Un hombre mayor con vestimenta blanca y un sombrero blanco sonríe mientras se refleja en una superficie de vidrio.
SOCIEDAD

El destino del cuerpo del Papa Francisco: sin lujos y en un ataúd de madera

Rompiendo con la tradición, el Pontífice pidió un sepelio austero y sin embalsamamiento complejo

El Papa Francisco decidió dejar atrás siglos de pompa funeraria. En noviembre de 2024, solicitó ser sepultado en un sencillo ataúd de madera, evitando los tradicionales tres féretros de ciprés, plomo y roble.

Además, expresó su voluntad de no ser expuesto sobre una tarima en la Basílica de San Pedro y de descansar, tras su muerte, en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma. Cada una de estas decisiones reflejó su estilo de vida austero y su visión de una Iglesia cercana y humilde.

Estos cambios formaron parte de una reforma más amplia en los rituales funerarios papales que él mismo introdujo, en busca de una mayor sobriedad.

Qué se hace con el cuerpo: técnicas y excepciones en los funerales papales

La muerte de un papa ha estado históricamente rodeada de solemnidad y simbolismo. Sin embargo, no existe una norma rígida sobre qué hacer con su cuerpo.  A lo largo del tiempo, los pontífices eligieron diversas prácticas según sus convicciones.

En tiempos recientes, se popularizó la tanatopraxia,  una técnica de conservación temporal que reemplazó al embalsamamiento tradicional. Esta opción  fue aplicada al cuerpo de Benedicto XVI tras su muerte, el 31 de diciembre de 2022. El procedimiento, realizado por un equipo médico liderado por el doctor Andrea Fantozzi,  permitió su exposición pública sin alteraciones visibles.

También Juan Pablo II recibió el mismo tratamiento antes de su velatorio en la Basílica de San Pedro. Tras sus exequias, fue sepultado en las grutas vaticanas.

Una persona vestida con atuendo religioso yace con las manos entrelazadas sosteniendo un rosario.
El cuerpo del papa Benedicto XVI al que se le practicó tanatopraxia. | Redacción

Por el contrario,  papas como Juan Pablo I y Pablo VI rechazaron toda forma de conservación artificial. Ambos cuerpos se deterioraron rápidamente durante sus velatorios, en línea con sus decisiones personales de sobriedad.

Embalsamamientos históricos: entre el éxito y el fracaso

El caso de Juan XXIII fue uno de los más recordados. Su cuerpo, embalsamado con especial eficacia, se conservó tan bien que al ser exhumado en 2001 fue exhibido en una urna de cristal. Muchos fieles vieron en ello un signo de santidad.

No todos los embalsamamientos resultaron exitosos. El de Pío XII, en 1958, fracasó por completo. Su cuerpo sufrió una rápida descomposición, con hinchazón y malos olores que forzaron al Vaticano a revisar los métodos utilizados. Algo similar ocurrió con León XIII, aunque en menor medida.

Cada pontífice, una huella única

Las decisiones post mortem de los papas no solo hablaron de técnicas funerarias, sino también de convicciones personales. El modo en que quisieron ser recordados quedó plasmado en sus cuerpos, en su forma de ser velados y en sus sepulturas.

La opción del Papa Francisco, marcada por la humildad, no solo modificó un rito ancestral. También dejó un mensaje final claro: la sencillez como camino hacia lo esencial.


 

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