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Economía

Sin un plan de privatizaciones en el horizonte, Alberto Fernández trasladará las pérdidas de las empresas públicas a la sociedad

Las empresas públicas ya tienen un déficit tan grande como el que tenían en la década del ’90, cuando se logró un gran consenso nacional para su privatización. Ahora, el Gobierno kirchnerista insiste con un mega-subsidio de $347.274 millones sólo en 2021 para mantenerlas a flote.

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Durante décadas el kirchnerismo abogó la re-nacionalización de empresas que habían sido privatizadas en los 90s para aumentar su eficiencia, achicar el gasto público y poder bajarle los impuestos a los argentinos. Todo este proceso de expropiación culminó este año, con una medida de Alberto Fernández que vuelve a cargar los costos crecientes de estas empresas públicas sobre la sociedad, en un momento de suma tensión por la crisis económica.

Las empresas públicas registran desde hace años perdidas cada vez más importantes. El Gobierno decidió priorizar su financiamiento a costa de otras partidas y, en términos del PBI estimado, el déficit total de las empresas ascendería hasta el 0,9%, el número más alto desde 2016.

A partir de malas administraciones, las empresas del Estado llegaron a perder un récord histórico de 1,5% del PBI en el 2015, una cifra que no se veía desde 1990, momento en el cual se había abandonado el modelo de “Estado empresario” y se habían lanzado las privatizaciones.

Pero a diferencia de aquél entonces, la estrategia del Estado para cubrir este enorme rojo fiscal no va a ser privatizar, si no que se redirigirán fondos por un valor total de $345.274 millones para solventar estas empresas, solo en 2021.

El kirchnerismo reintrodujo el costo de empresas deficitarias a la sociedad, y la crisis económica no hace más que complejizar el problema. Según las estimaciones oficiales, casi el 18% del total del déficit financiero previsto para 2021 será explicado exclusivamente por empresas públicas deficitarias.

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Con las medidas de aislamiento y el congelamiento en las tarifas públicas, las empresas del rubro de transporte serán la que mayores pérdidas representarán del total. Según el presupuesto, cerca del 44% del total del déficit de las empresas estatales será resultado de Aerolíneas Argentinas, los ferrocarriles, y otras empresas de transporte

El caso de Aerolíneas Argentinas y los ferrocarriles es particularmente preocupante, pues el déficit operativo se triplicó desde 2018, después de haber permanecido casi constante (en términos nominales) desde 2016.

Cuando Macri asumió en 2015, Aerolíneas perdía en promedio, 1 millón de dólares por día. El Gobierno de Cambiemos había logrado reducir este déficit diario a menos de 700 mil dólares, pero entre 2019 y 2020, este rojo volvió a escalar e incluso superó el millón de dólares del 2015. Actualmente, sin vuelos por la cuarentena y en plena crisis económica, el déficit estimado para este año es de 570 millones de dólares, o sea un promedio de 1,56 millones de dólares al año. Claramente una situación insostenible cuya única solución es la privatización.

Otras empresas dedicadas a la energía, como IEASA, NASA, entre otras, perderán aproximadamente $85.251 millones en el 2021, un 24% del total del déficit de las empresas. 

El presupuesto también contempla un plan de obras públicas encabezado por AISA y los corredores viales, que se calcula en los $76.249 millones. El presidente Alberto Fernández enfatizó su discurso en este tipo de medidas, asegurando que serán “la clave de la reactivación”

Las estimaciones contempladas por el ministro Martín Guzmán están en una misma línea con las previsiones de recursos que obtendrá eventualmente el Tesoro y los préstamos que se planea conseguir para el año que viene. 

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Si bien el déficit se plantea como un modesto 0,9% del PBI, lo cierto es que muchas consultoras privadas aseguran que será difícil conseguir la meta fiscal que propone el Gobierno, porque el gasto público posee un gran componente de indexación

Por otro lado, y más allá de la indexación, la percepción de recursos será crucial para lograr las metas fiscales, y nada indica que el año que viene produzca resultados positivos en materia de actividad económica. 

El propio presupuesto supone un rebote en torno al 5,5% con respecto a este año, pero el número surge de comparar contra un año tan malo como lo es 2020. Esto quiere decir que, si bien se espera un rebote técnico, la economía podría demorar mucho tiempo en volver a alcanzar (y superar) los niveles que se registraban en 2019.

Guzmán apuesta a un nuevo aumento impositivo para consolidar su presupuesto, y envió señales al mercado en torno a la normalización de las tarifas públicas, para intentar llevar más confianza a la meta fiscal de 2021. 

Aún así, el costo de las empresas estatales se intensifica en un contexto sumamente crítico, donde la pobreza (medida por personas) alcanzó el 40,9% en el primer semestre del año, y se proyecta un pico de entre 44% y 47% para el segundo semestre

Este año, todo el ajuste asociado a la pandemia y la cuarentena recayó sobre las espaldas del sector privado, con la mayor pérdida de puestos de trabajo de los últimos tiempos. Sin embargo, las intenciones de Alberto Fernández son claras: menos dinero para la gente, y más recursos para las empresas del Estado.  

