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Economía

Un diputado radical envió un proyecto para dolarizar: Las principales diferencias con la propuesta liberal

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El proyecto propone oficializar al dólar como la moneda de curso legal del país. A qué tipo de cambio propone el radicalismo y cuáles son las diferencias con la propuesta de Javier Milei.

Por primera vez desde la Ley de Libre Convertibilidad, fue enviado al Congreso un proyecto para eliminar la dominancia fiscal sobre la política monetaria. El diputado radical Alejandro Cacace presentó formalmente un proyecto para dolarizar la economía argentina.

Este movimiento dentro de Juntos por el Cambio sorprendió incluso a los sectores del radicalismo tradicional como Gerardo Morales, con posturas económicas más cercanas al Frente de Todos y al kirchnerismo. El espacio político de Cacace representa el ala “moderna” de la UCR junto con figuras como Martin Tetaz o De Loredo (Evolución Radical).

Hasta ahora, el único político abiertamente partidario para una dolarización era el diputado y economista Javier Milei, quien en reiteradas oportunidades detalló su programa para la apertura de una libre canasta de monedas sobre la cuál el dólar tomaría vigencia como la moneda predilecta por los argentinos.

Sin embargo, y a diferencia de la propuesta de Milei, el proyecto de Cacace evita acercar posiciones acerca de cuáles serán las condiciones técnicas para llevar adelante la dolarización. En particular, resulta especialmente relevante la consideración del nivel de reservas internacionales.

El proyecto dentro de Juntos por el Cambio

El proyecto de Cacace establece retirar todos los pesos en circulación en un lapso de 180 días y, para hacerlo, establece liquidar los pasivos monetarios y no monetarios del Banco Central contra su nivel de reservas. El cociente entre pasivos y reservas internacionales da como resultado el “tipo de cambio de conversión” sobre el cual se puede llevar a cabo una dolarización.

El problema es que el proyecto de ley se limita a contemplar expresamente a las “reservas internacionales” pero no aclara si se refiere a las brutas o a las netas. Existe un consenso generalizado para concluir que no es factible utilizar las reservas brutas del BCRA, dado que muchos instrumentos contabilizados en ellas son meramente contables y no están realmente disponibles.

Las reservas brutas y oficiales del Banco Central alcanzan los US$ 43.246 millones al cambio minorista legal, y se estima que el tipo de cambio de conversión asociado a este nivel de reservas alcanza los $229. Este tipo de cambio se asemeja a los valores que llegaron a vislumbrarse sobre el dólar paralelo, por lo que no resulta un valor inadmisible en términos reales.

Pero al momento de considerar el nivel neto de reservas, la situación cambia dramáticamente. Las principales consultoras privadas del país estiman que el nivel de reservas netas alcanza los US$ 1.000 millones.

Este nivel de reservas arroja un tipo de cambio de conversión en $3.600 por dólar, una cifra que en términos reales es equivalente al tipo de cambio de la hiperinflación de 1989.

Pero la situación puede ser incluso más crítica, considerando que muchas consultoras estiman que el nivel real de reservas netas es negativo, con lo cuál el tipo de cambio de conversión quedaría completamente obliterado y no se podría llevar a cabo una dolarización ordenada.

Otro problema importante es la conversión de las transacciones y operaciones en el sistema financiero. El proyecto de Cacace establece que los depósitos y títulos valores quedarían automáticamente expresados en dólares, nuevamente considerando el dichoso tipo de cambio de referencia por el cuál se paute la conversión.

Esta suerte de “dolarización forzosa” de depósitos e instrumentos financieros fue una de las razones por las cuales el exministro Domingo Cavallo se opuso a una dolarización en el año 2001, a diferencia de lo que opinaba el entonces presidente del BCRA, Pedro Pou.

Diferencias con la propuesta de Javier Milei

El diputado Milei también tiene su propio proyecto de dolarización, pero en el marco de una serie de reformas estructurales sobre la economía que necesita de un Poder Ejecutivo alineado. En primer lugar, la “liquidación” de pasivos monetarios y no monetarios del BCRA es diferente bajo el esquema de Milei.

El economista planteó determinar el cociente entre la base monetaria y las reservas internacionales, pero el resto de los pasivos monetarios se liquidarían a través de un canje por bonos del Tesoro o deuda pública.

