Europa
Europa atraviesa la peor crisis energética de su historia en su intento por desacoplarse del gas ruso: ¿Cómo llegamos hasta acá?
Mientras Alemania y otros países de la Unión Europea le entregaron la soberanía energética a Rusia para implementar la Agenda 2030, Polonia fue en el camino opuesto y se salvó del chantaje ruso.

El continente europeo atraviesa una de sus peores crisis energéticas tal vez de toda su historia. La dependencia energética que Europa tenía con Rusia se manifestó en toda su gravedad luego de la invasión a Ucrania por parte de Moscú.
Esto provocó, por un lado, la posibilidad de un enorme chantaje por parte del Kremlin y, por el otro, un significativo aumento en los precios de la energía, con subas registradas entre el 35% y el 80% a lo largo de toda Europa.
En los últimos 20 años, con el objetivo de lograr una “transición verde” para el año 2030, muchos países de Europa se apoyaron en la quema de gas para proveer de energía sus industrias mientras con grandes subsidios buscaban promover las energías renovables.
En este contexto, se le entregó todo el poder a Rusia, quien tiene las mayores reservas de gas natural del mundo y es el mayor exportador de este hidrocarburo. Además, es el segundo mayor exportador de petróleo y el tercer mayor exportador de carbón.
Incluso antes de que comience el conflicto a gran escala, Gazprom (la mayor compañía energética rusa) ya había comenzado a reducir gradualmente el volumen de ventas de gas natural a los clientes europeos, como un instrumento de presión para que no interfieran en sus intereses.

Como era esperable, Europa cayó en el gas más abundante y barato que tenían a disposición, proveniente de Moscú. Para 2021, la economía alemana, la más importante de la Unión Europea, tenía una dependencia de casi el 54% del gas ruso.
Esto dificultó por varios meses la asistencia a Ucrania en la guerra, dado que Alemania no quería perder el preciado suministro de gas ruso de un día para el otro.
Casi dos años después de aquella situación, el canciller socialista Olaf Scholz ha llegado a acuerdos con Irak y Qatar para importar gas, pero este hidrocarburo árabe será trasladado en barco (en vez de gasoducto) por lo que su precio será considerablemente mayor, subiendo nuevamente el precio de la energía en el país.

El sabotaje energético alemán
La dependencia de Alemania al gas ruso comenzó en 1970, cuando se negoció la construcción del primer gran gasoducto entre la Unión Soviética y el país germano. La decisión fue parte de la “Ostpolitik“, una política iniciada por el entonces canciller Willy Brandt para acercar Alemania a los países del Bloque del Este. En 2020 – 50 años después – Rusia representaba más de la mitad del suministro de gas natural de todo el país europeo.
En 2011, se inauguró el gasoducto Nord Stream, que conecta completamente los dos países. Solo tres años más tarde, Rusia invadió Ucrania y anexó Crimea. A pesar de esta violación del derecho internacional, en 2015 se firmó un acuerdo para construir Nord Stream 2 y que Gazprom se hiciera cargo de las instalaciones de almacenamiento de gas alemanas, poniendo el control de las reservas energéticas germanas en manos de una potencia extranjera.
Todo esto sucedió a pesar de las repetidas advertencias de los países de Europa Central y Oriental. Como han vaticinado muchos expertos de Polonia y de los países de la región, la política de acercamiento de Alemania a Rusia terminó convirtiéndose en una herramienta de agresión, chantaje y extorsión por parte de Moscú.