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Economía

El Banco Central rebajó la tasa de política monetaria de los Pases del 60% al 50% y se espera un colapso de la inflación

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La carga de intereses a cuenta de los pasivos remunerados es cada vez menor, después de la quinta reducción de tasas en lo que va de la presidencia de Javier Milei. La autoridad monetaria también tomó la decisión de incrementar nuevamente el encaje legal aplicado sobre las billeteras virtuales.

El Banco Central al frente del Presidente Santiago Bausili determinó una nueva reducción de la tasa de política monetaria de referencia, aquella a cuenta de los Pases, pasando del 60% al 50% nominal anual a partir del 2 de mayo. De esta forma, la tasa efectiva anual fue establecida en el 64,82% según informó el propio BCRA.

En otras palabras, los pasivos remunerados que emite el Banco Central pasan a abonar una tasa nominal equivalente al 4,2% por mes, a cuenta de los Pases que se renuevan cada día. 

La decisión oficial responde a la drástica caída de las expectativas de inflación para los próximos meses, un hecho que se refleja claramente en el informe de expectativas REM que elabora la autoridad monetaria. Las principales consultoras privadas del país también dan cuenta de esta situación, y proyectan un claro escenario de desinflación para 2024.

Las mediciones inflacionarias de alta frecuencia están reflejando el colapso de la variación de los precios minoristas en alimentos y bebidas. Para la consultora LCG, la variación semanal en este rubro fue negativa por más de 1 punto porcentual al término de la quinta semana de abril. 

Los sondeos de Alphacast también prevén una ligera caída de precios hacia la segunda mitad del mes pasado, considerando al rubro de los alimentos. En la misma dirección, el economista Alberto Cavallo (el hijo del exministro de Economía) anticipó mediante un índice diario de precios que la inflación ya está viajando al 5% mensual, descontando el efecto de las tarifas de los servicios públicos.

Entran en juego dos lógicas principales detrás de la rebaja de tasas. En primer lugar, la caída de la inflación efectiva y de la inflación esperada permiten una tasa de interés más baja, ya que de este modo se evita generar rendimientos excesivos medidos en dólares. Pero por otro lado, y más importante aún, la caída de la tasa de interés (en un contexto de cepo cambiario) permite sanear el balance del Banco Central y reducir la expansión monetaria a cuenta de los pasivos remunerados.

La carga de la deuda remunerada en pesos del BCRA es cada vez menor en relación al PBI, y lo mismo ocurre con el pago de sus respectivos intereses. Y desde el Gobierno nacional, el superávit fiscal concretado durante los primeros 3 meses del año permite anular cualquier tipo de financiación monetaria para el fisco.

El Banco Central de Bausili también tomó la decisión de elevar la tasa de encaje aplicado para billeteras virtuales del 10% al 15%, y de esta manera es altamente probable que disminuyan los rendimientos de alternativas como por ejemplo Mercado Pago, además del efecto que tuvo la reducción de tasas.

Se busca generar un marco de reglas de juego que genere incentivos para la compra de títulos públicos al Tesoro por parte del mercado. Esto responde a dos fines bien concretos: por un lado el rollover de la deuda interna en pesos a plazos más extensos, y en segundo lugar la retención de pesos para cancelar Adelantos Transitorios con el propio BCRA (una manera adicional para retirar pesos de la circulación).

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Economía

La reforma tributaria que propone Biden amenaza con destruir hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo para el año 2025

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Así lo sugiere un reciente informe de la Tax Foundation, estimando el efecto total de los aumentos impositivos que propone la campaña de Biden de cara a las elecciones. Se estima una reducción del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI en caso de aprobarse los cambios.

El Presidente Joe Biden lanzó una agenda económica completamente radicalizada hacia la izquierda, buscando contentar al ala más extremista de su partido (anteriormente representada por el excandidato Bernie Sanders en la contienda electoral del 2020).

En este sentido, el Presidente recuperó una profunda impronta favorable a subir generalizadamente los impuestos en Estados Unidos, tanto para empresas como para personas físicas y para productos importados. Se buscan gravar ingresos, patrimonios y bienes con tasas sustancialmente más elevadas que las actuales.

La Tax Foundation desarrolló un reciente informe estimando el impacto económico que podría desatar el plan fiscal de Biden para el año 2025. Se estima una reducción total del 2,2% en la tasa de crecimiento potencial del PBI, una caída del 3,8% en el capital social potencial acumulado en las empresas, una reducción del 1,6% sobre la masa salarial promedio, y finalmente la destrucción de hasta 788.000 puestos de trabajo a tiempo completo en el sector privado, en relación a la cantidad que cabría esperar de no aprobarse las subas impositivas.

