Economía
Rotundo fracaso del Banco Central: Argentina le quitó 13 ceros a la moneda en 5 reconversiones monetarias en 50 años
La escalada inflacionaria en el cuarto año de Gobierno kirchnerista reabrió el debate por las reformas monetarias, en lo que podría desembocar en un nuevo proceso de reconversión de la moneda. Un repaso histórico de estas experiencias en Argentina.

El cambio de modelo económico en 2002 y la llegada de los sucesivos Gobiernos kirchneristas reintrodujeron el problema de la inflación crónica nuevamente en la agenda corriente de Argentina. El peso argentino se aproxima cada vez más a una nueva desintegración, la misma suerte que ya corrió cinco veces en las últimas cino décadas.
Desde 1969 hasta 1992, la Argentina introdujo cuatro signos monetarios distintos, quitándole en el proceso 13 ceros a la moneda. El Peso Ley (1970), el Argentino (1983), el Austral (1985), y el Peso Convertible (1992), todos intentaron contener la inflación con nuevas medidas pero todos terminaron en fracaso.
Incluso el peso convertible, introducido por Domingo Cavallo en los principios de la década del ’90, que resultó uno de los más estables de los últimos 100 años, también cayó en la desgracia en los últimos años. Cada caso particular tuvo sus razones para ser reconvertido, pero todas tuvieron detrás el mismo problema: el Banco Central de la República Argentina.
La entidad que se creó para terminar con las corridas bancarias en el siglo XIX y otorgar estabilidad a la moneda, ha logrado solamente el proceso inverso. Desde la nacionalización del Banco Central por Perón en 1946, cuando se le otorgó el monopolio sobre la moneda como la tiene hoy, la inflación mensual de Argentina promedió el 4,26%, algo así como perder $5 pesos de cada $100 ahorrados todos los meses a lo largo de los últimos 80 años.
Asimismo, el dato se vuelve más cruento cuando se mide el nivel promedio de la inflación interanual, que se ubica actualmente, según cifras oficiales, en 187,8% cada año entre 1944 y 2023, una cifra extremadamente alta que solo han tenido Estados fallidos como Venezuela o Zimbabwe.
Es importante aclarar que solamente hubo estabilidad genuina en el período de la Convertibilidad, que duró una década (1992-2002), y tuvo que ser desarmada dado que la medida que puso al peso con paridad del dólar no vino acompañada de reformas estructurales que permitieran mantener esta conversión.
La inflación está tan arraigada en la vida cotidiana de los argentinos que muchos economistas, entre ellos Javier Milei y Emilio Ocampo, abogan por la eliminación de la moneda doméstica y la adopción de una herramienta no controlada por los políticos.
La dolarización no sufriría de problemas de conversión ni habría un Banco Central que deba acaudalarse de reservas para mantener un tipo de cambio fijo. Por el contrario, y como ocurrió en Ecuador y en El Salvador, la dolarización terminaría para siempre con el problema de la inflación en Argentina y obligaría a los políticos a mantener las cuentas en orden, perdiendo “la maquinita” que soluciona todos sus problemas.
En rigor, cualquier moneda podría ser usada bajo el programa de dolarización que propone el candidato a presidente de La Libertad Avanza y su equipo de economistas. Sin embargo, los argentinos ya han elegido el dólar como moneda de referencia, y si bien todos van a querer ahorrar en dólares y gastar en otras monedas, el hecho de que todos los agentes de la economía van a demandar dólares, hará que la economía en Argentina quede dolarizada de facto.

La libre competencia de monedas entre 1810 y 1881
Para entender el gran fracaso argentino con una moneda nacional, es importante empezar en los inicios del país, y entender que no siempre hubo un peso argentino que el Estado empujara como la moneda de curso legal y forzoso.
En los albores previos a la consolidación del Estado nacional moderno como lo conocemos hoy, Argentina no disponía de una sola moneda de curso legal forzoso sino que se permitía la circulación de una gran cantidad de alternativas sujetas a la libre elección de los ahorristas.
Tampoco se disponía de un ente monopolizador de la emisión monetaria como lo es el Banco Central, que fue creado en 1935 y no obtuvo los poderes que tiene hoy hasta 1946. Por el contrario, había diversas entidades tanto públicas como privadas se encargaron de emitir moneda.
