Vista aérea de un barrio con casas pequeñas de color naranja y techos grises rodeado de vegetación y árboles al fondo
SOCIEDAD

Santuario de la libertad frente al Estado paternalista

El padre Juan Andrés “Gordo” Verde y su cruzada contra la indigencia.

En una sociedad donde el Estado, lejos de ser solución, se ha convertido en el gran promotor de la pobreza —con impuestos confiscatorios que ahogan al contribuyente medio— surge una respuesta alternativa y auténtica: el proyecto Cireneos, liderado por el sacerdote Juan Andrés “Gordo” Verde.

Fundada en 2017 por jóvenes misioneros junto a este llamativo cura, la asociación civil Cireneos actúa en los barrios más olvidados de Uruguay —Santa Eugenia, Costanera, San José y Melo— con un enfoque basado en tres pilares: vivienda digna, educación y fe.

Lejos de los laberintos burocráticos del Estado, han entregado decenas de hogares contenedor a familias que vivían en condiciones indignas, con pisos de barro y techos de nylon.

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El sacerdote “Gordo” Verde, quien llegó a mudarse al asentamiento de Santa Eugenia para vivir junto a los más humildes, asegura que no necesitan una ONG ni dependencia estatal, sino solidaridad, trabajo y fe.

Su mensaje es claro y potente: no son los millones del presupuesto público—cargado de impuestos que esterilizan el crecimiento—los que salvan vidas, sino el compromiso espontáneo de gente común y autónoma.

Es una ofensiva contra el Estado paternalista que reproduce pobreza mediante leyes y cargas fiscales. “Cireneos” demuestra que hay soluciones reales fuera de la maquinaria estatal: cuando el gobierno fracasa, es la ciudadanía organizada —con motivación religiosa o no— la que brinda lo que el Estado promete y no cumple.

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Juan Andrés Verde representa ese espíritu irreverente y vencedor: ex rugbista, con un pasado semicelebrity en televisión, ahora vive junto al pueblo en su día a día.

Mientras el Estado gasta —y gasta mal—, Cireneos construye dignidad desde abajo, sin funcionarios observando, sin trámites eternos, sin ideologías vacías.

Si creen que los impuestos lo solucionan todo, piensen en los techos con techo temporal, en las duchas cálidas obtenidas por una niña, o en esos módulos contenedor que costaron apenas 12.000 dólares cada uno y cambiaron vidas profundas.

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El verdadero cambio no está en los salones del gobierno; está en la fe activa y en la mano tendida del “Gordo” Verde y su ejército de voluntarios, que cargan la cruz de los más necesitados… sin pedir permiso.

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