
Hamas rechazó otra vez una propuesta de alto al fuego
El grupo terrorista volvió a demostrar que no tiene ningún interés en negociar a pesar de las concesiones de Israel
Las negociaciones en Doha entre Israel y Hamás atraviesan una fase crítica, marcada por la disparidad de intenciones entre las partes. Mientras Israel se ha mostrado abierto a fórmulas de compromiso e incluso ha aceptado elementos propuestos por los mediadores qataríes, Hamás parece decidido a dinamitar cualquier posibilidad de avance, aferrado a demandas extremas que evidencian su verdadero objetivo: perpetuar su control sobre Gaza y continuar con su campaña terrorista.
Una fuente diplomática israelí de alto nivel fue contundente al afirmar que “si Hamás hubiera aceptado la propuesta presentada por Catar, ya estaríamos avanzando en una negociación de 60 días hacia el fin del conflicto”.
Pero lejos de mostrar voluntad de entendimiento, Hamás ha rechazado la iniciativa, imponiendo condiciones inaceptables y desarrollando, en paralelo, una guerra de desinformación orientada a obstaculizar los esfuerzos de diálogo y reforzar su imagen entre su base radical.

Israel, por el contrario, ha enviado a Doha una delegación de alto perfil —compuesta por el asesor político del primer ministro, Dr. Ofir Falk, el ex subdirector del Mossad conocido como “M”, y el coordinador para cautivos y desaparecidos, Gal Hirsch— que permanece en la capital qatarí a la espera de una señal que permita reencauzar el proceso. El hecho de que aún no hayan recibido orden de regresar a Jerusalén deja abierta una tenue posibilidad de reactivación del diálogo.
Entre las exigencias centrales de Hamás figuran el cese total de la guerra con garantías internacionales, la retirada completa de las FDI de toda la Franja —incluido el corredor de Filadelfia—, el desmantelamiento de una organización estadounidense que distribuye ayuda humanitaria al margen del control del grupo, y la restauración de su hegemonía absoluta sobre el territorio y los recursos.
Estas condiciones no buscan la paz ni la reconstrucción de Gaza, sino consolidar el poder de una organización terrorista a expensas de los propios gazatíes.
La atmósfera en Jerusalén, que hasta hace pocos días era moderadamente optimista, ha virado hacia una desconfianza creciente.
La voluntad de Israel de explorar soluciones sigue en pie, pero el otro lado de la mesa parece estar ocupado por un grupo que no busca una salida política, sino el mantenimiento de su régimen de terror.
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