Alemania
El socialismo alemán aprueba la “contabilidad creativa” para subir el déficit fiscal por encima de lo permitido en la Unión Europea
Olaf Scholz aprobó una nueva manera de contabilizar los gastos del Estado para superar el 3% del PBI de déficit fiscal previsto por los criterios de Maastricht, el tope de gasto permitido en la Eurozona.

El gobierno socialista de Alemania, encabezado por Olaf Scholz, se comprometió oficialmente con un tope de déficit en torno a los 45.600 millones de euros para 2023, un margen que en los papeles garantiza el cumplimiento de no superar el endeudamiento neto del 3% del PBI para el año, un tope fijado por los acuerdos de Maastricht para todos los miembros de la Unión Europea.
Sin embargo, los más recientes informes del Instituto Económico Alemán encabezados por Arndt Gunter Kirchhoff advierten que Scholz aprobó una serie de nuevas medidas de “contabilidad creativa” para forzar la adecuación de las cuentas públicas a los criterios de la Eurozona.
De acuerdo al instituto, contabilizando las partidas asignadas discrecionalmente como “fondos especiales”, el verdadero endeudamiento neto del Gobierno alemán ascendería a los 140.000 millones de euros en 2023.
La coalición oficialista, que además de socialistas tiene a los verdes y a liberales de izquierda, modificó las reglas metodológicas acerca del cómputo de los fondos especiales en una medida solo comparable a lo que hizo el kirchnerismo con el INDEC en Argentina una década atrás.
El Gobierno adquirió poderes para asumir deuda de forma casi ilimitada en justificación de la crisis económica, mientras que contablemente este hecho no se verá reflejado en un incumplimiento de las reglas fiscales vigentes.
De cumplirse con esta medición alternativa, el déficit fiscal consolidado de Alemania escalaría al 3,4% del PBI para fin de año, superando el tope de 3%. De hecho, las estimaciones del propio Ministerio Federal de Finanzas alemán sugieren que el déficit total podría llegar a representar hasta el 4,5% del PBI en 2023, como resultado de las medidas de contención social y subsidios frente a la crisis energética.
Lo cierto es que las finanzas públicas del país ya comenzaron un proceso de deterioro a partir del tercer trimestre del año pasado. El Gobierno federal alemán registró gastos por 101.300 millones de euros en los últimos tres meses de 2022, mientras que los ingresos solamente alcanzaron los 68.400 millones de euros.
El déficit fiscal consolidado aumentó del 1,89% del PBI en el tercer trimestre de 2022 al 2,6% del producto en el último cuarto del año. Se acumula un deterioro fiscal de casi 0,9 puntos del producto desde el mes de junio.

A diferencia de lo que ocurrió tras la Gran Recesión del año 2008, esta vez el Gobierno alemán no muestra una vocación contundente por retornar hacia el superávit de las finanzas públicas y con ello reducir el stock de deuda pública en relación al PBI. Alemania demoró hasta 9 trimestres en retornar al superávit entre 2010 y 2012, pero tras el shock por la pandemia el saneamiento fiscal promete ser más gradualista e irresponsable.
“Es grotesco que Alemania se adhiera al estricto freno de la deuda, pero al mismo tiempo puede romper los generosos criterios de Maastricht. El uso excesivo de fondos especiales debe terminar. El gobierno federal debería abrir el freno de la deuda para que haya un margen transparente para la inversión”, advirtió el economista Martín Beznoska en representación del Instituto Económico Alemán.
La mayor captación de fondos por parte del sector público amenaza con generar un efecto desplazamiento para el crédito a familias y empresas. La anemia de recursos canalizados para el sector privado sólo profundizará la ya pronosticada recesión para la economía de Alemania.
Alemania
Alemania oficialmente en recesión: La producción industrial se derrumbó en marzo y completa dos trimestres seguidos de caída
La economía más importante de Europa está entrando en un fuerte periodo recesivo. La industria cayó un 3,4% en marzo y las ventas minoristas acumulan 4 meses de variaciones negativas. El socialista Scholz cede ante la presión y prepara un estricto ajuste para ordenar las finanzas públicas.

La situación económica de Alemania empeora día tras día. La actividad industrial registró una fuerte caída del 3,4% solamente al término de marzo, eliminando prácticamente la totalidad del rebote observado entre enero y febrero.
La economía alemana entró oficialmente en recesión tras haber caído por dos trimestres consecutivos entre septiembre de 2022 y marzo de 2023. La producción fabril acumula una retracción significativa de hasta el 10,4% con respecto a noviembre de 2017 (el máximo histórico alcanzado).
El desempeño sobre las ventas minoristas fue aún peor. La Oficina Federal de Estadísticas de Alemania confirmó que el comercio minorista se desplomó un 2,4% en marzo, la cuarta caída consecutiva. Las ventas comerciales sufrieron un derrumbe del 7,6% desde que el Partido Socialdemócrata asumió las riendas del Gobierno en diciembre de 2021.
Además, la inflación continúa marcando un récord por encima del 7% interanual a pesar del ajuste de tasas del Banco Central Europeo que aún es insuficiente. Las exportaciones están en caída y el sistema energético alemán no fue capaz de adaptarse eficientemente al shock por la guerra en Ucrania debido a la excesiva dependencia de la “transición ecológica”, y las tarifas locales de luz y gas están en máximos históricos.

