Un hombre con barba y traje oscuro aparece junto a un texto que dice "Dr. Raúl Tortolero" y el logo de "La Derecha Diario".
OPINIÓN

Ley Censura y control del Poder Judicial: ahí viene la dictadura socialista

El oficialismo avanza con una ley que busca controlar redes, medios y justicia, al estilo de China y Venezuela.

En un México que ya ha entrado técnicamente en recesión, que ha perdido su soberanía en vastos territorios a manos del narco-terrorismo, con el buque destructor USS Gravely —especializado en combate al crimen organizado— estacionado en el puerto de Veracruz, y la llegada del embajador de Estados Unidos, Ron Johnson, en puerta, a Doña Presidente se le ocurrió que era buen momento para lanzar una ley útil para amarrar como a un perro la libertad de expresión, y para regresar a esos tiempos estalinistas en los que la Secretaría de Gobernación revisaba, autorizaba o censuraba todo tipo de información, opinión y concesiones.

Toda dictadura socialista que se precie de serlo debe intentar controlar absolutamente todo, y a este fin abona mucho la disolución de la división de poderes, y sujetar a todos los medios de comunicación, y ahora también a las poderosas redes sociales, a las que busca incluso bloquear… Esto huele a Mao, revolución cultural y PCCh.

¿Qué más puede salir de la mente de una persona cuyo contexto social estaba empapado con sueños floridos de Fideles Castros y cuya recreación ha consistido en entonar trovas latinoamericanas zurdas? Estamos hablando de una persona hiperideologizada, que hoy despacha en Palacio Nacional. Sin novedades, mi capitán.

Si hacemos caso a Lilly Téllez, la hipersensibilidad de Sheinbaum a las críticas que recibe habría sido el detonante para sacarse de la manga la propuesta de la ley en materia de telecomunicaciones y radiodifusión, conocida como la “Ley Censura”. No coincido en que esa sea la causa, sino un proyecto dictatorial (la dictadura del “proletariado”, que más bien es de la 4T).

Pero en lo que sí coincido con mi valiente amiga arquera y senadora es en que la Ley Censura es un garrotazo a la libertad de los mexicanos para acceder a la información. El gobierno de Sheinbaum decidiría qué verán los mexicanos y a través de qué medios y plataformas. Traducción: esto es algo inaceptable.

Esa ley simplemente emerge no como un oscuro presagio de autoritarismo, sino como la confirmación de la ruta roja por la que nos quiere llevar Claudia y su equipo de progres y socialistas enfebrecidos de poder. Esta iniciativa, enviada al Senado hace unos días, no solo amenaza con encadenar la libertad de expresión, sino que, junto a la inminente captura del Poder Judicial por el oficialismo, revela un proyecto deliberado de consolidación dictatorial.

Desde una perspectiva conservadora y de Nueva Derecha —que defiende la libertad, la soberanía nacional y la Verdad religiosa frente al relativismo progresista—, la lanzada de Claudia es un plan con maña que solo desprestigia a su gobierno. Dice Jorge Romero, líder nacional del PAN, que aunque al final le están cambiando a la ley algunas palabras, el daño ya está hecho, porque el gobierno sacó las uñas y mostró su prioridad: controlar plataformas, no defender derechos.

Y esto nos aleja —señala Romero— de una democracia contemporánea y “nos acerca a modelos autoritarios como Venezuela o China”. Sobre todo a China, recalcaría yo. Recordemos que en México se juega una guerra proxy, en el frente de tierras raras, comercial, económico, de desarrollo tecnológico, y en donde los cárteles que mueven el fentanilo —y todo quien prefiera darles “abrazos” y no detenerlos— se han alineado ya con el Dragón Rojo, con lo que se hacen corresponsables de la muerte de 250 mil norteamericanos al año por esta sustancia.

El Artículo 109: una daga contra la libertad

El núcleo venenoso de la “Ley Censura” reside en su Artículo 109, que faculta a la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT) —un ente subordinado al Ejecutivo— a bloquear plataformas digitales por incumplimientos vagamente definidos. La sola idea de “bloquear” una plataforma luce como algo incompatible con una mente democrática. Esta redacción ambigua, carente de contrapesos judiciales, otorga al gobierno un poder discrecional para silenciar voces disidentes en redes sociales, el último bastión de la libertad de expresión en un país donde los medios tradicionales han sido cooptados o intimidados. Es decir, controlar contenidos en internet es una forma de degradar a México y su deshidratada democracia en una Cuba, Venezuela o China, donde decir la verdad puede ser un crimen y te hace acabar en la cárcel.