La agenda de los demócratas es, y por diferencia, la más ambiciosa y extremista desde la era de Franklin D. Roosevelt. El esquema tributario resultante de una eventual victoria de Biden en las próximas elecciones de noviembre queda resumido de la siguiente manera:

  • Aumento de la tasa del impuesto sobre la renta empresarial del 21 por ciento al 28 por ciento (a partir del año fiscal 2025)
  • Aumento del impuesto mínimo alternativo corporativo introducido en la Ley de Reducción de la Inflación del 15 por ciento al 21 por ciento (a partir de 2024)
  • Cuadruplicar el impuesto a la recompra de acciones implementado en la Ley de Reducción de la Inflación del 1 por ciento al 4 por ciento (a partir de 2024)
  • Hacer permanente la limitación de pérdidas comerciales excesivas para las empresas de paso
  • Limitar aún más la deducibilidad de la compensación de los empleados según la Sección 162
  • Aumento de la tasa impositiva global sobre ingresos intangibles de baja tributación (GILTI) del 10,5 por ciento al 21 por ciento, calcular el impuesto jurisdicción por jurisdicción y revisar las reglas relacionadas
  • Derogar la tasa impositiva reducida sobre los ingresos intangibles derivados del extranjero (FDII)
  • Ampliar la base del impuesto sobre la renta neta de inversiones (NIIT) para incluir ingresos comerciales no pasivos y aumentar las tasas del NIIT y el impuesto adicional de Medicare para alcanzar el 5 por ciento sobre ingresos superiores a $400,000
  • Aumento del impuesto sobre la Renta individual al 39,6 por ciento sobre ingresos superiores a $400 000 para declarantes solteros y $450 000 para declarantes conjuntos (a partir de 2024)
  • Gravar las ganancias de capital a largo plazo y los dividendos calificados a las tasas ordinarias del impuesto sobre la renta para Ingreso imponible por encima de US$ 1 millón de dólares, y gravar las ganancias de capital no realizadas en caso de fallecimiento por encima de una exención de US$ 5 millones, revirtiendo parcialmente la reforma de George Bush (2001-2003)
  • Triplicar los aranceles de importación para el acero y el aluminio provenientes de China, desatando una nueva guerra comercial con el gigante asiático

Pese a las subas impositivas, la administración Biden no propone un sendero sostenido de reducción del déficit fiscal, ya que la mayor parte del paquete tributario se vería acompañado por nuevas expansiones presupuestarias. 

Y a diferencia de la estrategia seguida por el expresidente Donald Trump, la guerra comercial con China que propone desatar Biden se produciría en un contexto de profunda caída en la competitividad fiscal de Estados Unidos, todo lo contrario a lo que ocurrió entre 2017 y 2020 (cuando las empresas estadounidenses disfrutaron de fuertes recortes impositivos).

Esto deja a Estados Unidos en una posición comparativamente difícil para forzar una nueva “tregua” con China en la cual se flexibilicen controles cambiarios o medidas arancelarias proteccionistas, como sí ocurrió tras el último acuerdo firmado en 2020.

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Economía

Con Milei, los bancos vuelven a cumplir su función fundamental: Prestarle dinero a familias y empresas y no al Estado

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Se redujo drásticamente la absorción de crédito a través del Estado nacional y el Banco Central, y se amplía la cantidad de recursos disponibles para ser prestados al sector privado productivo. La política económica del Gobierno produjo un punto de inflexión para el sistema financiero.

Desde la caída de la convertibilidad y el rebrote inflacionario en la Argentina, la proporción de crédito retenido deliberadamente por el sector público fue creciendo incesantemente en los últimos años.

El Estado se adueñó de una parte creciente en la cantidad de pesos disponibles generados por el ahorro del país, y en consecuencia se redujo la proporción canalizada por el sector privado (las familias y las empresas). Mientras que el crédito al sector privado superaba holgadamente el 20% del PBI durante el menemismo, al término del último experimento kirchnerista consiguió superar a duras penas el 7% del PBI en 2023

A partir de diciembre de 2023, la política económica ejecutada por el Presidente Javier Milei y el ministro Luis Caputo se propuso un giro drástico en la direccionalidad del crédito argentino. El superávit financiero del Sector Público Nacional (SPN) permitió liberar una gran masa de recursos para el sector privado, algo que hasta el momento parecía completamente imposible.

Por primera vez desde 2018 se produjo un rebrote de créditos hipotecarios, nuevamente atados a la unidad UVA más un cierto margen de rendimiento en términos reales. Estos créditos no solo permiten la reapertura del mercado de crédito inmobiliario, sino que además implican una fuerte presión para aliviar los aumentos sobre los precios de los alquileres.

A partir de la nueva política económica, los bancos privados debieron replantearse la canalización del crédito. El Gobierno nacional dejó de incurrir en amplias licitaciones por encima de sus posibilidades para financiar el déficit (las licitaciones actuales solo refinancian la deuda interna), y el Banco Central profundizó su agresiva política de rebajas en la tasa de interés que pagan los Pases (ahora hasta el 60% nominal anual).

Todo esto abrió la posibilidad de volver a financiar a las familias vía hipotecas, y a las empresas a través de diversos proyectos de inversión productiva. El Gobierno espera que este efecto, habitualmente llamado “crowding-in” o desplazamiento positivo, contribuya activamente a la reactivación de la actividad económica a partir del segundo semestre del año.

Dada la fuerte credibilidad en la política económica, el mayor ahorro del sector público (efecto recesivo) podría ser compensado por un repunte de la inversión del sector privado por la vía del crédito (efecto expansivo).

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