El objetivo de esta maniobra es evitar un valor violentamente elevado para llevar a cabo la conversión, y hacer pagar al propio Estado el costo de la deuda cuasi-fiscal del BCRA vía Leliq, Pases y otros instrumentos.

Al mismo tiempo, Milei explicó que la reforma monetaria implicaría un sistema de libre elección de la moneda, por lo que no haría falta una conversión forzosa de depósitos bancarios u otros instrumentos financieros si los usuarios no lo desean. La moneda elegida quedaría determinada, en última instancia, por la libre elección en el mercado, aunque hay pocas dudas que la gran mayoría de los argentinos elegirían el dólar como moneda.

Entre otras reformas estructurales, el diputado Milei propone lanzar la reforma monetaria en conjunto con una reforma laboral para evitar rigideces y excesos de oferta (desocupación), una reforma del Estado para eliminar el déficit fiscal y bajar impuestos, y finalmente una reforma financiera para separar la banca de inversión del almacenamiento de valor en un “esquema Simons”

Economía

Francia rumbo a la quiebra: Vuelve a bajar la calificación crediticia de los bonos franceses y el déficit fiscal alcanza valores récord

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El desequilibrio presupuestario en las finanzas del país galo ya es el más extremo registrado desde la pandemia, a pesar de que la actividad económica se recuperó del impacto desde hace dos años. El elefantiásico Estado francés se hace imposible de sostener.

La administración de Emmanuel Macron no solamente deja al país a merced de una peligrosa radicalización política encarnada por el espacio de Melenchon, sino que además deja una economía completamente desgastada tras años de un modelo que parece totalmente agotado.

La economía francesa registra las tasas de crecimiento más bajas de su historia, apenas pudiendo recuperar del impacto provocado por la pandemia entre 2020 y 2021, pero no pudiendo recuperar su tendencia de crecimiento anterior a dicho evento.

En los mercados financieros, los bonos franceses volvieron a sufrir un nuevo revés de confianza, ya que la mayoría de las agencias calificadoras de riesgo decidieron rebajar la puntuación de la deuda francesa hace solo un mes, después de haberlo hecho en junio del año pasado. Fitch Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s siguieron esta tendencia con respecto a la evaluación de los bonos que emite el Estado francés.

El déficit fiscal primario de Francia llegó a representar el 3,77% del PBI en el último trimestre del año pasado, según las más recientes estadísticas del Banco Central Europeo. Se trata del quinto trimestre conductivo en que empeora el resultado presupuestario, incluso antes del pago de intereses de deuda (cada vez mayores).

De hecho, y sin considerar el impacto que generó la pandemia, Francia mantiene el déficit primario más drástico de los últimos 12 años, y el incesante clima de inestabilidad política no arroja ninguna perspectiva medianamente optimista.

Si se suma el pago de intereses a cuenta de la deuda pública, el resultado consolidado del país galo marcó un rojo de casi el 5,5% del PBI en el último cuarto del año 2023, y no se veía un nivel semejante desde la salida de la crisis internacional de 2008 o la pandemia de 2020. La diferencia entre aquellos dos escenarios de crisis con respecto a la situación actual, es que en este momento la economía francesa no se encuentra en recesión, sino que continúa reteniendo un anémico crecimiento.

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Economía

El Gobierno anuncia la desregulación del mercado de Warrants, con el objetivo de favorecer el crédito para familias y empresas

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Desde diciembre del año pasado la administración de Milei desreguló una serie de mercados en tiempo récord, y los primeros resultados ya están a la vista en el caso del sector inmobiliario. La mayor desregulación permite aceitar mejor el funcionamiento del aparato productivo.

El Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, anunció un importante avance en la desregulación y modernización del mercado financiero argentino: cesarán las restricciones inútiles y arbitrarias que hasta ahora existían para la emisión de Warrants.

Como explicó el propio Ministro, los Warrants permiten certificar la propiedad de un cierto bien por parte de un productor y con ello se facilita su trazabilidad en el mercado financiero. Son instrumentos que permiten convertir de manera muy sencilla algo físico, en una suerte de garantía para poder acceder a créditos.

Asimismo, estos instrumentos también se pueden intercambiar y vender en los mercados secundarios, lo cual habilita toda una serie de facultades para su emisor. En países como Estados Unidos, es común que los warrants se emitan y se negocien libremente en los mercados extrabursátiles.

