Retrato antiguo en blanco y negro de un hombre mayor con expresión seria y cabello corto peinado hacia un lado, vestido con saco oscuro y camisa clara
OPINIÓN

Aniversario: cómo se formó José María Paz, héroe militar de la Independencia argentina

Los primeros años de José María Paz, su educación en Córdoba y su ingreso al Ejército del Norte en la causa de Mayo.

Los primeros años de nuestro mejor cronista militar de la Independencia y oficial de confianza de Manuel Belgrano. Su familia y niñez en Córdoba. Su afición a los estudios, a la cultura y a la lectura. La obra de Juan Martín de Pueyrredón en apoyo del Ejército del Norte en Córdoba. Paz como teniente de milicias de infantería.  Su marcha al Norte para reforzar al Ejército.

José María Paz fue uno de los más notables estrategas argentinos de todos los tiempos y un testigo privilegiado de los acontecimientos más importantes de nuestro nacimiento como Nación. Tuvo el honor de conocer a la mayoría de nuestros próceres fundacionales y participar en muchas de las acciones en las que se batió nuestro Ejército del Norte. Sin embargo, su vida fue azarosa y sacrificada; llena de sinsabores, penurias y desengaños.

No son muy conocidos sus primeros años. José María nació el 9 de Setiembre de 1791 en la ciudad de Córdoba, capital de la intendencia de Córdoba del Tucumán, en el Virreinato del Río de la Plata. Era el primogénito del matrimonio formado por el porteño José de Paz y la cordobesa Tiburcia Haedo. Su padre era funcionario del Correo de la colonia, y ambos progenitores tenían un buen pasar económico, lo que les permitió darles una esmerada educación a sus hijos. Ello se reflejó en la formación, léxico, forma de hablar y de escribir de los mismos. Julián y María del Rosario Paz Haedo (futura suegra, también del Gral. Paz) serían los otros hijos que tuvo la pareja.

Retrato pintado de una mujer con cabello oscuro recogido, vestida con un chal azul decorado y joyas, sobre un fondo azul claro
Tiburcia Haedo de Paz | La Derecha Diario

La amplia cultura de José María Paz

En el curso de su vida, José María notaría cómo se contraponía su forma culta, clara y concisa de expresarse, narrar los hechos y conducirse, con la ignorancia, el analfabetismo o la falta de los mínimos modales o capacidad para hablar o escribir de muchos de sus contemporáneos, con honrosas excepciones. En más de una oportunidad describiría a algunos altos oficiales rioplatenses (en especial los caudillos federales) como gente de pocas luces, o que no podía esperarse de ellos que fueran como Julio César; quien no sólo sabía pelear bien, sino también “hablar, y escribir bien”; que era lo que más adolecían nuestros caudillos.

El hijo mayor del Gral. Paz, José María (h) nos cuenta que los padres del general “le proporcionaron desde sus más tiernos años una educación esmerada, no sólo preparando su entendimiento para adornarlo con útiles y variados conocimientos, sino infundiendo en su corazón delicados y generosos sentimientos que supo conservar toda su vida, en medio de tantas vicisitudes, y en posiciones bien difíciles”.

En 1804, y a los 13 años de edad, ingresó al Seminario de Loreto, como interno; en donde recibió una esmerada educación, para la época, en filosofía y teología; hasta concluir sus estudios como bachiller en artes, con especial formación en matemáticas, latín y derecho. De allí adquiriría José María su afición a leer obras clásicas de los antiguos romanos, como César, Cicerón y otros, en latín; inclinación que conservaría aún en sus años de prisión y hasta el final de sus días.

Por aquella época, no había tantas posibilidades de estudios superiores en Córdoba, ciudad natal de Paz; y como narra su hijo: “en aquella época, sabido es que pocas carreras se abrían a la juventud: la eclesiástica y la del foro eran las preferentes. Paz se hallaba dispuesto a adoptar la que más le conviniese, habiendo frecuentado las aulas de filosofía y teología en la Universidad de Córdoba”. Así fue que, en 1808 y  a los 17 años se matriculó en esa Casa de Estudios, con el afán de ser abogado, como se estilaba en las principales familias.