Las regulaciones del fundamentalismo climático y sus consecuencias
Sin embargo, no solamente la guerra y las acciones de Moscú elevan los precios de la energía. Otro factor fundamental es la política climática de la Unión Europea y sus regulaciones.
Establecido en 2005, el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea (EU ETS) es la piedra angular de la política europea contra el cambio climático y una herramienta que los burócratas consideran clave para reducir de forma sensible las emisiones de gases de efecto invernadero. Actualmente representa más de tres cuartas partes del comercio internacional del carbono, convirtiéndose en el principal mercado de carbono del mundo.
El EU ETS funciona a base de la limitación y del comercio, lo que significa que las organizaciones tienen derecho a emitir una cierta cantidad de gases de efecto invernadero, arriba de la cual necesitan comprar derechos de emisiones de otras organizaciones que no han llegado a su límite.
Cada derecho de emisión, llamado European Allowance (EUA), equivale a una tonelada de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más común, y las empresas pueden comprarlos y venderlos entre sí como si fuera un activo financiero en función de sus necesidades.
Lo que comenzó teóricamente como un sistema sensato para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, terminó en la práctica aumentando drásticamente los precios de la energía en países que recién comenzaban su viaje por el camino de la transición energética.
Los derechos de emisión negociados en el EU ETS son muy susceptibles frente a la especulación: su precio ha aumentado de 10 euros por tonelada de dióxido de carbono en 2018 a más de 90 euros en 2022.
Cuando los precios de la energía comenzaron a aumentar drásticamente en 2021, Polonia fue el primer país en pedir la suspensión del EU ETS mientras durara la crisis, y reiteró el pedido en agosto del 2022.
Los polacos lanzaron una campaña a través de la Asociación Eléctrica Polaca (Polish Electrical Association), informando a los ciudadanos que los precios de la energía estaban aumentando debido a la guerra y la falta de voluntad de la Unión Europea para suspender el sistema de bonos de carbono. El Green Deal había llegado en el momento menos oportuno.
La dictadura verde condena a que las pequeñas y medianas empresas no puedan competir con las grandes y, por otro lado, los países europeos más pobres no se desarrollarán a la par de los más fuertes. Este sistema generará una desigualdad maquillada de buenas intenciones.
Además, se volverá más imposible que nunca competir con China, convirtiendo a Europa en un continente dependiente del gigante asiático, quien no tiene ninguna preocupación en ser el país más contaminante de todos ya que Pekín seguirá adelante con su política energética basada en el carbón.

La estrategia de Polonia
Desde hace años, Polonia ha alertado sobre los peligros de la dependencia de las materias primas rusas y ha ido tomando las medidas necesarias para diversificar sus fuentes de energía y así asegurar su independencia energética.
En marzo de 2022, Varsovia pidió sanciones sobre el gas, el petróleo y el carbón rusos, que son las principales fuentes de ingresos del Kremlin. El representante permanente de Polonia ante la Unión Europea (UE), Andrzej Sados, argumentó que mientras Europa no deje de comprar materias primas a Rusia, seguirá financiando la guerra de Putin en Ucrania.
Después de criticar a la UE por las sanciones incompletas contra Moscú, el gobierno polaco decidió no esperar a que todos reaccionaran y se movió en solitario, es decir con una decisión unilateral, dejando de importar fuentes de energía rusas a nivel nacional. A fines de marzo, Varsovia decidió prohibir la importación de carbón ruso. Anteriormente, Polonia había importado alrededor de 8 millones de toneladas del recurso, lo que representaba alrededor del 20% del consumo anual del país.
Posteriormente, cuando Putin intentó obligar a Europa a pagar los insumos energéticos en rublos, Polonia rechazó el chantaje. Como resultado, el 27 de abril Moscú dejó de bombear el gas, contratado bajo el acuerdo de Yamal, a Polonia.
Cabe señalar, sin embargo, que Varsovia comenzó a aplicar una política de diversificación de sus fuentes de suministro mucho antes del ataque ruso a Ucrania. En consecuencia, cuando el Kremlin trató de chantajear a Europa para que dejara de apoyar a Ucrania, Polonia continuó el proceso de diversificación, asegurando múltiples proveedores de energía y la independencia energética de Rusia.
Precios de la electricidad en Europa al 30/01/2023. Euros/MWh