Durante la primera década de la historia argentina, circulaban y convivían diversas monedas de diferentes orígenes. Distintos bancos privados emitían notas de crédito que la gente intercambiaba como moneda, mientras también usaban monedas de otros países muy estables como el Sol peruano y la moneda boliviana (originalmente atada al Sol con un tipo de cambio fijo).
El Banco de Buenos Ayres dispuso la circulación del “Peso Moneda Corriente” a partir de 1826 (también conocido como “peso papel” a secas), mientras que al mismo tiempo circulaba el “Peso fuerte” lanzado desde 1822 y originalmente convertible en metales. Ninguno era de uso obligatorio y los argentinos podían elegir la moneda que preferían.
Unificación monetaria, Convertibilidad y primera experiencia inflacionaria
Los sucesivos Gobiernos se alternaron entre períodos de convertibilidad a una paridad fija entre ambas monedas, y períodos de inestabilidad y devaluación por razones fiscales o conflictos bélicos, pero nunca nadie impuso una sobre las demás como moneda de cambio.
Con la presidencia de Julio Argentino Roca se centraliza la moneda de curso legal bajo un nuevo signo denominado “Peso Moneda Nacional” a partir de 1881. El nuevo sistema monetario establecía al oro y la plata como monedas metálicas, y se determinó un sistema de convertibilidad con una paridad fija para el peso vigente desde 1883.
Esta moneda era la única que aceptaría el Estado a la hora de cobrar impuestos, pero no sería de curso forzoso, ya que cualquiera podría canjearla por reservas (oro y otras monedas). Pero la convertibilidad sólo pudo sostenerse por 17 meses porque en la práctica los bancos provinciales no cumplieron con su promesa de respaldar toda nueva oferta monetaria.
Esto llevó a la “Ley de Bancos Garantidos” de 1887 que eliminaba la convertibilidad, durante la presidencia de Miguel Juarez Selman, que desencadenó el primer estallido inflacionario en Argentina, llegando al 56% anual en 1890 y una brutal devaluación. La descentralización de la emisión monetaria no se acompañó con ninguna regla de convertibilidad (como sí ocurría exitosamente en Estados Unidos).
Tras volver al poder en 1898, Roca restauró la convertibilidad de la moneda a razón de 2,27 pesos moneda nacional por 1 peso oro, entre 1899 y 1914. El sistema colapsó por el shock de la Primera Guerra Mundial, aunque se reestableció en la presidencia de Marcelo T. de Alvear para ser nuevamente boicoteado por la administración de Yrigoyen en 1930, que ya empezaba a planificar la introducción de nuevas teorías monetarias que tomaban fuerza en Estados Unidos y Europa para centralizar la moneda.
Creación del Banco Central y comienzo de la inflación crónica
No fue hasta el gobierno de facto de Agustín Pedro Justo en 1935 que se crea el Banco Central de la República Argentina (BCRA), sentando un primer precedente para la llegada de la inflación.
En esta primera versión, el BCRA funcionaba como la Reserva Federal de los Estados Unidos, con una gran influencia de bancos privados, y sin la función específica de emitir una moneda que fuera de curso legal y forzoso. De hecho, de acuerdo con la ley de creación del Banco Central, esta institución iba a operar únicamente por 40 años y se había planificado su liquidación para el año 1975.
Esto quedó en el olvido tras la nacionalización de la banca central en 1946, durante el primer mandato de Juan Domingo Perón, quien le otorogó a la entidad el monopolio sobre la moneda y la dominancia fiscal sobre la política monetaria. A partir de esa fecha, Argentina tuvo de manera consistene inflación crónica.
El gobierno de Perón estuvo plagado de problemas inflacionarios, llegando a una inflación anual del 60% en el año 1952, una pérdida del poder adquisitivo que nunca se había visto en la Argentina. Perón lanzó un programa de estabilización durante su segundo mandato, echando a su principal asesor en Economía, Miguel Miranda, quien había ideado la nacionalización de la banca y presidido la entidad posteriormente, sin mucho éxito a largo plazo.
Los sucesivos programas de estabilización de otros gobiernos, como los de 1959 y 1967, fracasaron también en erradicar el fenómeno inflacionario.
Peso Ley 18.188 en el Gobierno de Onganía
Luego de un período de relativa estabilidad cambiaria por el programa de Aladbert Krieger Vasena (que fija el peso en 350 unidades por dólar desde 1967), el Gobierno de Onganía le quitó dos ceros a la moneda por primera vez en la historia y lanzó el nuevo Peso Ley 18.188 para simplificar las transacciones.
