
ANCAP, una maquina de despilfarro de la clase política
El organismo estatal ha sido desde siempre un lugar donde se dilapidan los dineros de los ciudadanos.
El actual presidente uruguayo, Yamandú Orsi, dio una conferencia de prensa mencionando el estado de la deuda y, una vez más las pérdidas, de una de las cabezas de nuestro monstruo estatal, ANCAP.
Raúl Sendic, luego condenado y destituido como vicepresidente por corrupción, gestionó ANCAP con una pérdida contable de 800 millones de dólares, que terminó pagándose con más pobreza.
Imagen viva del grupo de políticos que tanto insisten al buscar ubicarse en una categoría moral que jamás en los hechos demuestran estar, la honestidad.
Si bien mencioné Ancap como uno de los grandes males de nuestra república en el post “Milei en la Balanza … y el Estado Gran Estafador”, aquí presento otros aspectos un poco más a fondo, de esta problemática centenaria. Señalaba bajo el subtítulo “El Monopolio del Estado en Uruguay” que:
Aquellas entidades y otras creadas a posterior… que, bajo el pretexto de ofrecer servicios estratégicos, obligan a los ciudadanos con prestaciones caras, ineficientes y sin posibilidad de reclamo, “salvándonos” de males peores, el sector privado.
Sin ahondar, en lo que tenemos que soportar, al prohibirnos la competencia, pagando un producto caro y malo, militancia de tamaña cantidad de votantes contratados y mantenidos so pretexto de “empresa estratégica” o fuente de empleo.
Me referiré al origen de la institución, a los precios comparados con el mundo y a los fallos en el mercado que produce este tipo de intervenciones coercitivas del estado en la economía.
El origen del mal, la Maldición de Malinche

Ancap contaminación aire y agua
Ancap contaminación aire y agua, multada por otra vez por la IMM
Creada en 1931, con vocación de conglomerado industrial (Combustible, Alcohol y Portland), mal llamada empresa, pues no surge por búsqueda del beneficio social que supone un emprendimiento, ni se asume el riesgo patrimonial personal de los creadores.
Todo riesgo y pérdidas es a costa de quiénes siempre pagan los fallos del estado, todos nosotros.
No nuestros gobernantes, ya que como hemos visto y oído en estos días, tampoco pagan los impuestos con los que nos obligan.
Salvo una incipiente y truncada oportunidad que nos dio el presidente Lacalle Herrera con la ley 16.211 en 1991, volteada a posterior mediante referéndum, impulsado por los actuales gobernantes, con su sindicalismo y organizaciones afines.
Los demás políticos desde su fundación nos han maldecido a pagar combustibles de mala calidad y de altísimo precio.
Cabe además destacar el gran daño ambiental recurrente y el peligro potencial que supone para la población circundante una estructura antigua, que quedó ubicada en una zona más poblada que al inicio.
La nafta más cara del mundo

En Uruguay solemos afirmar que pagamos la nafta más cara del mundo. Los que antes se podía discutir, hoy cualquiera lo puede verificar fácilmente gracias al acceso instantáneo a la información.
El cuadro siguiente compara el precio actual del litro de la nafta tipo super, o regular, en algunos países seleccionados, comparado al promedio mundial.
Precios de nafta comparados Uruguay, otros paises y media mundial
Fuente: Elaboración propia con datos de webs locales y globalpetrolprices.com
Alguno países el combustible es poco más caro, en términos absolutos que en casa, Suiza e Irlanda, del cuadro, lo pagan más barato, considerando el valor relativo al ingreso per cápita, ellos son 4,5 veces más ricos en promedio que nosotros.
Ancap y los supuestos fallos del mercado
La teoría microeconómica heredada de los neoclásicos, de la mano de economistas como el británico Alfred Marshall, a fines del siglo XIX, que comenzaron a utilizar modelos matemáticos en el análisis económico.
Esgrimen algunas razones que se utilizan para justificar la intervención del estado en la economía, como las externalidades, los bienes públicos y los objetivos respecto de las principales variables macro.

