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El Congreso y la Corte Suprema de Brasil acuerdan combatir la “información falsa” en las elecciones del 2022

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Prohibirán reenvíos masivos de mensajes, crearán grupos de trabajo conjuntos y profundizarán los arrestos a personas que compartan una visión diferente a la de los jueces de la Corte Suprema.

Poniendo en riesgo la libertad de expresión y los derechos individuales, los presidentes de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, y del Tribunal Superior Electoral (TSE), el juez supremo Edson Fachin, firmaron este martes un acuerdo de cooperación para “combatir la propagación de fake news” durante las elecciones de este año.

El acto tuvo lugar en la residencia oficial de la Cámara y también contó con la participación del vicepresidente del TSE, el juez Alexandre de Moraes, quien se caracteriza por perseguir a políticos, periodistas y activistas que se identifican con la derecha bolsonarista.

La Corte Suprema (STF) viene investigando en la polémica “causa fake news” un supuesto complot de Jair Bolsonaro y sus asesores para crear noticias falsas en contra de la oposición y de los propios jueces, que tildan de “anti-democrático”.

Hasta el momento no han podido presentar ni una evidencia seria de que Bolsonaro haya coordinado grupos con el objetivo de divulgar noticias falsas. Mientras tanto, medios como O Globo están produciendo a razón de una noticia falsa contra el gobierno por día, y no figuran en ninguna parte de la causa armada por el juez Moraes.

Lira, Fachín y De Moraes también firmaron un protocolo de intenciones para el Programa Permanente de Lucha contra la Desinformación en el ámbito de la Justicia Electoral, integrado por miembros de las dos instituciones. El plazo tiene una vigencia de 60 meses.

En el documento, el TSE y la Cámara destacan que las fake news pueden representar “un riesgo para bienes y valores esenciales de la sociedad, como la democracia, así como afectar negativamente la legitimidad y credibilidad del proceso electoral y la capacidad de electores y electoras a ejercer su derecho al voto de manera consciente e informada”.

Entre las medidas definidas en el término se encuentran el desarrollo de acciones y proyectos, de manera conjunta, para enfrentar la desinformación en el proceso electoral, además de actividades encaminadas a sensibilizar sobre la ilegalidad de las prácticas de desinformación .

También se definió que las instituciones adoptarán medidas para desalentar y denunciar la creación y uso de redes de desinformación y conductas ilegales, así como el reenvío masivo de mensajes de propaganda política en aplicaciones redes de mensajería como WhatsApp durante las elecciones.

Por otro lado, se definió que el TSE y la Cámara actuarán “en defensa de la integridad del Proceso Electoral y la confiabilidad del sistema de voto electrónico”. La pregunta es, ¿quién define lo que es o no fake news ? ¿Los que persiguen a las personas por compartir una visión diferente a la suya y por apoyar al gobierno actual?

Brasil

Millones de brasileños salieron a las calles luego de que un prisionero político de Lula muriera en la cárcel

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Cleriston Pereira, un manifestante bolsonarista que fue arrestado en enero, falleció la semana pasada por problemas de salud en la cárcel de máxima seguridad, luego de que la Corte Suprema no quisiera darle prisión domiciliaria.

Este domingo, millones de brasileños llenaron la Avenida Paulista, en el centro de São Paulo, en protesta contra el gobierno dictatorial de Lula da Silva y de la Corte Suprema dominada por el lulismo (9 de 11 jueces fueron puestos por el partido de Lula).

En particular, la manifestación reclamó por la muerte a Cleriston Pereira, quien murió en la prisión de máxima seguridad de Papuda. “Clezão“, como lo llamaban sus amigos, fue uno de los manifestantes bolsonaristas detenidos durante las protestas del 8 de enero en contra del fraude electoral.

El hombre era un empresario de 46 años y miembro de una familia de políticos del interior de Bahía, quien fue golpeado violentamente por la Policía y estaba detenido desde enero tras participar en la invasión de los edificios de Três Poderes.

En estos 10 meses como prisionero político en Papuda, fue diagnosticado con diabetes e hipertensión y fue monitoreado por un equipo médico. La defensa de Cleriston había pedido al juez Alexandre de Moraes su liberación provisional y arresto domiciliario por los problemas de salud que le habían descubierto.