El colapso del programa económico a mediados de 1970 y principios de 1971 condujo nuevamente a una inflación interanual superior a los dos dígitos, y escaló al 79% en mayo de 1973. El fracaso del programa peronista y el estallido post-rodrizago llevaron a la inflación a superar el 777% en mayo de 1976, aminorada al 80% interanual al término del programa de Martínez de Hoz.
Tras la Guerra de Malvinas y el fracaso de los sucesivos programas económicos de la dictadura, la inflación volvió a abrirse paso y llegó al 340% interanual para junio de 1983.
El asesinato de dos signos monetarios bajo el Gobierno de Alfonsín
La dictadura militar lanzó oficialmente el “Peso argentino” quitando cinco ceros más a la moneda a partir del 1° de junio de 1983. El régimen abandonó el poder con 400% de inflación interanual, y los primeros 19 meses de la gestión de Raúl Alfonsín la llevaron al 1128%, destruyendo por completo el signo monetario.
El Gobierno lanzó el Austral en junio de 1985 como parte de una plan económico “integral” que hoy es reivindicado por Horacio Rodríguez Larreta. El nuevo Austral quitó otros tres ceros, y comenzó cotizando incluso por debajo de la partida de 1 dólar. Pero el radicalismo nuevamente condujo a la destrucción de la moneda, y para 1989 la inflación interanual superó el 5.000% en diciembre.
La Convertibilidad y el nuevo Peso desde 1992
La ley de Convertibilidad fijó una paridad de 10.000 australes por dólar a partir de marzo de 1991, y con ella el país volvió a tener estabilidad monetaria. La inflación se erradicó en menos de 20 meses, y desde el año 1992 el Gobierno de Carlos Menem lanzó oficialmente el Peso como moneda convertible de curso legal quitando cuatro ceros al signo anterior.
La estabilidad permaneció inalterada hasta enero de 2002 con la derogación de la Convertibilidad. Desde entonces, Argentina incrementó década tras década el nivel estructural de la inflación, hasta llegar actualmente al 104,5% interanual en marzo de 2023.
El tipo de cambio superó los $410 cuando antes representaba solo $1 por dólar, y el violento y creciente ritmo de la nominalidad del país hace pensar a muchos que prontamente tendrá lugar una nueva reconversión monetaria. Queda librado a la especulación saber si será la reconversión definitiva, o sólo un episodio más en una larga historia de devaluación e inflación.
Economía
El paso de Martín Redrado por el BCRA: La gestión que hoy reivindica el espacio político de Rodrígez Larreta
El ala izquierda del PRO defiende a capa y espada la gestión de Redrado en el Banco Central, así como también la presidencia de Néstor Kirchner. El economista cosecha duras críticas por haber reincorporado el problema inflacionario a la vida cotidiana del país.

Habiendo pasado más de 13 años desde que Martín Redrado renunció a su cargo como presidente del Banco Central, cargo que ocupó entre 2004 y 2010, aún al día hoy su gestión sigue siendo objeto de duras críticas por no haber llevado a cabo una política monetaria convencional y por haber reintroducido la inflación nuevamente en el país.
Para el año 2004 la economía argentina se encontraba en plena recuperación tras haber sufrido un violento shock cambiario y monetario durante la salida de la Convertibilidad. La estructura de contratos estaba desindexada, la demanda de pesos había crecido sólidamente desde mediados de 2003, y la tasa de inflación interanual se había estabilizado en el 5,9% al final de la gestión de Alfonso Prat-Gay. En este contexto asume Redrado la dirección del BCRA.
La estrategia de Redrado fue mantener relativamente estable el tipo de cambio nominal, evitando la apreciación que naturalmente hubiera acontecido con la gran entrada de capitales por el saldo externo superavitario y la reactivación. La obligación por mantener un “tipo de cambio competitivo” aún descuidando la función primaria del BCRA (defender el valor de la moneda) fue un objetivo establecido por la reforma de la carga orgánica en 2002.

Para mantener estable el tipo de cambio el BCRA emprendió una agresiva emisión de pesos para comprar los dólares que ingresaban al país, oscilante entre el 4% y el 7% del PBI hasta 2007, y una estrategia que ya había sido instrumentada por Prat-Gay.
El problema fundamental de la estrategia es que la demanda de pesos (medida por cualquier agregado que se pueda tomar) dejó de crecer en el último trimestre de 2004 y se mantuvo estable hasta 2010. La creciente emisión ya no tenía el suficiente respaldo en demanda, y la tasa de política monetaria sistemáticamente negativa (por debajo de la inflación) tampoco favorecía el atesoramiento de pesos.
