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Economía

El Plan Rubinstein que quiere impulsar Sergio Massa pero Cristina resiste

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Vertbitsky filtró y difundió un documento que detalla un posible “plan de estabilización” atribuido a Gabriel Rubinstein. Entre las medidas se destacan la devaluación, el desdoblamiento de cambios y la profundización del ajuste fiscal.

En medio de las fuertes tensiones políticas alrededor de la Vicepresidente, el exterrorista y periodista de izquierda, Horacio Vertbitsky, difundió un documento en donde se detalla un programa de estabilización atribuido directamente al viceministro Gabriel Rubinstein.

El ministro de Economía Sergio Massa se mostró ampliamente molesto por la filtración del documento y la circulación de versiones transcendidas, e incluso denunció al economista Fernando Marull por “terrorismo económico” a pesar de no presentar mayores acciones contra Vertbitsky.

El Plan Rubinstein

El programa plasmado en el borrador se propone seguir los pasos de los típicos planes de estabilización que fueron implementados en la segunda mitad del siglo XX argentino. Se focaliza una corrección sobre el mercado de cambios y el sector externo, junto con un mayo control de las finanzas públicas.

Devaluación y control de cambios

El borrador atribuido a Rubinstein se muestra escéptico por devaluaciones superiores al 100%, así como la liberalización total del tipo de cambio por fuera de lo que se conoce como “flotación sucia”.

En su lugar, se propone una devaluación inicial del 50% sobre el tipo de cambio nominal y posteriormente un congelamiento hasta marzo de 2023. A partir de estos cambios, se pasaría a una segunda fase en la cual el tipo de cambio nuevamente volvería a ajustarse por la inflación desde abril, con la excepción de la ocurrencia de shocks internacionales que justificaran cambios mayores a los del IPC.

También se propone un desdoblamiento cambiario. El borrador con el supuesto programa incluye la creación de un “sistema básico de cambios” equivalente al mercado comercial de la década de 1980, y sobre esta paridad cambiaria tendrían lugar las importaciones, las exportaciones, y los movimientos financieros del sector privado.

Paralelamente, se legalizaría un mercado financiero para todas las transacciones no comprendidas en el primer tipo de cambio, entre ellas la compra de divisas para el ahorro, el turismo internacional, la inversión, las operaciones bursátiles e incluso cierto tipo de importaciones no esenciales.

Sin embargo, y ante los crecientes rumores devaluatorios, Gabriel Rubinstein se pronunció al respecto y negó cualquier tipo de devaluación para este jueves. Manifestó públicamente la adhesión a las ideas principales plasmadas en el documento que difundió Vertbitsky, pero intentó convencer a la opinión pública de que no son medidas que se busquen adoptar en el corto plazo.

“En función de cosas que están apareciendo en Twitter, de que el jueves va a haber una devaluación por algo que podría haber pensado yo. Les aseguro 100% que no va a haber devaluación, por lo menos no este jueves”, anunció Rubinstein.

Algunos economistas como Carlos Rodríguez y Darío Epstein consideran que este tipo de medidas serían riesgosas considerando la fuerte posición de los “dólares futuros” y el efecto sobre la demanda de dinero en un contexto de baja credibilidad.

Tarifas públicas y ajuste fiscal

El borrador contempla una suba generalizada del 100% sobre el valor nominal de las tarifas públicas, entre ellas el gas, el agua y la electricidad. Del mismo modo que con el tipo de cambio oficial, se propone un posterior congelamiento hasta abril de 2023, momento en el cual comenzaría a indexarse nuevamente por la variación del IPC.  

Se mantendrían cierto tipo de subvenciones en concepto de “tarifas sociales” para la población vulnerable, pero se articularía un sistema más exigente que la actual segmentación tarifaria. El programa supone un ahorro fiscal del orden del 1,3% del PBI por el aumento de las tarifas.

En segundo lugar, se propone la eliminación de las transferencias discrecionales a las Provincias, añadiendo así un ahorro fiscal del 0,6% del PBI. En compensación, el borrador plantea ofrecer a las provincias la posibilidad de aumentar impuestos locales eliminando las pautas propuestas por el pacto fiscal de 2017.

