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Economía

El “Plan Aracre”: Cómo era el grotesco programa del jefe de asesores de Alberto que ligó su expulsión

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El economista eyectado del Gobierno había presentado un programa que incluía una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial, un congelamiento generalizado de precios y la autorización de aumentos de suma fija para salarios y jubilaciones. La posición de Massa terminó prevaleciendo y ganó la pulseada dentro del oficialismo.

El economista y ex CEO de Syngenta, Antonio Aracre, fue el protagonista del mayor episodio de tensión política dentro del Frente de Todos en estas últimas semanas. En su cargo como jefe de asesores de Alberto Fernández, puso a un equipo de economistas a trabajar en un plan económico alternativo a lo que está llevando a cabo el ministro Sergio Massa.

El osado funcionario intentó presentarle este plan a Alberto Fernández unas semanas atrás, lo que generó enormes fricciones con el Ministerio de Economía, quien a pesar del colapso económico que atraviesa Argentina, se mantiene firme en su cargo con un amplio apoyo interno del Frente de Todos.

Cuando Massa se enteró de lo que estaba pasando, una guerra civil interna estalló en la Casa Rosada, de la cual poco se supo hasta esta semana, cuando el pasado martes, Aracre tuiteó sin previo aviso a sus colegas que abandonaba el cargo.

A raíz de los rumores que circularon desde anoche y a los efectos de desactivar cualquier operación tendiente a intranquilizar los mercados le he presentado al Presidente mi renuncia indeclinable como Jefe de Asesores de manera inmediata”, publicó en sus redes sociales.

Es claro que finalmente terminó prevaleciendo la posición de Massa, quien no por resultados pero por habilidad política ha logrado permanecer en el cargo mientras la inflación está descontrolada, el dólar llega a máximos históricos y se desata la pobreza que rompió el techo de 40 puntos y se acerca a niveles alarmantes.

Las medidas propuestas apuntaban a generar una cierta normalización de la situación cambiaria, ya que el nivel de reservas netas del Banco Central se encuentra en niveles históricamente bajos y la corrida contra el peso parece cada vez más incontenible en las paridades alternativas del dólar. Sin embargo, también pretendía aminorar la inflación a través de “políticas de ingresos” típicamente heterodoxas, que nunca dieron resultado. 

Los principales puntos del “Plan Aracre”

Devaluación “segmentada” del tipo de cambio oficial

La propuesta de Aracre pretendía generalizar la paridad cambiaria preferencial de $300 para una serie de importaciones que hoy se comercializan a través del tipo de cambio oficial. Por la propia dinámica del cepo cambiario, el BCRA compra dólares a $300 por la facturación de exportaciones pero los vende a $225 (el cambio oficial minorista) para las importaciones. La propuesta consistía en “acortar” la brecha entre ambas operaciones.

Si bien no se proponía una devaluación abierta y convencional (algo que el propio Aracre se encargó de desmentir), en la práctica implicaba una devaluación “en cuotas” o administrada, todo esto sobre las importaciones que discrecionalmente se vieran afectadas por el nuevo tipo de cambio. La medida apuntaba, además, a tratar de aminorar la sangría de reservas y los incentivos para la sobrefacturación de importaciones

Sin embargo, el costo inflacionario de una devaluación de estas características en un contexto de nula confianza podría ser eventualmente violento, y este punto es especialmente resistido por la actual conducción de Sergio Massa al frente de la cartera de Economía. El Gobierno teme que la devaluación, por más acotada que pueda llegar a ser, derive en un episodio similar al Rodrigazo de 1975.

Masivo congelamiento de precios

El segundo punto del programa consistía en aplicar un congelamiento masivo de precios por un período de hasta 6 meses. Esta política pretendía reemplazar a Precios Justos y cualquier tipo de “acuerdo” voluntario con empresas, para dar paso a precios completamente congelados en términos nominales. 

Este tipo de medidas se adoptaron muchas veces en la historia argentina, aunque en ningún caso se consiguió un mayor éxito en materia de inflación. Los congelamientos generalizados se implementaron con Gelbard en 1973 y con el Plan Austral en 1985, entre muchos otros ejemplos.

Con esto se pretendía “compensar” el efecto inflacionario de la devaluación, simplemente con más represión financiera y “política de ingresos”.  El desabastecimiento es uno de los efectos potenciales más temidos para este tipo de regulaciones, pero también la posterior aceleración inflacionaria cuando colapsan los controles y cuando proliferan los mercados alternativos.

Aumentos de suma fija para salarios y jubilaciones

El tercer punto pretende ser otra medida compensatoria del shock devaluatorio e inflacionario. Se proponía un aumento de suma fija de hasta 50.000 pesos para salarios y jubilaciones, recobrando así una herramienta que no se había utilizado desde mediados de la década de 1980.

Asimismo, el plan recomendaba el adelantamiento de paritarias para actualizar los salarios fijados por los convenios colectivos de trabajo en los meses subsiguientes a la devaluación. Con estas directrices se corre el riesgo de precipitar un “espiral” de precios y salarios que rápidamente podría conducir a acelerar aún más la inflación por el colapso de la demanda de dinero y las expectativas.

Las Leliq y el dólar

La propuesta del economista pretendía evitar la dolarización gradual de las Letras de Liquidez que emite cada semana el Banco Central. No está clara la metodología por la cual se pretendía llevar a cabo esto, pero la herramienta más tradicional empleada por el BCRA es el aumento de la tasa de política monetaria para evitar su atraso relativo en términos reales

El juego entre las tasas de interés y la dolarización de carteras (una puja que se refleja en la brecha cambiara de los mercados alternativos) pretende aminorar el desanclaje de expectativas, pero al mismo tiempo provoca una mayor presión sobre el déficit cuasi-fiscal.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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