Acciones futuras
Si bien la producción de emisiones de dióxido de carbono de la Unión Europea no tiene comparación con aquellos países más contaminantes – y que carecen de compromiso alguno en reducir las mismas – sumado a una crisis energética que está llevando al límite la estabilidad económica y social de la mayoría de los países que la conforman, algunos inconscientes o mal intencionados prefieren priorizar el Green Deal por sobre la integridad de los habitantes de Europa.
Mientras la autonomía y el progreso de los países podrían verse gravemente afectados por la ideología del cambio climático, también la calidad de vida de los ciudadanos sería condenada por burócratas que se preocupan más por los gases de efecto invernadero que por las consecuencias de una guerra que podría escalar incluso arrastrando a la OTAN al campo de batalla.
Si los políticos se concentran en el fundamentalismo del pacto verde y no en el conflicto con Rusia, las industrias y las economías europeas no serán competitivas con Asia frente a los altos impuestos y, además, difícilmente podrán sobrevivir a la crisis energética que atraviesan.
Los líderes de Europa deberán decidir si quieren resolver los problemas reales de sus naciones, alejados de toda ideología izquierdista la cual solo enriquece a un puñado de individuos por sobre la mayoría. Es tiempo de elegir entre soberanía y desarrollo o dependencia y pobreza.
Por Candela Sol Silva, para La Derecha Diario.
Italia
Meloni defendió su agenda de derecha en el Congreso del sindicato más importante de Italia
La líder italiana dio la cara en en Congreso de la CGIL, donde le habló directamente a los líderes sindicales para explicarles por qué eliminó el salario básico universal y el salario mínimo.

La primera ministra italiana Giorgia Meloni demostró su enorme valentía y se presentó en persona este viernes ante el principal sindicato del país para defender su agenda de derecha, convirtiéndose en la primera mandataria en casi 30 años que da la cara en el Congreso de la Confederación General del Trabajo (CGIL).
En su discurso, argumentó ante los líderes sindicales la importancia de la reforma fiscal, que busca reducir el impuesto a las ganancias, al tiempo que justificó la quita del plan social conocido como “ingreso por ciudadanía”, explicándoles que ese tipo de subsidios “favorece el trabajo irregular y no sindicado”.
“El mérito es el único ascensor social que existe si va acompañado de igualdad de condiciones de partida“, planteó la derechista. “El programa no beneficia a quien puede trabajar, ya que ha servido para mantenerlos en la condición de pobreza y queremos ofrecerles la salida de esa condición. El único camino que conozco para eso es el trabajo“, les argumentó.
El pasado jueves el Parlamento aprobó la mega-reforma de Meloni, que impone un “flat tax” al impuesto a las ganancias, reduciendo enormemente la carga para los trabajadores de ingresos medios. A su vez, elimina “redito di citadinanza” (ingreso por ciudadanía), un salario básico universal introducido por el comunista Giuseppe Conte en 2018 que llegaba hasta los 800 euros para desempleados y subocupados, y que ahora solo percibirán personas que por alguna discapacidad no puedan trabajar.
Con su discurso de más de una hora, Meloni intentó calmar las quejas de los sindicalistas que estaban amenazando con un paro general por esta reforma. La líder de la derecha se apareció por sorpresa en la norteña ciudad de Rímini donde se estaba llevando a cabo el Congreso de Confederación General Italiana del Trabajo, convirtiéndose en la primera mandataria en hacerlo desde la visita de Romano Prodi en 1996.
En su intervención, Meloni pidió a los sindicatos que se enfoquen en la generación de empleo ya que “la riqueza la crean las empresas y los trabajadores, no el Estado”. Y agregó: “El desafío es poner a empresas y trabajadores en la mejor condición para crear una riqueza que inevitablemente caerá sobre todos“.
“Italia es el único país de la Unión Europea que tiene salarios mas bajos que antes de 1990. Significa que hay una emergencia y que las recetas usadas hasta ahora no funcionaron y hace falta imaginar un camino nuevo. Ese camino que hasta ahora no se tomó es apostar todo al crecimiento económico“, propuso.
Meloni también explicó por qué no daría lugar al reclamo de algunos sindicalistas que piden la instalación de un salario mínimo universal, tras la eliminación del salario básico universal. “La introducción del salario mínimo legal no es el camino: temo que fijarlo por ley se vuelva no una tutela agregada a las garantías de los convenios colectivos que ya existen, sino una herramienta que las sustituiría haciendo un favor a quienes quieren negociar a la baja los derechos de los trabajadores“, profundizó.
Luego de las críticas de los sectores más radicalizados de la CGIL durante la semana a la presencia de la premier, Meloni planteó que su asistencia en el congreso nacional de la central obedecía a un gesto por la “unidad”.
“No tengo miedo a que me silben, no escapo a los contextos difíciles, no me asustan. La razón por la que decidí venir es porque no es un día como otros, es la fiesta de la unidad nacional. Mi presencia no solo busca llenar el vacío de que hace 27 años no venia un jefe del Gobierno“, concluyó.
Antes de que hable Meloni, los miembros votaron para elegir a su secretario general, donde el líder gremial Maurizio Landini obtuvo la reelección por otros cuatro años, quien en los últimos meses hbía accedido a dialogar con el nuevo gobierno de derecha a pesar de que los sectores más de izquierda demandaban huelgas.
Para Landini, la presencia de Meloni en el encuentro históricamente caracterizado como de izquierda en el que estuvieron también autoridades del Vaticano y de la Iglesia italiana “es un elemento de respeto y de reconocimiento a nuestro sindicato que representa a millones de personas“, en referencia a los casi 6 millones de afiliados que tiene la central sindical.
Alemania
“Apagón nuclear total”: Alemania desconectará las últimas 3 centrales nucleares el próximo 15 de abril
Los Verdes lograron su misión y en abril se llevará a cabo el “Apagón nuclear” que prometió Merkel hace 12 años. La energía será reemplazada por carbón, y gas proveniente de Qatar e Irak.