Los cambios de la ATDT, que asume funciones del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), no son un simple ajuste burocrático. Es un paso hacia la hipercentralización del poder, donde el Ejecutivo, sin rendir cuentas, decide qué contenidos son “permitidos”.

La prohibición de “propaganda extranjera” —el supuesto propósito de la ley— es un vil pretexto. Porque Sheinbaum no busca proteger la soberanía, sino controlar a la oposición. Esta ley, junto con el sometimiento del Poder Judicial, es parte de la receta de una dictadura moderna: controlar la justicia y silenciar a la ciudadanía. Hay que apuntar al corazón del problema: la simultaneidad de estas reformas no es casualidad, sino un plan orquestado en los sótanos rojos del poder.

El Poder Judicial y la censura: las dos caras de la tiranía

El contexto de la “Ley Censura” es aún más alarmante cuando se analiza junto a la reforma judicial aprobada en 2024, que sometió al Poder Judicial a la voluntad popular mediante elecciones de ministros, magistrados y jueces. Este cambio, impulsado por Morena, desarticuló la independencia judicial, dejando a los ciudadanos sin un árbitro imparcial frente al abuso de poder. Ahora, con la ATDT como brazo censor, el gobierno tiene el control de dos pilares esenciales de la democracia: la justicia y la expresión. Esta sincronía no es fortuita; es la arquitectura de un régimen autoritario que busca perpetuarse.

La Nueva Derecha, planteada como vastos movimientos que resisten el avance del progre-globalismo autoritario y del socialismo “blando”, reconoce en estas maniobras un ataque a los fundamentos de la civilización occidental: la libertad y la Verdad. La libertad de expresión no es un lujo, sino el oxígeno de una sociedad libre. Académicamente, sostengo que permitir que el Estado decida qué es “propaganda” o bien “contenido aceptable” es sinónimo de arbitrariedad. En un país con antecedentes de represión estatal —la Cristiada, el 68 y hasta Ayotzinapa—, confiar en la benevolencia del gobierno es una ilusión peligrosa.

Un proyecto dictatorial con rostro progresista

Sheinbaum, heredera del socialismo de López Obrador, ha intentado suavizar las críticas prometiendo “enfriar” la ley y revisar el Artículo 109. Sin embargo, esta aparente concesión no debe engañarnos. Porque el gobierno retrocede tácticamente, pero no renuncia a su objetivo: controlar la libertad de expresión.

Hay dos puntos gravísimos: Uno, la insistencia en un registro de usuarios de telefonía móvil, reminiscente del inconstitucional Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil (PANAUT) —que violaba el derecho humano a la privacidad— y que posiblemente obligaría a los ciudadanos a entregar datos biométricos y personales; y dos, la facultad de revocar concesiones de medios bajo el argumento de un sesgado “interés público” —que es decidido por Morena—, y peor aún, de “seguridad nacional”, haciendo en automático a todo opositor un criminal, refuerzan la sospecha de un proyecto totalitario disfrazado de soberanía digital.

Contextualizada en un marco global, esta ley hace que México se sume a la ola de regímenes que usan la tecnología para vigilar y censurar, como China con su Gran Muralla Digital. Esto no es soberanía, es esclavitud.

La Resistencia: un imperativo moral

La “Ley Censura” no es un debate técnico, sino una batalla por que México conserve la boca sin mordaza. La toma simultánea del Poder Judicial y la amenaza a la libertad de expresión son síntomas de una dictadura en formación, donde el poder se concentra en un Ejecutivo sin límites. Nuestro deber es resistir este avance con la fuerza de los derechos humanos, la Constitución y la movilización ciudadana. La Nueva Derecha defiende valores fundacionales cristianos y al mismo tiempo propone una visión de futuro donde estos, junto a la libertad, la justicia y la soberanía verdadera —no la excusa populista— sean los cimientos de la nación.

México no merece ser otro experimento fallido del socialismo latinoamericano, pastoreado claramente por China. Debemos poder frenar la “Ley Censura” y salvar la democracia mexicana antes de que sea demasiado tarde.

¡Oración y Acción: Contrarrevolución!

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