Economía
Larreta propone volver a intentar el fallido Plan Austral como respuesta a la inflación
El Jefe de Gobierno porteño abandonó temporalmente sus obligaciones para viajar a Israel y estudiar de cerca el plan de estabilización que aplicó ese país en 1985, idéntico al Plan Austral que lanzaba Raúl Alfonsín ese mismo año en el país.

Como lo había anticipado La Derecha Diario, el máximo referente del PRO en la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, confirmó oficialmente sus intenciones para volver a intentar el fallido Plan Austral en la economía argentina.
El Jefe de Gobierno porteño visitó Israel y se reunió personalmente con Leonardo Leiderman y Manuel Trajtenberg, dos economistas argentinos que estuvieron presentes en el equipo del entonces primer ministro Shimon Peres, para formular el más importante plan de estabilización de ese país entre 1985 y 1986.
El plan israelí era totalmente restrictivo y generó un enorme dolor económico en el país. Sin embargo, la otra pata del plan, a la que Larreta no hizo alusión, le permitió eliminar el déficit fiscal y generar una enorme credibilidad tanto en los mercados locales como internacionales, especialmente con la llegada del derechista Yitzhak Shamir al poder, que consolidó la establización monetaria entre 1986 y 1992.
El programa de estabilización se sustentaba en la estabilidad del tipo de cambio, y tanto su fecha de lanzamiento como sus principales características coinciden con el famoso “Plan Austral” que lanzó el presidente radical Raúl Alfonsín en junio de 1985.
Las medidas del programa israelí fueron las siguientes:
- Estricto control de cambios y fijación de la paridad con el dólar
- Devaluaciones periódicas administradas y brecha cambiaria de hasta 30%
- Brutal congelamiento de salarios, tarifas públicas y controles de precios
- Ajuste de shock sobre el déficit fiscal total (incluyendo intereses), que pasó del 15% del PBI a 2% en un año
- Deuda externa para financiar la rápida transición hasta la eliminación del déficit
- Estricto control de la base monetaria
Paralelamente, en 1985, Argentina lanzó un programa similar tras el estallido inflacionario heredado de la gestión Grispun. Pero el programa argentino demostró ser mucho más permisivo en materia de consolidación fiscal y credibilidad, y no solo generó el fuerte impacto social que generó el plan israelí, si no que fracasó en controlar la inflación.
A diferencia de Israel, la aplicación de un set similar de medidas en Argentina no logró provocar un cambio de régimen creíble a largo plazo, como sí ocurrió en Israel.
Incluso habiendo eliminado temporalmente el déficit primario, la falta de reformas estructurales y la debilidad de la promesa monetaria para no financiar al Tesoro, terminaron por desmantelar el programa hacia mediados de 1986.
Pero Argentina no fue el único caso de fracaso en la aplicación de este tipo de programas. Nuevamente con una lógica similar y a tan solo pocos meses de diferencia, en febrero de 1986 Brasil anunciaba el famoso “Plan Cruzado” que disponía de las mismas medidas adoptadas por Argentina e Israel. Como ocurrió en Argentina, la experiencia brasileña también terminó por fracasar y, para mediados de 1989, el país afrontaba una severa hiperinflación.
Israel es, hasta la fecha, el único caso conocido de éxito permanente para un programa “híbrido” capaz de combinar características ortodoxas y heterodoxas para combatir la inflación, pero dependió de un enorme trabajo del partido Likud en presentar al Estado israelí como un gobierno serio y preparado para tomar las decisiones más difíciles no solo en el ámbito bélico, si no que también en la economía.
Pero pese a que solo se registró un caso exitoso, Rodríguez Larreta se mostró partidario de volver a intentar un programa con características más similares al Plan Austral que a las del plan israelí. Para ello, sostuvo la necesidad de un acuerdo político amplio, aunque evitó precisar mayores detalles sobre quiénes podrían integrar el consenso al cual hace referencia.
“No hay manera que la Argentina funcione con este nivel de inflación. Lo primero que enfatizaron, me lo dijeron ellos siendo economistas, lo más importante es que Israel tuvo un acuerdo político”, explicó Larreta.
Economía
Ley de responsabilidad fiscal en Estados Unidos: Los republicanos lograron reducir el gasto público en US$ 139.000 millones para 2024
Por primera vez en 10 años el aumento en el techo de la deuda pública incluirá un fuerte ajuste fiscal nominal para el Presupuesto 2024. La oposición logró una reducción de casi el 20% en comparación a la propuesta fiscal original presentada por Biden.