El 1ro de septiembre, la Procuraduría General de la República (PGR) emitió dictamen a favor de Cleriston y aceptó que continúe su detención sin juicio en su casa, pero el juez Moraes, considerado un dictador en Brasil por sus abusos del Poder Judicial, nunca firmó la solicitud.

Desde septiembre estuvo empeorando su situación, pero la Corte Suprema rechazó ponerle la firma al pedido de la familia, hasta finalmente falleció por estos problemas el pasado lunes 20 de noviembre, en la Penitenciaría de Papuda, en Brasilia.

Diputados y senadores de derecha como Magno Malta (PL-ES), Marcos Pontes (PL-SP), Jorge Seif (PL-SC), Bia Kicis (PL-DF), Coronel Tadeu (PL-SP), Marcel van Hattem (Novo – RS), Nikolas Ferreira (PL-MG), y Gustavo Gayer (PL-GO) estuvieron presentes en la manifestación.

A pesar de aparecer en un video de convocatoria al evento, difundido en los últimos días, el ex presidente Jair Bolsonaro (PL) no participó del evento realizado en São Paulo, mientras enfrenta un durísimo juicio iniciado por el gobierno de Lula que resultó en su proscripción política.

Los manifestantes gritaban consignas como “Bolsonaro vuelve”, “Lula, ladrón, perteneces a la cárcel”, “nuestra bandera nunca será roja” y “Xandão fuera”. En sus discursos, los parlamentarios pidieron justicia en el caso de los detenidos por los hechos del 8 de enero, especialmente por la muerte de Cleriston, y criticaron a los ministros del Supremo Tribunal Federal (STF). “Alexandre de Moraes, Brasil no te tiene miedo“, dijo el diputado Nikolas, que también pidió un aplauso en honor a Cleriston.

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El Gobierno de Lula rompe un nuevo récord de déficit fiscal en Brasil: Superó el -6% del PBI por primera vez en años

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Las finanzas públicas de la economía brasileña fueron completamente desbaratadas desde que el socialismo volvió al poder en enero. El techo del gasto público fue eliminado y los desequilibrios aumentaron a pesar de los aumentos impositivos que Lula logró aprobar en lo que va del 2023.

El Gobierno de Lula da Silva desmanteló completamente las finanzas públicas de Brasil a pesar de llevar tan solo 11 meses en el poder. El presidente socialista heredó un superávit primario equivalente al 0,6% del PBI en enero de este año, y un resultado financiero deficitario en torno al 4,4% del producto respectivamente.

En los primeros 9 meses de gestión, el superávit primario fue completamente desmantelado y se convirtió en un déficit que escaló al 0,92% del PBI al cierre de septiembre, según las estadísticas recopiladas por el Banco Central de Brasil y estimadas por el IBGE.

Por otra parte, el déficit financiero del Gobierno federal (sin contabilizar Estados locales) se disparó al 6% del PBI, oficialmente el resultado más desequilibrado desde agosto de 2021, cuando el país aún sufría los efectos de la pandemia internacional.

El resultado consolidado del sector público nacional y el Banco Central sumó un déficit que llegó al 6,62% del PBI, y la diferencia surge por el saldo causi-fiscal del Banco Central que aún dirige el presidente Roberto Campos Neto. Nuevamente, este resultado es el más drástico de los últimos 2 años, principalmente impulsado por la responsabilidad del Gobierno nacional.

Todo esto sucedió a pesar de que el Gobierno, y en particular el ministro de Economía Fernando Haddad, impulsó una serie de aumentos impositivos a lo largo del año, gravando los combustibles, las apuestas online, las exportaciones de hidrocarburos, remesas, y aumentando las contribuciones a la seguridad social, entre muchas otras disposiciones. 

Tan pronto como llegó al poder, Lula eliminó el techo de gasto público nominal que habían implementado Michel Temer y Jair Bolsonaro en las últimas dos administraciones, la cual había sido la regla fiscal por excelencia para llevar confianza y garantizar la independencia del Banco Central (algo que se efectivizó por ley a partir de 2021).

