Seguinos en redes

Economía

A 20 años de la crisis del 2001, Argentina está nuevamente en crisis: La caótica salida de la Convertibilidad

Publicado

en

Hace exactamente dos décadas Argentina enfrentaba un proceso de crisis económica e institucional que desembocó en la salida de la Convertibilidad y la ruptura del orden económico de los 90, retornando así a las políticas dirigistas que se creían abandonadas desde 1989.

Este 19 de diciembre se cumplen 20 años de la renuncia de Domingo Cavallo al ministerio de Economía, para posteriormente acontecer la caída definitiva del gobierno de Fernando De la Rúa dos días más tarde.

El golpe institucional del 19 de diciembre de 2001 marcó un antes y un después en la política económica del país, denotando el fin de un orden económico moderno para volver a los esquemas intervencionistas que imperaban antes de las reformas estructurales en Argentina.

Exactamente dos décadas después, Argentina está nuevamente en una crisis de la magnitud de aquel entonces, con un esquema económico y monetario diametralmente opuesto al que había en 2001. Las reformas socialistas de 12 años kirchneristas, la inacción de 4 años de Macri y estos dos últimos años de «neokirchnerismo» generaron las mismas catástrofes que la mala salida de la Convertibilidad.

La crisis financiera de 2001

Argentina había entrado en un período de recesión desde julio de 1998, una situación que comenzó por una detención súbita de capitales a países emergentes luego del default ruso, y se profundizó a partir de las condiciones internacionales adversas y la marcada devaluación de Brasil.

El sistema de tipo de cambio fijo con el dólar impedía realizar ajustes sobre el cociente de precios relativos entre bienes exportables y bienes no transables, por lo que los shocks internacionales tuvieron un impacto recesivo. En aquél entonces, el gobierno argentino debería haber implementado un plan para la salida del «1 a 1», que permita mayor flexibilidad para afrontar la crisis, pero no lo hizo.

Por lo que empezó como una recesión terminó por convertirse en una crisis financiera propiamente dicha, que marcaba sus primeros indicios entre octubre y noviembre del año 2000 a través de retiros importantes del sistema bancario.

Se trataba de una corrida contra los bancos argentinos que habían mantenido grandes posiciones en títulos provinciales, los cuáles corrían el riesgo de transformarse en “activos basura” sin retorno.

La crisis 1998-2002 y sus acontecimientos históricos.

El programa “Blindaje” aprobado en noviembre del 2000 con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pretendía poner fin a la corrida bancaria, con el organismo actuando como prestamista de última instancia en el país.

Sin embargo, el gobierno de Fernando De la Rúa no cumplió con las metas fiscales pautadas para el primer trimestre del 2001. Este escenario provocó una corrida bancaria tres veces superior a la anterior en marzo de 2001, y fue la primera en determinar una crisis financiera abierta.

A partir del mes de julio, las salidas de depósitos contra los bancos se masificaron y no dieron tregua casi ningún mes hasta diciembre, lo cuál en un contexto de tipo de cambio fijo provocó una profunda contracción económica.

En esa situación, el ministro de Economía José Luis Machinea, un economista radical de izquierda que ya había sido responsable de la hiperinflación durante el gobierno de Alfonsín como presidente del Banco Central, es expulsado del gobierno. En su lugar fue nombrado el liberal Ricardo López Murphy, quien duró tan solo 15 días en el cargo, luego de que presentara un plan de ajuste fiscal que De La Rúa no se animó a aplicar.

El 20 de marzo del 2001, asume Domingo Cavallo, el «padre de la Convertibilidad», en un intento desesperado de De La Rúa por poner una figura con respaldo tanto empresarial como político para hacer el ajuste necesario.

Cavallo hasta ese momento era el político con mayor imagen positiva del país, y muchos hablaban de lo cerca que estaba de ser presidente en las eventuales elecciones de 2003 si se mantenía al margen de este caos.