La agenda fiscalmente conservadora del Partido Republicano terminó por imponerse a la excesiva laxitud demostrada por el presidente Joe Biden en los primeros dos años de su administración.
A partir de la próxima Ley de Responsabilidad Fiscal, el levantamiento legal en el tope de la deuda pública incluirá una fuerte reducción nominal sobre el gasto público por primera vez en más de 10 años. Las sucesivas actualizaciones sobre el techo de la deuda no habían podido delimitar un sendero creíble de reducción de déficit, a pesar de los esfuerzos de la administración Trump entre 2017 y 2018 (ya que la norma PAYGO quedó postergada).
Los republicanos lograron un acuerdo para que el gasto público nominal del Gobierno federal estadounidense caiga a los US$ 583.000 millones en el año fiscal 2024, frente a los US$ 722.000 millones que pretendía aprobar Biden. Esto implica un fuerte ajuste nominal equivalente al 19,25% considerando ambas propuestas.

De hecho, el gasto público nominal correspondiente al año fiscal 2024 será incluso un 6,7% inferior al que efectivamente se aprobó para 2023, y un 1,35% más modesto en comparación con el año 2022. En términos del PBI, esto supone un ajuste fiscal contundente que sin lugar a dudas disminuirá el déficit fiscal del Gobierno.
Posteriormente, la propuesta republicana establece un tope de aumento nominal fijado en el 1% anual entre 2025 y 2030. El gasto público reducirá constantemente su participación en relación al tamaño de la economía, aún habiéndose calculado un aumento relativo en partidas como la seguridad social y el pago neto de intereses por la deuda pública.
Con la propuesta original del presidente Biden, el gasto público nominal hubiera continuado creciendo hasta superar los 1,9 billones de dólares en el año 2030. El acuerdo patrocinado por la oposición permite que el gasto nominal no supere el los 1,7 billones de dólares para el mismo período.

El ajuste recaerá exclusivamente sobre el gasto público no vinculado a la defensa nacional y las erogaciones militares. El acuerdo con los demócratas también incluye que ni los gastos previstos para la seguridad social ni tampoco los del Medicare se verán afectados, aunque fueron incluidas pequeñas reformas parciales sobre los requisitos para acceder a los programas sociales.
“En otras palabras, gastaremos menos dinero el próximo año que este año, deteniendo el gasto inflacionario y financiando completamente nuestra defensa nacional, cumpliendo con nuestras obligaciones con nuestros veteranos y preservando y protegiendo el Seguro Social y Medicare”, explica el comunicado de Kevin McCarthy.
El déficit fiscal también se reducirá permanentemente, ya que las previsiones sugieren que la recaudación federal se mantendrá relativamente estable entre el 31% y el 32% del PBI hasta 2028, mientras que la previsión para la participación del gasto es cada vez más baja. El proyecto de acuerdo entre Biden y la oposición no incluye aumentos impositivos.
No one thought @HouseGOP would be able to secure a deal that cuts spending & reduces the deficit. In a divided government, no deal is perfect but this is more consequential than any in recent history. pic.twitter.com/PDAIgTecoV
— Congressman Nick Langworthy (@RepLangworthy) May 29, 2023
Economía
El kirchnerismo no entregará ni un solo dólar para importar autos y piezas hasta diciembre: Los tendrá que pagar el próximo Gobierno
Se aplicará un cepo absoluto para la compra de vehículos y piezas automotrices a través del mercado cambiario legal. La cancelación efectiva de las operaciones tendrá lugar sólo después del 10 de diciembre de 2023, pasando la bomba a la próxima administración sin importar quién gane.

