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Economía

La otra cara del Plan Massa: El Banco Central tuvo que emitir $2,6 billones por el dólar soja y el rescate a los títulos públicos

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El programa del ministro de Economía profundizó todos los desequilibrios monetarios, prometiendo más inflación futura. Aunque el Gobierno no incumplirá la meta de emisión monetaria con el FMI, a fines prácticos perdió relevancia en la lucha contra la inflación.

Las medidas anunciadas por el ministro Sergio Massa a partir del mes de agosto apuntaron a garantizar el cumplimiento del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para contener el Riesgo País, y robustecer las reservas del Banco Central para aminorar las expectativas de devaluación. Pero realmente solo se postergaron los efectos adversos. 

El Tesoro se comprometió a no utilizar recursos en concepto de adelantos transitorios del BCRA (que es asistencia monetaria directa), y en la práctica tampoco se recurrió a la transferencia de “utilidades” ficticias por la devaluación del tipo de cambio oficial. 

Se pretendía que con estas medidas se cumpliera la meta de emisión pautada con el FMI para así poder contener las expectativas inflacionarias, pero en la práctica el Banco Central amplió sistemáticamente la oferta de dinero y emitió hasta 2,6 billones de pesos por otros medios. El compromiso del Tesoro se limitó a cumplir las metas del Fondo, y no a atacar el problema inflacionario de la economía argentina.

Las fuentes de la emisión monetaria bajo el programa de Massa

El Banco Central del radical Miguel Ángel Pesce emprendió una agresiva política de emisión monetaria explicada por dos grandes fuentes: la compra de deuda pública del Tesoro (aquella que el sector privado ya no quiere refinanciar) y la compra de los dólares por las liquidaciones del Dólar Soja I y II

La primera herramienta es común en economías desarrolladas y, de hecho, fue la principal responsable de la elevada inflación que se atraviesa a nivel mundial. El llamado “Quantitative Easing” del Banco Central se articuló para rescatar la deuda pública del Tesoro ante el fracaso de las licitaciones de pesos con acreedores del sector privado. El acuerdo del FMI no advierte ningún tipo de restricción a la emisión por este propósito. 

La segunda vía explicativa de la fuerte emisión monetaria fue el Dólar soja, ya que el Banco Central debió emitir la cantidad de pesos suficiente como para adquirir los dólares de la liquidación de los productores. Es una medida que robustece las reservas pero, al mismo tiempo, compromete la expansión de los agregados monetarios. 

Todo esto requirió asistencia monetaria indirecta que fue perfectamente compatible con el acuerdo del FMI y con las promesas de Massa en agosto, pero abiertamente contraria a la estabilización del nivel general de precios.

¿Es relevante la meta de emisión con el FMI?

El principal objetivo de la meta fue generar un límite a la asistencia monetaria directa, y vincular ese límite a un ancla fiscal trazada por las metas trimestrales. El FMI estableció un tope equivalente al 1% del PBI en el monto que el BCRA pudo emitir para transferir recursos al Tesoro por adelantos transitorios y utilidades en 2022. Este sistema pretendía aminorar las expectativas inflacionarias durante la duración del programa.

Pero las expectativas no solo no se moderaron, sino que se desanclaron por completo en el último año. Y la razón es sencilla: la emisión del BCRA para rescatar la deuda pública y comprar dólares por la liquidación preferencial de la soja alcanzó el 3% del PBI, según estimaciones de la consultora Equilibra. 

En otras palabras, la asistencia monetaria indirecta y no regulada por el acuerdo con el FMI triplicó al monto de asistencia directa que sí fue alcanzada por el acuerdo. No hubo ningún ancla monetaria capaz de moderar las expectativas de inflación. 

¿Por qué se desaceleró la inflación a la par del aumento de la expansión monetaria?

Aunque la inflación interanual aumentó a un ritmo vertiginoso y sin pausa durante la gestión de Sergio Massa, saltando del 71% al 92,4% interanual, la inflación mensual se moderó muy ligeramente del 7,4% en julio a un promedio del 6,25% entre septiembre y octubre, y 4,9% al término del mes de noviembre.

Los precios minoristas aumentan a un ritmo holgadamente superior al del primer semestre del año, pero no parecen haber respondido de manera directa a la fuerte expansión monetaria del segundo semestre. Esto se debe a la política de esterilización del Banco Central, la emisión de deuda a través de colocación de Leliq y Pases.

Se coloca deuda para retirar pesos de la economía y contrarrestar el efecto de la emisión. La gestión Massa apostó por un aumento irresponsable de la deuda remunerada del BCRA, permitiendo muy pequeños resultados positivos a corto plazo pero un peligro latente y severo para el futuro. 

Los pasivos remunerados del BCRA saltaron del 160,4% de la base monetaria en julio al 222% en noviembre, y en términos del PBI la deuda aumentó del 9,8% al 11,2%. Ambas formas de medir la deuda remunerada arrojan los peores resultados observados desde marzo de 1989, y no existe evidencia empírica que sugiera que este proceso pueda sostenerse en el tiempo bajo esta dinámica de crecimiento.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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