Consciente de esto, Redrado impulsó un proceso de esterilización a partir de la colocación de letras (principalmente Lebac), buscando retirar el sobrante de pesos del mercado para que su política no produjera inflación. Y si bien este planteo era correcto, lo cierto es que jamás se llegó a “neutralizar” la totalidad de la expansión monetaria sin respaldo.

El stock de pasivos remunerados se multiplicó por 5 veces entre 2004 y 2010 en términos del PBI, pero la cantidad anual de pesos efectivamente retirados de la circulación osciló entre el 1% y el 2% del PBI, muy por debajo del ritmo al que se expandía la oferta monetaria.
La inflación no tardó en aparecer. La variación interanual del IPC aumentó del 5,9% en septiembre de 2004 al 12,3% en diciembre de 2005, 13,2% en octubre de 2007 y alcanzó un récord de hasta 24,14% en diciembre de 2008. La gestión de Martín Redrado finalizó con una tasa de inflación en torno al 16,7% según la mediciones alternativas al INDEC (el organismo había sido intervenido por el Gobierno kirchnerista).
El economista finalmente dejó el cargo por negarse a ceder la independencia del Banco Central (algo que hasta ahora se había mantenido pese a las políticas no convencionales), y a partir de enero de 2010 el Gobierno de Cristina Kirchner asaltó las reservas internacionales con el visto bueno de Mercedes Marcó del Pont. A partir de este período se entra en un ciclo de dominancia fiscal sobre la política monetaria que persiste hasta el día de hoy.

El candidato y Jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta decidió incorporar a Redrado a su equipo técnico en la Ciudad, y el ala izquierda del PRO defiende a capa y espada al que fue el presidente del BCRA durante el primer experimento kirchnerista en el país.
La dirigente “histórica” y “liberal” Veby Martinez, funcionaria del Gobierno porteño desde hace más de 15 años, dejó en claro la postura del espacio político de Larreta en sus redes sociales y defendió públicamente no solo a la gestión de Redrado, sino también la de Néstor Kirchner.
Este tipo de posturas arrojan serias dudas acerca de la verdadera capacidad del espacio de Larreta para estabilizar los precios como promete, especialmente cuando el proceso inflacionario ya escaló a los niveles más drásticos desde 1991.
Redrado recibió una inflación de 3% y se fue con una de 25%, convivió casi 4 años con el indice de inflación intervenido y se llevo el premio del peor banquero central del mundo. Si vas a acusar a alguien de no saber para defender al gobierno K como mínimo aprende lo básico
— Luciano Cohan (@LucianoCohan) June 2, 2023
Economía
La Provincia de Córdoba presentó un amparo judicial en respuesta al brutal cepo cambiario de Massa y Pesce
Córdoba es de lejos la más perjudicada por la reciente extensión del cepo a las Provincias, ya que solo este año debe afrontar US$ 120,3 millones por vencimientos de capital y US$ 24,8 millones en intereses al exterior.

El gobernador Juan Schiaretti cargó contra las nuevas medidas de la política económica kirchnerista, y presentó un recurso de amparo ante la Justicia Federal para dejar sin efecto las dramáticas regulaciones del Banco Central.
El ministro Sergio Massa dispuso de un nuevo endurecimiento del cepo cambiario que, en la práctica, lo generaliza a todas las Provincias e impone un límite del 40% sobre la compra de dólares oficiales que pueden ser usados para cancelar vencimientos de capital e intereses. El 60% restante debe ser cubierto con dólares propios de las justificaciones locales, nuevos préstamos o bien con las renegociaciones pertinentes para evitar defaults.
La Provincia de Córdoba fue la más severamente afectada por las normativas del BCRA, ya que solo en 2023 debe afrontar el pago de vencimientos de capital por US$ 120,3 millones con acreedores en el exterior, así como un desembolso de intereses por hasta US$ 24,8 millones hasta diciembre. De hecho, Córdoba es la única Provincia con obligaciones importantes nominadas en moneda extranjera desde el 10 de junio (momento en que entran en vigencia las limitaciones).
“La medida imprevista, es discriminatoria y anti federal, atentando contra el normal desarrollo y las autonomías de las provincias; más aún, cuando aquellos compromisos asumidos en dólares han sido autorizados a contraerse por el propio Estado nacional, generando un notable perjuicio a la provincia de Córdoba”, anunció el Gobernador peronista.