Para el gobierno del socialista Olaf Scholz la amenaza recesiva significa, además, un costo sideral en materia de orden fiscal porque se espera una caída casi inmediata sobre los recursos tributarios atados al nivel de actividad.
Alemania cerró el año 2022 con un déficit fiscal consolidado del 2,62% del PBI, principalmente impulsado por los paquetes de ayuda fiscal en respuesta a la guerra de Ucrania, y a partir del último trimestre una sustancial caída de la recaudación. No solo se compromete la estabilidad de la deuda pública y la calificación crediticia de los bonos soberanos alemanes, sino que además se corre el riesgo de incumplir (una vez más) con los criterios de convergencia de Maastricht.
Esto encendió todas las alarmas en el gobierno de izquierda, que encabeza el Partido Socialista (SPD) pero que también cuenta en la coalición con el ecologista Partido Verde (Grüne) y el Partido Liberal (FDP).
Por estas razones, el oficialismo cedió ante la presión y se prepara para desplegar un ajuste presupuestario de hasta 22.000 millones de euros para el año fiscal 2024, que recaerá sobre todas las partidas del gasto público con la sola excepción del gasto en defensa.
Este rumbo fue principalmente defendido por el ministro de Finanzas alemán Christian Lindner, líder del FDP. La mitad del ajuste previsto se llevará a cabo por medio de un recorte nominal de entre el 2% y el 3% sobre los gastos asignados a todos los ministerios.
Sin embargo, la coalición “semáforo” del oficialismo no demuestra ni la más mínima previsibilidad. Mientras el Partido Democrático Libre (FDP) demanda un mayor ajuste fiscal y ciertas reducciones impositivas puntuales, los socialdemócratas no tienen ninguna posición definida y la izquierda en el Partido Verde presiona para subir los impuestos en plena recesión.
Asimismo, los recortes patrocinados por el FDP entran en conflicto con la agenda radical de los verdes, que pretendía desembolsar paquetes millonarios para “protección climática” para los presupuestos de los años fiscales 2024 y 2025. Las disputas ideológicas internas se tornan cada vez más irresolubles, aunque Scholz parece inclinarse hacia una postura más favorable a los recortes presupuestarios.
Alemania
Alemania entra oficialmente en recesión: De la mano del Socialismo, la actividad se desplomó por dos trimestres consecutivos
La “coalición semáforo” liderada por el Partido Socialista no fue capaz de mantener la recuperación pos-pandemia y el país volvió a caer en recesión, mientras la inflación continúa por encima del 7%, la más alta en 40 años.

La economía alemana entró oficialmente en recesión, ya que la actividad económica se desplomó un 0,5% en el primer trimestre y acumuló otra caída del 0,3% en el último cuarto del año pasado. De esta forma, el motor tradicional de la economía europea falla en recuperarse de la pandemia y sin dudas esto tendrá un impacto en el dinamismo de otros países del viejo continente.
El gobierno socialista de Olaf Scholz consiguió una tímida recuperación pos-pandemia, pero no pudo mantenerla en el tiempo, y Alemania oficialmente registró una caída de su actividad por primera vez desde 2008, sin contar el año entero que pasó bajo cuarentena.
De hecho, el PBI alemán abandonó la tendencia de crecimiento que mantenía antes de la pandemia. De haber seguido creciendo al ritmo en que lo hizo entre 2013 y 2019, la economía alemana hoy debería ser por lo menos un 6,5% más grande del nivel que efectivamente se observa. Esta brecha es creciente, y es un fenómeno que se generaliza para casi la totalidad de los países de la Unión Europea.
El consumo de los hogares fue el principal factor explicativo que empujó a la recesión, ya que se derrumbó un 1,2% solamente en los primeros tres meses del año. Esto ya fue anticipado por la fuerte retracción en las ventas del comercio minorista entre diciembre de 2022 y febrero de 2023.
La inversión fue el único componente del PBI que demostró cierta recuperación y empujó la economía hacia adelante (con un salto del 3,9% en inversión bruta interna fija), pero la débil posición de las exportaciones y el comportamiento del consumo público no pudieron acompañar el proceso.