La Revolución de Mayo

José María se encontraba “cursando el tercer año de derecho, cuando estalló en Buenos Aires la revolución que dio en tierra con el poder de los Virreyes. Los estudiantes de la Universidad de Córdoba, su Patria, estaban ya tocados del movimiento político, que debía muy luego abrazar toda la extensión del virreinato del Río de la Plata, y conflagrar en seguida toda la América Española”, nos refiere su hijo.

En efecto, por aquella época, en Córdoba había estallado la contrarrevolución que, encabezada por el gobernador realista Juan Gutiérrez de la Concha y su camarada y amigo don Santiago de Liniers, fue rápidamente desbaratada con la llegada del Ejército del Norte.

Entonces, toda la provincia mediterránea se plegó, de allí en más, a la causa de Mayo. En consonancia con ello, “Paz participaba de las nuevas ideas con todo el ardor de la juventud, pudiendo decir que nadie le aventajaba en entusiasmo patriótico. Así fue que, desde entonces, perteneció a la causa de la Revolución, o sea de la independencia política de nuestro país, con toda la fuerza de su alma. Contribuyó a fortificar estos sentimientos la decisión de sus padres por la misma causa, a la cual nunca dejaron de ser adictos”.

Su hermano Julián, que había nacido también en Córdoba, el 16 de Marzo de 1793, era dos años menor que José María; al cual era muy apegado, y siguiendo al primogénito, también había iniciado sus estudios en “ambos derechos”, en la Universidad. A su respecto, nos refiere José María (h): “su hermano, D. Julián, poco menor que él, y que seguía también los estudios, estaba en el mismo caso.  Así fue que, al llegar a Córdoba la primera expedición libertadora, y luego que se instaló el primer gobierno patrio en la provincia, que lo desempeñó el entonces coronel D. Juan Martín Puyrredón, tanto ellos como su familia se distinguieron por sus sentimientos liberales y patrióticos”.

Pueyrredón: Gobernador de Córdoba

Al poco tiempo que Juan Martín de Pueyrredón arribara a hacerse cargo de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, se avocó a reclutar un batallón de milicias cordobesas de infantería, como apoyo y eventual refuerzo para el Ejército del Norte, en esta guerra de la independencia que amenazaba con ser (y efectivamente lo fue) difícil y ardua.

“En él fueron nombrados oficiales los dos hermanos. D. José María entró de Teniente, pero muy luego ascendió a Capitán”, recordará su hijo. Posiblemente el provenir ambos de una buena familia cordobesa y tener estudios superiores iniciados (lo cual no era muy común en la época), llevó a Pueyrredón, quien mantuvo siempre una excelente relación con los Paz, a improvisar oficiales inferiores con estos universitarios que eran ilustrados, sabían leer, escribir y expresarse correctamente; para liderar a reclutas que, en su mayor parte, eran seguramente analfabetos y sin ninguna instrucción. Sin embargo, acá el narrador se adelanta un poco a los hechos, y refiere que al poco tiempo José María ascendería a capitán; cuando ello ocurriría bastante tiempo después, ya en el Ejército del Norte.

“En esta graduación se hallaba en los últimos meses del año diez, cuando llegó la triste noticia del descalabro que habían sufrido nuestras armas en Santiago de Cotagaita, al mando del mayor General D. Antonio Balcarce. Tal era el entusiasmo de aquellos tiempos que sobraban soldados voluntarios, pero faltaban fusiles y otras armas”. La noticia del contraste de Cotagaita infundió de ánimos patrios a todos los jóvenes patriotas del interior. Al instante, ese improvisado, pero entusiasta batallón de bisoños milicianos cordobeses solicitó a Pueyrredón que les permitiera correr en auxilio de sus compatriotas que luchaban en el Ejército del Norte, en el Alto Perú.

