
El cónclave tras la muerte de Francisco: cómo se elige al nuevo Papa
El Vaticano inicia el histórico proceso que definirá al sucesor de un pontífice que transformó la Iglesia
El papa Franciscosorprendió a miles el domingo 6 de abril, poco antes de su fallecimiento, al aparecer en la plaza de San Pedro. Fue su primera aparición pública desde marzo, luego de semanas de hospitalización y de una prolongada ausencia desde enero.
En silla de ruedas y con un hilo de voz, saludó a los fieles reunidos con un cálido "¡Grazie a tutti!". Lo acompañaba su enfermero personal, Massimiliano Strappetti. La imagen del pontífice con cánulas de oxígeno reforzó la percepción de su frágil estado.
Durante su internación, la Santa Sede difundió informes detallados dos veces al día, asegurando que, a pesar de todo, el papa seguía al mando. En su homilía, que fue leída por el arzobispo Rino Fisichella, defendió el valor de los enfermos y criticó el abandono de los más frágiles.
Un cónclave inminente tras una muerte esperada
Horas después de la bendición urbi et orbi del Domingo de Resurrección, Francisco falleció a los 88 años. Su deterioro físico y su conciencia sobre el fin lo habían llevado, incluso, a reformar los ritos funerarios papales.

El de Francisco será el tercer cónclave del siglo XXI, tras los de 2005 y 2013. Y se desarrolla en un Vaticano profundamente transformado por él: jerarquías simplificadas, cargos rotativos, apertura a laicos y mujeres, y una clara intención de eliminar el burocratismo.
El papa argentino no quiso perpetuar el poder, sino dejar estructuras más horizontales y transparentes. Su estilo marcó un cambio cultural. Entre sus últimas designaciones, destacó la de la monja Simona Brambilla al frente de un dicasterio, cargo que históricamente ocupaban solo cardenales.
Cómo se elige a un papa: el secreto detrás del cónclave
Cuando la sede apostólica queda vacante, el Colegio Cardenalicio asume el control. Su decano convoca el cónclave, al que asisten solo los cardenales menores de 80 años. En esta ocasión, serán más de 250 los cardenales reunidos, de los cuales 149 fueron nombrados por Francisco.
El proceso tiene dos fases.La primera es el precónclave, donde los cardenales celebran reuniones preparatorias. Durante estos días, debaten los principales problemas de la Iglesia y definen el perfil ideal del nuevo pontífice.
En la segunda fase, todos los cardenales votantes se encierran “con llave”, siguiendo la etimología de la palabra cónclave (cum clave).Nadie puede salir hasta que haya una elección, que exige una mayoría de dos tercios.
De Bergoglio a papa: un viaje inesperado
Francisco, entonces Jorge Mario Bergoglio, llegó al cónclave de 2013 sin expectativas. Recién retirado como arzobispo, con 76 años y problemas de salud, había comprado pasaje de regreso a Argentina antes de Semana Santa.
Sin embargo, tras cinco votaciones, fue elegido como papa. Su elección fue el resultado de un consenso emergente tras los debates del precónclave, donde su figura destacó como una opción de renovación.
Este método ha demostrado que ninguna facción eclesiástica puede imponer sola a un candidato. Se requiere un perfil de consenso, que encaje con los retos y deseos de la Iglesia global.
Un papa que viajó por las periferias del mundo
Aunque no fue tan viajero como Juan Pablo II, Francisco visitó países con baja presencia católica y conflictos graves. En 2017, por ejemplo, viajó a Birmania y Bangladés para denunciar la persecución contra los rohinyás.
Su papado estuvo marcado por mensajes a favor del desarme nuclear, la justicia social y el cuidado ambiental. Estos posicionamientos lo alejaron de sectores más conservadores, incluidos Estados Unidos.
Durante sus viajes, era cercano, improvisaba ruedas de prensa y mantenía un tono humano y accesible, incluso en la fragilidad de sus últimos años.
El legado de un pontífice transformador
Francisco desmanteló estructuras arcaicas y reformó la gobernanza vaticana.Redujo privilegios, puso fin a carreras burocráticas perpetuas y cambió el enfoque clerical hacia una Iglesia más abierta.
Sus últimos días fueron más serenos que los de Juan Pablo II. Ya sin fuerzas, dependía de otros para hablar, pero no perdió la voluntad de comunicar. Citó a Benedicto XVI al hablar del sufrimiento como parte esencial de la humanidad.
En su homilía final, escribió: “Comparto la experiencia de sentirnos débiles, de depender de los demás… pero también de un futuro en el que algo nuevo está germinando”.
Ese futuro está ahora en manos del próximo papa. El Vaticano, moldeado por Francisco, enfrentará un nuevo capítulo bajo un liderazgo que deberá estar a la altura de una transformación histórica.
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