
Bolivia en ruinas: la inflación se disparó al 5,2% mensual en junio
El modelo estatista que promovieron Evo Morales y Luis Arce: inflación descontrolada, subsidios y violencia política.
La economía boliviana atraviesa su momento más crítico en 40 años. Con una inflación acumulada del 15,53% en el primer semestre de 2025 —el doble de lo que había proyectado el Gobierno para todo el año—, el país andino se sumerge en una tormenta perfecta donde convergen el desabastecimiento, la falta de divisas, los subsidios asfixiantes y una creciente tensión social. Todo esto ocurre a semanas de las elecciones presidenciales del 17 de agosto, que se anticipan como las más tensas de la última década.
El dato fue confirmado por Humberto Arandia, director del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), quien admitió en conferencia de prensa que "es muy alta" y que sus efectos “se sienten en el bolsillo de los ciudadanos”. La cifra no solo supera por amplio margen la meta del 7,5% que había fijado el gobierno del presidente Luis Arce, sino que constituye el nivel más elevado desde principios de los 2000.

La inflación mensual de junio trepó un preocupante 5,2%, un salto que encendió todas las alarmas en los sectores productivos, financieros y sociales. Con precios desbocados y una creciente incertidumbre, Bolivia enfrenta una crisis de confianza que amenaza con agravar aún más la situación.
El origen del deterioro económico no es otro que el agotamiento del modelo heredado del expresidente Evo Morales, basado en el intervencionismo estatal, el control cambiario y el sostenimiento artificial de precios a través de subsidios con dólares del Banco Central. El país, que alguna vez fue exportador neto de hidrocarburos, hoy se ha convertido en un importador que depende de divisas escasas para garantizar el abastecimiento de combustibles y productos básicos.

“La escasez de dólares afecta al 80% del sistema productivo, que necesita esa moneda para importar insumos”, advirtió el analista económico Jorge Akamine. Esta situación ha generado alzas abruptas en productos de primera necesidad: el precio de la carne de res subió 13,39%; el pollo, 12,99%; las papas, 20,8%; y las cebollas, 16,41%. En los mercados populares, el malestar se siente en cada góndola vacía.
A esta crisis económica se suma una ola de protestas lideradas por seguidores de Evo Morales, inhabilitado para presentarse en los comicios de agosto. Los bloqueos, organizados en señal de protesta, afectaron especialmente al centro del país e impidieron el transporte de alimentos desde regiones clave como Santa Cruz y Cochabamba. Los disturbios dejaron un saldo de seis muertos, entre ellos cuatro policías, y contribuyeron al agravamiento del panorama inflacionario.

Paradójicamente, pese a la gravedad de la situación, el presidente Arce ha ratificado que no modificará el tipo de cambio ni retirará los subsidios a los combustibles, en lo que muchos analistas interpretan como una medida electoralista para evitar costos políticos en el corto plazo. El dólar se mantiene artificialmente fijado en 6,96 bolivianos, mientras las reservas internacionales caen y los mercados paralelos florecen.
“El gobierno debe tomar decisiones valientes y ajustar el gasto público”, afirman economistas independientes, quienes consideran inevitable una reforma estructural para evitar una crisis mayor. Sin embargo, el oficialismo parece decidido a sostener el modelo hasta el final del mandato, sin reconocer el fracaso de una receta económica que hoy vuelve a poner a Bolivia al borde del abismo. Con las elecciones a la vuelta de la esquina y una ciudadanía empobrecida y desilusionada, el escenario está abierto.
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