La política económica kirchnerista adquirió una nueva fase de locura ya que el mismo Estado federal que desde un comienzo autorizó el endeudamiento externo de las Provincias, ahora deliberadamente restringe los servicios de esas deudas y esto pone en peligro la propia reputación crediticia de Córdoba (algo que también compromete a créditos futuros).
Pero a pesar de los notables perjuicios económicos que generan las restricciones, lo cierto es que las medidas solo garantizan retener suficientes dólares como para sostener hasta 8 días de intervención sobre las operaciones normales en los dólares financieros. En otras palabras, la totalidad del “ahorro” en dólares oficiales se perdería fácilmente en tan solo ocho jornadas para tratar de mantener relativamente estable la paridad del dólar CCL.
Esto no hace más que demostrar, una vez más, cuán errática y discrecional puede llegar a ser la política económica del ministro Massa. La rama troncal del “plan llegar” del oficialismo consiste ahora en profundizar el endeudamiento externo por todas las vías posibles para postergar una devaluación oficial más pronunciada de la que ya existe hoy (entre 8% y 9% por mes).
Massa consiguió ampliar el Swap chino hasta los US$ 18.000 millones, duplicó las reservas de libre disponibilidades en este instrumento hasta los US$ 10.000 millones, y suscribió nuevos préstamos por US$ 3.000 millones con el régimen de Xi Jinping.
Economía
Bear Market Total: La actividad económica se desplomó un 3,8% en el mes de abril en medio del estallido cambiario
Las estimaciones de la consultora Orlando Ferreres advierten por una fuerte reversión del nivel de actividad por la sequía, la caída del consumo y el violento aumento de la inflación. La recuperación prometida por el equipo de Massa no aparece.

Aunque el Secretario de Industria de Massa, José de Mendiguren, insiste en que uno de los objetivos fundamentales del equipo económico es “sostener el nivel de actividad”, las estadísticas más recientes dan cuenta de que la realidad es diametralmente opuesta a esto. La recuperación que promete el Gobierno no solo no llega, sino que se profundizan los síntomas recesivos.
El índice de actividad económica elaborado por la consultora Orlando Ferreres cayó fuertemente hasta un 1,8% en el mes de abril, según la serie desestacionalizada del indicador. Por otra parte, la actividad sufrió un derrumbe de hasta el 3,8% en comparación con el mismo mes del año pasado. No se veía una caída interanual semejante desde octubre de 2020.
Asimismo, se registró un retroceso del 0,4% en los primeros cuatro meses de 2023 en comparación con el mismo período de 2022. Si bien el primer trimestre sorprendió al mostrar un nivel de actividad ligeramente superior a lo que sugerían las previsiones, el segundo trimestre avanza en dirección opuesta y el país vuelve a sumirse por el camino de la recesión.
Como era de esperarse, la caída interanual más violenta se observó en el rubro de la agricultura, ganadería, caza y silvicultura que alcanzó el 39,5%. También se observó una profunda caída del 11,5% en servicios de electricidad, gas y agua, mientras que la intermediación financiera cayó un 2,5% interanual, el transporte y comunicaciones hasta un 2,4%, y las ventas de comercio minorista retrocedieron un 0,8% en los últimos 12 meses.
La producción industrial sufrió una caída interanual del 0,4%, aunque acumuló un repunte del 1,1% en la comparación anual de los primeros 4 meses de 2023 y el mismo período del año pasado.
“Para los próximos meses anticipamos una tendencia similar a la del mes en análisis, con el agro liderando la caída y el resto de los sectores más fríos. Mirando la segunda mitad del año la incertidumbre es muy alta y el devenir de la actividad dependerá de la evolución de la macroeconomía, y de las definiciones que se den en materia política”, advierte el informe de la consultora.
El panorama de crecimiento y recuperación que patrocina el oficialismo no existe. El mes de abril se vio marcado, además, por un violento estallido cambiario: el dólar paralelo se disparó hasta un 25% entre el 10 y el 25 de abril, alcanzando un récord de $495.
Massa perdió toda la confianza que había ostentando en la segunda mitad del año pasado, y el tipo de cambio paralelo permanece en valores lindantes a los $500. La inflación de abril alcanzó el 8,4% y la variación interanual llegó a casi el 109%, un escenario que se habría vuelto a repetir según las estimaciones sugerentes para el mes de mayo.
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