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Economía

Cavallo explica que la crisis del kirchnerismo se parece más al colapso del plan Gelbard del ’75 que al 2001

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El ex ministro de Economía augura una crisis más explosiva que la del 2001, cuando el país no tenía un riesgo inflacionario ya que venía de 10 años de estabilidad de precios, y en su lugar ve más posible un nuevo Rodrigazo.

En un artículo publicado recientemente en su blog personal, el ex ministro de Economía Domingo Cavallo se refirió a la crisis actual y advirtió sobre los peligros que podría atravesar la economía argentina si no se toman medidas correctivas sobre los desequilibrios fiscales y monetarios que existen.

Cavallo explicó que la coyuntura económica actual no se parece a la del 2001, sino que guarda una peligrosa similitud con la situación que había en 1974, durante el progresivo agotamiento del programa de José Ber Gelbard y finalmente su completo colapso en junio de 1975, en el famoso Rodrigazo.

Del mismo modo que en aquella época, el gobierno peronista aplicó un plan basado en las llamadas “políticas de ingresos” que implica congelar precios, tarifas de servicios públicos y tipo de cambio oficial, todo en un contexto de gran expansión monetaria y fiscal. El programa de Gelbard se sostenía en los mismos lineamientos.

Por lo tanto, ante estas similitudes, Cavallo asegura que será completamente inútil promover las recetas que se aplicaron en el año 2002 y posteriormente en 2003 bajo la presidencia de Kirchner. Estas medidas provocaron una profunda y violenta transferencia de riqueza desde pequeños ahorristas en pesos hacia grandes endeudados en dólares, y no son pertinentes para encarar la situación actual.

“Amén de que la mesa del diálogo argentino del 2002, lejos de aportar soluciones, permitió producir la transferencia de riqueza (desde ahorristas a endeudados en dólares) y de ingresos (desde trabajadores y jubilados a la industria sustitutiva de importaciones) más injusta de toda la historia argentina, la situación actual es totalmente diferente a la que existía en 2001”, explica Cavallo.

El relato instaurado por el kirchnerismo pretendía justificar la traumática salida de la Convertibilidad, en enero de 2002, bajo el gobierno de Duhalde. En lugar de concretar una reestructuración ordenada de la deuda, se decidió generar un default abierto e inducir una pesificación asimétrica sobre los depósitos bancarios, lo que implicó una disparada de la base monetaria, el tipo de cambio, y la inflación.

Pero una política monetaria expansiva como la que se vivió entre 2002 y 2010 no tiene cabida en la actualidad como un método para salir de la crisis, como detalla Cavallo, ya que existen diferencias cruciales con respecto al 2001.

En primer lugar, en 2001 el país venía de 10 años de estabilidad, sin atrasos tarifarios y sin controles de precios. No solo no existía “memoria inflacionaria” sino que tampoco había inflación reprimida, ni una urgencia por ordenar precios relativos. Hoy en día, Argentina acumula una gran memoria inflacionaria y un enorme desfasaje de precios relativos.

En segundo lugar, Cavallo destaca que en 2001 la economía estaba completamente desindexada. Hoy en día los contratos libres retienen una profunda memoria inflacionaria que se proyecta hacia el futuro y hace muy difícil dejar de emitir.

Además, en la crisis de 2001 y bajo la Convertibilidad, la base monetaria constituía el único pasivo del Banco Central y por ley debían equivaler a las reservas de libre disponibilidad. Por el contrario, hoy el stock de Leliq y pases equivale a más de 2 bases monetarias, y las reservas permanecen en niveles mínimos.

Por último, la situación bancaria actual no se parece en absoluto con la del 2001, pues en aquel entonces los ahorros estaban mayormente depositados en los bancos y en dólares, mientras que hoy los ahorristas apuestan por el dólar, pero sin entrar en el sistema financiero ante la falta de credibilidad.

El enorme desequilibrio monetario y fiscal parece calcado de la situación económica de 1974. El colapso del plan de Gelbard llevó a una inflación mensual por encima del 30% entre 1975 y 1976, con tasas anuales cómodamente situadas en los 3 dígitos.

Ante esta situación, Cavallo advierte que las políticas de represión que inducen a una des-dolarización compulsiva de la economía impactarán de forma inexorable en la inflación. De concretarse un pánico generalizado contra el peso, es posible visualizar un escenario de hiperinflación.

“Si, por el contrario, predomina la idea de la des-dolarización compulsiva y se acentúa el cepo cambiario, extendiéndolo a las transacciones del contado con liquidación, dejando además que comience a cundir la sospecha de que en algún momento el gobierno avanzará hacia la pesificación compulsiva de los 15 mil millones de dólares que aún mantiene el sector privado depositados en el sistema bancario, la hiperinflación se producirá por una corrida contra esos depósitos y un aumento extremo de la cotización del dólar en el mercado paralelo”, concluyó el economista.

Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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