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Economía

Ni Massa ni Bullrich tienen ninguna propuesta para desarmar la masiva bomba de Leliqs que amenaza con una hiperinflación

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Los pasivos remunerados del BCRA alcanzaron a representar el 281% de la base monetaria, valores nunca antes vistos en la historia argentina, incluso por encima de la hiperinflación de 1989. Solo Javier Milei presentó una propuesta para atacar el problema.

La deuda remunerada del Banco Central sigue creciendo a medida de que se acumulan cada vez más desequilibrios macroeconómicos. Los intereses que devenga son actualmente el principal factor explicativo para la expansión de la oferta monetaria.

Los pasivos remunerados, las Leliq, las Notaliq y la posición de pases, ya alcanzan a representar hasta el 281% de la base monetaria, con toda seguridad el valor más alto registrado en toda la historia argentina, algo confirmado de manera oficial por las estadísticas estandarizadas del mismo Banco Central. Nunca antes se había visto algo semejante, e incluso se superó el límite alcanzado en 1989, durante la peor hiperinflación de la historia.

Aún así, si se considera la deuda del BCRA en pesos y se descuenta el efecto de la inflación, el stock real de pasivos remunerados aún se encuentra por debajo de los niveles de 2018, pero la dinámica no es sostenible y de hecho no lo fue tampoco en 2018 (se debieron canjear las Lebac por las actuales Leliq).

Si el problema no se resuelve se corre el riesgo de perpetuar una suerte de emisión monetaria endógena, que opera por sí misma de forma independiente al déficit fiscal, boicoteando así cualquier intento de estabilización que se pueda desarrollar en el futuro.

En la historia argentina este tipo de problema, vinculado al déficit cuasi-fiscal que generan los intereses de estos pasivos, se resolvió o bien por medio de una masiva licuación hiperinflacionaria (1989) o bien mediante un canje compulsivo con ruptura de contratos como el Plan Bonex (1990). Ninguna de las dos opciones parecen viables política y económicamente.

¿Cuáles son las propuestas de los distintos candidatos para lidiar con este problema?

Aunque con la gravedad de este problema cabría esperar una mayor receptividad de soluciones, lo cierto es que solamente Javier Milei propone una alternativa concreta para atacar el problema: reestructurar el Banco Central, liquidar toda su deuda remunerada y sus otros pasivos contra sus activos, y dolarizar el país.

Sin importar la posición a favor o en contra de estas medidas, Milei presentó de cara a la sociedad una solución concreta sobre cómo atacaría y eliminaría el drama de la deuda del Banco Central como parte de un plan para erradicar la inflación. Ningún otro candidato, ni antes ni después de las PASO, presentó propuestas alternativas.

La tesis del equipo económico de Patricia Bullrich (conformado por Carlos Melconian y Luciano Laspina) consiste en llevar a cabo un plan de estabilización “creíble” con el suficiente potencial como para reactivar la demanda de pesos y así lidiar con la expansión monetaria de los pasivos remunerados sin impacto inflacionario.

El principal problema de esta estrategia es que si el programa no logra la suficiente dosis de credibilidad como para evitar la huida al dólar, el resultado sería inevitablemente un equilibrio como mucha más inflación. La posibilidad de aplicar un plan de estabilización creíble sin una fuerte reforma monetaria parece poco plausible.

Por otra parte, el candidato por el kirchnerismo Sergio Massa ni siquiera propone el lanzamiento de un plan de estabilización, sino más seguir “administrando” el comercio exterior con regulaciones como lo hace desde agosto del año pasado y sin ningún tipo de resultado. Tampoco presentó una alternativa concreta sobre qué haría con la bomba de pasivos en el Banco Central.

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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