Edificio de departamentos con daños visibles en la fachada y escombros en la calle, un auto gris aplastado por una estructura metálica caída y ladrillos esparcidos por el suelo
SOCIEDAD

Derrumbes en Córdoba: la ciudad colapsa y el Estado solo aparece para regular y cobrar

Detrás del discurso progresista: más impuestos, más trabas y ningún control donde realmente importa.

El modelo de  “ciudad progresista” que se vende desde Córdoba muestra su verdadero rostro: regulaciones asfixiantes, pero cero controles reales sobre lo que importa.

Córdoba capital se cae a pedazos, literalmente, bajo los escombros de su propia desidia estatal. Dos derrumbes en una semana revelan el colapso del sistema en la capital cordobesa.

Este último fin de semana, en una semana: un obrero muerto y una pensión evacuada por riesgo de derrumbe.

El 25 de mayo, un obrero murió  en Alta Córdoba tras el derrumbe del techo de un galpón en obra. El segundo, fue un desalojo de una pensión  en Alvear al 300, con más de diez personas viviendo en condiciones de precariedad extrema y riesgo de derrumbe.

En ambos casos, se revelaron graves deficiencias estructurales, pero también una inacción alarmante por parte de las autoridades municipales, encargadas de controlar, habilitar y garantizar la seguridad edilicia.

Varios bomberos y personal de emergencia trabajan en la entrada de un edificio con las cortinas metálicas quemadas mientras una camilla y equipo de rescate están listos en la acera
Derrumbe en obra centrica de Córdoba capital | La Derecha Diario

Estado presente para cobrar tasas municipales

En Córdoba, como en buena parte del país, el Estado no está ausente: está en todos lados, menos donde debería. Regula cada centímetro cuadrado del espacio privado, asfixia con tasas, permisos y trabas al que quiere construir, pero al momento de garantizar infraestructura segura, brilla por su ausencia. Los controles son laxos, las inspecciones selectivas y las responsabilidades políticas, nulas.

La Municipalidad de Córdoba capital gasta fortunas en campañas publicitarias, propaganda ideológica y cartelería, mientras las estructuras urbanas se desmoronan.

La ciudad que se vende como “moderna, inclusiva y sustentable” no puede garantizar que una persona duerma bajo un techo seguro. Pero eso sí: hay bicisendas, festivales, campañas de lenguaje inclusivo y promesas de “ciudad inteligente”.

El problema  no es de recursos: es de prioridades. En el Estado cordobés, el show siempre va primero; la vida de los ciudadanos, último.

Estas tragedias no se deben a la falta de Estado, como suele repetir el relato progre. Son, justamente, el resultado de su hipertrofia inútil: un aparato que se entromete en todo lo productivo, mientras deja desprotegida la vida de las personas.

Córdoba no necesita más “presencia estatal”; necesita menos burócratas y más responsabilidad individual, menos controles inútiles y más aplicación de la ley.

Mientras los políticos cordobeses siguen en campaña eterna, la ciudad se cae a pedazos, y no en sentido figurado. El relato de la Córdoba moderna se derrumbó como el galpón de Alta Córdoba, y lo que queda bajo los escombros es el sentido común.

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