La contaminación considerada una externalidad negativa, que el gobierno, para “protegernos” busca internalizarla, esto es incluir ese “costo social” en el precio del producto para que los que usan el bien paguen a la sociedad.
Estas políticas no buscan resarcir a los damnificados, como pasaría en el mercado libre, solo incluir dichos costos en el precio.
Según nuestras leyes los cursos de agua son de propiedad del estado, ahora sabemos por qué todo está tan contaminado.
La solución para este mal, la contaminación, es la correcta asignación de los derechos de propiedad, en otro momento profundizaré en este interesante tema.
Bienes públicos
El caso del bien público, Paul Samuelson, clasifica a los bienes según dos características, que no se pueda excluir del consumo a quién no paga y que no haya rivalidad en el uso.
Por lo que establecieron que ciertos bienes que la población demanda no pueden ser producidos en forma adecuada por privados, al no poder financiarse directamente su producción.
Se indica entonces, que el estado debe, con los recursos que detrae de la población, producir y proveer esos bienes.
La teoría tiene inconsistencias importantes, como la definición de bien público, por lo menos relativa, algo que pueda considerarse para unos un bien, para otros será un “mal público”.
Al obligar a financiar con su esfuerzo, la producción de lo que algunos no consideran un bien, genera una pérdida de bienestar.
Se asume erróneamente que si un bien no excluible no se puede financiar directamente, tampoco puede sostenerse por vías indirectas.
Aunque la radiodifusión o la televisión abierta encajan como bienes públicos, las empresas privadas los ofrecen, y no les cobran a sus oyentes sino a través de la publicidad que venden a otros.
El Estado suele clasificar ciertos bienes como “estratégicos” para impedir que los provean los privados, acusándolos de posible monopolio, aunque nunca se aplique ese mismo juicio cuando el monopolio lo ejerce el propio Estado.
A quién detenta el monopolio de la fuerza en un territorio determinado, la población tiene que sufrirlos en todas las instancias, de la contaminación a la excesiva carga por sus ingresos no validados a mercado, nunca aprobaríamos, los suculentos sueldos de sus funcionarios.
El monopolio malo
En el imaginario popular, está presente el mito del monopolio como empresa que en pos del lucro excesivo, detrae ingresos a la población con un poder de mercado, que se traduce en precios abusivos.
Afirmado con el caso del artículo 52 de nuestra constitución, que refleja un sesgo intervencionista en materia económica, donde se prohíbe la usura.
Aunque la literatura tradicional solo categoriza a los monopolios de competencia imperfecta o sin competencia, la literatura austríaca no solo niega esa aseveración, sino que, además considera que no hay tal cosa como poder de mercado.
Murray Rothbard en Monopolio y Competencia, indica que el poder en un mercado libre lo tienen los clientes que eligen a quién comprarles, así elegimos quién será el dueño del capital. “En el mercado libre todos los precios son competitivos”
Se distinguen, por un lado, monopolios de mercado, si es que existen, son de corta duración y no están exentos de competencia potencial, siendo así muy difíciles de encontrar, a pesar de la extensa legislación anti monopolios en todos los gobiernos.
Por otro lado, los monopolios coercitivos, los malos, como los define el presidente Milei, creados y mantenidos a la fuerza por el monopolista de la violencia en el territorio, que encontramos estampados en nuestra Constitución.
A modo de reflexión
ANCAP representa la mayor fuente de contaminación visual y ambiental, siendo una de las empresas más perjudiciales para el entorno es, a la fuerza estatal, contraria a la voluntad de los que pagamos enormes sumas de dinero por esos combustibles.
Se confunde bien público con bien ofrecido por el estado, bajo pretextos de proteger a la población de prácticas monopólicas, para que los políticos no tengan competencia, por eso quizás además de luchar contra el capital, también suelen atacar a la familia.
Indica Rothbard, en su mencionado libro: “Dentro del mercado libre, no hay quien pueda forzar a otro para que elija el artículo que elabora. Y ningún otro … puede crearle una escala de valores; …debe adoptarla la misma persona interesada”
En el mercado el cliente siempre tiene la razón, en el estado el usuario siempre tiene la culpa.
Será hora de intentar cortar esa cabeza sin control, a la bestia que nuestros políticos insisten en alimentar.
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