En este estado, Pueyrredón accedió a mandar todos los auxilios a su alcance, con esa diligencia que le era característica y que puso con mayor manifiesto cuando le cupo abastecer, años más tarde, al Ejército de los Andes, ocupando él mismo la Dirección Suprema del Estado. Logró rápidamente acondicionar una caravana con suministros, como lo recuerda José María (h): “En Córdoba se preparó un convoy y municiones de guerra y se encargó a Paz conducirlo hasta el Ejército”.

Sala antigua con sillas de madera tallada y respaldo tapizado, mesa y cortinas rojas, en una pared blanca con un escudo enmarcado
El “trofeo de Suipacha” en la Sala Capitular del Cabildo de Bs. As. | La Derecha Diario

La noticia de Suipacha:

Sin embargo, al poco tiempo de salir, y como a aproximadamente 150 kms. al Norte de la ciudad de Córdoba, en las inmediaciones de San José de la Dormida, la columna de Paz “encontró el mayor Tollo que traía la noticia de la victoria de Suipacha, que no sólo había vengado la afrenta de Cotagaita, sino que abrió a nuestro ejército las puertas de todo el Alto Perú. Paz creyó candorosamente que habían concluido para siempre las batallas y la guerra, y el mayor Tollo le confirmó esa idea, cuando al darle la noticia se empinó sobre los estribos orgullosamente, y le dijo: vá Vd. ya tarde, pues todo está concluido”.

Roque Tollo era el mayor del Regimiento de Patricios que Juan José Castelli había enviado, desde Tupiza, hacia Buenos Aires, el 10 de Noviembre de 1810, con su parte definitivo a la Primera Junta, dando detalles sobre el triunfo de Suipacha y  remitiendo, a su vez, la primera bandera capturada a los realistas en las  guerras de la independencia y que hoy se puede apreciar en el Cabildo de la ciudad de Buenos Aires.
 
El “trofeo de Suipacha” en la Sala Capitular del Cabildo de Bs. As.

Paz fue entonces el primer cordobés registrado en la historia que se enteró del triunfo de Suipacha. No obstante esta decepción en el ánimo del joven teniente José María, el mismo continuó, con su destacamento, marcha hacia el Norte, a fin de acercar los suministros cordobeses a las huestes patrias, en el Alto Perú. Su hijo recordaría: “Sin embargo, él continuó su marcha y llegó a Jujuy, donde encontró al Ejército; porque el general en Gefe Ocampo; que no estuvo en la batalla, se había detenido allí y debía regresar por órdenes recibidas del Gobierno de Buenos Aires”. 

En efecto, pese a haber sido relevado del mando del Ejército del Norte, Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, su primer comandante, aún permanecía en la retaguardia del Ejército. Luego sería convocado a la Capital, a dar cuenta de su desobediencia a la orden de la Primera Junta de ejecutar a Santiago de Liniers. Providencialmente para este comandante, al poco tiempo fue elegido Diputado por su provincia natal, La Rioja, a lo que luego conoceríamos como la Junta Grande. Ello, sumado a la pérdida de poder del partido morenista en esa Junta consiguió que nunca se lo juzgara, y pudiera integrar ese órgano de gobierno.

Retrato de un hombre con uniforme militar negro y rojo, con charreteras plateadas y fondo decorativo, sosteniendo un bastón y con una pluma y tambor al fondo
Gral. Francisco Antonio Ortiz de Ocampo | La Derecha Diario

El regreso a la “Docta”

Simultáneamente, al joven teniente Paz, también se le ordenó retornar a su provincia de origen; para lo cual bajó junto con el gral. Ortiz de Ocampo, “dedicándose sin pérdida de tiempo, a su arribo, a la continuación de sus estudios, conservando siempre su grado y dispuesto a presentarse donde la Patria lo reclamara”, nos referirá su hijo. 

Poco tiempo después, volvería a retomar las armas, para abandonar completamente la Universidad, y dedicar una vida llena de sacrificios, penurias y sufrimientos a la lucha por la Libertad de su Patria.

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