicionista en un país con una de las tasas de homicidios más altas del mundo es seguir golpeándonos la cabeza contra la pared.
Como ex soldado de las Fuerzas Especiales de Israel y actual habitante de los Estados Unidos, tengo armas, las usé y volvería a hacerlo. Cuando un delincuente armado está a segundos de atacarte y la policía está a minutos de llegar, tener un arma puede salvarte la vida. La cuestión de fondo no es “armas sí – armas no”, sino cómo regular su tenencia para que sea utilizada de manera correcta para la defensa personal. Una discusión que, en un país con ciudades como Rosario, donde según el Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe se comete un crimen cada 30 horas, no puede seguir postergándose.
La protección y la defensa no solo de nuestras vidas, sino también de nuestra propiedad material, es un derecho primario. Es por este motivo que prohibir su portación va en contra de las libertades individuales: cada ciudadano debe ser capaz de poder elegir qué derechos ejerce libremente, sin ser juzgado por ello. De esta manera, se le quitaría poder relativo al Estado, que es el que tiene el monopolio de la violencia y no sabe cómo ejercerla porque, lo dicho, los índices de homicidios en la Argentina no paran de crecer.
Por supuesto, libertad es responsabilidad y la tenencia de armas se debe hacer bajo un modo reglamentado y bien administrado, ya que asesinos como el que cometió el repudiable y lamentable crimen en Texas hay en todo el mundo. Pero esto no debe correr el eje de la discusión: prohibir la portación de armas no implica que haya menos en circulación y que no se cometan los asesinatos. La prohibición no termina con el problema; por el contrario, lo agrava.
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La gran mayoría de los crímenes con armas de fuego son cometidos por armas que fueron adquiridas en el circuito ilegal. Con esto quiero decir que con leyes de control de armas o sin ellas, los criminales seguirán estando armados y seguirán cometiendo los crímenes. Solo que con la reglamentación actual los ciudadanos de bien, pacíficos y trabajadores están completamente indefensos ante los asesinos, sin posibilidad siquiera de disuadirlos.
A esto hay que sumarle dos factores extra. Por un lado, la Justicia ineficiente de la Argentina que no condena a los que tiene que condenar y deja libres a los que no hacen un uso correcto de las armas. Por el otro, las fuerzas de seguridad que, a pesar de las buenas intenciones que puedan tener, suelen llegar tarde muy tarde ante hechos de inseguridad.
Hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes demuestra una falta de sensatez enorme. Sin ir más lejos, tomemos el ejemplo de Uruguay con la marihuana: al analizar cuánto dinero y recursos públicos se destinaron a la penalización y represión del consumo de la droga se dieron cuenta de que lo mejor era legalizarla. Fueron pioneros en la región con el objetivo de terminar con el mercado negro y mejorar la salud de la población. La guerra contra las drogas y la represión demostró que, lejos de resolver el problema, solo generaba uno nuevo porque aumentaba la violencia y no cesaba la producción, el tráfico ni el consumo. Con las armas sucede exactamente lo mismo.
En este contexto, no debemos restarle importancia a lo que ha representado la tenencia de armas para la historia democrática de los Estados Unidos. La Primera Enmienda dejó en claro la importancia de la libertad de expresión en el país, mientras que la Segunda Enmienda decretó la protección de la tenencia de armas como un derecho fundamental. Este factor brinda la posibilidad al pueblo de defenderse en caso de que un Gobierno no respete lo que dicta la Constitución.
Puede el lector, a partir de este análisis, comprender por qué los grandes regímenes totalitarios que tuvieron lugar a lo largo de la Historia (Fidel Castro, Mao Tse Tung, Adolf Hitler, Benito Mussolini) ni bien llegaron al poder se encargaron de desarmar al pueblo. Estados Unidos es la democracia más larga del mundo, nunca tuvo un golpe de Estado, porque el ejército más grande del mundo es el Gobierno de los Estados Unidos, y el segundo ejército más grande del mundo son los norteamericanos. El pueblo estadounidense tiene más armas que todos los otros ejércitos del mundo, entonces es inconquistable, y siempre será independiente.
Dicho sea de paso, cada Estado tiene su propia reglamentación y Washington D.C., el distrito con regulaciones más estrictas, es casualmente el que detenta la tasa de homicidios relacionados con armas de fuego más alta del país, según un estudio del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de 2019.
Por su parte, Israel, país donde aprendí a usar un arma de manera responsable, hace pocos años relajó sus leyes de control de armas, lo que permitió que hasta 500.000 ciudadanos posean una, con la esperanza de que una población mejor armada pudiera defenderse mejor de los ataques terroristas. El camino que debemos seguir los argentinos para defendernos de los ataques de la inseguridad.
El ciudadano de bien puede portar armas y no comete delitos, pero a un delincuente que comete crímenes mucho más graves que una tenencia ilegal de armas, como robo y asesinato, no le importa que le digan que no puede usar un arma. Va a matar igual. Por lo tanto, lo único que permite la prohibición es que el hombre que quiere usar el arma exclusivamente para defenderse no pueda tener una herramienta legítima para hacerlo.
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