En plena retirada, el Gobierno kirchnerista autorizó un cepo cambiario absoluto, 100% de inhabilitación para acceder al dólar oficial, para la importación de automóviles y piezas de ensamblaje por parte de las automotrices. No habrá ni un sólo dólar para estos efectos hasta el 10 de diciembre de 2023, con lo cual se traslada toda la carga para la próxima administración.
Hasta ahora, el Gobierno en coordinación con el Banco Central estipulaba un período de 120 días en el cuál las empresas importadoras debían usar sus propios dólares para financiar operaciones con el exterior, y sólo pasado ese período se podía acceder al tipo de cambio oficial. Pero el plazo se amplió hasta los 195 días y de esta manera el acceso al mercado cambiario legal solo comenzará hacia la primera semana de diciembre.
En caso de que algunas operaciones puedan adaptarse a este caótico sistema y cuya cancelación efectiva pueda darse en diciembre, en la práctica se configura una bomba de tiempo para el próximo Gobierno porque deberá hacerse cargo de la obligación retenida por el Banco Central.
De hecho, la postergación del pago de importaciones crece todos los días y el BCRA acumula cada vez más obligaciones de cambio a futuro, mientras que al mismo tiempo el nivel de las reservas netas ya opera en terreno negativo.
Desde el punto de vista de las empresas la incertidumbre es casi total, ya que no solo no hay garantías para que efectivamente puedan cancelarse las operaciones una vez pasados los 195 días (como tampoco las hubo tras los 120 días), sino que tampoco se sabe a ciencia cierta a qué tipo de cambio deberán reclamar el cobro de esos dólares.
El sector automotriz se perfiló como uno de los principales impulsores de la actividad hasta el momento, uno de los pocos que logró compensar la fuerte caída de la producción agropecuaria y la retracción del consumo minorista. Pero las nuevas restricciones amenazan con poner fin a esta situación, apagando uno de los últimos motores que aún le quedaban a la economía.
El problema cambiario parece irresoluble sin una drástica devaluación oficial. La brecha entre el dólar paralelo y el oficial continúa fluctuando entre el 97% y el 100%, a pesar de las fuertes intervenciones sobre los mercados financieros alternativos y los sucesivos lanzamientos del “dólar soja”.
La renegociación del programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) hoy constituye el último salvavidas para evitar un desborde inflacionario y cambiario mayúsculo, ya que el Gobierno necesita urgentemente la garantía para la llegada de los próximos desembolsos, e incluso con adelantos.
Mientras se produce la renegociación, el Gobierno “administra” la escasez de divisas al tipo de cambio oficial mediante nuevas extensiones del cepo, y más endeudamiento externo con China o con organismos de crédito multilateral como el BID y el Banco Mundial.
Cuba
El régimen comunista en Cuba llega a un acuerdo con Rusia para usar al rublo como moneda de curso legal en locales comerciales
Un total de tres bancos rusos abrirán sucursales en Cuba y permitirán la operatividad legal del rublo para las transacciones comerciales de la isla. El acuerdo llega en medio del violento estallido inflacionario que la dictadura castrista se mostró incapaz de controlar.

A través del comisionado presidencial para los Derechos de los Empresarios de Rusia, Boris Titov, el Gobierno de Vladimir Putin llegó a un acuerdo con el Banco Central de Cuba (BCC) para poder desplegar al rublo como una moneda de curso legal y transaccional en la isla. Esta moneda se podrá usar para efectuar pagos en locales y comercios sin mayores restricciones.
Para que esto sea posible, los bancos rusos tendrán permiso para abrir sucursales en la isla, y las transacciones estarán aseguradas por el sistema de pagos ruso MIR al cual Cuba ya adhiere desde el año pasado. Se trata de la versión rusa del sistema SWIFT tradicional en las economías de Occidente.
A través del MIR, los usuarios cubanos podrán retirar rublos en efectivo tras haber convertido sus existencias de pesos cubanos. El rublo será la única moneda extranjera por la cual se podrá efectuar esa conversión, ya que el “patrón dólar” fue abandonado por el régimen tras la crisis de 2020.
Las autoridades anticipan que en un período muy cercano, los usuarios cubanos podrán disponer de rublos para efectuar todo tipo de transacciones en tiendas, cafés y restaurantes. Aún no resulta del todo claro si los rublos serán aceptados como medio de pago para cancelar impuestos, sin lo cual no existiría realmente un pleno curso legal de la divisa.
Desde el punto de vista de Rusia, el acuerdo con Cuba significa una oportunidad para extender la demanda de rublos, a pesar del tamaño relativamente pequeño que tiene la economía cubana. Una demanda de rublos más sólida le permite al Estado ruso financiar mayores necesidades fiscales simplemente por medio de la emisión sin incurrir en mayores costos inflacionarios, y este es el principal interés por parte de Rusia.
Por otra parte, el peso cubano perdió sistemáticamente la mayor parte de su valor tras la salida de la convertibilidad atada al dólar y la emisión de importantes rescates monetarios entre 2020 y 2022.
La dictadura comunista perdió el control de los precios, y la inflación estrictamente “oficial” se disparó por encima del 46% anual en marzo de 2023. Asimismo, los precios oficiales alcanzaron una variación interanual récord de hasta el 77% en diciembre de 2021, principalmente explicado por un aumento mensual del IPC en torno al 44% en enero de ese mismo año.
La brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo fluctúa entre el 50% y el 100%, mientras que el alza del dólar en este segmento aumenta a un ritmo del 90% interanual, lo cual sugiere que los precios en el mercado negro mantienen una inflación mucho más alta de lo que estiman las autoridades con los precios oficiales.
En este sentido, la adopción del rublo (al menos parcialmente para algunas transacciones) se constituye como una maniobra desesperada para tratar de generar algún medio de cambio transaccional que no se vea expuesto a la violenta inflación que sufre la isla.
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