Pero hasta ahora, Argentina se diferenciaba de la mayor parte de las economías modernas porque restringía excesivamente la emisión de estos instrumentos, hasta el punto de que únicamente 10 empresas en todo el país estaban autorizadas a hacerlo, algo completamente arbitrario y perjudicial para el desarrollo de este mercado (especialmente para las pequeñas y medianas empresas).

Por otra parte, se desregularon los diferentes usos permitidos para la emisión de Warrants, con lo cual podrán ser utilizados para canalizar el crédito hacia la actividad minera, la industria manufacturera, el sector energético, el sector agropecuario, etc.

Estas medidas, en conjunto con el mayor espacio para el crédito privado y la mayor estabilidad de precios, permitirán abaratar la financiación de múltiples proyectos de inversión, especialmente en donde más se necesitan. 

También supone un fuerte impulso para la competitividad de las empresas argentinas frente al exterior, ya que ahora dispondrán de una herramienta que sus competidores ya hacían uso desde hace tiempo en los mercados más modernos y desarrollados.

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Economía

El socialismo español está a punto de quebrar el sistema jubilatorio por cuarta vez en la historia del país

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La administración del PSOE se niega a permitir cambios profundos sobre el sistema de seguridad social español, y todas las proyecciones futuras sugieren que se volverá un verdadero agujero negro para las finanzas públicas y una masiva disparada del gasto estatal.

El gobierno del presidente socialista Pedro Sánchez está sentando las bases para una bomba fiscal que repercutirá sobre las finanzas del Estado español a lo largo de los próximos años, comprometiendo así el pago de las futuras pensiones.

Pese a las tímidas reformas esgrimidas por el Ministro socialista José Luis Escrivá, solamente al término de 2023 la seguridad social española registró un desequilibrio descomunal equivalente a los 8.200 millones de euros, y no hará más que empeorar año tras año en ausencia de reformas estructurales.

De esta manera, el sistema de reparto estatal de España se encamina a su cuarta quiebra histórica, y las consecuencias de este hecho ya son conocidas: los parámetros del sistema deberán nuevamente reformularse en detrimento del bienestar de la sociedad, sin ninguna otra alternativa posible dentro del sistema que ofrece el Estado

Bajo un régimen de capitalización individual, dichas reformas no serían necesarias, pero España no cuenta ni siquiera con la asistencia de una mínima participación privada en la inversión de los fondos públicos de pensión, y los planes privados existentes se encuentran sumamente regulados y restringidos.

Los resultados del sistema de reparto español y la falta de futuro

Tal y como se encuentra diseñado el esquema previsional español, y dada las políticas aplicadas por el oficialismo, se encamina hacia una nueva quiebra generalizada que repercutirá mediante menores beneficios para los cotizantes, y mayores impuestos para las generaciones futuras.

La primera gran quiebra del sistema de reparto se produjo en 1985, durante la presidencia socialista de Felipe González. Por aquel entonces, se decidió trasladar el problema hacia adelante: se decidió extender el período mínimo de cómputo (el tiempo para calcular el importe de la prestación social) de 2 a 8 años, y la base salarial para la cotización a partir de los 15 años anteriores a la jubilación (antes 10 años).

Pese a los cambios, en 1997 el sistema volvió a quebrar, y la administración de Aznar decidió extender el período de cómputo hasta los 15 años, y elevar el período de cotización de referencia de 15 a 35 años, lo cual redujo sustancialmente el valor de las jubilaciones reconocidas (generalmente los últimos años trabajados mantienen niveles salariales superiores a los primeros, en la vida laboral de cualquier persona).

Todo esto le dio holgura al sistema por casi una década más, pero finalmente en 2011 el sistema de reparto español quebró por tercera vez, y de manera alarmante. Para postergar el inminente colapso, se extendió la edad mínima de jubilación de 65 a 67 años (gradualmente), el período de cómputo subió de 15 a 25 años, y el período de años salariales de referencia se incrementó de 35 a 37 años. Paralelamente, las jubilaciones dejaron de estar indexadas a la inflación.

Las sucesivas reformas solo postergaron los mismos problemas hacia adelante, pero el dato más alarmante es que se agotan cada vez más rápido. Esta vez, el Gobierno socialista ni siquiera está dispuesto a cargar con el costo político que supondría una cuarta reforma restrictiva, condenando así a millones de personas a una eventual (y más violenta) reforma en el futuro cercano.

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