A pesar de la crisis energética que atraviesa Alemania, el gobierno socialista de Olaf Scholz confirmó que se mantiene el objetivo de proceder al “apagón nuclear” el 15 de abril, día que se desconectarían las últimas tres plantas y no habrá más energía nuclear dentro de la matriz energética alemana.
El apagón fue planificado por la entonces canciller Angela Merkel en 2012, tras la catástrofe en Fukushima después de que Japón fue golpeada con un terremoto y un tsunami. A pesar de que las circunstancias alrededor de ese incidente jamás ocurrirían en suelo alemán, la mandataria uso la oportunidad para poner en marcha un plan para lograr una economía verde sin energía nuclear.
Las plantas debían desconectarse el pasado 31 de diciembre, pero se aprobó en 2022 un aplazamiento de tres meses y medio al calendario para darle más tiempo al gobierno para conseguir reemplazarla. En definitiva, Scholz consiguió la peor alternativa en cuanto a cuidado ambiental: se importará gas y petróleo desde Irak y Qatar.
Es importante aclarar que la generación de energía nuclear produce 0 (cero) gases de efecto invernadero y su impacto medioambiental es nulo, y solo hay contaminación en caso de que haya una falla seria en el sistema, como solo ha ocurrido en Chérnobil (1986) y Fukushima (2011), la primera causada por la desidia burocrática de una nación comunista y la segunda por el golpe consecutivo de un terremoto y un tsunami.
La ministra de Medioambiente, la verde Steffi Lemke, ratificó a la prensa que a pesar de todos los beneficios de la energía nuclear, esta vez no habrá una nueva prórroga o situación de reserva para dichas plantas, y se desconectarán y desmantelarán completamente.
“Los riesgos de la energía atómica son incontrolables”, añadió la ministra, mintiendo descaradamente. “Apostar por el desarrollo de las renovables será, a la larga, el mejor medio para garantizar una estabilidad de precios en el sector”, aseguró.
La decisión afecta a las últimas plantas nucleares que le quedaban a Alemania después del masivo desmantelamiento del gobierno de Merkel. Se trata de la Isar 2 y Neckar 2, en el sur del país, y Lingen, en el centro.
La decisión fue promulgada por el Partido Verde, parte de la coalición de gobierno, quien hizo de su caballo de batalla en la campaña el fin de la era nuclear en Alemania, que solo se explica con el lobby de grandes empresas de energías renovables.
Los liberales del FDP, socio minoritario en el gobierno, habían intentado que las tres plantas en funcionamiento o en reserva siguieran funcionando hasta 2024 o hasta que termine la guerra en Ucrania; pero sin éxito.
Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, Alemania había perdido un vital suministro de gas ruso a través del Nord Stream; una respuesta de Putin a las sanciones occidentales. Rápidamente, Scholz salió a buscar en Medio Oriente y en Noruega suministro de gas alternativo, respaldándose en la energía nuclear para llenar este vacío hasta que lo lograra.
Tras firmar con la monarquía qatarí y con el gobierno iraquí, las tres últimas plantas proporcionaban hacia finales de 2022 apenas un 6% del total del consumo eléctrico, pero se consideran fundamentales para garantizar la seguridad del suministro.
Pero inexplicablemente, los Verdes accedieron a aumentar las explotaciones de carbón con tal de lograr el suministro que permita desconectar las plantas nucleares. El “apagón de carbón” fue movido consecuentemente del periodo 2022-2030 al 2030-2038.
Economía
La resurreción de las estatizaciones en Francia: Macron es el presidente que más empresas expropió en los últimos 40 años
El presidente francés emprendió el proceso de nacionalizaciones más ambicioso desde los tiempos de François Mitterrand, en contraposición con sus primeros discursos de campaña en 2017. El Estado aumentó su participación en el sector de la energía, el transporte y la industria.

