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Economía

El kirchnerismo sale a perseguir ferozmente a los comerciantes tras el fracaso de los controles de precios

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Los precios se dispararon un 6% en enero y sin ningún plan de acción, la secretaría de Comercio intervino a más de 700 firmas alimenticias y supermercados por registrar faltantes de productos regulados. La clausura de comercios solo restringe todavía más la oferta de bienes. 

El ministerio de Economía de Sergio Massa y la secretaría de Comercio de Matías Tombolini desplegaron un operativo para profundizar la persecución a los comerciantes que no fueron capaces de cumplir con las ordenanzas caprichosas del programa “Precios Justos”, establecido en noviembre del año pasado.

Por razones de falta de stock, falta de mercadería o faltantes de cartelería en las góndolas de productos regulados, la Secretaría de Tombolini decidió aplicar fuertes multas a un total de 769 empresas alimenticias y supermercados. Se acumuló un saldo de 806,45 millones de pesos en penalizaciones contra los comerciantes. 

Algunos comercios fueron directamente clausurados por la Secretaría de Comercio, y el caso más paradigmático fue el de una sucursal de la cadena Jumbo ubicada en San Lorenzo 3773. En este caso en particular, también intervino el partido bonaerense de San Martín por el “incumplimiento de la ordenanza municipal 9.007”.

La aplicación de multas y clausuras solo provoca una retracción aún peor sobre la oferta de bienes. Se corre el riesgo de producir un mayor encarecimiento de los productos en comercios de cercanía, que por sus propias características no están sujetos al programa ya que resultaría imposible fiscalizarlos a todos. La persecución a los comerciantes también perjudica a los consumidores, que deben acudir a comercios más pequeños para compensar los faltantes. 

Los registros oficiales sugieren que Precios Justos habría cerrado el mes de diciembre del año pasado con un desabastecimiento del 25% sobre productos controlados, y en enero los faltantes se duplicaron

5 de cada 10 productos regulados desaparecieron de las góndolas en cantidades normales, y los precios no se moderan. La inflación interanual ascendía al 92,4% al momento de su lanzamiento, y para enero de este año escaló hasta el 98,8% interanual. Los precios mayoristas ya superaron el 100% de inflación en enero, y se estima que los minoristas correrán la misma suerte con el dato de febrero. 

La inflación mensual tampoco muestra signos de desaceleración. Si bien la variación de los precios se moderó ligeramente del 6,3% en octubre del año pasado al 4,9% en noviembre, a partir de diciembre volvió a aumentar y para enero de 2023 la inflación saltó al 6% otra vez. 

De hecho, incluso las metas del programa tuvieron que ser “actualizadas” debido al fracaso sistemático de los controles y el acuerdo con las empresas adheridas. En un principio se estableció una meta de inflación del 3% para el primer trimestre de 2023, y 2,5% a partir de junio. Este esquema se modificó a 4% entre enero y marzo, y 3,2% para junio, pero ni así se podrá cumplir el plan

El Gobierno insiste con las programaciones inflacionarias implícitas en el Presupuesto 2023, que sugieren un nivel de inflación interanual del 60% para diciembre. Las consultoras privadas relevadas en la encuesta REM del Banco Central advierten que esta meta es imposible de lograr. 

El secretario de Comercio y dirigente del Frente Renovador, Matías Tombolini.

¿Qué es Precios Justos y por qué está fracasando? 

Precios Justos es un programa de “acuerdo de precios” con empresas alimenticias y principalmente supermercados. El acuerdo funciona de la siguiente manera: las empresas adheridas deben atenerse a un aumento fijo del 4% sobre una canasta de 2.000 productos por 120 días, y a cambio el Gobierno ofrece facilidades para la importación de insumos, bienes intermedios y bienes terminados que son parte de la cadena de valor (si no se adhieren pierden estas facilidades indispensables, funciona como un mecanismo extorsivo).

Además existe un punto crucial y es que el Gobierno debe ofrecer, al menos en teoría, un cierto éxito en el ordenamiento macroeconómico que sea compatible con la reducción de la inflación. Esto jamás se cumplió en la práctica, los sucesivos rescates del “Dólar Soja” y el déficit cuasi-fiscal profundizaron todavía más el sobrante monetario de la economía. 

El excedente de pesos provoca que se dispare la demanda nominal de todo bien y servicio de la economía al mismo tiempo, incluyendo los sucesivos costos y transacciones intermedias en la cadena de valor, y naturalmente aumentan los precios. Esta es la principal razón por la cual muchas de las empresas adheridas ya no pueden cumplir con el programa, del mismo modo en que el Gobierno no cumplió con el ordenamiento monetario que había prometido.

Al no poder actualizarse debidamente los topes fijados, la represión financiera se traduce en episodios de desabastecimiento que se recrudecen más y más conforme avanza el proceso inflacionario. 

El programa tampoco dio ningún tipo de resultado en su objetivo manifiesto. La propia Secretaría de Comercio reza lo siguiente: “Es un programa que tiene como objetivo reducir la expectativa inflacionaria y tender a la estabilidad de los precios en el corto plazo”. La encuesta de expectativas REM, así como el sondeo de la Universidad Torcuato Di Tella, arrojan cifras cada vez más altas sobre la inflación mensual esperada para febrero (el más corto plazo). Se produjo un fracaso en cada aspecto que pretendió abarcar el plan desde su puesta en marcha. 

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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