
Udelar, apátrida y antisemita
La educación uruguaya tomada por la izquierda militante.
En abril, el Consejo Directivo Central (CDC) de la Udelar solicitó al Poder Ejecutivo el cierre de la oficina de Innovación en la Universidad Hebrea de Jerusalén, abierta en diciembre de 2024.
A pesar de su importante contribución en materia de ciencia, tecnología e innovación, el canciller Mario Lubetkin anunció un “impasse” en la firma del acuerdo entre la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Sin embargo, recientemente se citó al canciller ante la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Senadores para que “explique la suspensión del acuerdo entre la ANII y la Universidad Hebrea de Jerusalén” y brinde detalles sobre los pasos que se seguirán para resolver el impasse.
Pero a la decadente decisión de cortar lazos con Israel se sumaron dos denuncias que exponen la sistemática violación de la laicidad en la Universidad de la República (Udelar), y en particular el marcado proselitismo en la Facultad de Información y Comunicación (FIC).
Esto sí, aquello no
El estudiante de la FIC, Rodrigo Varscher, lanzó un video en redes sociales denunciando que, durante una clase sobre los teóricos judíos Theodor Adorno y Max Horkheimer, una docente “emitió una serie de comentarios de lo más desafortunados y muy hostiles” hacia la comunidad judía.

Sin embargo, la decana de la FIC, Gladys Ceretta, emitió un comunicado oficial argumentando que “la Facultad es un espacio de encuentro de la diversidad y de cultivo del espíritu crítico”.
Pero además de minimizar la denuncia de un estudiante, recientemente en la misma Facultad, con un terrible descaro, reemplazaron dos pabellones patrios por banderas de la diversidad y del orgullo trans, condenando a todos los estudiantes a soportar el gesto apátrida y progresista.
Así estamos, no disimulan
El patrón es claro: la Udelar permite la ofensa hacia la comunidad judía bajo el manto de la libertad de cátedra y la violación de la laicidad en nombre de la diversidad y los derechos humanos.
Sin embargo, cuando se cuestionan los reclamos abusivos de ciertos colectivos que, amparados en sus particularidades, exigen privilegios —feministas, afrodescendientes u homosexuales—, automáticamente la crítica se torna discriminación y discurso de odio.
Esta doble moralidad no se limita al ámbito universitario: basta observar la reciente formalización del periodista Esteban Queimada por presunto racismo o la acusación que recibió semanas atrás el senador nacionalista Sebastián Da Silva por homofobia.
En Uruguay, la libertad de expresión y de cátedra existen solo si es en favor de la agenda de derechos progresista.
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