Desde su llegada al poder con un mensaje centrista y moderado, Emmanuel Macron no titubeó en llevar a cabo el proceso de estatizaciones más importante de los últimos 40 años en Francia. No se veía una convicción estatista tan pronunciada desde la administración del expresidente socialista François Mitterrand, como parte de su “programa común de Gobierno”.
La administración Macron avanzó incluso más allá de las pretensiones del expresidente socialista François Hollande, quién solo llevó a cabo un aumento temporal en la participación accionaria estatal de la firma Groupe PSA.
El primer episodio de estatización bajo el mandato de Macron se produjo con la expropiación de la empresa de astilleros STX Francia en mayo de 2017. El Gobierno se adueñó temporalmente de la firma a fin de “defender los intereses estratégicos de Francia”.
Luego, en septiembre de 2017, se llegó a un acuerdo con la empresa italiana Fincantieri para que el sector privado retuviera hasta el 51% del paquete accionario hasta 2018, y a partir de julio de ese mismo año el Estado francés adquirió el 84,34% del total y pasó a denominarse “Astilleros Atlánticos”.
Con una superficie de 150 hectáreas, Astilleros Atlánticos se perfila como una de las firmas más importantes de Europa y del mundo en materia de construcción naval. Incluso posee operaciones vinculadas con la fabricación militar, y en menor medida las subestaciones eléctricas.
Más tarde, a mediados de 2018, el Gobierno anunció la nacionalización mayoritaria de la firma multinacional Areva, empresa líder en el programa nuclear del país y un gran peso en la industria energética francesa, fuertemente dependiente de este tipo de actividades.
El Estado culminó la nacionalización durante el primer trimestre de 2021, y asignó un monto de hasta 560 millones de euros para aumentar su participación accionaria hasta el 90% para llevar a cabo un control más exhaustivo, dejando a la iniciativa privada en un lugar completamente marginal.
La economía francesa se encuentra cada vez más intervenida, más regulada y con un menor grado de competitividad relativa a la propia Unión Europea y el resto del mundo. Macron, que muchos al día de hoy reconocen como de ideología liberal, en términos económicos es el más estatista en más de cuatro décadas.
En 2021 el ministro de Economía Bruno Le Maire dio marcha atrás con sus propias declaraciones negando “cualquier posibilidad de nuevas estatizaciones”, y se decidió incrementar el peso accionario del Gobierno francés en la firma aeronáutica Air France-KLM hasta el 28,6%.
El Estado retenía hasta el 54,4% del paquete accionario en 2003, su participación cayó por debajo del 14,3% tras la privatización parcial del expresidente Jacques Chirac en 2004, pero bajo la administración de Emmanuel Macron se volvió a retroceder en la apertura hacia la iniciativa privada.
La última gran apuesta del oficialismo fue la estatización total de Electricité de France (EDF), la principal empresa de generación de electricidad en el país en junio de 2022. EDF es una de las empresas eléctricas más importantes del mundo y la principal proveedora de electricidad no solo en Francia si no que en toda Europa occidental. En el año 2017, esta empresa llegó incluso a ocupar el segundo lugar en la producción eléctrica mundial, solo por detrás de la China Energy Investment Corporation.
Macron tiene pensado seguir con las estatizaciones a lo largo de su segundo mandato que tiene duración hasta 2027, tras su reelección el año pasado, estuvo muy cerca de perder frente a la derechista Marine Le Pen, a la que irónicamente había acusado de “estatista” en la campaña de 2017.
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