En tercer lugar, se considera un recorte a los gastos de inversión pública por un monto equivalente al 0,7% del PBI. También se incluye un ajuste del 0,4% sobre una serie heterogénea y amplia de partidas presupuestarias, que no están especificadas en el documento.

El objetivo es lograr una eliminación “creíble” de la totalidad del déficit fiscal primario, que actualmente supera los 3 puntos del PBI, e incluso arribar a un modesto superávit para 2023. Se pretende así llevar confianza a los agentes para que no esperen una mayor monetización de desequilibrios futuros. Aun así, el programa no ofrece ningún tipo de respuesta acerca del déficit cuasifiscal y la carga por intereses de deuda pública.

Los resultados esperados

Según las estimaciones que son adjudicadas íntegramente a Gabriel Rubinstein, los precios minoristas alcanzarían una suba violenta de hasta el 20% solamente en septiembre de 2023 (de aplicarse el plan en todas sus dimensiones y con todos los aumentos previstos). Esta suba no es un diagnóstico disparatado o exagerado, y de hecho está en línea con lo que prevén Darío Epstein y Emmanuel Alvares Agis en el caso de que se produjera una devaluación de shock.

La inflación caería al 10% para octubre, 5% para noviembre, 2,5% para diciembre, y a partir de 2023 continuaría hacia la baja poco a poco hasta conseguir, al menos teóricamente, la estabilidad. Es la misma visión económica que pretendía conseguir el Plan Austral de Juan Vital Sourrouille en 1985, el plan de Krieger Vasena en 1967, o el plan de estabilización de Celestino Rodrigo en 1975.

También se promete un holgado crecimiento del 4% para el año 2024, aunque el segundo semestre de 2022 y el primero de 2023 podrían registrar niveles de actividad compatibles con una recesión abierta. 

Argentina

Gracias a la confianza en Milei, el peso argentino se convirtió en la moneda que más se revalorizó frente al dólar del mundo

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A cuatro meses de asumir el cargo, el presidente Javier Milei ha logrado una hazaña fundamental en un país devastado por los políticos y con una inflación galopante: la revaloración del peso argentino.

El peso argentino experimentó un fortalecimiento del 25% frente al dólar estadounidense en los últimos tres meses en el mercado paralelo, según indica el índice elaborado por la agencia Bloomberg que fue publicado esta semana.

Este índice toma como referencia la cotización del mercado libre (conocido como blue chip swap, en nuestro caso, el Dólar Blue). De esta manera, el peso argentino se posiciona como la moneda "número uno" del mundo en revalorización según esta métrica, a pesar de que la inflación registró un avance de dos dígitos mensuales en los primeros meses del año, acumulando un 51,5% en el trimestre.

El Gobierno de Javier Milei continúa generando importantes éxitos económicos en un pais que ha sido destruido durante décadas por los políticos, en donde le han sacado 13 ceros a la moneda, han logrado tener dos hiperinflaciones sin guerra y destruyeron 4 signos monetarios.

Ranking Bloomberg

En el ranking de Bloomberg, que abarca 148 tipos de cambio de distintos países, el peso argentino lideró con un incremento del 25% frente al dólar estadounidense, seguido por el chelín keniano (+20%) y el peso uruguayo (+3,1%).

Por otro lado, las monedas que experimentaron las mayores devaluaciones frente al dólar fueron la lira turca (-7,75%), el franco suizo (-7,57%), el yen japonés (-7,22%), y el peso chileno (-6,87%).

En la actualidad, el dólar libre se sitúa en $1.040 para la venta, reflejando un incremento de $5 en comparación con el cierre anterior (+0,5%). Aunque a mediados de enero se observaron algunas tensiones en el mercado de cambios que llevaron la cotización hasta los $1.255, el valor nominal más alto registrado hasta la fecha, desde entonces ha experimentado una tendencia a la baja.

En consecuencia, hoy se está negociando apenas $15 por encima del valor del 29 de diciembre pasado (+1,46%), cuando se cotizaba a $1.025.