Ya como ministro, Cavallo buscó la negociación de un paquete definitivo con el FMI para terminar así con la corrida bancaria de una vez por todas.

El “Megacanje” y la “Ley de déficit cero” buscaron concretar una reestructuración exitosa con el FMI, pero el Fondo mantuvo posiciones volátiles entre las direcciones de Horst Köhler y Anne Krueger, y no facilitó un acuerdo.

En consecuencia, para diciembre Cavallo decretó el famoso “Corralito” por el cuál se limitaba el retiro de efectivo de los bancos hasta 250 dólares por semana. Esta medida buscaba ganar tiempo hasta el 15 de enero, momento en el cual se esperaba terminar el acuerdo con el FMI y normalizar el sistema financiero.

Es importante aclarar que el «Corralito» no implicó una devaluación, ni confiscación de depósitos ni una pesificación asimétrica, todo eso vino un año después en el «Corralón», ya con Eduardo Duhalde de presidente y Jorge Remes Lenicov de ministro de Economía.

La salida de la Convertibilidad y sus efectos

El 19 de diciembre Cavallo renuncia como ministro de Economía, y más tarde el 21 de diciembre Fernando De la Rúa abandona la presidencia. Su sucesor, Adolfo Rodríguez Saá, decidió decretar el default de la deuda y derrumbando así todos los esfuerzos realizados en el 2001.

Más tarde, y presionado por grupos con poder de lobby, el presidente interino Eduardo Duhalde decretó el fin de la Convertibilidad el 6 de enero de 2002, al mismo tiempo en que se producía una pesificación forzosa y asimétrica de los depósitos bancarios, lo que se dio a conocer como el “Corralón”.

Se salió del «1 a 1», y el gobierno devolvió los depósitos en dólares que había acorralado en pesos, a razón de 3,08 pesos por dólar (número que salió de hacer $1,40 por dólar depositado más la inflación minorista que hubo en el período más una tasa de interés anual del 4%), destruyendo así los ahorros de los argentinos.

Esta acción no solo destruyó los ahorros de los depositantes en dólares, sino que socavó el poder adquisitivo de todos los salarios y jubilaciones a raíz de una tremebunda devaluación que superó el 300%.

El derrumbe de las ventas en supermercados es evidencia de la contracción de la demanda interna, bajo el Gobierno de Duhalde.

En 2002, la economía mostró importantes dicotomías. Por un lado, se experimentó una álgida recuperación del sector externo y, por otro, se produjo una violenta contracción de la demanda interna a partir de la caída de los salarios y las jubilaciones.

Evolución de los salarios reales y la inflación entre 1990 y 2021.

La tasa de pobreza con la medición de ese entonces, la EPH puntual del INDEC con la canasta de 1985, evidenció el caos social provocado por la salida desprolija y violenta de la Convertibilidad. La pobreza pasó del 38% en octubre de 2001 a más del 54% en 2002.

La fuerte contracción de la demanda interna estranguló el tejido social del país. Aunque la recesión encontró un piso natural en 2002, gran parte de la misma fue explicada por el sector externo superavitario y el auge del turismo, y no por una recuperación en el consumo de los argentinos.

Tasa de pobreza entre 1987 y 2003, con la metodología anterior del INDEC a partir de la EPH puntual.

Incluso en la actualidad, el retorno a las políticas inflacionarias tras la salida de la Convertibilidad determinó un nivel salarial que sigue incluso por debajo del que había en 2001. Las consecuencias de abandonar las reglas de juego basadas en la estabilidad siguen causando estragos aún en pleno 2021.

El proceso inflacionario nacido en 2002 no pudo ser solventado por los sucesivos gobiernos y sus distintos programas monetarios y fiscales, siendo así como se reintrodujo el nivel de desorganización económica que imperaba antes de las reformas de los ’90.

Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

Publicado

en

La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

Seguir Leyendo

Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

Publicado

en

Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

Seguir Leyendo

Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

Publicado

en

Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

Seguir Leyendo

Tendencias