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Economía

El día que Carlos Menem firmó la rebaja tributaria más grande de la historia y subió la recaudación

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El expresidente produjo la rebaja del impuesto a las Ganancias más drástica de la historia argentina, eliminó las retenciones y el impuesto al cheque, desgravó los dividendos, y rebajó las contribuciones patronales. La recaudación nacional aumentó hasta un 40% en solo tres años.

La Curva de Laffer demostró que las rebajas impositivas no siempre están asociadas a caídas en la recaudación, y de hecho es posible producir un efecto diametralmente opuesto. Argentina registró de primera mano los efectos recaudatorios de las políticas de oferta en la década de los 90s.

El presidente Carlos Saúl Menem impulsó la rebaja impositiva más importante de la historia argentina a partir de 1990, como parte de un drástico impulso a la oferta agregada. Al mismo tiempo, en 1991 el Presidente firmó la desregulación generalizada de la economía para impulsar el crecimiento y el desarrollo del país.

Hacia 1989 el Impuesto a las Ganancias alcanzaba una tasa marginal máxima del 49%, considerando la una tasa normal del 35% y el impuesto de “ahorro forzoso” implementado por Raúl Alfonsín. La cuña fiscal había alcanzado incluso el 63% a lo largo de la administración radical. Menem eliminó todos los recargos por el ahorro forzoso, y rebajó la alícuota máxima al 30% a partir de 1990.

Una caída de hasta 19 puntos porcentuales sobre la tributación en solamente un año, no se había visto nunca en la historia argentina. La alícuota promedio para los contribuyentes de Ganancias bajó del 28% al 18%.

Además, el mínimo no imponible del impuesto pasó de representar el 20% del ingreso promedio del país al 73% en 1990, y promedió el 60% en la década de los 90s. Esta reforma garantizó que menos personas pagaran el impuesto a las Ganancias.

Impuesto a las Ganancias en Argentina, desde su creación en 1932.

El impuesto a las Ganancias para las empresas cayó del 33% en 1989 al 20% a partir de 1990. Más tarde, en 1993 el Gobierno menemista decidió aumentar la alícuota al 30% (mismo trato que a las personas) y a cambio de la eliminación del gravamen sobre los dividendos, que hasta entonces retenía una alícuota del 15%.

Asimismo, se dispuso de una fuerte rebaja de aportes patronales para las empresas. Esta carga disminuyó del 33% en 1993 al 22,2% al término de 1999. De esta manera fueron anulados la mayor parte de los aumentos tributarios decretados por Alfonsín en la administración anterior.

Impuesto a las Ganancias sobre personas jurídicas (empresas).

La reforma disminuyó notablemente la tributación sobre el patrimonio en Argentina. El antiguo Impuesto al Patrimonio Neto fue abolido en el período fiscal 1990, un impuesto que alcanzaba tasas de hasta el 10% sobre el patrimonio de bienes suntuarios o de “lujo” y mantenía una alícuota máxima del 2% sobre todo el patrimonio restante.

En reemplazo al Impuesto al Patrimonio Neto, en 1991 nació Bienes Personales y con una alícuota unificada en el 1%, la mitad de lo que establecía el impuesto anterior. A partir de 1995 la tasa de Bienes Personales cayó al 0,5% del patrimonio anual imponible, y constituyó la alícuota más baja de la historia de los impuestos patrimoniales en el país.

Impuestos al patrimonio en Argentina desde 1960.

La reducción de las distorsiones generadas por el sistema tributario fue una prioridad para la administración. El Gobierno resolvió la elevación de la alícuota del Impuesto al Valor Agregado (IVA) hasta un 21% en 1995, y su generalización para casi la totalidad de los bienes y servicios.

Esta medida se tomó para eliminar impuestos internos severamente distorsivos, como el impuesto a los automóviles gasoleros, a las gaseosas, las cubiertas de neumáticos, los aceites lubricantes e incluso a la distribución de gas. La tasa promedio de todos los impuestos internos cayó del 17% en 1989 al 10,5% en 1999, con un piso de solo 7% en 1996. Y al mismo tiempo, el IVA subió del 15% al 21%.

Impuestos indirectos sobre bienes y servicios entre 1960 y 2022.

A partir del programa económico del exministro Domingo Cavallo, las retenciones a la exportación fueron eliminadas para la mayor parte de los productos. Mientras que en 1989 las retenciones representaron hasta el 17% del valor de las exportaciones, para 1992 ese valor cayó al 0,5% y hasta 0,1% en 1998.

Desde 1992 el Gobierno de Menem determinó la eliminación del llamado “impuesto al cheque”, que había sido introducido nuevamente en el sistema tributario en 1983 y gravaba con una tasa del 1,2% los débitos y créditos.

En constante negociación con las Provincias argentinas, se acordó la aprobación de numerosos pactos fiscales que rebajaron las alícuotas del famoso impuesto multifásico “Ingresos Brutos” (IIBB), uno de los más distorsivos del sistema.

La recaudación por IIBB cayó del 2,9% del PBI en 1989 al 1,4% en 1991, y promedió el 1,6% a lo largo de la década del 90. Según estimaciones del economista Darío Rossignolo, la tasa nominal promedio del tributo fue rebajada del 2,3% en 1991 al 1,9% en 1999.

Evolución de los impuestos más distorsivos del sistema tributario argentino, entre 1965 y la actualidad.

El programa fue rápidamente deslegitimado por la izquierda y acusado de “desfinanciar al Estado”, e incluso el Fondo Monetario Internacional mostró preocupación por la eliminación de las retenciones. Pero el efecto laffer terminó prevaleciendo y la recaudación nacional creció un 40% entre 1989 y 1993.

Con una estructura tributaria más baja y simplificada que en la década de 1980, la recaudación promedió el 16,7% del PBI en la administración de Menem, mientras que en la década anterior había representado solamente el 11,7% del producto. 

Recaudación tributaria nacional entre 1980 y 1999.

Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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