
Cómo Juan Román Riquelme convirtió a Boca en la Argentina de Alberto Fernández
Mientras el equipo no gana hace semanas, el club vive una crisis institucional sin precedentes: acusaciones de abuso de poder, escraches mediáticos y una interna prendida fuego
Boca atraviesa uno de los momentos más turbulentos de su historia reciente, y no solo dentro del campo de juego. La falta de resultados deportivos se mezcla con un escenario institucional en ebullición, atravesado por denuncias judiciales, acusaciones mediáticas y un creciente descontento entre socios e hinchas.
Mientras el equipo suma partidos sin victorias, las internas políticas, los escándalos personales y las acusaciones de abuso de poder se multiplican.
En el centro de la escena está Juan Román Riquelme, presidente del club, y su entorno más cercano. En este contexto, muchas personas comenzaron a comparar la gestión de Riquelme en Boca con la Argentina del kirchnerista Alberto Fernández.

La nefasta gestión deportiva
El descontrol interno del Xeneize, al menos en lo deportivo, es más grande de lo que se piensa. El club arrastra su peor racha futbolística en décadas, los entrenadores no logran sostener proyectos, los refuerzos rinden por debajo de lo esperado, y los conflictos extrafutbolísticos crecen sin pausa.
Internamente, se habla de despilfarro de recursos, falta de transparencia en los gastos, contrataciones sin consenso y una creciente ruptura entre el plantel profesional y la dirigencia.
Esta situación recuerda a la gestión de Alberto Fernández, quien también comenzó su ciclo con fuertes expectativas y terminó envuelto en escándalos, mal manejo de recursos y una pérdida total de conducción. Ambos prometieron una conducción "nacional y popular", pero el resultado fue la improvisación, las internas feroces y la decadencia institucional.
El caso del cambio de Merentiel por Milton Giménez, que terminó con una reacción violenta del delantero uruguayo y un vidrio roto en el vestuario, fue apenas un ejemplo más de un vestuario que parece haber perdido el control.

El hermano de Román, en el ojo de la tormenta
Una de las figuras más señaladas en el actual clima de crisis es Cristian "Chanchi" Riquelme, hermano del presidente y una de las personas con mayor influencia en el día a día del club.
Su nombre surgió con fuerza tras la filtración de supuestos chats con Vale Salcedo, una influencer y fanática del club, quien dijo públicamente le daba privilegios personales por su vínculo con ella. Entre otras cosas, reveló acceso libre al club, viajes y pagos de dinero a cambio de encuentros íntimos en oficinas de la institución. Esto podría significar que Chanchi hacía uso indebido en los recursos de la institución.
Esto recuerda a cómo Alberto Fernández gestionaba la pandemia de 2020 desde la Quinta de Olivos, en donde se detectaron numerosas visitas de mujeres por motivos desconocidos, incluidas figuras públicas, a pesar de que las reuniones sociales estaban prohibidas, o las personas que recibían cargos por el simple hecho de tener vínculos con el expresidente.
En otro frente, Paula Seminara, socia del club y representante de la minoría, radicó una denuncia penal contra Cristian Riquelme por amenazas, insultos misóginos y contacto físico durante el Mundial de Clubes en Nashville.
Al igual que la violencia de Fernández contra Fabiola Yáñez, Seminara relata que Riquelme la insultó con términos como “putita” y la tocó mientras ella grababa con su celular. También cuestionó la actitud de otros dirigentes presentes, quienes no intervinieron y minimizaron la situación.
La Cámpora, la política y el uso del club
Uno de los elementos más controvertidos de la actual gestión de Boca es la presencia de La Cámpora en distintas áreas del club. Lo que comenzó como una alianza entre Riquelme y sectores del peronismo porteño, hoy se percibe como una ocupación del aparato institucional con fines ajenos al fútbol.

En este marco, varios periodistas y dirigentes denuncian que el club se maneja como una unidad básica, con militantes ocupando cargos, contrataciones direccionadas y un discurso que mezcla política partidaria con el manejo del fútbol.
El periodista Pablo Carrozza, por ejemplo, aseguró haber recibido aprietes y amenazas por parte de sectores vinculados a La Cámpora (específicamente menciona a un tal Carreras, relacionado con Máximo Kirchner) luego de criticar la gestión de Riquelme.
Un final abierto
Mientras tanto, Riquelme guarda silencio. Desde su entorno aseguran que "está al tanto de todo" y que tomará decisiones en los próximos días, incluso dentro del Consejo de Fútbol, que hasta ahora funcionó como su escudo más fiel.
Pero puertas adentro se habla de una pérdida de liderazgo, de malestar entre los socios y de una figura que ya no genera el mismo consenso que en diciembre de 2019, cuando asumió por primera vez.
La pregunta que queda flotando es si Riquelme podrá ordenar el caos o si terminará siendo arrastrado por una crisis que ya supera lo deportivo. La historia reciente demuestra que cuando se gobierna solo para el círculo íntimo, con soberbia, falta de autocrítica y cerrando los oídos al hincha (o al ciudadano común), el final suele ser el mismo: desilusión, decadencia y una gestión que se recuerda más por el desastre que por los logros.
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