
El gobierno comunista de Orsi dejó de reconocer a Edmundo como presidente de Venezuela
Esto contradice abiertamente la política del anterior gobierno, que reconoció la clara victoria de González Urrutia.
El nuevo gobierno de Uruguay, encabezado por el comunista Yamandú Orsi, tomó una decisión que atenta contra la estabilidad democrática en América Latina.
En un giro inesperado por algunos, y esperado por otros, la administración izquierdista de Orsi ha decidido desconocer el mandato de tanto el dictador Nicolás Maduro, como el legítimo presidente de Venezuela, Edmundo González Urrutia, alineándose con un enfoque ambiguo y peligroso respecto a la crisis venezolana.
El canciller Mario Lubetkin fue el encargado de comunicar esta postura, que contradice abiertamente la política del anterior presidente Luis Lacalle Pou, quien reconoció la victoria de González Urrutia, basándose en pruebas claras de fraude electoral por parte del régimen chavista.

En un intento de minimizar la gravedad del fraude, Lubetkin manifestó que no se reconoce ni a Maduro ni a González Urrutia como presidente, insinuando que las pruebas presentadas por la oposición venezolana no son válidas.
Este cambio en la postura diplomática uruguaya, que inicialmente había respaldado a los opositores de Maduro, refleja una peligrosa complacencia con un régimen dictatorial.
Si bien Lubetkin reconoció que las relaciones con Venezuela están "a cero", su declaración sobre no reconocer a ninguno de los presidentes electos muestra una falta de compromiso con los valores democráticos fundamentales.

A diferencia de la administración de Lacalle Pou, que denunció públicamente el carácter dictatorial del régimen chavista, el nuevo gobierno comunista de Orsi evita clasificar a Venezuela como una dictadura, lo que genera aún más incertidumbre sobre el futuro de las relaciones internacionales de Uruguay.
Esta postura relativista no solo ignora la voluntad del pueblo venezolano, sino que también refuerza a un régimen que continúa violando derechos humanos y atacando a la oposición.
Con esta decisión, Uruguay no solo se aleja de su compromiso con la defensa de la democracia en la región, sino que da un paso atrás al sentar precedentes peligrosos para el futuro de Venezuela y la estabilidad política de América Latina.
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