Seguinos en redes

Economía

Biden propone cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones pero aumentar en US$ 200.000 millones al déficit fiscal cada año

Publicado

en

El Presidente expuso su política fiscal para 2023 como parte de su discurso del Estado de la Unión. Propone una segunda fase de la reforma tributaria para volver a aumentar los impuestos y abandonar completamente la disciplina fiscal. 

El presidente Joe Biden explicó los lineamientos principales de su política económica como parte de su discurso presentando ante el Congreso el estado de la Unión. No solo no se abordan los desafíos y las problemáticas actuales de la economía estadounidense, sino que se complejiza todavía más el código fiscal y se propone otro aumento impositivo.

Las medidas del Gobierno pretenden una nueva reversión parcial de la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos de 2017, sancionada por el expresidente Donald Trump. Los impuestos en la mira del oficialismo son particularmente distorsivos para la actividad económica.

Al mismo tiempo se propone reactivar los programas de asistencia y estímulo fiscal, a pesar de que la pandemia terminó hace 3 años y con ella la emergencia. Estas medidas prometen boicotear el ordenamiento de las finanzas públicas, en un contexto en el cual Estados Unidos no logra arribar al superávit fiscal primario desde abril de 2008

Impuesto a la recompra de acciones

El presidente Biden propuso cuadriplicar el impuesto especial del 1% aplicado sobre la recompra de acciones por parte de empresas, dando así una nueva alícuota apostada en el 4% sobre la misma base. 

Se debe tener en cuenta que las sociedades tienen dos formas principales para devolver valor a sus accionistas: la primera mediante la transferencia de dividendos y la segunda mediante la recompra de acciones por la propia empresa. El impuesto de Biden buscaría “desalentar la ganancia” y alentar la inversión, pero se estima que cerca del 95% de las recompras accionarias se reinvierte posteriormente en otras empresas

Muy lejos de arribar a su objetivo, el impuesto podría inducir al efecto opuesto: una mayor carga fiscal para la recompra de acciones incentiva activamente la otra vía para la devolución de valor a los accionistas, que son los dividendos. El impuesto revaloriza los dividendos, alienta a la descapitalización de las empresas y penaliza la inversión, todo lo contrario de lo que pretende. 

A pesar de llevar tan solo un mes de aplicación (pues entró en vigencia en enero), los contribuyentes deberán enfrentar nuevos cambios que impiden la previsibilidad. La Tax Foundation estima que el aumento impositivo en esta materia generará una recaudación de hasta US$ 185.000 millones en los próximos 10 años.

Impuesto mínimo a las ganancias de capital

Después de haber reintroducido el impuesto mínimo a las ganancias contables corporativas en 2021 (un impuesto que había estado en vigencia entre 1986 y 2017), el presidente Biden ahora propone establecer otro impuesto pero esta vez sobre las ganancias “no realizadas” sobre acciones y bonos.

Las personas físicas con un patrimonio neto superior a los US$ 100 millones estarán sujetos a la tributación del impuesto, y deberán pagar una tasa mínima fijada en el 20% sobre las ganancias de capital correspondientes, de tal forma de que siempre se pague esta tasa como mínimo.

Los cambios generan una complejización severa para el código fiscal. Cada persona sujeta al impuesto deberán calcular su tasa efectiva de tributación del impuesto a la ganancia de capital. Una vez hecho esto, si cayera por debajo del 20%, entonces se genera automáticamente una obligación con el Estado por la diferencia.

Esto es completamente independiente de si el activo de referencia para la ganancia de capital (bonos, acciones, etc) fue realmente vendido o no, y por eso se le llama “ganancias no realizadas”. Fiscalizar este impuesto será extremadamente complejo tanto para los contribuyentes como para el Servicio de Impuestos Internos, que deberá aumentar sus costos para hacer funcionar el sistema impositivo. 

Aumento del gasto público

El presidente Biden propone la reactivación de los programas de estímulo fiscal y asistencia familiar, a través de la extensión del Crédito Tributario por Hijos, tal y como ocurrió con el “American Rescue Plan” en marzo de 2021.

El programa propone postergar la derogación del beneficio máximo por hijo de US$ 2.000 a US$ 3.000 para personas de entre 6 y 17 años, y US$ 3.600 para menores de 6 años. Estas medidas comprometen dramáticamente la responsabilidad fiscal del Gobierno federal. 

Solamente por la extensión del paquete de estímulo fiscal, el Gobierno añadirá un costo de hasta 1,6 billones de dólares en los próximos 10 años, un incremento anual de hasta 200.000 dólares al déficit fiscal presupuestado

Las medidas fiscales anunciadas arrojan costos considerablemente superiores a los que podrían compensarse con los aumentos impositivos. El impuesto mínimo a las ganancias de capital recaudará hasta 360.000 millones de dólares durante los próximos 10 años, el impuesto a la recompra de acciones 185.000 millones, y el aumento del gasto público supone un costo de 1,6 billones. 

Asimismo, los analistas estiman que el programa fiscal desalienta activamente la oferta laboral. Se debe tener en consideración que la tasa de empleo aún no logró recuperarse del shock por la pandemia, pese a que la desocupación sí lo hizo. Esto es evidencia del aumento de la población pasiva en relación al total, el retiro de personas del mercado laboral. Las nuevas medidas fiscales y tributarias solo profundizan la tendencia.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

Publicado

en

El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

Seguir Leyendo

Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

Publicado

en

Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

Seguir Leyendo

Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

Publicado

en

La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

Seguir Leyendo

Tendencias