La tranquilidad también se refleja en los tipos de cambio financieros. El dólar MEP se encuentra actualmente en $1014,19, lo que representa un aumento de apenas el 1,9% desde principios de enero. Por su parte, el dólar contado con liquidación (CCL) se sitúa en $1058,92, con un aumento del 8,8% en cuatro meses.

El contraste es notable: a finales de diciembre, el índice de Bloomberg ubicaba al peso argentino como la segunda moneda más devaluada del mundo, con una depreciación del 77,89% frente al dólar. Solo fue superado por la libra libanesa, que registró una depreciación del 89,89%.

En cuanto al Tipo de Cambio Real Multilateral, ha experimentado una disminución del 41% desde entonces, según datos de la consultora económica LCG, y señalan que el mercado está confiando en las políticas llevadas a cabo por el Banco Central de la República Argentina (BCRA).

El Presidente Milei destacó que para su Gobierno, el déficit fiscal es la principal prioridad y resaltó el logro de haber detenido la emisión monetaria, y de estar saneando el Banco Central. También mencionó que con estas políticas se han adquirido reservas por más de US$ 12.000 millones de dólares en el mercado, lo que ha llevado a la desaparición de la brecha cambiaria y al desplome del precio del dólar libre.

"Nosotros estamos haciendo el ajuste fiscal más grande de la historia de la humanidad. Encontramos con un desequilibrio fiscal de 15 puntos del PBI, con 5 en el Tesoro y 10 en el Banco Central. Llevamos un ajuste de 6 puntos en el tesoro y 6 en el Banco Central, lo que equivale a un ajuste de 12 puntos del PBI, y eso se hizo en tres meses. No existe registro histórico de eso", aseguró Milei durante su presentación en AynRandCon 2024.


De Kevin Frank para La Derecha Diario.

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Economía

Tras la desregulación del mercado inmobiliario, la oferta de viviendas en alquiler se disparó casi un 200% en el AMBA

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Cada vez más personas pueden acceder al alquiler gracias al decreto de desregulación anunciado por el Presidente Milei en diciembre del año pasado. Se registró un explosivo crecimiento de la oferta inmobiliaria, el más drástico del que se tenga algún registro en los últimos años.

El proceso de desregulación del mercado inmobiliario cosechó un éxito contundente y arrollador, cada vez más difícil de negar incluso entre los más reaccionarios a las medidas que impulsó el oficialismo.

Desde que el Presidente Javier Milei decretó la desregulación inmobiliaria y el fin de la Ley de Alquileres del 2020, la cantidad de viviendas ofrecidas en alquiler se disparó hasta un 189% en el Área Metropolitana de Buenos Aires, según un reciente informe de la Universidad de San Andrés al término del mes de marzo.

La cantidad de inmuebles ofrecidos saltó drásticamente de las 6.696 unidades a un total de 19.069 en cuestión de solo unos pocos meses. Bajo el marco regulatorio anterior esto podría haber parecido una utopía, pero la mayor libertad de transacciones está permitiendo que miles de personas puedan acceder a la vivienda.

Asimismo, el sondeo de visualizaciones de Zonaprop registró que la cantidad de viviendas ofrecidas se duplicó desde diciembre del año pasado, convalidando así el éxito de la desregulación. Este fenómeno se explicó principalmente por los alquileres de índole permanente, en detrimento de los temporarios.

De acuerdo a Zonaprop, en el mes de marzo el precio promedio de los alquileres aumentó tan solo un 2,5% en el Gran Buenos Aires, mientras que la tasa de inflación informada por el INDEC cerró por encima del 11% en el mismo período.

En lo que va del año el precio promedio de los alquileres acumuló un aumento del 28,7%, una cifra muy inferior al 49,1% que se había acumulando durante el primer trimestre de 2023 (bajo el esquema regulatorio del kirchnerismo).