La llamada “coalición semáforo” que lidera el Partido Socialista (SPD) pero de la que también es parte el Partido Verde (Grune) y el Partido Liberal (FDP), fracasó irremediablemente a la hora de atender los principales problemas de la economía alemana: el deterioro de la actividad y el salto de los precios.
Las políticas fiscales expansivas dispuestas por el Gobierno de Scholz solo contribuyeron a profundizar el déficit, y la economía puso el freno de mano ante semejante descalabro. El desequilibrio financiero del sector público aumentó del 1,7% del PBI al 2,62% entre el segundo y el cuarto trimestre de 2022.
El tamaño del Estado alemán creció en casi 5 puntos del PBI con respecto al nivel que tenía antes de la pandemia, y como se compone principalmente por transferencias y no por consumo propiamente dicho, constituye un peso muerto que debe ser compensado con mayor presión tributaria (que afecta negativamente al nivel de actividad).
La tasa de inflación interanual de Alemania alcanzó el 7,2% al cierre de abril, y si bien mostró una cierta moderación con respecto al récord de 8,8% observado en octubre del año pasado, todavía persiste en los niveles más altos de los últimos 42 años. El país entró formalmente en el primer episodio de estanflación desde la década de 1980.
La tasa de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) aún es fuertemente negativa en términos reales, fue apostada en el 3,75% anual desde el mes de mayo. Asimismo, La presidente Christine Lagarde no es capaz de explicar cómo será su estrategia para normalizar la abultada hoja de balance de la institución.
Alemania
Alemania rumbo a la recesión: Sigue cayendo el consumo y el déficit fiscal se aproxima a romper las reglas de la Unión Europea
El comercio minorista acumuló una retracción del 11,2% con respecto a marzo del año pasado y el PBI cayó un 0,5% en el cuarto trimestre. El déficit fiscal sigue subiendo por el aumento de las erogaciones y la caída de la recaudación, amenazando los criterios de responsabilidad fiscal de Maastricht.

La probabilidad de una recesión en Alemania es cada vez más certera. El PBI sufrió una caída del 0,5% en el último trimestre de 2022, y 0,1% en comparación al nivel del mismo período en 2021. Los mercados descuentan una segunda caída para el primer trimestre de este año, principalmente impulsada por la retracción del consumo y la persistencia de la inflación (con la consecuente suba de las tasas de interés).
Las ventas del comercio minorista cayeron abruptamente hasta un 11,2% entre marzo de 2022 y marzo de este año, un indicador de alta frecuencia que normalmente anticipa la evolución del gasto real de los consumidores. De hecho, este indicador ya se encuentra en niveles aún más bajos de los que tenía en febrero de 2020, antes de la pandemia.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la economía alemana retrocederá por lo menos un 0,1% en el acumulado anual de 2023, y la caída se concentrará principalmente en el primer semestre del año. La política energética del Gobierno de Olaf Scholz solo profundiza todavía más la recesión porque encarece dramáticamente los costos de la energía. Alemania se despidió de la energía nuclear, algo completamente incomprensible incluso desde la perspectiva de la contaminación.
La política fiscal del Gobierno socialista no muestra signos de responsabilidad. El déficit del sector público alemán escaló al 2,62% del PBI en el cuarto trimestre de 2022 según estimaciones oficiales, siendo así el segundo trimestre de aumento consecutivo. El déficit se acerca peligrosamente al límite fijado por las cláusulas de Maastricht, que postulan un tope del 3% del PBI incluyendo el pago de intereses de deuda pública.
Asimismo, las estimaciones alternativas del Instituto Económico Alemán sugieren que el Gobierno sí incumplió con los criterios de Maastricht, pero esto no se reflejó en las estadísticas oficiales por medio del uso de la “contabilidad creativa” sobre una cartera de fondos especiales.

En los últimos años Alemania se había posicionado como uno de los pocos países en la Unión Europea capaz de cumplir efectivamente los criterios de responsabilidad fiscal establecidos en 1998 (la mayor parte de los países decidió incumplir el tratado), y la regla solo se postergó temporalmente en situaciones extremas como la Gran Recesión de 2008 o la pandemia. Pero esta vez, y bajo el comando socialdemócrata del Gobierno, ya no hay un sendero claro para retornar al equilibrio fiscal.
El aumento del déficit fiscal fue explicado tanto por un aumento de las erogaciones como por la caída de la recaudación. Scholz aprobó un paquete de “estímulo fiscal” de hasta 200.000 millones de euros para su aplicación hasta 2024, a fin de subsidiar las tarifas residenciales de la energía eléctrica y “combatir los efectos de la inflación”. Esta fue la causa principal en el aumento de las nuevas erogaciones presupuestadas.
Al mismo tiempo, la ralentización de la actividad económica impactó negativamente en la recaudación impositiva, junto con algunas medidas tributarias focalizadas al sector energético.
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