
Se casó con su primo y casi fue reina: la princesa que perdió el trono
Carolina Matilde creyó que heredaría la corona danesa, pero la historia cambió el rumbo real
Carolina Matilde de Dinamarca nació el 27 de abril de 1912 en el palacio de Jægersborghus, cerca de Copenhague. Lo que parecía ser una vida destinada al segundo plano nobiliario terminó convirtiéndose en una historia atravesada por decisiones políticas, conflictos familiares y una sucesión truncada.
Provenía de una línea directa de sangre real: su padre fue el príncipe Harald de Dinamarca y su madre, Elena Adelaida de Schleswig-Holstein. Sus abuelos paternos eran el rey Federico VIII y la princesa Luisa de Suecia. Recibió su nombre en honor a su abuela materna, Carolina Matilde de Schleswig-Holstein-Augustenburg.
Una boda polémica entre primos
La infancia de Carolina transcurrió entre mansiones aristocráticas y una educación refinada, junto a sus cuatro hermanos. Se crió inicialmente en una finca de campo que luego pasó a manos de una fundación, y más tarde se mudó a una villa en Copenhague.
A los 21 años, sorprendió al comprometerse con su primo hermano, el príncipe Knud de Dinamarca, 12 años mayor que ella e hijo del rey Cristian X. La boda se celebró el 8 de septiembre de 1933 en la capilla del palacio de Fredensborg. Fue un evento majestuoso, rodeado de realeza europea y con un banquete en el palacio de Sorgenfri, donde luego fijaron residencia.
La pareja tuvo tres hijos: la princesa Isabel, el príncipe Ingolf y el príncipe Cristián. Los dos varones perdieron sus derechos sucesorios por casarse con plebeyas, algo considerado un matrimonio morganático.
La guerra, el nazismo y la grieta dinástica
Durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial, la familia se vio envuelta en tensiones políticas. La madre de Carolina, la princesa Elena Adelaida, simpatizó con el nazismo, lo que causó un fuerte distanciamiento con el rey Cristian X, firme opositor del régimen de Hitler. Esta postura terminó con el exilio de Elena en 1945 a su ciudad natal, Glücksburg, aunque regresó dos años más tarde por la salud deteriorada de su esposo.

Pero el verdadero quiebre en la línea dinástica llegó en 1947. Tras la muerte del rey Cristian X, su hijo Federico IX asumió el trono. El nuevo monarca solo tenía hijas —Margarita, Benedicta y Ana María—, lo cual, según la ley sucesoria de 1853, convertía a su hermano Knud y a Carolina Matilde en los herederos naturales.
Ambos creyeron durante años que llegarían a reinar. Sin embargo, en 1953, una reforma legal aprobada por referéndum permitió la sucesión femenina, desplazando a Knud y Carolina del primer lugar en la línea de sucesión y colocando a Margarita como heredera oficial.
El resultado fue un cisma familiar. Aunque siguieron ostentando el título de “príncipes herederos”, ya no les correspondía trono alguno. Las relaciones con la familia real se enfriaron de forma definitiva. Solo se reencontraban en actos oficiales, donde el protocolo impedía la omisión mutua.
Knud falleció en 1972. Carolina Matilde vivió 19 años más, retirada de la vida pública, en el palacio de Sorgenfri, el lugar que más sintió como hogar. Murió en 1995, dejando atrás una vida marcada por la cercanía al poder, pero también por el desencanto de haber estado tan cerca —y tan lejos— del trono.
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