Se debe tener en cuenta, además, que la tasa de inflación minorista acumulada entre enero y marzo fue del 51,6%, y los precios mayoristas subieron un 37% en el mismo período. Sin importar contra qué métrica inflacionaria se los compare, el valor real de los alquileres cayó drásticamente en términos reales.

Este fue precisamente el efecto que se esperaba tras la aplicación del proceso de desregulación. Dada una demanda relativamente estable (sin ninguna perturbación particular), el explosivo crecimiento de la oferta permitió que cada vez más personas puedan permitirse pagar un alquiler al verse beneficiados de su drástico abaratamiento.

El éxito de la desregulación se convalida desde el punto de vista de las cantidades ofrecidas en el mercado, y también desde el punto de vista de los precios en términos reales. Hasta la fecha, no se registró ni una sola variable en el mercado inmobiliario que se haya visto afectada negativamente tras el levantamiento de los controles impuestos en 2020, más bien todo lo contrario. La propaganda kirchnerista encontró un amargo final al verse refutada por la realidad.

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Economía

Crisis fiscal en Estados Unidos: Las “Bidenomics” desataron un déficit por casi 2 billones de dólares al término de marzo

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Pese a que la economía estadounidense sigue creciendo, el Gobierno federal incurrió en un déficit histórico. y se está endeudando a un ritmo únicamente visto durante las grandes recesiones y en las guerras mundiales del siglo pasado. La trayectoria fiscal trazada por Biden es abiertamente insostenible.

Las políticas del Presidente Joe Biden provocaron el agujero fiscal más grande de la historia de los Estados Unidos en tiempos de paz. La visión económica del Gobierno cayó bajo la influencia del Caucus Progresista dentro del Partido Demócrata, la facción más radicalizada hacia la izquierda dentro del Congreso estadounidense.

La actividad económica del país logró recuperarse de la pandemia y continuó con su sendero de crecimiento, pero a pesar de esta muy esperable normalización, el Gobierno federal incurrió en un desequilibrio fiscal histórico que ascendió a los US$ 1,66 billones de dólares al término de marzo.

De hecho, el déficit financiero había llegado incluso a los US$ 8,36 billones en julio del año pasado, como resultado del amplio programa de rescates para préstamos estudiantiles que impulsó el Presidente Biden.

El Partido Demócrata que alguna vez había patrocinado los superávits presupuestarios de la era Clinton, ahora respalda a capa y espada los déficits más irresponsables que nunca se hayan visto en Estados Unidos.

La economía se normalizó una vez superada la pandemia, pero la posición fiscal del Estado jamás lo hizo. El resultado financiero del Gobierno federal representaba el 4,8% del PBI en febrero de 2020, mientras que hoy en día esa cifra se acerca a los 6 puntos del producto. Este brutal incremento se explica principalmente por el mayor peso de los intereses de deuda, que ya son los más altos desde mediados de la década del 90.

Para compensar esta brecha sin precedentes, el Gobierno federal se está endeudando a un ritmo similar al que cabría esperar durante la salida de una recesión o la ejecución de una guerra de grandes proporciones, pero como es bien sabido ninguno de estos escenarios es precisamente el caso. En caso de que la economía entrase en recesión en un futuro cercano, el Gobierno carece de mayor margen fiscal para actuar en consecuencia.

El total de la recaudación por impuestos federales (y otros ingresos por rentas) sólo alcanza a cubrir hasta el 73% de los gastos federales incurridos. El 27% restante se está compensando por la vía del endeudamiento, principalmente con instituciones locales o en el exterior.

Hasta ahora la Reserva Federal se mantuvo al margen de expandir su financiamiento al Tesoro por la vía de la compra de títulos públicos (como lo hizo durante la pandemia en 2020), pero eventualmente el Gobierno federal no puede quebrar, y cualquier tipo de incumplimiento vendría asociado a un latente inflacionario.

La proporción de crédito doméstico absorbido por el Gobierno federal se incrementa, y lo que es lo mismo, se reduce la cantidad de recursos disponibles para prestar a las empresas privadas o a las familias (por ejemplo el crédito hipotecario). Esto se ve reflejado por un piso de tasas de interés cada vez más elevado.

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