
Mega investigación revela nexos entre políticos, jueces y criminales en la era Correa
La fiscal Diana Salazar destapa una red de corrupción, revelando así las consecuencias del gobierno de Rafael Correa.
La fiscal general de Ecuador, Diana Salazar, lidera una serie de investigaciones que han sacudido el panorama político del país. Estas pesquisas han destapado presuntos vínculos entre políticos, jueces y grupos criminales transnacionales durante el gobierno de Rafael Correa, poniendo en evidencia las consecuencias a largo plazo del llamado "socialismo del siglo XXI".
Según las investigaciones, miles de mensajes encriptados revelaron que narcotraficantes habrían pagado a la policía para alterar pruebas y a jueces para liberar a delincuentes. Estos hallazgos sugieren una profunda corrupción sistémica que habría echado raíces durante la década correísta, socavando las instituciones democráticas del país.
El caso más emblemático involucra al exvicepresidente Jorge Glas, encarcelado por corrupción. Los mensajes indican que se habrían pagado $250,000 a un juez para liberarlo, con la expectativa de favores futuros si Glas llegara a la presidencia. Esta revelación pone de manifiesto cómo el poder político se habría utilizado para beneficio personal en detrimento del Estado de derecho.

Desde diciembre de 2023, la fiscal Salazar y su equipo han presentado cargos contra 76 personas, incluyendo ex legisladores, jueces y altos funcionarios. De estos, 44 ya han sido sentenciados a prisión, evidenciando la magnitud del problema heredado por el gobierno posterior de Correa.
El legado problemático del correísmo
El expresidente Correa, quien gobierna desde el exilio en Bélgica, ha sido acusado de obstruir las investigaciones. Ha publicado advertencias sobre redadas en redes sociales y ha calificado a Salazar de "títere" de empresarios, alegando persecución política. Estas acciones reflejan una actitud de confrontación y negación ante las acusaciones de corrupción.
Durante su mandato, Correa implementó políticas que, según críticos, debilitaron la lucha contra el narcotráfico. Cerró una base militar estadounidense que monitoreaba envíos de drogas y ha sido acusado de recibir fondos de las FARC para su primera campaña presidencial, aunque él lo niega.
El gobierno de Correa también fue criticado por su enfoque autoritario hacia la oposición y los medios. Intentó limitar y controlar organizaciones de izquierda y movimientos sociales, estableciendo estructuras paralelas afines al correísmo.
Esto incluyó la creación de sindicatos y organizaciones indígenas progubernamentales, que carecían de poder real sobre las políticas públicas.

La represión contra movimientos sociales fue particularmente dura. Se iniciaron entre 300 y 400 juicios anuales contra activistas anti-minería desde 2009, con cerca de cien casos utilizando leyes contra el terrorismo y sabotaje. Este nivel de persecución judicial fue sin precedentes en la historia reciente de Ecuador.
El modelo económico implementado por Correa, inspirado en las políticas de la CEPAL de los años 50-70, resultó en desequilibrios comerciales y aumento de la deuda pública. A pesar de la retórica de industrialización, el país mantuvo su dependencia de las exportaciones primarias, dejando al proyecto político vulnerable a los vaivenes del mercado internacional.
Las investigaciones en curso revelan las profundas cicatrices dejadas por el correísmo en el tejido institucional y social de Ecuador. La lucha contra la corrupción y el crimen organizado se perfila como un desafío crucial para el futuro del país, mientras se debate cómo superar el legado de un modelo político que, bajo la bandera del "socialismo del siglo XXI", parece haber comprometido la integridad del Estado en beneficio de intereses particulares.
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