
La 4T y el “Sheinbaumnismo” vs Adán Augusto
El poder interno de Morena entra en conflicto ante la maquinaria paralela de López Hernández
Dicen en la 4T que la figura de Adán Augusto López Hernández ha adquirido un peso cada vez más controversial dentro de la estructura de Morena. Si bien es cierto que su influencia como presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado lo coloca como uno de los principales operadores políticos del oficialismo, también es claro que sus ambiciones personales han rebasado los límites de la institucionalidad. La construcción de su proyecto político en diversos estados —a través del respaldo a candidatos locales, giras disfrazadas de actividades legislativas y el uso de estructuras paralelas financiadas con recursos opacos— ha encendido las alarmas, incluso entre miembros de Morena: que se dicen cansados del histrionismo de Andrea Chávez, el poder casi ilimitado de Adán Augusto y la falta de liderazgo de Claudia Sheinbaum.
Lo preocupante no es solo la intensidad con la que se despliega su aparato político, sino la procedencia y magnitud de los recursos que lo sostienen. Empresarios con trayectorias muy poco claras y antecedentes cuestionables han sido señalados como parte del financiamiento que le permite operar en estados clave como Puebla, Veracruz, Campeche, Sonora y su natal Tabasco. Esta forma de operar, aunque no nueva, ha alcanzado niveles de visibilidad inéditos, al grado de que incluso en el entorno presidencial se reconoce que “nunca había sido tan evidente”.
El malestar entre los gobernadores morenistas es palpable. Figuras como Rocío Nahle, Layda Sansores o Alfonso Durazo han expresado, aunque de forma velada, su descontento frente a lo que perciben como una campaña paralela, fuera de control y sin el consentimiento del centro. Saben que Adán Augusto no solo compite por espacios políticos, sino que lo hace con una maquinaria que no respeta las reglas del juego ni los tiempos electorales: entre ellos no necesitan a la oposición para lastimarse. Eso sí, dicen que el grupo de Adán podría contaminar la relación con Washington, donde cada vez se observa con mayor inquietud la injerencia de capitales dudosos en la política mexicana.
Ante estos hechos, la narrativa del “juego sucio” y el uso anticipado de recursos públicos y privados para promover aspiraciones políticas encuentra en López Hernández uno de sus casos más emblemáticos. Es un ejemplo claro del desbordamiento del marco legal electoral, cuya contención depende de un INE debilitado, presionado desde el poder, e incapaz de actuar con autonomía. La descomposición institucional se agrava cuando quienes deberían garantizar el cumplimiento de la ley son parte activa del conflicto.
En paralelo, desde su círculo cercano se intenta desviar la atención, sugiriendo que Adán Augusto estaría operando a favor de Andy López Beltrán, hijo de AMLO: del que hoy, frente a las acusaciones de EE.UU., sabemos poco. Con la presión de un gobierno limpio, sin nexos turbios, y el cumplimiento de Sheinbaum mes con mes a Trump, el grupo de Adán Augusto es una bomba de tiempo, dicen los propios cuatroteístas.
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