Lula reemplazó esta regla fiscal por otra que vincula al gasto con el crecimiento de los ingresos federales (estos últimos sin ninguna atadura legal). Pero como la reforma entra en vigencia a partir del año fiscal 2024, para lo que resta del año el oficialismo adquirió vía libre para actuar sin mayores limitaciones.

El grueso del ajuste sobre las finanzas públicas tendrá lugar en el año próximo, y recaerá exclusivamente sobre el sector privado por medio de una reforma tributaria que está a punto de obtener el visto bueno del Senado (después de haber sido convalidad por el Congreso de Diputados).

La reforma de Lula propone elevar el IVA al 27,5% (la tasa más alta del mundo) unificando una serie de impuestos internos a las ventas, al mismo tiempo en que adopta el impuesto mínimo del 15% sobre los ingresos de las empresas multinacionales, entre otras modificaciones.

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Brasil

Después de anunciar que llevaría el IVA al 30%, Lula propone un impuesto mínimo del 15% sobre las empresas multinacionales

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Siguiendo la agenda global propuesta por Joe Biden, Brasil apunta a introducir un nuevo impuesto mínimo para empresas multinacionales, con el objetivo de desalentar la competitividad fiscal entre países. El Presupuesto socialista para 2024 prepara una suba generalizada de impuestos.

El Gobierno de Lula da Silva profundizará su sablazo fiscal sobre Brasil para el año 2024. Esta vez, el Gobierno apunta a cumplir con una de las demandas de la agenda del G20 y los países más desarrollados, la cual consiste en implementar un impuesto mínimo del 15% sobre los ingresos de las empresas multinacionales.

Este impuesto distorsivo desalienta la relocalización en el país que lo implementa, incrementa los costos, y tiene por objetivo gravar a las empresas incluso en episodios en los cuales se registran pérdidas (la base imponible dejan de ser las ganancias, y pasan a ser los ingresos meramente contables independientemente del resultado del ejercicio).

Actualmente la tasa impositiva de Brasil sobre las utilidades no distribuidas de las empresas asciende al 34%, ubicada entre las 10 más altas del mundo, junto con Chad, Suriname, Puerto Rico, Colombia, Guinea Ecuatorial, y Sudán, entre otros países.

Las empresas brasileñas o las multinacionales que deciden asentarse en Brasil para producir, ya deben enfrentar un sobrecosto tributario desafiante para la competitividad. Las medidas que pretende desplegar el Gobierno de Lula sólo agravarán todavía más el problema.

El presidente demócrata Joe Biden impulsa esta agenda activamente en el mundo con el fin de desalentar la competencia fiscal entre jurisdicciones, una estrategia abiertamente funcional a su propia agenda fiscal en Estados Unidos, que consiste en aumentar drásticamente los impuestos y, en particular, el impuesto de Sociedades del 21% al 28% para 2024.

Estableciendo impuestos con coordinación global, Biden y otros líderes mundiales con tendencia socialdemócrata pretenden mitigar los impactos de la subida de impuestos en sus respectivos países en lo que atañe a la competitividad y la relocalización de las empresas.

Brasil podría ejecutar esta reforma como parte del plan de reorganización del sistema tributario que propone el Gobierno socialista para el período fiscal 2024. La propuesta más relevante del proyecto, tanto desde el punto de vista recaudatorio como desde el impacto en la sociedad, sin lugar a dudas será el lanzamiento de un nuevo “Super-IVA” con una tasa consolidada del 27,5% (la más alta del mundo).

Este nuevo IVA sustituirá a una serie de impuestos internos aplicados a las ventas, y si bien es más competitivo en términos de eficiencia, el costo aplastante del impuesto recaerá sobre los consumidores finales más que en cualquier otra jurisdicción del planeta.

La facilidad para hacer negocios en Brasil podría verse extremadamente perjudicada por el repertorio de medidas que prepara el socialismo. En la misma línea, la marcha atrás con el proceso de privatizaciones que había impulsado Jair Bolsonaro abortó la llegada de un gran caudal de inversión extranjera directa (IED) que se explicaba por las transferencias de activos y las fusiones con firmas locales.

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