
El presidente Noboa consolidó su liderazgo y rompió con el correísmo
Con mayoría legislativa, el mandatario prometió enfrentar al caos y renovar Ecuador
Daniel Noboa selló su reelección con el 55,6 % de los votos, en una jornada que no solo confirmó su continuidad en el poder, sino que redefinió el mapa político ecuatoriano. Su victoria marcó el fin de más de una década de dominio correísta en la Asamblea Nacional. La elección de Niels Olsen como presidente del Legislativo con 80 votos dejó claro que el oficialismo logró una mayoría parlamentaria funcional. Con ello, el mandatario aseguró gobernabilidad para aplicar las reformas que considera urgentes.
Durante su discurso tras la proclamación, Noboa advirtió que no tolerará intentos de desestabilización y reafirmó su voluntad de enfrentar con firmeza a quienes pretendan sabotear el país. “A todo aquel que quiera destruir Ecuador le daremos un portazo”, afirmó, en un tono enérgico que dejó ver su determinación política.
La legitimidad del proceso fue respaldada por organismos internacionales como la OEA y la Unión Europea. Esto neutralizó las denuncias infundadas promovidas por sectores cercanos al socialismo del siglo XXI, y fortaleció la posición de Ecuador ante la comunidad internacional.
Con el respaldo del Legislativo, el gobierno de Noboa ha trazado una agenda centrada en la seguridad, la modernización institucional y el impulso económico. La lucha contra el crimen organizado será uno de los principales ejes de su mandato.

Además, el presidente se ha comprometido a atraer inversión extranjera y reformar el sistema de justicia, áreas que permanecieron relegadas durante años bajo la influencia del correísmo. La juventud de Noboa, inicialmente cuestionada, hoy se percibe como símbolo de renovación política.
En un contexto polarizado, su capacidad para generar consensos y articular alianzas será clave. Sin embargo, el amplio apoyo popular y su mayoría parlamentaria representan una oportunidad histórica para transformar el país.
El triunfo de Daniel Noboa representa una ruptura definitiva con el pasado autoritario del socialismo correísta. Su firmeza, liderazgo y visión reformista abren un nuevo capítulo para Ecuador, con la esperanza de que el país avance hacia un futuro más seguro, moderno y libre de corrupción.
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