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Economía

Los salarios reales se desplomaron desde la llegada de Alberto Fernández y están en mínimos de las últimas décadas

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La vuelta del kirchnerismo al poder no fue gratis, y según el análisis del CEEAXXI, los salarios vienen perdiendo consistentemente contra la inflación ubicándose en el nivel más bajo en 30 años.

De acuerdo con los datos difundidos por el INDEC, la inflación mensual del mes de marzo fue del 6.7%, y se convirtió en la más alta desde el año 1991. Luego de esas cifras en la década del ’90, ligadas a las hiperinflaciones del 1989 y 1990, se pasó a un esquema monetario de Convertibilidad, el cual anclaba el nuevo signo monetario, el peso, a las reservas de dólares estadounidenses, además de prohibir la emisión monetaria para monetizar déficit fiscal. Esto produjo una década entera en la que los argentinos casi nos habíamos olvidado de los problemas que acarrea la suba del nivel general de precios a la hora de ir a hacer las compras.

Más de 30 años después, parece que nos olvidamos lo que es vivir sin pensar todos los días en cuanto saldrán las cosas, si el precio se habrá vuelto inaccesible y/o si hay en stock, dado que se encuentra destruido el sistema de precios como señales.

La función de asignación de recursos de los precios relativos se encuentra desintegrada, ya que la inflación se encuentra “pisada” por las anclas nominales utilizadas por el Ejecutivo, tales como Precios Cuidados, tarifas subsidiadas, cepo cambiario, esterilización monetaria y control de precios a distintos rubros en general.

Veremos quien es este mes el acusado por el Ejecutivo, ya que cada mes que se da a conocer el número de la inflación se encargan de buscar un “nuevo” culpable (o refritar alguno de los culpables de siempre), aun cuando el único “ganador” en este contexto es el Estado, quien se apropia del impuesto inflacionario derivado del monopolio coercitivo de la emisión monetaria.

En este escenario, el aspecto más preocupante de la aceleración del deterioro del poder de compra es el fuerte incremento de los precios de alimentos y bebidas, que, si bien en la medición oficial representa casi un tercio del gasto de los hogares, este número aumenta cuando se trata de familias de menores ingresos, dada la característica de bien necesario de los alimentos.

Según estimaciones del CEEAXXI en base a información oficial, en marzo los salarios reales, considerando privados registrados y no registrados y públicos, se redujeron un 3,7% i.a. y 3,5% respecto a febrero, mientras que, si se considera el poder de compra en términos de alimentos y bebidas, la baja fue del 8,1% i.a. y del 3,9% en un mes.

Si en lugar de mirar la foto, en cambio, miramos la película que comenzó el 10 de diciembre de 2019, con la asunción de Alberto Fernández, se estima que la pérdida del poder de compra de la canasta básica fue del 5,7% punta a punta, mientras que, considerando los alimentos y bebidas, la baja fue casi el doble, 11,9%.

Si además de mirar estos datos, analizamos y comparamos con otros indicadores dados a conocer por el INDEC, se observa que, dada la regresividad de la inflación, los más afectados por esta suba del nivel general de precios son aquellos de menores ingresos.

Para no ser indigente en Argentina, un hogar tipo 2 necesitó $37.414 para no ser indigente y $83.807 para no ser pobre, por lo que considerando la distribución del ingreso, el 20% de los hogares se encuentran bajo la línea de indigencia, ya que para el segundo decil, el ingreso medio fue de $36.928 en el último trimestre de 2021, mientras que respecto a la canasta básica total, aproximadamente el 60% de los hogares serían pobres, ya que el decil 6 de la distribución del ingreso arrojó un ingreso medio por decil de $85.390.

Si bien desde el oficialismo siempre se hizo énfasis en el consumo como impulsor del crecimiento, despreciando a la inversión, principal fuente de acumulación de capital y, por lo tanto, de aumento de productividad y crecimiento de largo plazo; y a las exportaciones, con cada vez mayores impuestos y trabas, parece ser que a este le queda poca vida, si es que aún le queda algo.

Desde la salida de la Convertibilidad y la asunción de Néstor Kirchner, pasando por las gestiones de Cristina Fernández, Mauricio Macri, y llegando a Alberto Fernández, pasamos de un Estado equivalente al 26% del PIB a uno que casi se duplicó.

Este enorme peso del Estado, además de la carga que genera en los pagadores netos de impuestos, también se traduce y traslada ineficiencia a la sociedad. Oímos a diario un bono de $6.000 para los jubilados y otras bonificaciones adicionales para despejar las calles cuando estas son tomadas por las organizaciones sociales, pero, por más que desde el gobierno se esfuercen en controlar variables nominales, los precios continuarán su dinámica alcista, en un escenario en el que la caída de salarios reales reduce aún más la demanda de dinero, potenciando más la suba del nivel de precios.

El modelo de las últimas dos décadas afortunadamente está agotado. Suena lamentable la expresión, pero la única manera de cambiar a un régimen económico orientado al libre mercado, como el prevaleciente en los países que mejoran las condiciones de vida de sus habitantes tanto en términos monetarios como así también respecto a otros indicadores de bienestar como salud y educación, necesita el desmoronamiento total del esquema prevaleciente, ya que en la medida que aún siga respirando, dará margen para poner parches y seguir asfixiando a la sociedad.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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